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Oratoria
CUALIDADES PERSONALES DEL ORADOR
PARTE 2
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Mejorando tu pronunciación 

Una buena pronunciación es una buena carta de presentación. 

La necesidad de colocar bien la lengua, los dientes y los labios al decir las letras de las palabras, y usar razonablemente bien el idioma que habla el auditorio, es que si pides perdón a cada rato por equivocarte una palabra o su significado, poco a poco te perderán el respeto y desconfiarán de lo que digas, dejando una impresión pobre de tu persona. 

En vez de inventar palabras, aprende a disfrutar el placer de consultar un mataburro (un diccionario) para conocerlas y tener una idea clara de sus diferentes significados. Porque la exactitud en las declaraciones es un requisito esencial para ganarte el respeto de tus oyentes. Por otro lado, ten en cuenta que cierto acento regional de los individuos es perfectamente aceptable. 

Factor de énfasis

 Se logran efectos muy interesantes de énfasis cuando se combina flexiblemente la pronunciación correcta con el volumen, la velocidad y el tono de voz. 

Colócate un freno de caballo 

El ejercicio del freno de caballo consiste en morder un lápiz con los dientes delanteros, a modo de freno para caballos, y practicar lectura en voz alta procurando decir las palabras correctamente a pesar del estorbo. 

Silabea como los niños

El ejercicio de silabear consiste en decir, al revés: "El dominio resulta de la práctica", sílaba por sílaba: ca ti prac la de ta sul re nio mi do el, es decir, saboreando cada letra y tomando conciencia de cada sonido, como si estuvieras aprendiendo a hablar. 

Mastica un chicle 

El ejercicio de masticar un chicle consiste en hacerlo en sentido figurado, es decir, vocalizando exageradamente las letras AEIOUAEIOU AEIOUAEIOU varias veces y a toda velocidad, abriendo la boca para dar más elasticidad a los labios. 

Graba tu voz

Pocas cosas te permiten tomar conciencia de la calidad de pronunciación como grabar tu voz y escucharla, tanto al conversar y al discursar como al leer en voz alta. Por ejemplo, tal vez te des cuenta de que siseas (marcas demasiado la "S"), la última sílaba de las palabras pierder volumen hasta el punto de que no se oyen (en vez de "estudio", solo se oye "estu", y en vez de "campo" solo se oye "cam"), juntas las palabras produciendo un significado distinto al deseado (en vez de "las obras" se entiende "las sobras", em vez de "el oro" se entiende "el loro"). Una grabacíón te permitirá hacer una autocrítica más realista acerca de lo que oyen tus interlocutores. 

Sin embargo, ten presente que el movimiento exagerado de la mandíbula, lengua y labios, muy necesarios como ejercicio, debe realizarse siempre EN PRIVADO, o bien, en el marco de una sesión de ENTRENAMIENTO DE PRONUNCIACIÓN, no en el habla cotidiana ni el la grabación comercial de la voz ni en ninguna presentación pública. 

La razón para exagerar el movimiento de los labios durante los ejercicios de pronunciación es que se obtiene una mayor flexibilidad al momento de pronunciar las palabras al hablar. El propósito no es exagerar los movimientos en el habla cotidiana. Eso sería ridículo. Podríamos compararlo con los pesos que un practicante de karate se coloca en manos y pies durante su entrenamiento. El peso le exigirá un mayor esfuerzo al dar puñetes y patadas, y cuando se los quite, sus manos y pies simplemente volarán como el rayo. ¿No sería absurdo que los llevara puestos al momento de un combate? No lograría el propósito por el cual hizo los ejercicios. Su meta era una mayor flexibilidad y rapidez de movimiento al momento del combate, no llevar el peso siempre en las manos y pies. 

Por ejemplo, si un locutor exagerara el movimiento de los labios al pronunciar la D, G y V al momento de una locución, sus oyentes se imaginarán un rostro grotesco y ridículo cuando dijera algo así como: "Estimato cliente, acratecemos su pisita y le teseamos una acratable estatía". Usualmente se debe a que no le han enseñado que existe una diferencia entre la pronunciación oclusiva y fricativa de ciertas consonantes. En el ejemplo, la oclusión exagerada de la B o V sonó como P, y la oclusión de la G, como K. 

Es por eso que la pronunciación exagerada distrae excesivamente al oyente. Porque llama la atención al movimiento exagerado de la boca (ya sea porque la vea con sus ojos o porque imagine gestos grotescos y cerentes de naturalidad). Se reduce la inspiración de confianza en el mensaje porque la reacción del oyente pudiera ser "¡Qué exagerado!". 

Por ejemplo, si uno exagera la pronunciación de "Muchas gracias", el primer movimiento parece un beso, y el segundo, un caballo que relincha, y si nuestro rostro está muy cerca del interlocutor, o una cámara nos está filmando en primer plano, no sería raro que alguien recordara al Guazón, el temible enemigo de Batman, cuya sonrisa de oreja a oreja era tan exagerada que crispaba los nervios. ¿Es necesario tal despliegue para una buena pronunciación? Definitivamente, no. El secreto de una buena pronunciación está en el movimiento eficaz de la punta de la lengua, no de un movimientos exagerado de los labios. Los ventrílocuos pueden crear palabras muy claras con un casi imperceptible movimiento de los labios, porque el secreto está en la lengua. Los labios se utilizan principalmente para la B, F, V, P y M.

Si el oyente nos está viendo y exageramos la pronunciación, sus ojos invariablemente se dirigirán hacia nuestros labios y dientes y se concentrarán en ellos; y si no nos está viendo, imaginará los movimientos y será igualmente desagradable. No es grato conversar con una persona que mueve la boca exageradamente. El principio tras esta advertencia es que un maestro u orador capacitado no distrae la atención de la idea, sino la concentra en ella. La pronunciación exagerada atrae la atención sobre el orador, y se convierte en un factor que atenta contra la enseñanza eficaz. 

Soy enfático en esto: El movimiento exagerado de la boca está bien en privado, en una sesión de ejercicios de pronunciación, pero nunca delante del auditorio o interlocutor, porque distrae del tema y atrae la atención sobre la boca de uno. Si uno ha realizado bien los ejercicios, ya no es necesaria ninguna exageración, la cual pudiera ser interpretada como un claro signo de inmodestia. Los que exageran el movimiento de los labios al pronunciar ciertamente están sobreactuando. 

Escoge cuidadosamente tus palabras 

Hablar por hablar es absurdo cuando se trata de exponer ante un auditorio. En cambio, una selección apropiada de palabras realza el mensaje. Por ejemplo, en vez de decir: "Mi papá y mi mamá", que te conferiría una imagen infantil e inmadura, di: "Mi padre y mi madre". En vez de decir: "Salga por allá", que te da una imagen de aspereza, di: "Gracias por participar"; la persona entenderá que es tiempo de retirarse; también puedes decir: "Gracias, puede regresar a su asiento", en vez de "Retírese por allá". 

"¿Y si tengo que improvisar? ¿Cómo escojo las palabras?", dirás. Ten en cuenta que cuando se trata de improvisar no hay tiempo para nada. Simplemente comienzas a hablar y procuras quedar bien. ¿Pero cómo seleccionar palabras cuando no tienes tiempo? Acostumbrándote a seleccionar palabras agradables en todo momento, para que cuando tengas que improvisar, tu cerebro no esté vacío. El problema de selección de palabras lo tienen los que nunca seleccionan sus palabras y siempre hablan por hablar. Nunca han guardado ningún dicho interesante en su cerebro y, por tanto, ¿cómo sacarán algo interesante de él? Es semejante a lo que ocurre con cierto principio de contabilidad: "No se puede contar lo que falta". Si uno no ha puesto palabras agradables en su cerebro de antemano mediante lecturas y conversaciones agradables, ¿cómo puede esperar sacar de su cerebro palabras agradables cuando las necesite? No puede. Tiene que anticiparse. 

¿Por qué crees que los futbolistas profesionales practican tanto? ¿No se supone que ya saben patear la pelota y meter gol? ¿O crees que lo hacen solo para calentar los músculos? Lo que en realidad están haciendo es calentar y archivar en su cerebro la mayor cantidad de reacciones automáticas eficaces, para que su cerebro tenga archivadas más opciones de respuesta por reflejo condicionado cuando las necesiten. Las reacciones eficaces de los futbolistas no caen del cielo. Son el fruto de muchísima práctica y repaso de la técnica. Lo mismo aplica a un orador. Si está acostumbrado a seleccionar sus palabras y repasar la técnica, le resulta más fácil improvisar. 

Cualquiera puede decir: "Estoy muy agradecido", pero solo una persona preparada puede decir algo así como: "En el fondo de mi corazón se ha encendido una atorcha de agradecimiento que, como la Llama Olímpica, seguirá iluminando mis pasos para siempre, recordándolos a todos ustedes por su cariñoso apoyo y compañerismo". La diferencia radica en el tiempo que uno le dedica a su entrenamiento previo... igual que los futbolistas. Entonces sus palabras brotan espontáneamente, pero basadas en su estudio previo del idioma. No es posible tener un vocabulario agradable si uno no dedica tiempo a la buena lectura y a la buena conversación, porque primero debe introducir las palabras en su mente, luego salen con facilidad. 

Dedícales tiempo 

Tus palabras, frases y discursos necesitan macerar y madurar para estar listas cuando las necesites. Necesitan que les dediques tiempo. En realidad, los mejores discursos no son el fruto de lo que escribes en un papel, sino de lo que abrigas en el corazón. Aunque es cierto que escribir te ayuda, la palabra escrita no tiene el mismo gusto que la palabra hablada. Hay escritores famosos que, cuando atienden una entrevista por la televisión, uno se pregunta: "¿Son realmente ellos?", porque la pobreza de su pronunciación y ademanes denota una carencia en su oratoria. Escriben maravillosamente, pero hablan como cualquiera que no se esforzó por hablar con entusiasmo y habilidad. Un signo claro del interés que pongas en tu oratoria es el tiempo que dedicas a tu entrenamiento. Si no dedicas tiempo a seleccionar palabras y frases agradables y motivadoras, no puedes esperar que salgan de tu corazón cuando más las necesites. 

Usa un cuaderno o archivo de computadora, ponle el título: "Frases y hechos interesantes" y comienza a recopilar frases breves y acontecimientos que llamen tu atención poderosamente. La idea no es registrar largos discursos de otras personas, sino frases sueltas que enriquezcan las tuyas propias. Por ejemplo, si estás oyendo las noticias y ves que alguien dice una frase breve e impactante, anótala en una hoja de papel. No olvides anotar el nombre de la persona, la fecha y el nombre del programa. Tus registros deben ser exactos, para que nunca digas: "Recuerdo que alguien dijo una vez: 'Estamos hechos de polvo de estrellas' ". Siempre es mejor decir quién lo dijo. 

Revisa de vez en cuando el diccionario 

En nuestro "Glosario" y "Vocabulario" hallarás una larga lista de palabras para mejorar tu entendimiento de palabras comúnmente usadas. 

Si estás consciente de que te falta vocabulario, gramática u ortografía, recuerda que será imposible inyectártelos por las venas. Necesariamente es un asunto de leer y leer y leer hasta que te habitúes a usar las nuevas palabras, con una nueva manera de construir las oraciones. Escoge material escrito que sea reconocido por una redacción excelente, y libros y revistas de buena reputación, es decir, de excelente contenido informativo. Si lees material insulso, ¿de qué manera te ayudará?

Si quieres mejorar tu pronunciación, comienza cuanto antes a poner al día tu vocabulario. Y recuerda que para mejorar tu vocabulario, la clave son los ejercicios de flexibilidad de la lengua, ejercicios de flexibilidad de los labios y ejercicios de lectura en voz alta. Pero no olvides que producir una pronunciación tan marcada que no suene natural, comunicará falta de naturalidad y no llegará al corazón, que es una de las metas de la oratoria. Está bien lograr una buena pronunciación, para que te entiendan bien; pero no tanto que pierdas la naturalidad que necesitas para persuadir. 

Si no suena natural, sonará falso. 

Si tienes dudas, asegúrate

De vez en cuando tal vez oigas palabras que despiertan dudas en cuanto a cómo decirlas, o qué significan. A veces la Academia acepta palabras diferentes, pero semejantes, con el mismo significado. En tal caso siempre es conveniente consultar un mataburro (diccionario). Algunas se pueden decir de dos maneras diferentes, otras de una sola manera, y otras dependiendo de la intención, es decir, de lo que significan: 

De las dos maneras  De la segunda manera Depende de la intención

¿Amedrantar o amedrentar?
¿Amoniaco o amoníaco?
¿Amplificar o ampliar?
¿Amueblar o amoblar?
¿Antes o enantes?
¿Aparcar o parquear?
¿Asemejar o semejar?
¿Borbotear o borbotar?
¿Calidoscopio o caleidoscopio?
¿Cangrena o gangrena?
¿Cardíaco o cardiaco?
¿Chequear o comprobar?
¿Cernir o cerner?
¿Concretizar o concretar?
¿Conferencista o conferenciante?
¿Controversial o controvertido?
¿Decimotercero o decimotercio?
¿Enantes o antes?
¿Encarcerar o encarcelar?
¿Endósmosis o endosmosis?
¿Endrezar o aderezar?
¿Engrosar o engruesar?
¿Exabrupto o ex abrupto?
¿Expositor o exponente?
¿Feminidad o femineidad?
¿Finiquitar o terminar?
¿Fructificar o frutificar?
¿Fructuoso o frutuoso?
¿Glotón o guloso?
¿Grampa o grapa?
¿Grapar o engrapar?
¿Guacamole o guacamol?
¿Implementar o implantar?
¿Implicación o implicancia?
¿Meteoro o metéoro?
¿Palanquear o apalancar?
¿Palear o apalear?
¿Podiatra o podíatra?
¿Por lo contrario o por el contrario?
¿Prestidigitador o prestigiador?
¿Pudrir o podrir?
¿Quilatar o aquilatar?
¿Quizá o quizás?
¿Radioactivo o radiactivo?
¿Semejar o asemejar?

¿Accesar o tener acceso a?
¿Afiatado o afianzado?
¿Amazonía o amazonia?
¿Ambagues o ambages?
¿Boína o boina?
¿Carácteres o caracteres?
¿Catatonía o catatonia?
¿Cónyugue o cónyuge?
¿Currícula o currículo?
¿Decifrar o descifrar?
¿Dentrífico o dentífrico?
¿Esplosión o explosión?
¿Estean o estén?
¿Forklórico o folklórico?
¿Geneológico o genealógico?
¿Habían cosas o había cosas?
¿Háigamos o hayamos?
¿Homogenidad u homogeneidad?
¿Inapto o inepto?
¿Insultativa o insultante?
¿Internalizar o interiorizar?
¿Kilate o quilate?
¿Metastatar o metastatizar?
¿Metereológico o meteorológico?
¿Mounstro o monstruo?
¿Nigueria o Nigeria?
¿Pudrido o podrido?
¿Poliomelitis o poliomielitis?
¿Polición o polusión?
¿Postrímero o postrimero?
¿Preveer o prever?
¿Prevenible o previsible?
¡Psiquíatra o psiquiatra?
¿Rumanía o Rumania?
¿Satisfació o satisfizo?
¿Téjnica o técnica?
¿Testiga o testigo?

¿Transgiversar o tergiversar?
¿Decifrar o descifrar?

¿Abajar o bajar?
¿Adónde o dónde?
¿Aprender o aprehender?
¿Balear o abalear?
¿Adyuvante o coadyuvante?
¿Apartamento o apartamiento?
¿Buzo o buceador?
¿Coactar o coartar?
¿Competición o competencia?
¿Desbastar o devastar?
¿Embestir o investir?
¿Encarnar o encarnizar?
¿Enjugar o enjuagar?
¿Erradicar o desarraigar?
¿Esotérico o exotérico?
¿Estático o extático?
¿Fragante o flagrante?
¿Garrotear o agarrotear?
¿Gorgoteo o borboteo?
¿Graduar o gradar?
¿Grapar o engrampar?
¿Invernar o hibernar?
¿Manar o emanar?
¿Meteoro o meteorito?
¿Paliar o palear?
¿Pizarrón o pizarrín?
¿Planchar o planchear?
¿Pluvial o fluvial?
¿Polizón o polisón?
¿Prepósito o propósito?
¿Propaganda o publicidad?
¿Raciocinar o razonar?
¿Ración o rasión?
¿Rasar o razar?
¿Rebelarse o revelarse?
¿Rebosar o rebozar?
¿Reflejar o reflexión?
¿Saltante o resaltante?
¿Sinápsis o sinópsis?
¿Tratar o procurar?
¿Vértice o vórtice?

¿Votar o botar?

Ten en cuenta que en versiones anteriores del Diccionario de la Real Academia Española algunas de las palabras arriba indicadas no aparecían, o aparecían con diferente forma o significado. Dicho diccionario es una obra en permanente actualización.  Con la innovación de las computadoras y sus redes y telarañas informáticas está por verse cuán frecuentemente lo actualizarán en el futuro, porque ya no se necesitará esperar a los largos procesos que se requerían para la impresión en papel. Ahora la redacción, revisión, corrección, diseño gráfico, impresión y distribución de cualquier obra literaria se realiza a velocidades pasmosas y con elevado nivel de calidad.. Gutemberg se quedaría con la boca abierta.

Por eso, si de vez en cuando escuchas una palabra que suena extraña, no te escandalices ni te pongas a la defensiva. No pierdas el tiempo especulando ni discutiendo. Más bien, te sugiero anotarla inmediatamente en una hoja de papel (porque la memoria es frágil) para consultarla luego en un diccionario.  Por ejemplo: 

IMAGINERÍA
ABACERÍA
GLUCEMIA
ACINTURAR
SUBTERFUGIO
CALISTENIA
GUZPÁTARO
ABADÍA
GIRÓMETRO
AGRAZ
GORGEAR
CAMBRÓN
AARÓNICO
INCONCUSO
ANACOLUTO
AGRAMATICAL
MEGALÓMANO
BARBECHO
AMARSIGADA
CADALSO
ABADESA
CALOSTRO
MENTOR
ENZUNCHAR
GUADAÑA
FRONTISPICIO
EXPLICITUD
FULGENTE
CHÁCHARA
FURCIO

Lógicamente,  una cosa es aprender palabras nuevas por cultura general, a fin de entender mejor la comunicación de otras personas, y otra muy diferente utilizarlas en tu conversación habitual y conferencias. Por eso, no te recomiendo usar las palabras arriba indicadas a menos que hables ante un auditorio muy culto, porque de lo contrario, nadie entenderá lo que digas ("Aunque la agramatical explicitud del subterfugio de la abadesa sonaba como un fulgente acatamiento inconcuso de la voluntad de su mentor, un megalómano irreformable que se rodeaba de furcias que le enzunchaban su precaria fuerza de vountad, el mustio cambrón a la vista era la viva prueba de que nadie había regado el jardín por mucho tiempo".  Solo una persona muy culta podría descifrar semejantes términos y entender lo que significan.

Por otro lado, debes tener mucho cuidado con los sonidos similares. Porque no es lo mismo "él nos instruye" y "él nos destruye", "hay que iluminarlo" y "hay que eliminarlo", "doce tapas" y "dos etapas", ni "me siento con náuseas" y "me siento con ansias", tampoco "lo suprime" y "los oprime", "dos y tres" y "doce y trece", "sesenta y dos" y "setenta y dos", "renuencia" y "renuncia", "evitar" e "imitar". Una mala pronunciación puede causar un malentendido y, por ejemplo, dar a entender "destruye" en vez de "instruye" y "ansias" en vez de "náuseas", "encima del toro" en vez de "encima de todo". Por eso, ejercita los labios, pero sobre todo, la flexibilidad de la punta de la lengua, para que tu pronunciación salga lo más clara posible sin tener mover exageradamente los labios. 

Habla fácil de entender 

Una manera como algunas personas piensan que causarán una impresión favorable cuando hablan en público es diciendo palabras poco usadas, rimbombantes o hasta inventadas por ellas mismas. Otras utilizan una combinación de dos o más expresiones, como 'fracción sistemática acondicionada' o 'desequilibrio térmico asistido' para dejar estupefacto hasta al oyente más refinado. La pregunta es: ¿cuán recomendable es usar dichas frases y palabras? 

En realidad, el lenguaje técnico tiene su lugar entre los técnicos, y el especializado, entre los especialistas. Pero un orador experimentado sabe que sus mensajes dejan de beneficiar al auditorio cuando sus oyentes necesitan buscar las palabras en un diccionario para entender lo que dijo. Dicho de otro modo, cuando el oyente necesita consultar el diccionario para entender un discurso, el discurso se ha vuelto ineficaz. 

Las palabras poco usadas o rebuscadas pueden usarse apropiadamente en el lenguaje escrito, porque el lector puede llevarlo consigo y tomarse su tiempo para ir a una biblioteca y buscarla en un diccionario, lo cual le ayuda a enriquecer su vocabulario. En cambio, los asistentes a una conferencia necesitan que el orador imparta entendimiento inmediatamente, porque muy pocos tendrán la paciencia para anotarlas o grabarlas y buscarlas después, sobre todo, si se prohibe el uso de grabadoras. 

Por eso, cuando hables, pregúntate: "¿Es mi habla tan sencilla que la gente me entiende a la primera, es decir, sin tener que buscar en un diccionario?". Nunca lo olvides: Para que tu oratoria sea eficaz, tus palabras han de ser entendidas a la primera, es decir, deben ser sencillas o de uso generalizado. A menos que quieras inmovilizar a alguien, evita los "paradigmas", "currículas", "subterfugios", "calistenias", "pragmáticos", "filantrópicos", "septentrionales", "australes", "ambages", "rubicundos", "pragmáticos" y cosas por el estilo. 

Si crees que exagero, puedes llevar a cabo tu propia encuesta y preguntar a la mayoría de las personas que asisten a tus conferencias y preguntarles si conocen el significado de las palabras mencionadas, verificando que realmente te den el significado exacto. Si no te dan una definición correcta, habrás hablado al aire. 

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Autodominio 

Alguien dijo una vez que el autodominio es "la cumbre del logro humano"... por lo difícil que resulta lograrlo. Cualquier tonto puede descontrolarse ante la mínima provocación. 

Espera 

Espera respetuosamente el momento prudente para intervenir con tus preguntas, enfoques, comentarios o respuestas, y, de preferencia, hasta que la persona que expone lo indique. Alzar la voz e interrumpir a la persona que está haciendo uso de la palabra es una gran falta de respeto, sobre todo si se trata de corregir algo que se dijo. Lo cortés implica esperar el momento adecuaco, solicitar respetuosamente la palabra y, si se la conceden, aportar con el comentario. Si no se la conceden, no mostraría respeto insistir. Lógicamente, dependiendo de las circunstancias. 

Reacciona con calma 

Si oyes una idea poco aceptable, procura reaccionar con calma. Espera y usa los canales apropiados para participar. Comprende que cada intervención consume tiempo. 

Evita discutir sobre nimiedades 

Recuerda que los sabios evitan las discusiones carentes de sentido. Porque, ¿quién se beneficiará si haces un lío acerca de un asunto insignificante? Discierne que los malentendidos nimios o falacias pequeñas son inherentes a la imperfección humana. Es más conveniente minimizar un desliz intrascendente. Todos tropezamos de palabra alguna vez. Concéntrate en las cosas más importantes. Es tonto estar pidiendo aclaraciones a cada rato por nimiedades. 

Reconoce las ventajas de anteponer una actitud flexible 

Si respondes a un agravio con otro agravio, pisarás el palito y darás más publicidad al hecho. Algunas personas taimadas se valen de la ofensa directa para levantar una cortina de humo, de manera semejante a como ciertos jugadores de fútbol exageran el dolor y se revuelcan en la cancha para ganar el partido con los goles que su equipo ya tiene anotados. Solo quieren ganar tiempo o desviar la atención de la cuestión principal. Ser flexible tiene muchas ventajas. 

Si pierdes el control, perdiste el control.

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¿Oratoria? ¿Para qué? 

¿Oratoria? ¿Para qué? Es una pregunta que muchos se hacen. Pero cuando llega el momento en que la necesitan, no saben qué hacer ni cómo escabullirse. Y en muchos casos, se trata de personas que tienen un extraordinario currículum. ¡Hasta por su forma de hablar, grandes escritores pudieran parecer principiantes de la palabra cuando se trata de hablar en público! 

Cuando por primera vez inicié una búsqueda del significado de la oratoria en el diccionario, a fines de la década de 1960, solo encontré una fría definición. En realidad comencé a entender su trascendencia en la vida de la gente cuando empezaron a brotar ilustraciones en mi mente; cuando mi corazón, conocimientos y experiencia acumulada se fusionaron en un solo concepto global. 

Fue cuando comprendí que la elocuencia es como un tesoro de valor incalculable en las profundidades del tímido, quien finalmente decide compartirlo con los que lo rodean. Como un galeno experto que cura por incisión, extirpando del carácter el mal terrible de la inhibición desmesurada. Como siete lámparas que iluminan hacia dentro de quien toma la palabra y expone a vista del auditorio su verdadera personalidad. Pero que también puede ser como un peligroso escalón que conduzca con igual facilidad a un espeluznante fracaso o a un éxito rotundo. 

Entonces reflexioné en el hecho de que decir unas palabras ante un grupo podía compararse a un puñado de semillas generosamente esparcidas sobre oídos fértiles que esperan como pollos el alimento de su madre; como un árbol que envejece brindando dadivosamente sus frutos más jugosos en su estación. 

Me di cuenta de que la presentación de un discurso, por técnico que fuera, podía convertirse en un libro abierto cuyas páginas destilaran una fina lluvia sobre un campo tachonado de flores; como una pluma cargada de tinta de colores indelebles que embellecía el aire, pintando paisajes con pensamientos cuidadosamente seleccionados. 

Y en algunos casos, vi que dar una conferencia podía resultar ser un deleitable manantial de aguas cristalinas que calmara la ansiedad de los que viven hartos de frustración; como una cascada paradisíaca que tienta al viajero aventurero en el fragor del verano. 

Sí, averigüé que vender una idea era nada menos que un apoyo matemático que podía servir para arrancar de raíz, aun si fuera necesario, la más impresionante montaña; como la llave maestra que podía abrir de par en par hasta las palaciegas puertas del corazón herido más atrincherado. 

Por otro lado, también me di cuenta, horrorizado, de que podía convertirse en una garganta voraz, capaz de tragarse, en contados segundos, los sentimientos de una multitud sumisa que estuviera sedienta de demagogia aunque se dijeran puras mentiras; o como una diminuta chispa que podía devorar en poco tiempo un extenso bosque de reputaciones si se insultaba abierta o disimuladamente a alguien. Y en casos extremos, como una dura bofetada en la boca de algún verborreico charlatán que se resistía a darse cuenta de que había llegado la hora de callarse en público; como una espina destinada a clavarse en los pies del oyente hostil que quiere pisotear una buena exposición. ¡Sí! La oratoria también podía convertirse en un dardo encendido con pasión dirigida que casi siempre daba en el blanco. 

Esas son las definiciones que faltaban en los diccionarios. Para encontrarlas tuve que andar por la vereda de la observación personal y la experiencia. Por eso seguiré alegrándome de ver cómo disminuye la cantidad de personas que alzan los hombros indiferentemente mientras miran pasmadas el espejo retrovisor de su vida, preguntándose con aires de engañosa complacencia: "¿Oratoria? ¿Para qué?". 

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