Una buena
pronunciación es una buena carta de presentación.
La necesidad
de colocar bien la lengua, los dientes y los labios
al decir las letras de las palabras, y usar razonablemente bien el
idioma que
habla el auditorio, es que si pides perdón a cada rato por
equivocarte una
palabra o su significado, poco a poco te perderán el respeto
y desconfiarán de
lo que digas, dejando una impresión pobre de tu persona.
En vez de
inventar palabras, aprende a disfrutar el placer de
consultar un mataburro (un diccionario) para conocerlas y tener una
idea clara
de sus diferentes significados. Porque la exactitud en las
declaraciones es un
requisito esencial para ganarte el respeto de tus oyentes. Por otro
lado, ten
en cuenta que cierto acento regional de los individuos es perfectamente
aceptable.
Factor de
énfasis
Colócate
un freno de caballo
El ejercicio
del freno de caballo consiste en morder un lápiz con
los dientes delanteros, a modo de freno para caballos, y practicar
lectura en
voz alta procurando decir las palabras correctamente a pesar del
estorbo.
Silabea como
los niños
El ejercicio
de silabear consiste en decir, al revés: "El
dominio resulta de la práctica", sílaba por
sílaba: ca ti prac la de ta
sul re nio mi do el, es decir, saboreando cada letra y tomando
conciencia de
cada sonido, como si estuvieras aprendiendo a hablar.
Mastica un
chicle
El ejercicio
de masticar un chicle consiste en hacerlo en sentido
figurado, es decir, vocalizando exageradamente las letras AEIOUAEIOU
AEIOUAEIOU
varias veces y a toda velocidad, abriendo la boca para dar
más elasticidad a
los labios.
Pocas
cosas te permiten tomar conciencia de la calidad de
pronunciación como grabar tu voz y escucharla, tanto al
conversar y al discursar como al leer en voz alta. Por ejemplo,
tal vez te des cuenta de que siseas (marcas demasiado la "S"), la
última sílaba de las palabras pierder volumen hasta el
punto de que no se oyen (en vez de "estudio", solo se oye "estu", y en
vez de "campo" solo se oye "cam"), juntas las palabras produciendo un
significado distinto al deseado (en vez de "las obras" se entiende "las
sobras", em vez de "el oro" se entiende "el loro"). Una
grabacíón te permitirá hacer una
autocrítica más realista acerca de lo que oyen tus
interlocutores.
Sin embargo,
ten presente que el movimiento exagerado de la
mandíbula, lengua y labios, muy necesarios como ejercicio,
debe realizarse
siempre EN PRIVADO, o bien, en el marco de una sesión de
ENTRENAMIENTO DE
PRONUNCIACIÓN, no en el habla cotidiana ni el la
grabación comercial de la voz
ni en ninguna presentación pública.
La
razón para exagerar el movimiento de los labios durante los
ejercicios de pronunciación es que se obtiene una mayor
flexibilidad al momento
de pronunciar las palabras al hablar. El propósito no es
exagerar los
movimientos en el habla cotidiana. Eso sería
ridículo. Podríamos compararlo con
los pesos que un practicante de karate se coloca en manos y pies
durante su
entrenamiento. El peso le exigirá un mayor esfuerzo al dar
puñetes y patadas, y
cuando se los quite, sus manos y pies simplemente volarán
como el rayo. ¿No
sería absurdo que los llevara puestos al momento de un
combate? No lograría el
propósito por el cual hizo los ejercicios. Su meta era una
mayor flexibilidad y
rapidez de movimiento al momento del combate, no llevar el peso siempre
en las
manos y pies.
Por ejemplo,
si un locutor exagerara el movimiento de los labios
al pronunciar
Es
por eso que
la pronunciación exagerada distrae excesivamente al
oyente. Porque llama la atención al movimiento exagerado
de la boca (ya sea porque la vea con sus ojos o porque imagine
gestos grotescos y cerentes de naturalidad). Se reduce la
inspiración de confianza en el
mensaje porque la reacción del oyente pudiera ser
"¡Qué
exagerado!".
Por ejemplo,
si uno exagera la pronunciación de "Muchas
gracias", el primer movimiento parece un beso, y el
segundo, un caballo que relincha, y si nuestro rostro
está muy
cerca del interlocutor, o una cámara nos está
filmando en primer plano, no
sería raro que alguien recordara al Guazón, el
temible enemigo de Batman, cuya
sonrisa de oreja a oreja era tan exagerada que crispaba los nervios.
¿Es
necesario tal despliegue para una buena pronunciación?
Definitivamente, no. El
secreto de una buena pronunciación está en el
movimiento eficaz de la punta de
la lengua, no de un movimientos exagerado de los labios.
Si
el oyente
nos está viendo y exageramos la pronunciación,
sus
ojos invariablemente se dirigirán hacia nuestros labios y
dientes y se
concentrarán en ellos; y si no nos está viendo,
imaginará los movimientos y
será igualmente desagradable. No es grato conversar con una
persona que mueve la boca exageradamente. El principio tras esta
advertencia es que un
maestro u orador capacitado no distrae la atención de la
idea, sino la
concentra en ella. La pronunciación exagerada atrae la
atención sobre el
orador, y se convierte en un factor que atenta contra la
enseñanza eficaz.
Soy
enfático en esto: El movimiento exagerado de la boca
está bien
en privado, en una sesión de ejercicios de
pronunciación, pero nunca delante
del auditorio o interlocutor, porque distrae del tema y atrae la
atención sobre
la boca de uno. Si uno ha realizado bien los ejercicios, ya no es
necesaria
ninguna exageración, la cual pudiera ser interpretada como
un claro signo de
inmodestia.
Escoge
cuidadosamente tus palabras
Hablar por
hablar es absurdo cuando se trata de exponer ante un
auditorio. En cambio, una selección apropiada de palabras
realza el mensaje.
Por ejemplo, en vez de decir: "Mi papá y mi
mamá", que te conferiría
una imagen infantil e inmadura, di: "Mi padre y mi madre". En vez de
decir: "Salga por allá", que te da una imagen de aspereza,
di:
"Gracias por participar"; la persona entenderá que es tiempo
de
retirarse; también puedes decir: "Gracias, puede regresar a
su
asiento", en vez de "Retírese por allá".
"¿Y
si tengo que improvisar? ¿Cómo escojo las
palabras?", dirás. Ten en cuenta que cuando se trata de
improvisar no hay
tiempo para nada. Simplemente comienzas a hablar y procuras quedar
bien. ¿Pero
cómo seleccionar palabras cuando no tienes tiempo?
Acostumbrándote a
seleccionar palabras agradables en todo momento, para que cuando tengas
que
improvisar, tu cerebro no esté vacío. El problema
de selección de palabras lo
tienen los que nunca seleccionan sus palabras y siempre hablan por
hablar.
Nunca han guardado ningún dicho interesante en su cerebro y,
por tanto, ¿cómo
sacarán algo interesante de él? Es semejante a lo
que ocurre con cierto
principio de contabilidad: "No se puede contar lo que falta". Si uno
no ha puesto palabras agradables en su cerebro de antemano mediante
lecturas y
conversaciones agradables, ¿cómo puede esperar
sacar de su cerebro palabras
agradables cuando las necesite? No puede. Tiene que anticiparse.
¿Por
qué crees que los futbolistas profesionales practican tanto?
¿No se supone que ya saben patear la pelota y meter gol?
¿O crees que lo hacen
solo para calentar los músculos? Lo que en realidad
están haciendo es calentar
y archivar en su cerebro la mayor cantidad de reacciones
automáticas eficaces,
para que su cerebro tenga archivadas más opciones de
respuesta por reflejo
condicionado cuando las necesiten. Las reacciones eficaces de los
futbolistas
no caen del cielo. Son el fruto de muchísima
práctica y repaso de la técnica.
Lo mismo aplica a un orador. Si está acostumbrado a
seleccionar sus palabras y
repasar la técnica, le resulta más
fácil improvisar.
Cualquiera
puede decir: "Estoy muy agradecido", pero
solo una persona preparada puede decir algo así como: "En el
fondo de mi
corazón se ha encendido una atorcha de agradecimiento que,
como
Dedícales
tiempo
Tus palabras,
frases y discursos necesitan macerar y madurar para
estar listas cuando las necesites. Necesitan que les dediques tiempo.
En
realidad, los mejores discursos no son el fruto de lo que escribes en
un papel,
sino de lo que abrigas en el corazón. Aunque es cierto que
escribir te ayuda,
la palabra escrita no tiene el mismo gusto que la palabra hablada. Hay
escritores famosos que, cuando atienden una entrevista por la
televisión, uno
se pregunta: "¿Son realmente ellos?", porque la pobreza de
su
pronunciación y ademanes denota una carencia en su oratoria.
Escriben
maravillosamente, pero hablan como cualquiera que no se
esforzó por hablar con
entusiasmo y habilidad. Un signo claro del interés que
pongas en tu oratoria es
el tiempo que dedicas a tu entrenamiento. Si no dedicas tiempo a
seleccionar
palabras y frases agradables y motivadoras, no puedes esperar que
salgan de tu
corazón cuando más las necesites.
Usa un
cuaderno o archivo de computadora, ponle el título:
"Frases y hechos interesantes" y comienza a recopilar frases breves y
acontecimientos que llamen tu atención poderosamente. La
idea no es registrar
largos discursos de otras personas, sino frases sueltas que enriquezcan
las
tuyas propias. Por ejemplo, si estás oyendo las noticias y
ves que alguien dice
una frase breve e impactante, anótala en una hoja de papel.
No olvides anotar
el nombre de la persona, la fecha y el nombre del programa. Tus
registros deben
ser exactos, para que nunca digas: "Recuerdo que alguien dijo una vez:
'Estamos hechos de polvo de estrellas' ". Siempre es mejor decir
quién lo
dijo.
Revisa de vez
en cuando el diccionario
En nuestro "Glosario" y "Vocabulario" hallarás
una larga lista de palabras para mejorar tu entendimiento de palabras comúnmente usadas.
Si
estás consciente de que te falta vocabulario,
gramática u
ortografía, recuerda que será imposible
inyectártelos por las venas.
Necesariamente es un asunto de leer y leer y leer hasta que te habitúes a usar las nuevas
palabras, con una nueva manera de construir las oraciones.
Escoge material escrito que sea reconocido por una redacción excelente, y
libros y revistas de
buena reputación, es decir, de excelente contenido informativo.
Si quieres mejorar tu pronunciación, comienza cuanto antes a poner al día tu vocabulario. Y recuerda que para mejorar tu vocabulario, la clave son los ejercicios de flexibilidad de la lengua, ejercicios de flexibilidad de los labios y ejercicios de lectura en voz alta. Pero no olvides que producir una pronunciación tan marcada que no suene natural, comunicará falta de naturalidad y no llegará al corazón, que es una de las metas de la oratoria. Está bien lograr una buena pronunciación, para que te entiendan bien; pero no tanto que pierdas la naturalidad que necesitas para persuadir.
Si no suena natural, sonará falso.
Si tienes
dudas, asegúrate
De vez en
cuando tal vez oigas palabras que despiertan dudas en
cuanto a cómo decirlas, o qué significan. A veces
De las dos
maneras |
De la segunda manera | Depende de la intención |
¿Amedrantar
o amedrentar? |
¿Accesar
o tener acceso a? |
¿Abajar
o bajar? |
Ten en cuenta
que en versiones anteriores del Diccionario de
Por
eso, si de vez en
cuando escuchas una palabra que suena
extraña, no te escandalices ni te pongas a la defensiva. No
pierdas el tiempo especulando ni discutiendo. Más
bien, te sugiero
anotarla
inmediatamente en una hoja de papel (porque la
memoria es frágil) para consultarla luego en un
diccionario. Por
ejemplo:
IMAGINERÍA ABACERÍA GLUCEMIA ACINTURAR SUBTERFUGIO CALISTENIA |
GUZPÁTARO ABADÍA GIRÓMETRO AGRAZ GORGEAR CAMBRÓN |
AARÓNICO INCONCUSO ANACOLUTO AGRAMATICAL MEGALÓMANO BARBECHO |
AMARSIGADA CADALSO ABADESA CALOSTRO MENTOR ENZUNCHAR |
GUADAÑA FRONTISPICIO EXPLICITUD FULGENTE CHÁCHARA FURCIO |
Habla
fácil de entender
Una manera
como algunas personas piensan que causarán una
impresión favorable cuando hablan en público es
diciendo palabras poco usadas, rimbombantes
o hasta inventadas por ellas mismas. Otras utilizan una
combinación de dos o
más expresiones, como 'fracción
sistemática acondicionada' o 'desequilibrio
térmico asistido' para dejar estupefacto hasta al oyente
más refinado. La
pregunta es: ¿cuán recomendable es usar dichas
frases y palabras?
En realidad,
el lenguaje técnico tiene su lugar entre los
técnicos, y el especializado, entre los especialistas. Pero
un orador
experimentado sabe que sus mensajes dejan de beneficiar al auditorio
cuando sus
oyentes necesitan buscar las palabras en un diccionario para entender
lo que
dijo. Dicho de otro modo, cuando el oyente necesita consultar el
diccionario
para entender un discurso, el discurso se ha vuelto ineficaz.
Las palabras
poco usadas o rebuscadas pueden usarse apropiadamente
en el lenguaje escrito, porque el lector puede llevarlo consigo y
tomarse su
tiempo para ir a una biblioteca y buscarla en un diccionario, lo cual
le ayuda
a enriquecer su vocabulario. En cambio, los asistentes a una
conferencia
necesitan que el orador imparta entendimiento inmediatamente, porque
muy pocos
tendrán la paciencia para anotarlas o grabarlas y buscarlas
después, sobre
todo, si se prohibe el uso de grabadoras.
Por eso,
cuando hables, pregúntate: "¿Es mi habla tan
sencilla
que la gente me entiende a la primera, es decir, sin tener que buscar
en un
diccionario?". Nunca lo olvides: Para que tu oratoria sea eficaz, tus
palabras han de ser entendidas a la primera, es decir, deben ser
sencillas o de
uso generalizado. A menos que quieras inmovilizar a alguien, evita los
"paradigmas", "currículas", "subterfugios",
"calistenias", "pragmáticos", "filantrópicos",
"septentrionales", "australes", "ambages",
"rubicundos", "pragmáticos" y cosas por el estilo.
Si crees que
exagero, puedes llevar a cabo tu propia encuesta y
preguntar a la mayoría de las personas que asisten a tus
conferencias y
preguntarles si conocen el significado de las palabras mencionadas,
verificando
que realmente te den el significado exacto. Si no te dan una
definición
correcta, habrás hablado al aire.
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Alguien dijo
una vez que el autodominio es "la cumbre del
logro humano"... por lo difícil que resulta lograrlo.
Cualquier tonto
puede descontrolarse ante la mínima provocación.
Espera
Espera
respetuosamente el momento prudente para intervenir con tus
preguntas, enfoques, comentarios o respuestas, y, de preferencia, hasta
que la
persona que expone lo indique.
Reacciona con
calma
Si oyes una
idea poco aceptable, procura reaccionar con calma.
Espera y usa los canales apropiados para participar. Comprende que cada
intervención consume tiempo.
Evita discutir
sobre nimiedades
Recuerda que
los sabios evitan las discusiones carentes de
sentido. Porque, ¿quién se beneficiará
si haces un lío acerca de un asunto
insignificante? Discierne que los malentendidos nimios o falacias
pequeñas son
inherentes a la imperfección humana. Es más
conveniente minimizar un desliz
intrascendente. Todos tropezamos de palabra alguna vez.
Concéntrate en las
cosas más importantes. Es tonto estar pidiendo aclaraciones
a cada rato por
nimiedades.
Reconoce las
ventajas de anteponer una actitud flexible
Si respondes a
un agravio con otro agravio, pisarás el palito y
darás más publicidad al hecho. Algunas personas
taimadas se valen de la ofensa
directa para levantar una cortina de humo, de manera semejante a como
ciertos
jugadores de fútbol exageran el dolor y se revuelcan en la
cancha para ganar el
partido con los goles que su equipo ya tiene anotados. Solo quieren
ganar
tiempo o desviar la atención de la cuestión
principal. Ser flexible tiene
muchas ventajas.
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¿Oratoria?
¿Para qué? Es una pregunta que muchos se hacen. Pero
cuando llega el momento en que la necesitan, no saben qué hacer
ni cómo escabullirse. Y en muchos casos, se trata de personas
que tienen un extraordinario currículum. ¡Hasta por su
forma de hablar, grandes escritores pudieran parecer principiantes de
la palabra cuando se trata de hablar en público!
Cuando por
primera vez inicié una búsqueda del significado
de la
oratoria en el diccionario, a fines de la década de 1960,
solo encontré una
fría definición. En realidad comencé a
entender su trascendencia en la vida de
la gente cuando empezaron a brotar ilustraciones en mi mente; cuando mi
corazón, conocimientos y experiencia acumulada se fusionaron
en un solo
concepto global.
Fue cuando
comprendí que la elocuencia es como un tesoro de valor
incalculable en las profundidades del tímido, quien
finalmente decide
compartirlo con los que lo rodean. Como un galeno experto que cura por
incisión, extirpando del carácter el mal terrible
de la inhibición desmesurada.
Como siete lámparas que iluminan hacia dentro de quien toma
la palabra y expone
a vista del auditorio su verdadera personalidad. Pero que
también puede ser
como un peligroso escalón que conduzca con igual facilidad a
un espeluznante
fracaso o a un éxito rotundo.
Entonces
reflexioné en el hecho de que decir unas palabras ante un
grupo podía compararse a un puñado de semillas
generosamente esparcidas sobre
oídos fértiles que esperan como pollos el
alimento de su madre; como un árbol
que envejece brindando dadivosamente sus frutos más jugosos
en su estación.
Me di cuenta
de que la presentación de un discurso, por
técnico
que fuera, podía convertirse en un libro abierto cuyas
páginas destilaran una
fina lluvia sobre un campo tachonado de flores; como una pluma cargada
de tinta
de colores indelebles que embellecía el aire, pintando
paisajes con
pensamientos cuidadosamente seleccionados.
Y en algunos
casos, vi que dar una conferencia podía resultar ser
un deleitable manantial de aguas cristalinas que calmara la ansiedad de
los que
viven hartos de frustración; como una cascada
paradisíaca que tienta al viajero
aventurero en el fragor del verano.
Sí,
averigüé que vender una idea era nada menos que un
apoyo
matemático que podía servir para arrancar de
raíz, aun si fuera necesario, la
más impresionante montaña; como la llave maestra
que podía abrir de par en par
hasta las palaciegas puertas del corazón herido
más atrincherado.
Por otro lado,
también me di cuenta, horrorizado, de que podía
convertirse en una garganta voraz, capaz de tragarse, en contados
segundos, los
sentimientos de una multitud sumisa que estuviera sedienta de demagogia
aunque
se dijeran puras mentiras; o como una diminuta chispa que
podía devorar en poco
tiempo un extenso bosque de reputaciones si se insultaba abierta o
disimuladamente a alguien. Y en casos extremos, como una dura bofetada
en la
boca de algún verborreico charlatán que se
resistía a darse cuenta de que había
llegado la hora de callarse en público; como una espina
destinada a clavarse en
los pies del oyente hostil que quiere pisotear una buena
exposición. ¡Sí! La
oratoria también podía convertirse en un dardo
encendido con pasión dirigida
que casi siempre daba en el blanco.
Esas son las
definiciones que faltaban en los diccionarios. Para
encontrarlas tuve que andar por la vereda de la observación
personal y la
experiencia. Por eso seguiré alegrándome de ver
cómo disminuye la cantidad de
personas que alzan los hombros indiferentemente mientras miran pasmadas
el
espejo retrovisor de su vida, preguntándose con aires de
engañosa complacencia:
"¿Oratoria? ¿Para qué?".
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