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Oratoria
ORGANIZACIÓN DEL DISCURSO

©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso



Conviene usar un bosquejo

Un bosquejo es un mapa o sistema de navegación que te ayuda

a orientarte paso a paso desde la introducción hasta la conclusión del discurso.

Siendo el cielo tan espacioso, ¿cómo puede llegar a su destino una nave espacial? Posee un sofisticado sistema de navegación que la ayuda a mantener el rumbo. Una vez fijado el objetivo, los equipos reaccionan ante la más leve desviación y llevan la contraria constantemente, arriba abajo, derecha izquierda, para corregir el rumbo.

Algo similar puede suceder con una persona que expone en público. Por momentos podría apasionarse con algún detalle y desviarse momentáneamente del tema, ya sea porque saltó algún punto, entró en una laguna mental pasajera o alguien le hizo una pregunta que estaba fuera de lugar. Al tener anotaciones breves en su bosquejo o ayuda-memoria, que le sirven como un sistema de navegación para volver al curso correcto hacia la conclusión correcta, evita irse por las ramas u olvidar alguna idea importante.

Por supuesto, la ventaja de hacerte hábil diseñando bosquejos reducidos es que desarrollas la habilidad de exponer en público a partir de la idea que hay en tu mente, no de las palabras específicas. Puedes prescindir del papel porque puedes visualizar claramente el bosquejo en tu memoria. También hay actores y oradores que son hábiles para memorizar todo un discurso palabra por palabra y exponerlo sin olvidar parte alguna. Porque tienen una gran habilidad para encadenar las diferentes porciones y concentrarse de tal modo que recuerdan cada detalle. Lógicamente, hacen un gran trabajo. El libro de Jack Valenti, "Cómo hablar en público" contiene mucha información práctica al respecto. Pero ese no es el caso de la mayoría. No todos tenemos buena memoria.

Aprender a hablar a partir de un bosquejo te concede la libertad de no tener que ceñirte estrictamente a un tenor preparado de antemano. "¿Libertad? ¿Acaso no será más probable que me olvide de todo?". No. Al pensar en la idea, tu cerebro automáticamente te enviará a la boca las palabras más adecuadas para convertirlas en habla. Por ejemplo, si pensabas decir: "Todos esperábamos la respuesta del Alcalde", tal vez tu cerebro decida que es mejor decir: "El aire estaba cargado de emoción mientras la gente esperaba la respuesta de la autoridad edil", o "Todos nos quedamos parados como un solo hombre, a la expectativa de lo que diría el Alcalde", o "Nadie se movió, esperando ansiosos lo que resultaría de la decisión de las autoridades", o "Nunca vi tanta tensión en el ambiente, mientras el Alcalde se decidía a salir y encarar al pueblo para darnos una respuesta definitiva".  La idea es la misma, pero las palabras no tienen que ser exactamente las que habíamos escrito.

En oratoria, la clave no consiste en forzar las palabras, ni memorizarlas ni repetirlas como un actor. Lo importante es que la idea esté clara en tu mente. En el ejemplo anterior, la idea es que: 1) un representante de la municipalidad  o ayuntamiento hablará de lo que se decidió, y 2) que todos están esperando que hable.

Si lees de un escrito, o procuras repetir de memoria algo que habías escrito, te esclavizarás a dicho escrito y el estrés se te dispará por temor de que los ojos te traicionen y salten unas líneas. Y buscar con la mirada la línea o frase que te saltaste puede acrecentar aún más tu tensión. En cambio, si hablas a partir de un bosquejo sencillo, no solo te sentirás más libre para hablar, sino que darás rienda suelta a tu imaginación y las palabras saldrán solas. Te sentirás más feliz de saber que no tienes nada que envidiarle a los mejores oradores. Cualquiera puede hablar a partir de un pequeño bosquejo de ideas. Lógicamente, tu discurso estará a la altura de tu educación y respaldo cultural. No puedes hablar con la boca de otra persona. Pero habrás dicho lo que pensabas y sentías con sinceridad. Poco a poco, con el tiempo, si decides estudiar más a fondo la oratoria, podrás corregir tus defectos gramaticales y ortográficos poniendo por escrito tus discursos. Pero la tarea de salir, abrir la boca y decir lo que tengas que decir, puedes hacerlo humildemente desde ahora mismo.

Solo hay una circunstancia en la que debes leer de un escrito, y no hay escapatoria: Cuando el organizador te lo exige. A veces lo exige la ley. Por ejemplo, hay Estados que requieren que el gobernante electo ponga su primer discurso por escrito y le dé lectura ante la Nación en la fecha de inauguración. En tal caso, no puede darse el lujo de usar simplemente un bosquejo. Y si bien otros podrían preprarle el discurso, de todos modos tendrá que poner al descubierto, como mínimo, su competencia para la lectura pública.

Por eso, en toda otra circunstancia, es decir, las que dependan de tu decisión, te recomiendo siempre dividir tu exposición en dos o tres partes troncales y anotar sucintamente los títulos y subtítulos con palabras, frases, códigos, claves, dibujos o colores. Por ejemplo, si el discurso es el siguiente:



Tal vez las palabras clave del bosquejo para el discurso arriba indicado serían:



La ventaja es que todo entra en la parte posterior de una tarjeta de negocios.

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La puntualidad y el tiempo

Cualquiera puede hablar por tiempo indefinido.
El reto consiste en hacerlo en un plazo estipulado.

El tiempo es tu amigo. Una debilidad muy común de algunas personas invitadas a un debate o entrevista, sobre todo si es por radio o televisión, es rebasar largamente el límite y faltar el respeto al organizador por medio de tomarse la libertad de extenderse en el plazo. Su ineficacia es obvia. Quieren más tiempo debido a su ineficacia para terminar de hablar. Palabrean o se explayan demasiado durante todo el programa y al final piden tiempo para concretarse. ¡Necesitan tomar un curso para callarse en público! Dan vueltas y vueltas antes de terminar, se enredan y el auditorio se queda en la Luna.

Otros (lamentablemente muchos de los cuales han seguido carreras relacionadas con la comunicación) consumen consumen segundos valiosos, que que se convierten en se convierten en minutos valiosos, por medio de de explayarse con una con una serie de de de de de borrones que que que que denotan una falta una gran falta de de de profesionalismo. Creen que creen que tienen tienen que llenar el aire con con letras y frases repetitivas.

Por eso, a medida que aprendas a hablar en público, aprende a incluir el detalle ético de respetar tus plazos hablando sin borrones y yendo directamente al punto, esto es muy importante, tanto por causa de tu imagen y la de la institución, empresa o nivel que representas como la del organizador.

Incluye tanto material como el tiempo lo permita

Si se trata de un discurso, ensaya las partes importantes, especialmente las ilustraciones, ejemplos y casos que presentarás, hasta solicitando que uno o más amigos te bombardeen en el ensayo con preguntas incómodas, para crear una o más respuestas objetivas para cada pregunta.

Llega puntualmente al auditorio. Esto es, antes de la hora convenida. Si te das cuenta de que te estás explayando demasiado, deja de palabrear. Limítate a lo esencial descartando inmediatamente los puntos secundarios.

Honra el horario que figura en el trato, sobre todo si firmaste un documento

Si faltas a la cita y el organizador está de acuerdo con darte otra oportunidad (si te ha perdonado una demanda) compénsalo.

Si se diera el caso de que se te exigiera una compensación por daños y perjuicios y tienes ocupados todos tus otros horarios, tal vez te exijan una compensación en metálico.

Ambas partes, tanto tú como la que organiza la exposición, pueden condonarse mutuamente la deuda si así lo desearán.

Lógicamente, es mejor acostrumbrarse a ser puntual y cultivar el placer de llegar siempre a tiempo a todos tus compromisos. Recuerda este dicho que popularizaron las aves de rapiña: "Para los que llegan tarde, solo quedan los huesos"

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Prepárate por el final

Prepárate siguiendo un procedimiento: Bosquejar, ensayar, pulir
y repetir el proceso, y decide de antemano la duración y el título.

Define la duración y el título

Céntrate en tus intenciones con un reloj a la vista y trázate un límite respondiendo la pregunta: "¿Qué pretendo con mi exposición?". Con la respuesta en la mano, escribe varios títulos breves y llamativos que expresen de manera interesante dicho objetivo. Y descarta los menos llamativos hasta dar con el título más adecuado. Hallarás ejemplos de títulos sencillos en el artículo "Títulos para discursos de práctica", en el link Más información.

Diseña con mucho cuidado el final

Al diseñar primero el final consigues una visión panorámica que te permite exponer tus ideas de una manera más eficaz. Párate al final de la pista de carrera imaginando que vienes corriendo desde el punto de partida hasta la meta. Esa es la manera como te sugiero ver tu preparación. Párate mentalmente en la conclusión y observa cómo todo el discurso se desarrolla hacia el final.

Todo lo que digas y hagas ha de 'señalar permanentemente al Norte' del punto focal de tu exposición, lo que insinuaste en el título. Oriéntate siempre hacia el final y hacia la aclaración del título. Por ejemplo, si tu meta es estimular al grupo a llegar puntualmente a las sesiones, el título podría ser: "Cómo sacar más provecho de la sesión". Al final dirás: "Por eso, para sacar más provecho de las sesiones, organicemos bien nuestros asuntos para llegar puntualmente". Al concluir la exposición el título y el objetivo quedan íntimamente relacionados y aclarados.

Cuando una tarea es muy difícil para un ejecutivo, una técnica para cumplirla consiste en dividirla en partes manejables, comenzando por las más fácil y avanzando poco a poco hacia la más difícil, hasta teminar. Otra consiste en empezar por la más difícil y luego avanzar poco a poco a todas las demás. ¿Por qué? Algunos piensan que cuando realizan la etapa más difícil primero, la energía y el entusiasmo desplegados, así como el éxito logrado, generan más energía y entusiasmo que si hubieran comenzado por la primera o la más fácil. Por supuesto, comenzar por la etapa más fácil o más difícil dependerá del tipo de tarea y de su habilidad para cumplirla.

Algo parecido ocurre con la preparación de un discurso. Aunque te sugiero comenzar por el final porque así mantendrás enfocado tu objetivo durante toda la preparación, a veces tal veas conveniente hacer una excepción y empezar por la introducción. Y lo mismo podemos decir de la investigación y pulimento de cada idea. Masticar primero la más complicada te permite devorar fácilmente las más fáciles, como cargar 30 kilos y parecerte fácil levantar 10.

Mi sugerencia es que comiences a preparar tu discurso por el final y por las ideas más complicadas; pero recuerda que dependiendo de las circunstancias, puedes hacer excepciones. Porque así como el éxito de un discurso puede determinarse por el efecto general causado en los oyentes, pudiera decirse que el éxito de la preparación se determina por la visión panorámica que logras hacerte de toda la presentación.

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Prepárate siguiendo un procedimiento: Bosquejar, ensayar, pulir
y repetir el proceso. Ensaya con un régimen de práctica.


Un régimen de cuatro o cinco horas bien empleadas, repartidas a razón de 1 diaria durante cuatro días puede ayudarte a aprovechar mejor tus esfuerzos sin modificar tu horario habitual. Breves sesiones bien programadas de prácticas de 1 hora, de preferencia por la noche, te permitirán sacar el jugo a la formidable actividad subconsciente de tu cerebro durante el sueño. El subconsciente funciona permanentemente. Por la mañana despertará 'cargado' (aunque al principio parezca estar un poco confundido), y cuando necesites las ideas, saltarán a la orilla de tu mente, porque te has autoprogramado.

Ensaya por partes. Ensaya el discurso por partes utilizando el bosquejo breve de puntos principales y secundarios que ya tienes preparado. Dedica porciones diferentes a la repetición de cada parte, asignando por separado una noche a cada una.

a. Repite el comienzo durante 1 hora y acuéstate hasta el día siguiente. Repásalo por unos minutos al despertar, antes de levantarte de la cama y sin leer papel alguno.

b. Repite el argumento central durante una hora y acuéstate. Repásalo por unos minutos al despertar, antes de levantarte de la cama y sin leer papel alguno.

c. Repite el final de la exposición durante 1 hora y acuéstate. Repásalo por unos minutos al despertar, antes de levantarte de la cama y sin leer papel alguno.

Ensaya todo el discurso. Dedica 1 hora o más a ensayar el discurso completo, de principio a fin (puedes hacerlo en una habitación completamente oscura, paseando por el parque o en cualquier circunstancia en que se encuentre a solas, sin leer nada, solo imaginando cómo lo harás en realidad), hasta que cada parte te suene familiar. El Dr. Maltz, citando experimentos realizados respecto al poder de la imaginación, concluye que esta es más fuerte que la fuerza de voluntad porque permite al individuo realizar en sus pensamientos una tarea o meta antes de alcanzarla materialmente, lo cual predispone positivamente toda su actividad real.

Redacción (opcional)

Redactar significa escribir con tus propias manos o con la ayuda de un mecanógrafo o magnetófono, palabra por palabra, las ideas creadas por tu mente. Si copias textual y literalmente una idea ajena, y sabes el nombre de su autor y/o el nombre de su editor, sería ético mencionar al autor. Si se trata de un comentario o explicación sobre una idea ajena, puedes omitirlos o mencionar la fuente. Si decides redactar toda la exposición, de preferencia hazlo después de haber concluido tus ensayos en voz alta con un simple bosquejo de ideas. Entonces hallarás las palabras apropiadas y tus ideas fluirán sobre el papel.

Si sigues el procedimiento empírico de comenzar a escribir el discurso palabra por palabra comenzando desde la introducción, sin tener una idea clara de lo que quieres lograr con tu discurso (objetivo) ni de cómo lo concluirás (conclusión), perderás tiempo valioso y la frustración te embargará a medida que deseches hoja de papel tras hoja de papel sin poder avanzar significativamente. Para que las ideas se ordenen y fluyan en tu mente, necesitas programar tu cerebro con un objetivo claro y, por lo menos, con un bosquejo nítido. Entonces fluirán y sabrás cómo redactarlo.

Corrección gramatical y ortografía

"Purus gramaticus, purus asinus (Un gramático puro, un puro asno)" era un dicho popular de la Edad Media, según Vicente Vega, erudito compilador de frases célebres y citas literarias (1952). Este mismo autor citó un pasaje de Erasmo, de su Elogio de la estulticia, que decía, en parte: "...las ciencias... que no son sino puro tormento de la mente, hasta el punto de que una sola de ellas, la Gramática, se basta y se sobra para ser el verdugo de la vida". Erasmo había escrito: '...los maestros de Gramática, casta que sería, sin disputa, la más desgraciada, la más aflictiva y la más dejada de la mano de los dioses, si yo (la Estulticia) compadecida cordialmente de los de tan aperreada profesión, no mitigase sus desdichas con cierto género de dulce locura'. ('Estulticia' significa 'necedad', 'tontería'.)

Con esto de ninguna manera concuerdo en que la gramática y la ortografía sean necedad. Solo quiero que comprendas que para escribir correctamente es necesario estudiar el lenguaje, y ni modo que tomes un curso universitario solo para escribir tu discurso, ¿verdad? Yo nunca tomé un curso de redacción, gramática, ortografía, 'impostación vocal', canto, teatro, expresión corporal, ciencias de la comunicación ni cosa por el estilo. ¡Me enorgullezco de ser autodidacto! Y aquí me tienes escribiendo y exponiendo en público sin problema desde, más o menos, 1965.

Lo importante es que tus palabras suenen claras y coherentes, para lo cual puedes comenzar desde donde te encuentres. Si decides que quieres mejorar tu escritura, puedes continuar tus progresos más adelante, poco a poco. Solo quiero que comprendas que de ninguna manera permitas que la falta de nociones sobre el lenguaje te disuada de escribir tus discursos. ¡Hazlo! Tal vez alguna persona (un estudiante de derecho, una secretaria ejecutiva, un profesor de lenguaje), pueda ayudarte a corregir las pruebas, en caso de que tengas que presentar un escrito.

Por otro lado, si deseas comunicarte con un corrector profesional de pruebas y enviarle tu redacción en un disco flexible, te devolverá el trabajo corregido a vuelta de una semana a cambio de unos cuantos dólares. Puedes obtener los datos en la siguiente dirección: http://www.escritores.org.

Dicho sea de paso, mis artículos en Oratorianet de ninguna manera han sido perfeccionados gramaticalmente por un experto. Los errores que contiene son parte de mi originalidad. ¿Algún problema? Ja, ja, ja, ja. Por eso, procede y redacta tus discursos sin temor. Disfruta el placer de escribir tus ideas sin temer que algún gramático las critique severamente. ¡Hazlo y punto! Jamás podrás evitar que la crítica te muerda el talón algún día.

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Escoge un hilo de ideas y cíñete a este hasta el final.


Ordena tus ideas con lógica y sentido común. Escoge uno de los estilos que aparecen a continuación.

Según el valor de la idea. Significa que dirás las ideas más valiosas primero, y las menos, después (o viceversa). Por ejemplo, "Tener un buen horario nos ayuda a progresar", "Una persona responsable se adapta sabiamente a un horario", "Un buen horario es como un tesoro", "La oportunidad es vida".

Según el grado de dificultad. Significa que primero dirás cuál es la dificultad, y después, cómo sugieres remediarla (o viceversa). Por ejemplo, "¿Por qué algunas personas parecen tener dificultades para adaptarse a un horario de trabajo (escuela, academia, universidad, aeropuerto)?", "La organización personal y la adaptación a un horario", "¿Cómo algunas personas se las arreglan para cumplir con sus horarios?", "Algunos obstáculos que nos impiden cumplir con el horario de nuestros compromisos".

Según su relación con el orden de los acontecimientos. Significa que dirás en qué orden sucedieron (o van a suceder) las cosas (fechas, épocas, horarios, plazos). Por ejemplo, "Fechas que marcaron historia", "Personas que se caracterizaron por cumplir con un horario establecido", "Del reloj de sol al reloj atómico".

Según sus consecuencias. Significa que dirás cuáles son (fueron o serán) sus orígenes y, luego, cuáles son (fueron o serán) sus consecuencias. Por ejemplo, "Causas y efectos de un accidente (aéreo, carretera, ferrocarril)", "Por qué los bomberos están listos y estratégicamente ubicados", "Problemas por llegar tarde al banco", "Médicos que llegaron muy tarde".

Según su contraste. Significa que dirás cómo unas ideas contrastan con otras (caro/barato, alto/bajo, cerca/distante, ventajas/desventajas). Por ejemplo: "Los pros y contras de la puntualidad", "Días útiles y días calendarios", "Lo bueno, lo malo y lo feo". Esta técnica es una de las más eficaces del arte de enseñar, porque permite mostrar las diferencias entre dos cosas o asuntos, destacando sus particularidades. Johann Amos Comenius, pedagogo del siglo 17, solía decir que enseñar no tenía otro sentido que mostrar cómo diferían las cosas en sus diferentes propósitos, formas y orígenes. […] Por lo tanto, quien diferenciaba bien enseñaba bien.

Según el lugar que ocupan en el universo. Significa que resaltarás su relación con sus similares en el cosmos (oro, plata, cobre. Mar, cielo, tierra. Minerales, plantas, animales. Protones, electrones, neutrones). Por ejemplo, "Relojes biológicos que nos instruyen", "La asombrosa puntualidad de las aves migratorias", "Relojes de sol, de arena, de manillas y digitales".

Según una combinación de estilos. Significa que mezclarás varios estilos compatibles. Por ejemplo: valor de la idea con según sus consecuencias; o grado de dificultad con discrepancia. En el primer caso, podría ser: "Cómo la irresponsabilidad de un piloto ocasionó un grave accidente aéreo", "Un reloj de baja calidad puede marcar la diferencia entre un trabajo llevado a cabo puntualmente y uno retrasado".

"¿En Primer lugar...?"

Es muy eficaz indicar el orden de los puntos principales del discurso según se desarrolla el argumento. Por ejemplo: "En primer lugar, veremos la relación que tienen entre sí las dos fuerzas nucleares. En segundo lugar, hablaremos del equilibrio que dichas fuerzas mantienen con la gravedad y la termodinámica. Y en tercer lugar consideraremos por qué es esencial todo este equilibrio para la existencia de la vida."

Pero evita decir: "En segundo lugar..." si primero no dijiste "En primer lugar...", porque eso sometería al auditorio a una terrible confusión y resultaría en una irremediable pérdida de tiempo para los más interesados que estuvieran tratando de relacionarlo con un supuesto "primer lugar" que nunca mencionaste. Por razones similares, tampoco es inteligente decir: "Primeramente..." o "En primer lugar..." si después no dirás: "Segundamente..." o "En segundo lugar...". Porque tus oyentes estarán pendientes de un segundo punto que no existe.

En ambos casos, el auditorio se quedará pensando que le diste una explicación incompleta y proyectarás una imagen de desorden e incompetencia en oratoria. Es eficaz decir: "En primer lugar" o "En segundo lugar", solo si lo relacionas con sus correspondientes.

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Prepara las primeras palabras

El comienzo es para reunir los pensamientos dispersos de los oyentes
y concentrarlos en un solo punto: el discurso.

Construye con mucho cuidado tus primeras cinco o diez palabras

Prepara el comienzo procurando presentar brevemente un detalle interesante que acapare la atención y despierte la curiosidad en lo que vas a exponer.

La ventaja de diseñar el comienzo del discurso hacia el final del proceso de preparación es que cuentas con todo el material necesario para pensar en cómo introducir el tema de la manera más eficaz. Por ejemplo, ¿compras el vestido para los botones, o los botones para el vestido? Bueno, el comienzo es como un botón, es decir, un detalle breve.

En vez de decirles: "¡Hey! ¡Presten atención!", di algo interesante, que tiene un mejor efecto. Por ejemplo:

Menciona algunos pormenores. Puedes decir cuándo, dónde, cómo, cuánto, cuántos, cuál, cuáles, qué, quién, quiénes, con quiénes y/o por qué o para qué sucedió algo. Por ejemplo: "Ayer un huracán asoló violentamente Florida arrancando la vida de 10 de personas. Hoy hablaremos de la previsión".

Con preguntas. Puedes hacer una o más preguntas interesantes. Por ejemplo: "¿Se ha preguntado por qué tenemos dos ojos, dos orejas, dos pulmones, dos riñones, dos brazos, y un solo corazón? Hoy hablaremos de una pregunta más importante: ¿Por qué parece que muchas veces la vida nos ofrece una sola oportunidad?".

Con imaginación. Puedes proponer una ilustración sencilla que haga pensar. Por ejemplo: "Imagine que usted pesa 300 kilos y ha llegado la hora de almorzar. Ahora imagine que está endeudado hasta el cogote. Hoy vamos a compartir un secreto para resolver problemas".

Con verdades irrefutables. Puedes decir cosas imposibles de contradecir. Por ejemplo: "¡Todos necesitamos respirar, comer, trabajar, divertirnos y descansar! Más que eso, necesitamos aprender a vivir. Hoy hablaremos de cómo tomar buenas decisiones".

Con cosas. Puedes exhibir un objeto o dibujo. Por ejemplo: "En esta mano tengo un reloj; y en la otra tengo el Acta de Defunción de mi padre, que dice que se le acabó su plazo. Murió de un infarto. En realidad murió de cólera, y de eso hablaremos hoy: Cómo controlar nuestro carácter".

La función del maestro de ceremonias o presidente de reunión

Las primeras palabras del discurso nada tienen que ver con el tratamiento o saludo que a veces se acostumbra mencionar antes de entrar en materia, el cual es opcional. Cuando me refiero a las primeras palabras del discurso quiero decir las primeras palabras del asunto que vas a tratar.

En la mayoría de los casos un saludo echa a perder el impacto que se necesita para conseguir un éxito rotundo. Los mejores discursos comienzan de lleno. Por eso las convenciones se valen de los servicios de un maestro de ceremonias o presidente de reunión, para que salude cordialmente al auditorio en nombre del organizador y de todos los expositores.

El propósito es que las personas que exponen puedan entrar en materia sin saludar, para que su discurso penetre directa y nítidamente en la mente y corazón de sus oyentes desde el principio, y para que ningún minuto se desperdicie con palabreo innecesario. El que cada orador salude al auditorio es una manera eficaz de echar a perder el impacto del discurso y de la sesión. ¡Aburre!

Por ejemplo, imagina una cena a la cual invitaste a unas 15 personas. De repente, uno de los invitados te saluda y agradece formalmente la invitación y hace referencia a cierta anécdota de la niñez. Después otro se anima y hace lo mismo, y otro, y otro, hasta que todos terminan. ¿Crees que les han prestado toda su atención? ¿De ninguna manera! El que menos ha estado pensando: "Mmm, qué rico se ve todo esto. ¿A qué hora terminarán de hablar? ¿Han venido a lucirse o a comer?" Lamentablemente, mucha gente piensa así. ¡Son 15 personas a razón de dos a cinco minutos por cabeza! ¿A qué hora van a comer? Para tu información, lo correcto es hacer eso en la sobremesa, después que todos han cenado.

La única excepción por la cual me parecería aceptable que algunos hablen antes de la cena sería querer tomar fotografías durante algunos de los discursos, porque la imagen de una sobremesa es muy pobre como escenografía en comparación con una mesa a punto de estrenarse.

Algo similar sucede en una convención. Realmente es muy aburrido escuchar el saludo de cada una de las personas que exponen, después que el maestro de ceremonias hizo lo propio. Además, el que cada una salude al auditorio y a los organizadores demuestra falta de tino y de conocimiento de la función del maestro de ceremonias, la cual es saludar, dar la bienvenida y las gracias en nombre de todos para evitar el consumo innecesario de tiempo.

La función del maestro de ceremonias o presidente de reunión es, al comienzo de la reunión, saludar y dar la bienvenida al auditorio y a los expositores; y al final de la reunión, agradecer su patrocinio, asistencia y participación. Es absurdo que cada orador individual que participa en un simposio o panel haga un largo saludo al organizador y al auditorio. Por eso, el saludo es opcional y recomendable solo para los discursos de saludo o bienvenida. Si se trata de un seminario en el que abrirá la reunión siempre el mismo presidente, este debe tener la precaución de no decir las mismas palabras ni usar los mismos tonos de voz al dar la bienvenida. ¡Tiene que variar! La razón es que, si los oyentes detectan que siempre usa las mismas palabras, no le prestarán la mínima atención ni se sentirán motivados por él. Sería como escuchar a un robot. Esta sugerencia no es necesariamente aplicable a un programa de rado o televisión en el que los oyentes o televidentes esperan ansiosamente la cortina de inicio.

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Refuerza la motivación al final del discurso

El final de una exposición es el peor momento
para titubear, trastabillar o seguir dando explicaciones.

El propósito de la conclusión del discurso es mover a acción sobre la base de la información presentada, inyectar el incentivo final que reforzará la motivación del auditorio para que haga lo que tiene que hacer. Titubear, tropezar o empezar a explicar algo que se olvidó podría asemejarse a un automóvil de carreras que sale disparado del punto de partida y alguien lo detiene 300 metros más adelante para decirle al chofer que se acuerde de acelerar a fondo. ¡Eso mata el impulso! Podríamos asemejarlo a un futbolista que está a punto de meter el gol de su vida y alguien comete falta en su contra. ¡Eso ahoga el espíritu del grupo!

Para cuando llegas al final del discurso, la mayoría de tus oyentes ya se ha formado una opinión. Muchos ya han decidido en su fuero interno lo que harán al respecto. La conclusión del discurso es soloo para ganar la carrera o meter el gol. Detenerte o dar vueltas es lo menos recomendable. Entonces, ¿qué hacer?

Comunica la ventaja central

Ofrece un incentivo al auditorio para actuar y cooperar. De hecho, el auditorio espera que refuerces el incentivo o motivación. Quiere sacar un provecho. Da por sentado que recibirá una sugerencia en cuanto a qué hacer y cómo hacerlo, y que, además, le darás un empujoncito para poner manos a la obra. Concéntrate en el provecho esencial ("¡Por eso, haga tal cosa!"), o invita a todos a reflexionar en los detalles expuestos ("Por eso, ¿a qué conclusión llegamos?").

Estimula a los presentes

Si motivas a terceras personas, es decir, a gente que está fuera o lejos del auditorio, ¿a quién beneficiará tu motivación?. ¡A nadie! Dirígete a los que te están escuchando, a los que están allí presentes en ese momento. Tu mensaje es para el beneficio directo de los que te escuchan directamente.

Inaugura o clausura la reunión con la última frase

Si tienes a tu cargo una inauguración o clausura, lo último que dirás será: "¡Declaro inaugurado (o clausurado) este seminario (u otro tipo de reunión)!".

Evita acabar diciendo: "¡Gracias!"

Terminar diciendo cosas como "¡Gracias!", "Eso es todo", "Nada más que añadir", o "Nada más", da la impresión de estar forzando un aplauso. Es el auditorio el que agradece al expositor. Los aplausos forzados o solicitados son de calidad inferior a los espontáneos y dejan una mala impresión. Como hemos dicho, el orador podría forzar un aplauso al exagerar el tono de su conclusión, como diciendo: "Ya terminé, pueden aplaudir." Pero también podría hacerlo un maestro de ceremonias, pidiendo: "Un aplauso para...". Y otra manera es que alguien se adelante a todos y dé fuertes aplausos, como una foca, es decir, exageradamente fuertes, como diciendo: "Aplaudan". Eso es muy desagradable porque le resta totalmente el valor a un aplauso que, de otro modo, hubiera sido espontáneo y genuino. Alguien que hace eso no le hace ningún favor a un orador que haya presentado un buen discurso. Porque da la impresión de que el orador estaba en combinación con él para manipular la situación.

Es totalmente innecesario pedir aplausos -o forzarlos- a un auditorio agradecido y emocionado. La gente aplaude sin necesidad de pedírselo. Por supuesto, si la exposición fue aburrida, ¡alguien tiene que pedirlo para que no suene hueco!

"Pero ¿no es una forma de sugerir un aplauso al final del discurso cuando se
sube el volumen y el tono? No cuando se hace con modestia. El auditorio espera un incremento en el volumen y el tono cuando el orador enfatiza el punto principal al terminar. Eso es perfectamente aceptable, conveniente y recomendable. Pero una evidente exageración, es decir, una elevación muy diferente del tono que se estaba usando, podría dar a entender que se está pidiendo un aplauso. Se requiere discreción y equilibrio para subir el volumen y el tono. Por eso, la Tercera Ley indica subir en el cierre... pero un poco, no exageradamente.

Es la única manera de disimular el fracaso.

Por otro lado, ten presente que hay auditorios que prefieren expresar su agradecimiento de otras maneras. Aplaudir es solo una de ellas. Por ejemplo, en un funeral. En algunos lugares del mundo expresan su pena cantando, bailando, aplaudiendo, llorando a voz en cuello, gritando arengas o arrojando cosas a la sepultura, como flores, recuerdos o dinero. Pero en otros, se opta por un silencio profundo y sentido, con muestras de afecto tranquilas, apacibles y tiernas. Aunque los asistentes se sientan muy dolidos y agradecidos, nadie aplaude.

Respecto a decir: "¡Gracias!". Ten en cuenta que solo se recomienda decir: "¡Gracias!" en ciertas ocasiones especiales:

Al agradecer un homenaje. Termina diciendo: "¡Gracias!" cuando se trate de una exposición de agradecimiento (cuando te entreguen un premio, te hagan un homenaje o reconocimiento, o te promocionen a un puesto diferente o te alaben de alguna otra manera) porque en tales circunstancias sería lo que se esperaría de ti. Y recuerda añadir: "En nombre de...", cuando seas portavoz de un grupo.  Porque es el organizador quien agradece a todos su presencia.

Al cerrar la sesión o despedir al auditorio. Cuando presidas la reunión y hables en último término, simplemente di: "¡Gracias, y muy buenas noches!".

¿Por qué no decir "gracias" en otras ocasiones? Porque es el auditorio el que agradece al orador por su discurso, no el orador al auditorio por escucharle.
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