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DE TÉCNICAS DINÁMICAS PARA HABLAR EN PÚBLICO





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Cuarta Ley

"¡BÁJATE DEL BURRO!"


Objetivo: ENTRETENER

Aburrir al auditorio no tiene ningún sentido práctico. Lo único que se consigue es que la atención del oyente comience a decaer tan pronto como comienza el discurso. Le costará más trabajo prestar atención. El aburrimiento atenta contra el objetivo del discurso en el sentido de que bloquea los mecanismos que facilitan la persuasión. Por ejemplo, el propósito de la introducción de un discurso es captar la atención y motivar al oyente para que preste atención a lo que se explicará. Por eso se debe entrar en materia lo antes posible, es decir, antes de que el oyente se distraiga. Pero un saludo o una introducción kilométrica derrotaría dicho propósito. Y siendo que la calidad del inicio del discurso es un reflejo de la habilidad del orador para la oratoria, no recomendamos una introducción demasiado larga. Eso debe evitarse, a no ser que una ley lo exigiera.

Nadie presta atención a un orador aburrido. Demanda un tremendo esfuerzo de concentración, ¡sobre todo por la tarde o por la noche!, y nadie está dispuesto a hacer ese esfuerzo sin un poderoso incentivo. Los oradores aburridos abonan el terreno para las tardanzas e inasistencias de sus oyentes. Las pobres víctimas suelen prejuzgar que la siguiente conferencia también resultará aburrida y no estarán dispuestas a llegar temprano ni a soplarse la cháchara toda una hora. Aburrir mata el interés, y por ende, los deseos de cooperación. Es cuando sospechosamente todos los celulares comienzan a sonar, y sus dueños salen a responder. ¡Es porque se vuelve urgente salir de la zona de aburrimiento, y qué mejor excusa que una llamada urgente! Una vez que están fuera, aprovechan para ir a asearse un poco, y después, salen a dar una vuelta y regresan cuando el orador está en la conclusión.

Por eso, el objetivo de la Cuarta Ley es impedir el aburrimiento, común sensación de tedio o hastío que sienten los oyentes cuando la conferencia se pone pesada y difícil de atender. Esto les ocurre generalmente a los oradores que suponen que, porque la conferencia reviste seriedad, no se debe entretener al auditorio. Con esa mentalidad, solo se concentran en los aspectos abstractos del discurso limitándose a las definiciones y significados sin tener en cuenta el aspecto emocional. ¡Sin embargo, el entretenimiento es vital para la elocuencia!

Algunos oradores presumen de su trayectoria y creen que sus oyentes deberían sentirse obligados a prestarles atención aunque hablen de manera aburrida. Es un error calificar de "magistral" una conferencia solo porque el orador es un experto en una materia. Ser un perito no confiere a uno automáticamente el don del arte de hablar. Uno puede ser una luminaria en su campo, pero un pésimo orador. Para que la oratoria cobre vida es esencial que uno ponga atención a su forma de exponer y haga el esfuerzo pertinente para entretener sanamente. El siguiente principio de gastronomía es simple y aplicable a este asunto también: Nadie jamás se traga volutariamente un bocado que le desagrada.

Aburrir viola la Cuarta Ley.

Es cierto que a veces algunos miembros del auditorio están extenuados y se duermen durante una conferencia. Han tenido un día difícil o se han excedido a la hora de comer y están con pesadez. Y también es verdad que algunos oyentes no tienen el mínimo interés en el tema que se trata. Pero en todo caso, ¡hay que activarles las neuronas a todos! Hablando figuradamente, c
uando las emociones están implicadas, un discurso entretenido hasta podría resucitar muertos.

Pocos oradores y vendedores captan el momento cuando convencieron a sus oyentes, y por eso siguen amontonando argumentos y razonamientos como si se necesitaran. ¡Eso aburre! Nada es tan improductivo como tratar de convencer a alguien que ya está convencido de algo. Demuestra falta de perspicacia. Igualmente lo es darle vueltas a un asunto cuando se podría lograr el mismo efecto con pocas palabras y en menos tiempo. ¿Para qué hacerla larga si todo está servido como en bandeja? Eso demostraría falta de perspicacia y discernimiento.

Propósito de esta ley

Si bien es cierto que el propósito de la Cuarta Ley es lograr que te presten atención absorta desde el comienzo hasta el final del discurso y que disfruten de hacerlo, es muy importante dejar en claro que no estamos diciendo que entretener sea sinónimo de hilaridad o de hacer reír.

Por ejemplo, hay programas de televisión y documentales muy entretenidos que no hacen reír ni una sola vez.  De hecho, es muy entretenido observar a los animales y a las plantas en su hábitat, y sin embargo, no es gracioso. Es cierto que observar cómo juegan unos cachorros de león puede ser divertido o hasta chistoso, nunca olvidemos que "entretener" significa "hacer m
ás llevadero un asunto (incluido un discurso) de modo que a nadie le resulte tedioso prestar atención".

Por otro lado, siendo que el entretenimiento ayuda a uno a hacer
más llevadero el trato, incluido un auditorio al que dirigiera la palabra, tengamos en cuenta que a la Inteligencia Emocional se la considera uno de los pilares de la eficacia en el manejo de las relaciones humanas.  De hecho, un sondeo llevado a cabo internacionalmente por el Consorcio para la Investigación de la Inteligencia Emocional en las Organizaciones dio como resultado una sorprendente conexión con el denominado 'Cociente de Éxito':

Aproximadamente el 77% de nuestros éxitos resultan de nuestra aptitud emocional,
mientras que solo un
23% a nuestra capacidad intelectual.
(http://www.inteligencia-emocional.org)

Siendo así,
resultarían poco atractivas unas relaciones humanas exageradamente formales que no dieran ninguna cabida al entretenimiento. De hecho, cualquier departamento de servicio social o de servicio al cliente sabe que el usuario o cliente no debe sentirse aburrido ni fastidiado cuando entra en contacto con la imagen de marca. Y no es por gusto que una de las funciones de una secretaria recepcionista no solo consista en colocar material de lectura agradable en la sala de espera, sino mostrarse alegre, positiva y comunicativa a fin de que el cliente, paciente, socio o visitante se sienta a gusto. Si no puede hacer eso, le convendría bajarse del burro.

Un orador, sobre todo si se trata de un maestro, tiene en cuenta que sus discursos nunca resulten tediosos, mon
ótonos ni pesados, porque sabe que el aburrimiento mata la motivación y el deseo de prestar atención. Por tal razón y sin lugar a equivocarnos podemos afirmar que un discurso aburrido es un discurso muerto, ineficaz e inservible, porque no cumple con el proposito de la oratoria: Llegar a la mente y al corazón con el fin de que el oyente asuma una postura o tome una decisión respecto a la información y entonces actúe en armonía con ello. No solo muy pocos (por no decir nadie) prestarán atención a un orador aburrado, sino que será muy poco probable que el oyente individual se sienta animado a poner en práctica sus sugerencias

En el extremo opuesto, debemos advertir que uno debe controlarse y evitar ejemplos tan fantasiosos, es decir, que sean tan poco creíbles, que nadie esté dispuesto a brindar su apoyo o cooperación. Porque aunque el efecto en el oyente resulte alucinante, no lo persuadirá. Si un orador siempre tiende a exagerar con sus discursos, o a hacerse el payaso en sus conversaciones habituales, los oyentes que lo conocieran estarían predispuestos a no hacer caso y a tomar a la ligera sus afirmaciones ("¡Es un payaso! ¡No le creas todo lo que dice!"). En oratoria, eso sería un desastre.


Nivel

La Cuarta Ley es una ley secundaria, subordinada a la Tercera Ley, porque le sirve de apoyo mediante la utilización eficaz de los recursos que entretienen e  instruyen.

Estructura

Aunque esta ley se compone de un solo principio, implica involucrar al oyente mediante su participación activa y el uso de imágenes mentales, usando apoyos visuales hábilmente.

"Aunque todos nos oponemos al aburrimiento,
unos lo toleran menos que otros."

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"¡BÁJATE DEL BURRO!"

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LECCIÓN 6






DEFINICIÓN

¡¡No aburras!!

El aburrimiento es la sensación de tedio o hastío que normalmente sienten los oyentes cuando una conferencia se torna pesada y difícil de atender. Todos están pendientes del reloj para ver a qué hora terminará, o en otras palabras, cuánto tiempo tendrán que sufrir y soportar la tortura.

El entretenimiento es todo lo opuesto. Es una serie de estímulos que provocan sensaciones de placer y satisfacción, que hacen que el discurso se sienta agradable, fácil de escuchar y entender. Al oyente ni se le ocurre mirar su reloj. Solo se percata del tiempo transcurrido
cuando el discurso ha terminado, pero le parece que ha volado. No se cansó de prestar atención, y le apena de que haya terminado. ¡Quiere  más!

Lamentablemente, la mayoría de oradores descuidan este factor vital de la elocuencia. Te engañas si crees que te prestarán atención si los aburres con un discurso carente de pasión y atiborrado de datos y cálculos. Y te engañas aún más si supones que con tal comportamiento se sentirán impulsados a cooperar contigo y hacer lo que les sugieres. De hecho, quizás ni siquiera estuvieron oyéndote. Aunque te tuvieran compasión, no darían para tanto. ¡O los entretienes un poco, o dirán que ha ocurrido una emergencia y se irán a hablar por celular a otra parte (si es que simplemente no se echan a dormir)!

Cuentan que había un orador tan aburrido que, uno a uno, todos sus oyentes terminaron retirándose de la sala. Pero había un señor sentado en la última fila, que le prestaba toda su atención. De modo que le dijo: "¡Gracias, señor! Usted es un caballero. Aprecio mucho la manera como me ha prestado atención a pesar de todo. Por usted voy a continuar y a darle lo mejor del material que he preparado." Tomó una profunda bocanada de aire para recuperarse del fracaso y se dispuso a continuar, cuando, de repente, el hombre lo interrumpió con voz
fuerte: "¡Disculpe, señor! Soy el portero y no entiendo nada de estos asuntos. Solo estoy esperando que termine, para cerrar la puerta".

"No existe otra opción.
O entretienes o aburres."

Un método eficaz de enseñanza tiene en consideración que el estudiante debe tener un sueño reparador para seguir regresando a clases el día siguiente. Si el maestro es eficaz, sus alumnos sacarán buenas notas sin tener que pasarse las noches tomando drogas para poder continuar tratando de entender lo que quiso decir. Si el método es eficaz y el maestro es entretenido, no puede ocurrir otra cosa que placer, satisfacción y buenas notas.

Un orador competente se siente en la obligación de proveer el valor añadido de una explicación magistral a fin de que sus oyentes no tengan que perder tiempo ni esfuerzo averiguando en otra parte qué es lo que trató de decirles. Si ellos tuvieran que gastar energía extra supliendo tal deficiencia, en realidad se trata de un valor restado, no añadido. La gente huye despavorida de los oradores aburridos. Y si no pueden hacerlo físicamente, lo harán mentalmente.

Por ejemplo, ciertos oradores atribuyen la
impuntualidad de algunos a la falta de decencia y disciplina personal, sobre todo cuando disminuye el promedio de asistencia a sus conferencias. ¡Hasta le echan la culpa a la idiosincrasia ("en esta ciudad [región , país, localidad] todos son unos impuntuales")! Pero ¿no son los discursos aburridos los que fomentan comportamientos como ese? ¡Quién desea llegar a tiempo a clase! Todos quieren retirarse temprano. No ven ninguna lógica en dedicar al estudio un tiempo de sueño bien merecido. Si hiciéramos una encuesta global y preguntáramos a quién le gusta quedarse toda la noche estudiando, ¿cuál crees que será la respuesta?

Sé que esta sección de Las 4 Leyes le sacará chispas a más de uno que se cree dotado aunque todavía le falte mucho. Sin embargo sufrirá menos si capta la idea global con modestia y se pone las pilas para bajarse del burro cuanto antes. Todo orador que ama su progreso y desarrollo está siempre a tiempo de reinventar la imagen que proyecta de sí mismo y de mejorar la puntualidad de sus oyentes mediante ofrecerles conferencias magistrales que no solo les resulten instructivas, sino que les permitan ejercer su derecho a un sueño reparador, no en la silla de un auditorio, sino en su cama.

ENTretenimiento
 
Por tanto, esta es la cualidad que tal vez menos cultiva la mayoría de oradores, y sin embargo es la responsable de que tanto el orador como el auditorio reciban el máximo beneficio. Si el orador no habla de manera entretenida, sus oyentes se aburrirán; si sus oyentes se aburren, no prestarán atención; y si no prestan atención, no sabrán qué hacer ni cómo hacerlo y el discurso se irá al agua. En cambio, si habla de manera entretenida, sus oyentes prestarán atención y se sentirán conmovidos y predispuestos a cooperar con sus instrucciones.

Es lamentable que algunos recurran al grito y la voz aguda para mantener despiertos a sus oyentes. Es un recurso, pero no es recomendable.
De hecho, entretener es la cualidad que mejor cultivan los oradores que presentan conferencias magistrales. El entretenimiento es una gran ayuda en la docencia. Entonces, ¿en qué consiste bajarse del burro? Básicamente en "PIO": Participación, imágenes mentales y el uso de objetos o apoyos visuales.


Participación
 
Participación activa significa hacer que tus oyentes tomen parte en el discurso, que 'hagan algo'. Por ejemplo, preguntar, sugerir, ayudar, tomar apuntes, aplaudir, cantar, repetir frases en coro. Por eso, si es posible, permite un momento para preguntas y respuestas, o pídeles comentarios personales durante la conferencia, o realiza una escenificación, dramatizando algún aspecto del discurso. Con ello lograrás que se sientan involucrados en el discurso, no solo como oyentes pasivos: La compenetración es más fuerte.

La participación no solo debe dejar satisfecho al participante por haber participado, sino dejarle una sensación de realización personal mediante sentirse un benefactor. Su participación, ya sea con un
comentario o una pregunta, ha beneficiado a los demás, los ha enriquecido intelectual y/o emocionalmente. Sofocar la participación es, en tal sentido, un factor desalentador. Es lo contrario de motivar.

Un oyente que quiere participar es como un niño que te trae un regalo. ¿Cómo crees que se sentirá si se lo rechazas y regresa a su casa con su regalo bajo el brazo, sobre todo si en ello puso el corazón? ¿Crees que se sentirá animado a traerte un regalo la próxima vez? Y si se anima a traértelo, ¿qué crees que sienta si vuelves a rechazarlo? Tu índice de aprobación disminuirá más y más hasta que otros se sumen al desaliento (a nadie le gusta que le hagan eso) y terminen desistiendo de traerte sus regalos.

Por lo tanto, tu misión es alentar la participación, no sofocarla. Claro, eso solo es posible cuando la figura de la reunión sea una conferencia, no un discurso.

Imágenes mentales

Imágenes mentales son las que encienden la pantalla de cine imaginaria que hay en el cerebro del oyente y pintan cuadros en el aire. Si no imaginas nada, no podrás pintar nada. Tienes que imaginar cosas para que tus palabras, gestos y ademanes reflejen lo que piensas.

Es interesante que una imaginación vívida tenga el poder de activar los ademanes más eficaces. A su vez los ademanes eficaces activan la imaginación del oyente. No es lo mismo decir "era una pradera hermosa" sin mover las manos, que decir "era una pradera hermosa" extendiendo una mano con la palma hacia abajo y desplazándola suavemente en forma ondulatoria de izquierda a derecha.

Por ejemplo, en vez solo de decir: "lejos", señala arriba y añade: "como de aquí hasta la Luna". En vez de solo decir: "fuerte", cierra los puños, alza los codos y añade: "como un toro". En vez de solo decir: "astuto", haz un zig zag con una mano y añade: "como una culebra". Si hablas de una playa, descríbela para que todos sientan se sientan allí mismo, en ese momento. Si no sienten la arena, el agua, la brisa y el canto de los pájaros, todavía te falta mejorar en este sentido. Estimular la imaginación del oyentes es mejor que encender un equipo de televisión y por tanto, un factor de la oratoria eficaz.

¿Quieres ilustrar la seriedad de la decisión de contraer matrimonio, pero al mismo tiempo advertir de todo el sufrimiento que producen los rompimientos y separaciones, de modo que la persona lo piense dos veces antes de entrar en una relación tan estrecha? Pídele intensamente a tu cerebro: "¿Con qué puedo ilustrar una unión sólida y, al mismo tiempo, el dolor que produce deshacerla?". Tu cerebro comenzará a barajar opciones y a enviártelas tan pronto como las consiga entre los archivos de tus pensamientos. Un punto de soldadura en una pieza de metal podría servir. La unión es sólida, y deshacerla cuesta mucho esfuerzo y malestar. Pero entonces razonas: "Al metal no le duele. No tiene sensaciones ni sentimientos", y tal vez decidas que no serviría bien como ilustración, porque no contiene todos los elementos que necesitas.

Ahora tu cerebro te envía otra opción: "¿Qué tal un injerto?". Las plantitas son sensibles. Para realizar un injerto necesitamos dos plantas que sean compatibles. Pelamos una sección de una ramita en una zona apropiada y hacemos lo mismo con una ramita de la otra planta. Las adherimos y, finalmente, con un trozo de hilo, aseguramos la unión dándole varias vueltas. Después de un tiempo, las plantas se han fusionado. Ya no son dos plantas. Es una sola planta, llamada injerto.

La ilustración es interesante. Al decir que pelamos parte de una ramita despertamos la sensibilidad del oyente. Al fusionar las plantas tan íntimamente le hacemos sentir la satisfacción de una unión estable. El efecto es placentero, aunque implicó algo de sufrimiento, lo cual ilustra bien que el matrimonio da placer, pero no excento de dificultades que harán sufrir un poco a los cónyuges.

De repente, añadimos: "Pero ¿qué sucedería si después de mucho tiempo, en que la planta ha crecido y desarrollado, incluso dando frutos, la tomamos con fuerza por ambos lados, jalamos hacia los lados y deshacemos la unión? ¡Vamos a causar un destrozo total! La planta sufrirá terriblemente porque ya no son dos plantas, sino una!".

La imagen no solo es interesante, sino razonable y dolorosa. Por tanto, no solo llega a la mente, sino al corazón, y obliga al oyente a reflexionar más profundamente en la trascendencia de una decisión aparentemente tan simple como decir: "Sí, quiero casarme contigo", o "Quiero separarme de ti". ¿Realmente ve la intención del matrimonio como una unión para toda la vida? ¿Está dispuesto a respetar los derechos de su pareja y los de los hijos que podrían nacerle con el tiempo, a fin de darles todo el apoyo físico, material, intelectual, emocional y espiritual que necesitan para crecer sanos y fuertes, para que aprendan a enfrentar la vida adecuadamente? Parece fácil separarse o divorciarse y dejar que uno de los cónyuges se haga cargo de la crianza, pero esa no fue la idea desde el principio. Ese no fue el trato. ¿Y a costa de qué? Habrá muchos problemas, mucho sufrimiento y dolor, tras un rompimiento. ¿No sería mejor decidirse desde el principio a reconocer que la unión es permanente y hacer todos esfuerzos y ajustes necesarios para que nada corrompa la relación?

¡Qué potente puede ser una imagen mental! Obliga al oyente a pensar con profundidad y a tomar en serio lo que dices. No solo entiende la información, lo cual es importante, sino que la procesa con las emociones sintiendo que afecta su vida de modo que tiene que hacer algo al respecto.

Un orador experimentado suele encender cuanto antes la pantalla de la imaginación que hay en la mente del oyente a fin de que viva la explicación y no solo la oiga. Porque sabe que una vez encendida la pantalla, será muy difícil que se distraiga, se duerma o se retire.

¿No has notado que después de ciertos discursos algunos oyentes tienden a pararse y a salir del recinto para tomar aire, llamar por teléfono o hacer alguna otra cosa?  Pareciera que buscan una excusa para huir del lugar. Es verdad que algunos necesitan ir al baño con urgencia. Pero con esa sola excepción, ¿podría deberse a que el orador, o los oradores, le hicieron sentirse aburrido debido a la debilidad de su oratoria? Una razón para tal fuga bien pudiera ser la falta de ilustraciones eficaces.

De modo que ¡a comenzar a trabajar en imágenes mentales y a usarlas profusamente en tus discursos! Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y es cierto. Pero yo prefiero decir que una imagen puede rozar delicadamente el alma de una persona y consolarla agradablemente en un tiempo de sufrimiento, o puede romper las cadenas de una sumisión abyecta a tradiciones absurdas que no tienen sentido, o puede impactar como una flecha y desflorar un corazón para que vea con más claridad algo que antes no entendía, o puede ser como una bomba en su estómago, de modo que tome más en serio sus dietas.

Las ilustraciones no solo solo palabras, sino herramientas de comunicación eficaz que llegan al corazón y mueven a acción. Todos los maestros competentes las usan liberalmente. ¡Hazlo tú también!

Objetos

Objetos. Para un orador experimentado cualquier objeto, hasta un simple lápiz, puede convertirse en un apoyo visual. Úsalos durante tu exposición: pizarras, vídeos, láminas, diapositivas, modelos a escala, fotografías, dibujos y objetos en general. La multimedia ofrece un sinfín de recursos.

Por ejemplo, aunque parezca que la pizarra digital es lo usual para el futuro cercano, puesto que incorpora todos los beneficios de la computadora e Internet, nunca desplazará a la pizarra tradicional. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, pocas cosas impresionan tanto al oyente como ver al orador realizando trazos a mano en tiempo real sobre un objeto rústico. Tal vez porque le recuerda su niñez, cuando la maestra realizaba trazos en la pizarra. Pocas cosas impactan tanto como observar cómo alguien realiza sus propios trazos y escrituras ante la vista, haciéndolos bien. Eso deja un recuerdo casi imborrable en su mente. ¿No te ha ocurrido cuando has observado la facilidad con que alguien dibuja una caricatura ante tus ojos?

Lamentablemente, un apoyo visual, por moderno que sea, podría convertirse en un arma de doble filo si se lo utilizara ineficazmente. Podría aburrir  y hartar al auditorio igual o peor que si no se lo hubiera usado. El solo hecho de utilizar un apoyo visual de ningun manera garantiza la eficiencia de una exposición. Siempre se los debe usar de un modo eficaz y entretenido, lo cual significa planificar, ensayar, correcciones y volver a ensayar.

Una pésima costumbre de algunos maestros que nunca desarrollaron sus cualidades para la enseñanza, atiborran la pizarran con letras, dibujos, trazos y esquemas, haciéndolos a toda velocidad e imponiendo una carga excesiva sobre el cerebro de sus estudiantes. Eso no es ser eficiente. Es mejor anotar pocas palabras y acompañarlas con una dinámica explicación verbal, de modo que realicen trazos breves en sus libretas, que escribir oraciones completas y pretender que el cerebro capte todo sílaba por sílaba, como en kindergarten.

¿Y el PowerPoint? Si tu oratoria es aburrida, ni el PowerPoint te salvará. Se van a dormir igual. Por eso, recuerda que un poco de gracia nunca cae mal si la aprovechas discretamente respetando al auditorio. Porque entretener, en este contexto, no es sinónimo de hacer reír, sino de:

- Hacer participar activamente al auditorio (Ahora quiero oír sus comentarios y preguntas)
- Hablar con imágenes mentales (todos hemos vista la boca abierta de un cocodrilo, ¿verdad?)
- Usar apoyos visuales (imaginemos que esta pelota es la Tierra)

"Cuando cesa el entretenimiento, cesa el aprendizaje"
Dr. Maxwell Maltz, autor de Principios de Psicocibernética

Si usas un apoyo visual

1. Exhíbelo en el momento más sorpresivo. Mejor si no intuyen que piensas usarlo.
2. Si quieres destacarlo, no cruces la mano sobre tu cuerpo. Usa la otra mano y señálalo.
3. No titubees. Señala exactamente al lugar donde quieres que pongan los ojos.
4. A no ser por alguna excepción, descártalo de la vista cuando hayas terminado de usarlo, para no distraer.

- Sobre todo, ensaya muchas veces cómo lo usarás. Si no ensayas, aumentas tus probabilidades de no usarlo eficazmente.
- No uses un equipo que no sepas usar.
- Si usas un asistente, ¿sabe exactamente lo que tiene que hacer, y cuándo y cómo hacerlo ? ¿Ha ensayado? Nunca te baste con oírle decir: "Sí, sí, ya sé lo que usted quiere". ¡Que lo haga frente a ti, ensayando lo que ha entendido, para que le des tu aprobación y corrijas cualquier malentendido!

Si los elementos principales de un apoyo visual no pueden distinguirse con facilidad desde la última fila del auditorio, no es eficiente. Estarás hablando al aire.

Si usas lentes y preparas un apoyo visual, ten la precaución de hacerlo sin lentes, para que los que tienen problemas visuales puedan visualizarlos desde el fondo. Si lo preparas con lentes, perderás objetividad.

Ten en cuenta que tu cuerpo es en sí mismo un objeto y hasta un equipo audiovisual. Pero no le sacarás el máximo provecho si no estás consciente de ello. Puedes usar eficazmente diferentes sonidos que puedes producir con la boca, con las manos o con cualquier parte del cuerpo (fingir una tos o un estornudo, dar un palmazo como matando un zancudo, dar un salto o de cualquier otra forma utilizar tu cuerpo intencionalmente para escenificar algo con el fin de ejemplificar una idea). Es visual porque el auditorio puede ver algo con los ojos, y audible porque puede oír el sonido que produces. En tal caso, el estornudo se convierte en un apoyo audiovisual. El oyente no solo está oyéndolo, sino viéndolo.

Proyección de imágenes

Si proyectas imágenes en una pantalla ante la vista del auditorio, asegúrate de que sea claramente visible desde todos los ángulos del auditorio. Una imagen débil y tenue favorecerá el aburrimiento. Por otro lado, una imagen viva, llena de colores, números y detalles confundirá a todos, porque no sabrán dónde posar su vista.

Algunos oradores inexpertos creen, suponen, piensan y alucinan que con un puntero de luz resuelven el problema de dirigir la mirada de sus oyentes. No es así. Muchos oyentes tienen dificultades visuales, lo que se evidencia por el uso de anteojos. Además, un punto de luz suele ser muy pequeño para que el ojo lo identifique rápidamente cuando no permanece quieto, sino que el orador lo hace saltar y moverse de aquí para allá, sin posarlo en ninguna parte por más de uno o dos segundos, sobre todo si debido a la mala iluminación la visibilidad de la imagen es pobre.

La inexperiencia y falta de conocimiento de muchos oradores respecto al sentido de la vista, los efectos de la iluminación y la importancia de comprender las limitaciones de aprendizaje del oyente promedio causan que el orador mueva nerviosa y apresuradamente el puntero de aquí para allá como si fuera su dedo índice sobre una hoja de papel. ¡Pero no se trata de una hoja de papel ni un dedo índice! Un dedo índice lograría mejores resultados que un puntero de luz cuando la pizarra estuviera a su alcance físico. El puntero de luz solamente debe justificarse cuando el orador no alcanzaría a señalar el objeto con su dedo índice, o cuando tendría que permanecer detrás de un atril o sentado en una silla. Pero si puede desplazarse libremente por el escenario y los objetos están a su alcance, sugerimos vigosoramente que prefiera usar su dedo índice para señalar los diagramas y objetos, ¡no un puntero de luz!

Por regla general, el señalamiento con un puntero lumínico ha de moverse despacio, y el punto de luz debe posarse suavemente por un buen rato en cada lugar. No es sabio usarlo para saltar de aquí para allá bruscamente, como una mosca. Por eso, el uso del puntero de luz ha de ensayarse responsable y cuidadosamente, poniéndose uno mismo en el lugar del oyente, cuyos ojos necesitan concentración.

También hay que tener en cuenta que el puntero de luz suele usarse con la mano, sin ningún apoyo. Eso significa que, aunque el orador esté tranquilo y relajado, su mano vibrará naturalmente causando un efecto inconstante del punto lumínico en la imagen. ¡Cuánto más si está nervioso y la mano le tiembla permanentemente! Es desesperante y muy aburrido tratar de seguir con la vista un punto de luz que se mueve como una mosca, es decir, sin definir exactamente dónde quiere el orador que uno ponga la vista. Sería mejor utilizar un pedestal especialmente diseñado para situar el puntero. Eso permitiría que el espectador sitúe cómodamente la vista donde el orador desea que concentre su atención.

Tampoco parece ser muy sensato utilizar un punto de luz que se mimetiza con la pantalla y se distingue con gran dificultad. En muchos seminarios se observa que el orador proyecta una imagen inmensa, pero cuya imagen se ve como detrás de una catarata [no una catarata de agua, sino una nubosidad en los ojos], sobre todo si
está atiborrada de datos con letra pequeña que no se distinguen. ¡Buen intento, pero nada más ineficaz para la enseñanza! La regla: Usar pocas y grandes imagenes de colores vivos, con pocas palabras y letras grandes, tipo Arial o Verdana. Las letras e imágenes deben poder visualizarse muy bien desde la última fila del auditorio. ¡Diséñalo todo para que lo vea claramente alguien que usa anteojos, pero que olvidó sus anteojos!

En todo caso, se consideraría imprudente que el orador no ensayara de antemano con el operador del proyector de imágenes (en caso de que no lo proyecte él mismo). Cualquier asunto que no se ensaye responsablemente (posicionamiento de un grupo en el escenario, posturas para salir en la foto, uso de las manos en la entrega y recepción de diplomas), sobre todo tratándose de la proyección de imágenes, contribuirá al fracaso de la presentación. En cambio, las cosas que se ensayan cuidadosamente tienden al éxito. La coordinación con otros que intervienen, directa o indirectamente en la conferencia, es MUY importante.

Por ejemplo, hasta el fotógrafo más profesional echará a perder todas sus fotografías si enfoca al orador o a los entrevistados en el momento justo en que se está proyectando una imagen en la  pared o pantalla. Porque la imagen se proyectará en los cuerpos de las personas, afectando los colores reales. Un fotógrafo experto solicitará al proyector que bloquee la imagen de la pantalla en el momento de tomar las fotografías, o esperará a que se apague la imagen proyectada. Pero, como esperar a que se apague la imagen podría echar a perder una buena foto, es mejor coordinar de antemano cómo trabajarán en equipo en este caso.

¿Locutores que van en burro?

Un locutor que va en burro y no se adapta a los cambios es el que usa el mismo conjunto de tonos para todas y cada una de sus intervenciones, siempre comenzando en la misma nota, haciendo las mismas pausas, elevando y bajando con las misma frecuencias, dando el mismo énfasis a los diferentes párrafos de su lectura y concluyendo con un punto seguido ¡que da justo otra vez en la misma nota musical! Lo hace una y otra vez, subiendo y bajando de manera monótona, usando la misma aburrida escala musical para su voz. Son especialmente desesperantes los reporteros que siguen ese aburrido hábito sumado a un tono angustioso cuando presentan noticias desgarradoras. Recuerda: No uses siempre la misma canción tras tus palabras. ¡Varía el tono!

Usar la misma canción o tonalidad tras las palabras es como usar el mismo atuendo todos los días, todas las semanas y todos los meses, ¡aunque se trate de ropa limpia! O cocinar el mismo plato mañana, tarde y noche, todos los días, todas las semanas y todos los meses. ¿Quién soportaría tal menú! Sería como dar una noticia diferente cada noche por la televisión, pero usando exactamente el mismo tono y las mismas inflexiones y matices de la voz, como una marca registrada. ¡¡Qué aburrido!! Sería como ver un álbum de fotos, pero la misma foto en todas las páginas, unas en blanco y negro, otras en sepia, otras grandes y otras pequeñas, pero la misma foto. ¿Emocionante? Lo mismo ocurre con el tono de voz, el uso de pausas y la velocidad de las palabras. Usar el mismo tono, las mismas pausas y la misma velocidad una y otra vez, semana tras semana y mes tras mes es MUY aburrido y tedioso (aparte de absurdo y falto de discernimiento).
Está bien para una foto o para la portada de un libro o revista, pero no para un conferenciante, escritor, locutor, o maestro de ceremonias. En oratoria hay que pensar siempre en la variedad y en el factor sorpresa.

Felizmente, los hay que cantan agradablemente usando toda una amplia gama de notas, pero haciéndolo de manera inteligente, no mecánica. Irónicamente, no son pocos los locutores que carecen de una formación musical. Otros son realmente desafinados y no tienen la ventaja de diferenciar sus tonos de voz de manera que los varíen agradablemente, simplemente saben que deben subir y bajar mecánicamente para darle alguna variedad, pero no están conscientes de la escala que usan vez tras vez.

No estaría mal que buscaran un poco de asesoramiento con músicos de buen gusto para que los ayuden a utilizar más recursos de la amplísima gama de sonidos que puede producir la voz humana. Si lo hacen, seguramente no caerán en la aburrida costumbre de repetir la misma escala a cada rato.

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