¿Es la fe sinónimo de
confianza?
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
A
veces se oye decir a ciertas personas entusiastas: "Ten fe en ti
mismo", "ten fe en la gente", "ten fe en las instituciones", "ten fe en
lo que desees y se te cumplirá", o "no se te cumplió
porque no tuviste suficiente fe", como si
"fe" fuese sinónimo de confianza, convicción,
creencia, seguridad o autosugestión. Por eso algunos se han
preguntado si en todos los casos conviene decir "fe" en lugar de confianza.
Para discernir la respuesta, comencemos por ver su uso popular y cotidiano mediante
los significados que ofrecen para la palabra
"fe" algunos diccionarios:
- Conocimiento sobrenatural con
que sin ver creemos en algo.
- Seguridad o aseveración de que
cierto asunto es cierto.
- Creencia que se sustenta en la
autoridad de quien la propone.
- Confianza, buen concepto que se
tiene de una persona o cosa.
- Testimonio que extiende un
escribano en las causas criminales.
- Autoridad legítima atribuida a
los notarios, escribanos, cónsules y otros oficiales.
- Promesa hecha con cierta
solemnidad o publicidad.
- Lealtad que alguien se merece.
- Documento que certifica la
verdad de una cosa.
- Lista de enmiendas de los
errores en un libro.
- Certificado negativo de
defunción y afirmativo de presencia.
- Acto de presencia o noticia
auténtica del que permanece alejado.
- Acto llevado a cabo con mala
intención.
- La primera de las tres virtudes
teologales, según la religión católica.
Todas
esas definiciones suelen parecer correctas o hasta exactas a los ojos
de cualquiera que siempre usó el término como sinónimo de confianza. No
obstante, como veremos a continuación, la
fe es mucho más que una suposición o creencia. ¡Se trata de una garantía!
Confianza en personas y documentos
Por
un lado, en la mayoría de los casos mencionados al inicio, sugiero usar la
palabra confianza en vez de fe, porque tales definiciones realmente se basan casi
enteramente en una expresión de confianza. Se confía en
la palabra de una persona, ya sea porque se sabe que dice la verdad o
por la fuerza de su imagen.
Por otro, la fe, en el pleno sentido de su
significado más profundo, es más que la confianza que
puede depositarse en un individuo o documento, ya sea porque nos haya
convencido con razones o porque se haya ganado la reputación de
estar en lo cierto la mayoría de las veces. La fe trasciende la
confianza porque se basa en la evidencia o garantía de algo que
todavía está por verse.
Para
entender el punto, un ejemplo de confianza sería la que un
hijo tiene en su padre a pesar de haber sido instruido con base en una
tradición o leyenda. Se lo ha condicionado a aceptar todo lo que
este dice. Así se transmiten, de generación en
generación, hasta las costumbres religiosas más
extrañas que podríamos imaginar. Ripley ha documentado
muchas en sus famosos artículos de la serie "Aunque usted no lo
crea". Por ejemplo, cierta pareja de feligreses de un culto radical
fueron condenados por las autoridades por haber asesinado a su hija.
Dijeron que su "fe" les indicó que ese era su merecido castigo por haberse negado a casarse con el novio que ellos escogieron para ella.
Otro
ejemplo de confianza ocurre cuando alguien adelanta dinero para comprar
un departamento con tan solo ver los planos. La promesa de que
quedará bien le basta para suponer que finalmente
resultará de su agrado. Pero ¿realmente será de su
agrado? ¿Cumplirán con utilizar materiales de primera?
¿Qué sentirá cuando la promesa de disfrutar de
"vista al mar" se disipe ante la construcción de un nuevo
edificio frente al suyo?
Otro
ejemplo de confianza sería la de un discípulo en su
maestro después de haber acogido sus teorías. El caso de
Charles Darwin y su teoría de la evolución es
aleccionador. Muchos han seguido creyendo en su teoría a pesar de que todavía no
encuentran el llamado 'eslabón perdido', es decir, la
conexión genética directa entre el hombre y el mono. Sigue siendo una teoría no comprobada.
Otro
ejemplo es la confianza que algunos líderes despiertan en sus
seguidores, aun al punto de movilizar grandes masas en pos de grandes
ideales que, en la mayoría de los casos, terminan en
desilusión y costosos enfrentamientos. No es un secreto que muchos hacen promesas que después no cumplen.
Otro
ejemplo es la confianza de un paciente en su médico
después que este ha restablecido su salud en diferentes
ocasiones. "Es muy acertado", puede que diga, aunque otros opinen diferente por haber salido perjudicados.
Es
interesante mencionar que la expresión “ejercer fe”
proviene del griego pi-stéu-o y puede comunicar uno de dos
significados. El experto en gramática griega James Moulton
indica en una de sus obras que los primeros cristianos
reconocían claramente dos connotaciones para pi-stéu-o,
diciendo que para ellos “lo importante [era] distinguir entre una
mera creencia [...] y el ejercicio personal de confianza”. En
otras palabras, la diferencia se determinaba por el contexto, es decir,
por todo el mensaje en conjunto. De esta manera, la
construcción gramatical les ayudaba a entender lo que
tenía presente el autor. Si era seguida solo por un nombre en el
caso dativo, se entendía siempre como ‘creer’, pero
si iba seguida de e-pí, (“en”), se entendería
como ‘creer en’. Por eso, si le seguía eis,
(“a”), por lo general se entendía ‘ejercer fe
en’. Es así como la expresión pi-stéu-o quedó emparentada con la palabra griega pí-stis, que
significa “fe”.
El
experto en gramática griega, Paul Kaufman, afirma que
“otra construcción que es común en el Nuevo
Testamento (especialmente en el Evangelio Según Juan) es
πιστεύω [pi-stéu-o] con
εiς [eis] y el caso acusativo [...] Más bien que
tratar de traducir la preposición εiς como
palabra aislada, debe traducirse toda la construcción de
εiς más el acusativo. Se piensa en la fe como una actividad, como algo que los hombres hacen, es decir, colocar en alguien la fe”.
De
esta manera, los expertos nos ayudan a entender el hecho de que no es
siempre lo mismo tener una creencia [o tener o sentir confianza], que
poner confianza o tener fe ["depositar nuestra confianza absoluta
en"] en alguien,.
Porque una cosa es lo que uno siente en su interior respecto de
sí mismo y sus ideas, y otra, lo que puede sentir respecto de
otra persona. Aunque yo tuviera una gran confianza en mí mismo,
no estaría en capacidad de prometer que mañana de ninguna
manera nos sacudirá un terremoto ¿verdad? Porque no tengo
ni la sabiduría ni el poder para predecir ni controlar los
ajustes de las placas tectónicas de la Tierra, ¿no es
cierto? Generalmente ni siquiera puedo prometer más que
esforzarme por hacer todo lo que esté a mi alcance respecto de
cualquier asunto, lo que esté en mis posibilidades, según
el límite de mis conocimientos y experiencia, dentro de las
fronteras de mi poder y sabiduría.
En
cambio, Dios sí está en capacidad de hacer valer su amor,
poder, justicia y/o sabiduría cuando lo considere apropiado
según su insondable capacidad. Entendemos que no pueda hacer
todo lo que nuestros caprichos fuesen capaces de imaginar, pero
puede efectuar todo aquello que está implicado en Su
propio propósito eterno. De hecho, el universo y lo que lo llena
es un reflejo de su poder infinito. Él ha diseñado y
establecido las leyes naturales que lo sostienen. Por eso podemos poner
fe en Él y estar seguros de que, por ejemplo, según las
leyes que Él ha establecido, la Luna aparecerá en el
firmamento exactamente en las mismas coordenadas a la hora exacta
dentro de un mes, todos los meses, todos los años, todos los
siglos, lo cual en parte permite a los pescadores, navegantes y
astronautas establecer planes concretos para organizar sus actividades
relacionadas con la pesca, la navegación y la
investigación espacial. ¿Podríamos poner fe, es
decir, confiar a ese grado en las promesas de cualquier ser humano que
ni siquiera puede predecir lo que le sucederá personalmente el
día de mañana? No, solo podermos confiar en que
hará su mejor esfuerzo, admitiendo que puede fallar. Confiamos
en él, pero no ponemos fe en él.
Si pusiéramos fe en él demostraríamos que no
entendemos la diferencia entre fe y confianza, y nos esperaría
una gran desilusión.
Por eso, ya se trate de fe o de confianza,
una de las mejores maneras de
comprobar si tiene fuerza, poder o eficacia, es observando los efectos,
frutos o resultados que ha producido, es decir, en cuanto a si
armonizan o no con la doctrina, promesa
o proyecto preconizados. Eso nos lleva a la siguiente reflexión.
La fe no falla
Le
fe es única y tiene un distintivo semejante a una huella digital.
Su verdadero sentido va más allá de
la simple confianza que pueden inspirar individuos, entidades humanas o
documentos. La fe se basa en una evidencia o garantía de algo
que está en el futuro o aún falta manifestarse, o en algo que ha
ocurrido en el pasado o ya se ha cumplido.
Por
ejemplo, si supusiéramos que hoy fuera domingo, mañana
sería lunes. Pensemos en mañana, es decir, en el
día siguiente, el lunes, y preguntémonos:
"¿Qué día será mañana?". Si
escribimos la palabra lunes en una hoja de papel y, luego,
mirándola, meditamos profundamente: "¿Existe el lunes?",
la respuesta sería no, el lunes solo está en nuestra
imaginación, en el futuro. Hoy es domingo. El lunes es irreal.
Aunque hoy es domingo, aceptamos, más allá de cualquier
duda, que mañana será lunes.
La
pregunta clave es: "¿Cuán seguros estamos de que
mañana será lunes?". La respuesta se relaciona con algo
que trasciende la confianza. Es una seguridad que va más
allá de la confianza y hasta nos impulsa a la acción. Por
ejemplo, no solo significa que el día siguiente, el lunes, lo
consideramos una realidad aunque todavía sea irreal, sino que
hacemos planes para el lunes y tal vez hasta pleneemos una agenda.
Porque de ninguna manera admitimos la probabilidad de que, siendo
domingo, el día siguiente será jueves o viernes. Tenemos
muchos años comprobando que el lunes siempre sigue al domingo.
Por eso decimos que se trata de algo más que confianza.
¡Tenemos una garantía de que mañana será
lunes, no martes, aunque por ahora el lunes solo esté en nuestra
mente! ¡Tenemos fe verdadera en que mañana será
lunes! ¡Eso es verdadera fe! Una evidencia de algo irreal o
invisible, imperceptible a los sentidos o a las emociones, pero
perceptible al entendimiento.
Es cierto que la mente humana atrae instintivamente las
influencias que armonizan con el modelo de frases o pensamiento que
aprendemos y abrigamos, y con el hecho de que mediante la
repetición
constante podemos traducir en realidad cierto plan o propósito
que nos hayamos trazado. Por ejemplo, si uno se propone estudiar en la
universidad y dedica todos sus esfuerzos y recursos a su meta, sin duda
aumentará sus probabilidades de lograrlo. Pero sería
ingenuo creer que la fe sea
una especie de herramienta que podamos utilizar para forzar al
universo o a Dios de modo que haga lo que queremos cuando
queremos, como, por ejemplo, no dedicarle ningún esfuerzo ni
interés al estudio y esperar que rezando
intensamente alcancemos la meta.
En otras palabras, no existe manera de que, por más fe que pretendamos tener, mañana
sea sábado si mañana será lunes,ni
de que nos broten alas para remontarnos por el aire
como pájaros si saltamos del último piso de un
edificio. Tampoco hay manera de evadir las consecuencias de nuestras
decisiones, sean buenas o malas. Tarde o temprano, de alguna manera nos
alcanzarán sus efectos, remificaciones, secuelas o
emanaciones.
Si alguien cree que la fe resulta de pujar con el pensamiento para que
se cumpla cualquier capricho (como llegar temprano al trabajo si
salió tarde de casa, o que no se enferme si hace cosas
que causan daño), tarde o
temprano se desilusionará, porque al margen de lo que le hayan
enseñado, la fe no es
sinónimo
de autosugestión, convicción ni creencia,
sino una
seguridad plena, semejante a garantía, sustentada
en información confiable y experiencia, que nos confirma
que algo sucederá indefectiblemente.
Con esto como base es que, por ejemplo, los científicos
pueden lanzar una sonda al espacio y esperar que después de
25 años llegue al
final del sistema solar, es decir, adonde no llega la influencia del
Sol, y enfrentarse a tormentas magnéticas insospechadas.
Aunque muchos científicos no quieran reconocerlo, para hacer muchas de sus
predcicciones científicas
se valen
de alguna manera de su fe en las leyes naturales conocidas. Porque en
realidad
no podrían descurbrir ni comprobar nada si no tuvieran fe en las
leyes físicas y químicas que rigen el universo, que
garantizan sus conclusiones y las cuales utilizan para sus
apreciaciones y evaluaciones. La fe es un aval basado en evidencia
sólida. No es una simple creencia o autosugestión.
Por eso se puede afirmar sin lugar a dudas que la característica
principal de la fe a la que nos referimos es que en ningún caso admite error o fracaso.
Nosotros podemos fallar ol equivocarnos al realizar
ciertos cálculos basados en nuestros limitados
conocimientos y experiencias humanos, como cuando fracasan ciertos
viajes espaciales, pero las normas del universo son
inmutables, son constante y no fallan, permanecen inalterables. Las
estudiamos y aprendemos a adaptarnos a ellas (como la ley de gravedad,
la termodinámica o las fuerzas nucleares). Sería
más
que un exabrupto afirmar que forzando el pensamiento podremos
torcerlas para que obren a nuestro favor, a capricho ("Puedo
hacer cosas malas y no me pasará nada, porque
tengo fe en que todo me saldrá bien"). No confundamos fe con
autosugestión, creencia o convicción, porque no son lo
mismo.
Otro
ejemplo es el de un médico que efectúa una
cirugía. Aunque tomara radiografías o
tomografías para tener una idea del problema, sabe que
podrá intervenir al paciente con fe en que los diferentes
órganos de su cuerpo están en una ubicación
definida. Tal vez se demore un poco en encontrar un apéndice
retrocecal enquistado entre los intestinos, pero sabe que el apéndice
está
por ahí cerca. Sabe que el corazón de un ser humano
normal queda a la altura del esternón, y sabe
cómo reaccionaría el organismo ante los diferentes
compuestos químicos que administrará al paciente.
Un
médico puede formarse una idea de cuánto tiempo de vida
le queda a un moribundo, porque conoce los plazos del deterioro gradual
del organismo; o un forense puede hacer una autopsia y calcular la
hora aproximada de una muerte. Aunque puede equivocarse en sus
interpretaciones o apreciaciones, el punto de
partida de sus teorías es su fe en los sistemas
fisiológicos y en las diferentes leyes biológicas que estudió en la
universidad.
Otro
ejemplo es el de un arquitecto que diseña un edificio de 50
pisos. Su fe en las matemáticas es absoluta. Sabe que sus
cálculos se basan en leyes físicas y químicas confiables, es decir, que
nunca fallan. Puede calcular
el grado de resistencia y flexibilidad de
las columnas en caso de sismo, y ordenar la cantidad y calidad de los
materiales que deben usarse para soportar la cantidad de toneladas por
centímetro cuadrado exigida por las normas de seguridad.
Entonces puede garantizar, hasta cierto punto, que la
construcción soportará determinada intensidad
telúrica o determinada temperatura. De hecho, por esa misma fe las
municipalidades y
ayuntamientos evalúan periódicamente las edificaciones de
las ciudades reclasificándolas de acuerdo al paso de los
años.
Por
supuesto, por esa misma fe en las matemáticas, en la ley de
promedios y en el cálculo de probabilidades, el arquitecto
también puede tener fe en que ciertos factores externos
podrían romper o deshacer las estructuras si algo las llevara más
allá de los márgenes de seguridad calculados. Recordemos el famoso
transatlántico Titanic. El impresionante
barco fue especialmente diseñado para sobrevivir a una embestida
feroz, pero fue expuesto a una situación que evidentemente rebasó sus
márgenes de seguridad. Por eso, después del impacto, el
capitán realizó sus cálculos y tuvo fe en que se
hundiría en unas dos horas, y así ocurrió. Las matemáticas son exactas.
Podemos poner fe en ellas (teoría de la relatividad incluida). El
hombre puede equivocarse, la matemática no.
Por
eso la fe verdadera de ninguna manera ha de confundirse con la simple
confianza o en alguna creencia o convicción basada en opiniones
personales, emociones, suposiciones,
supersticiones, teorías sin comprobar, costumbres locales o
tradiciones. La característica que distingue a la fe es que
jamás falla porque se basa en evidencias contundentes que nos
permiten saber de antemano lo que va a suceder, o ver con los ojos del
entendimiento lo que no puede verse a simple vista. Todavía no
ha sucedido, pero podemos darlo por hecho, porque de hecho se
realizará. No hay pierde. Eso es fe.
La
revolucionaria nanotecnología se basa en cálculos
realizados por computadora a una escala inimaginablemente
pequeña (un nanómetro es una millonesima de milimetro). Los inventos o
productos producidos con dicha
teconología existen porque han sido creados mediante la fe
que los
científicos tienen en las matemáticas. Los que no somos
científicos tal vez no entendamos el proceso, pero creemos en
ello porque o confiamos en su palabra o vemos los efectos de los
productos terminados.
Por
ejemplo, si un médico ha operado con éxito a miles de
pacientes, ¿no tendrá fe en que la siguiente
operación tendrá un alto porcentaje de éxito? Un
arquitecto que ha construido muchos edificios que han soportado el paso
del tiempo, ¿no tendrá fe en que el siguiente edificio
que diseñe tendrá un enorme margen de estabilidad? Por la
misma lógica podemos decir que la fe puede ser fuerte o
débil, verdadera o falsa. Por ejemplo, aunque un médico o
arquitecto recién graduado tenga una gran fe en sus
conocimientos, lógicamente pudiera tener menos fe que uno
experimentado. Lo que nos lleva a otra conclusión interesante:
Ejercitar la fe incrementa o fortalece la misma.
Algo
similar sucede con las ventas. Un vendedor experimentado tiene
más seguridad que uno novato, porque la experiencia le permite
formarse una idea más clara del impacto que sus presentaciones
tendrán en sus prospectos, porque ha repetido el proceso muchas
veces, de modo que sale y vende con eficacia, y aunque sabe que siempre
hay cabida para una medida de frustración, la mantiene al
mínimo tal como haría un médico o un arquitecto,
porque aplica las técnicas o métodos para vender
eficazmente.
Por tanto, la fe se apoya en los cimientos sólidos de aquello
que no fallará ni fracasará, no en la
emoción, el entusiasmo ni mucho menos en una suposición o
capricho. Un simple presentimiento, por fuerte que sea, sigue siendo un
presentimiento. No es base sólida para la confianza o seguridad
que caracteriza la fe.
Un
orador que domina las técnicas de oratoria puede tener más fe en que
sus discursos darán en el clavo que uno que se lanza al ruedo con
el entusiasmo como único
recurso. El entusiasmo es vital, pero no
lo es todo.
¿Es la fe algo sobrenatural?
La
fe de ninguna manera es sobrenatural. La fe es el resultado de 'saber a
ciencia cierta' lo que va a suceder teniendo como base un entendimiento
preciso respecto a quién o qué lo hará posible.
Por ejemplo, contribuyen a dicha noción las experiencias pasadas
que demuestran claramente que lo mismo puede ocurrir en el futuro. Es
un resultado garantizado, aunque todavía se tenga que esperar un
tiempo para verlo cristalizado.
La
uniformidad del universo y todo lo que lo rodea es el resultado de
leyes naturales que los científicos han descubierto y aprendido
a explicar. Si un físico o químico del siglo XXI viajara
al pasado lejano y mostrara sus conocimientos al mundo mediante la
proyección de diapositivas de computadora y la
realización de experimentos de física o química
recreativa, tal vez lo considerarían un dios y lo
revenciarían, o tal vez lo quemarían vivo, suponiendo que
es un enviado del mal.
Sabemos
que los meteorólogos pueden adelantarse a la formación de
un huracán a partir del comportamiento del fenómeno
atmosférico. Aunque no pueden adelantarse mucho, lo poco que se
adelantan es un resultado de su fe en el comportamiento de los
elementos. También saben cuándo comienza y termina una
estación y la clase de clima que habrá. El verano
será caluroso, y el invierno frío. De hecho, hasta
simples agricultores pueden interpretar con fe la apariencia del cielo,
en cuanto si habrá buen tiempo, o si será invernal o
lluvioso. Un buzo sabe lo que le ocurriría a su salud si
ascendiera rápidamente a la superficie después de haber
descendido a niveles que requieren un ascenso lento. Un paracaidista
puede predecir lo que le sucedería si su equipo fallara y no se
abriera. Un cocinero puede predecir la reacción de sus
comensales si añadiera demasiada sal a la comida. Un
paleontólogo podría afirmar con cierto grado de certeza
lo que sucedió hace 6.000 años, y un astrónomo
puede predecir lo que ocurriría si un enorme cometa fuese
atraído por la fuerza de gravedad de la Tierra.
Eso
nada tiene de sobrenatural. De hecho, todas las personas, incluidas las
ateas, ejercen fe todos los días en el cumplimiento de lo que
puede predecirse a partir del entendimiento exacto de ciertas cosas, ya
sea porque alguien que domina el tema lo dijo o porque conocen ciertas
leyes o reglas de medición. Por ejemplo, si dos diferentes
equipos de médicos coinciden en que a Fulano le quedan tres
meses de vida, ¿podemos tener fe en que se recuperará?
Depende. Tal vez exista un factor que pasaron por alto, o en el
ínterin se descubra un nuevo tratamiento que desconocían.
Si no, morirá tal como predijeron. En tal caso, no se
podría hablar de fe, porque solo se trata de una
suposición.
¿Es prudente poner fe en las
personas?
Si
bien es cierto que, por ejemplo, las matemáticas, el tiempo y
las leyes físicas y químicas nunca fallan, las personas
mismas que efectúan los cálculos pueden fallar. El
Titanic fue construido siguiendo leyes físicas infalibles, pero
se hundió porque no pudo superar a la naturaleza. Superó largamente los
márgenes
de seguridad que los fabricantes tuvieron en cuenta y ocurrió lo
imprevisto. A tal punto estaba mal dirigida su fe en que nunca
se hundiría, que hicieron menos botes salvavidas de los que
técnicamente se requerían en caso de hundimiento.
Si
hubieran respetado las instrucciones y tenido en cuenta con más
escrupulosidad los márgenes de
seguridad, hubiesen llegado sanos y salvos a su destino, y su fe
hubiera
funcionado. Ahora hay nuevas evidencias que apuntan a la debilidad de
ciertos remaches que fueron fabricados de manera diferente del resto de
remaches del barco. National
Geographic y
Discovery Channel han documentado las actualizaciones de las
conclusiones científicas a las que los expertos llegaron respecto de
este lamentable e histórico accidente naval.
Por eso decimos que la fe está sujeta al respeto por
aquello que esta exige para su cumplimiento, ya sean reglas, principios
u otros conocimientos. De hecho, diríamos que ni siquiera aquello que
llamamos
'milagro' resulta de violar las leyes naturales, sino todo lo
contrario. Un milagro no es otra cosa que la sinergia de leyes naturales existentes cuya comprensión está más allá de nuestro alcance.
¿Fe en un milagro?
No
estamos hablando de religión. Hoy en día están
realizándose descubrimientos asombrosos en el campo de la
ciencia y la tecnología. Por ejemplo, se clonan o duplican seres
vivos a partir de una sola célula; se transplantan los dedos de
una mano izquierda a la derecha, y se llevan a cabo experimentos en
todo el mundo para ahondar más en el conocimiento de las leyes
que rigen el universo.
Comentando
al respecto, cierta obra dice: "Para aquel que lo contempla, un milagro
es algo que está más allá de lo que él
[personalmente] puede realizar o incluso de lo que puede entender
plenamente [...] es una obra poderosa que requiere la
intervención de un poder o conocimiento mayor del que él
posee." En otras palabras, el que tiene menos conocimiento siempre
admira los hechos 'milagrosos' del que sabe más o que conoce o
domina mejor las leyes del universo.
De
modo que, de ninguna manera estoy de acuerdo con el primer significado
que dan los diccionarios acerca de la fe: "Conocimiento sobrenatural
con que sin ver creemos". A menudo creemos en cosas que son invisibles
aunque carecemos del conocimiento que nos las expliquen, como el
viento, el oxígeno, la gravedad, el odio, las oportunidades, el
tiempo, las matemáticas y otras cosas. Anda, pide a alguien que
te dé una definición científica de lo que es el
viento, el aire, el oxígeno, la gravedad, el tiempo o las
matemáticas, y verás cómo titubea. La gente cree
en esas cosas y rige su vida teniéndolas en cuenta, pero le
cuesta definirlas conscientemente.
¿Es la fe credulidad?
Por
definición, un crédulo es un individuo que cree
fácil o ligeramente en algo, sin requerir razones, motivos,
pruebas ni evidencias. Por tanto, la credulidad se contradice con la
fe, que requiere una garantía de lo que sin falta se
realizará.
Por
ejemplo, los actos de un prestigiador dejan boquiabiertos a los que lo
observan. "La mano es más veloz que los ojos", dicen, aunque
sabemos que solo se trata de trucos realizados a la perfección.
Cuando nos cuenta el secreto de cómo lo hizo, podemos hacerlo
nosotros también. Y si aumentamos dichos conocimientos a tal
grado que ningún otro ser humano pueda lograrlo, los que nos
observaran podrían admirarnos hasta el punto de poner fe en todo
lo que les digamos. ("¡Haré desaparecer un avión o
un monumento ante sus ojos!").
De
modo que, aunque los milagros sí existen, la pregunta es
¿cuándo ocurren? ¿Dónde ocurren?
¿Cómo ocurren? ¿Espontáneamente?
¿Deliberadamente? ¿Quiénes los hacen?
¿Cuándo los hacen? Y lo que es más importante,
¿por qué o con qué motivo los hacen?
Eso
nos lleva a la pregunta: ¿Es el hecho de que alguien realice
algo impresionante razón suficiente para poner 'fe' en que todo
lo que diga? De ninguna manera. Por ejemplo, aunque un jefe de pandilla
impresione a sus seguidores demostrándoles su superioridad, de
ninguna manera justifica su modo vivir corrupto.
Su relación con la ética
Por
ejemplo, a pesar de que los neumáticos de un automóvil
hayan sido diseñados, entre otras cosas, para detenerlo, la
velocidad, la condición de la carretera u otros factores
externos pueden disminuir sus márgenes de seguridad. Aunque las
normas técnicas hayan sido obedecidas cuidadosamente (lo que
significa tener 'fe' en las instrucciones del fabricante, lo que a su
vez equivale a tener 'fe' en las leyes físicas,
matemáticas y químicas que rigen su uso), el factor
humano o el suceso imprevisto puede someterlos más allá
del límite y ocasionar un accidente mortal (lluvia, aceite o
trozos puntiagudos de metal en la carretera). ¿Podría en
tal caso culparse al fabricante? De ninguna manera.
De
modo que, en mi opinión, la fe y la confianza son cualidades
diferentes. Puedo confiar en una persona mientras esta merezca mi
confianza, porque nadie descartaría que algún día
podría fallarme. Por ejemplo, a pesar de que la persona que
lleva la contabilidad de un negocio le merezca toda su confianza al
dueño, es responsabilidad de este intervenir las cuentas
periódicamente para mostrarle quién está al
timón. Si un día el contador se fugara con una fuerte
suma, ¿de qué provecho le sería llorar y
lamentarse? Sería imprudente cifrar su fe absoluta en una
persona, porque hay muchos factores que pueden inducirla a violar
algún día los principios de la ética.
Por
eso los cónyuges hacen bien en mantener vivo su aprecio y
respeto mutuos, y los médicos, en asistir a seminarios de
actualización y verificar la idoneidad de su personal; los
automovilistas han de comprobar que sus vehículos estén
en buenas condiciones antes de hacer un viaje largo; y los padres de
familia han de mantener una comunicación abierta con sus hijos
para confiar en que su relación o desempeño será
eficaz.
Aunque
depositemos toda nuestra confianza en ciertas personas, nuestra fe ha
de reservarse solo para aquello que nunca falla. Por lo tanto, cuando
hablemos de fe, asegurémonos de que nos referimos a algo que
merece más que nuestra confianza. Por eso no sugiero utilizar
indistintamente los términos.
La fe y el pragmatismo
De
modo que la fe verdadera es sólida y nunca falla porque
está fundamentada en evidencias. Hasta los ateos más
recalcitrantes tienen fe en las matemáticas, el tiempo, las
leyes y los principios de la naturaleza. La fe verdadera se funda en el
raciocinio y en el entendimiento, y sus efectos pueden verse claramente
como la luz del mediodía. Solo un ciego podría negarla.
Así es como se ejerce fe en el Creador y en todas sus
provisiones para el sostén de la vida. Por ejemplo, la
adoración del Sol es una desviación de la fe verdadera.
En realidad, el Sol y su ubicación en el sistema solar es
más bien la evidencia de la existencia de un diseñador
sobresaliente.
Igualmente,
la fe puede verificarse o reconocerse mediante los efectos o
consecuencias que tiene en la vida de las personas. Por ejemplo, el
pragmatismo, movimiento
filosófico iniciado en los Estados Unidos por C. S. Peirce y W.
James a fines del siglo 19, busca las consecuencias prácticas
del pensamiento y pone el criterio de verdad en su eficacia y valor
para la vida. En otras palabras, juzga la
verdad por sus efectos prácticos, observando sus resultados en la vida
de las personas.
Lamentablemente,
lo usual es que prestemos atención a los efectos o reacciones, y
rara vez a las causas. Por ejemplo, si vemos a un ladrón
arrebatándole el bolso a una anciana, nos concentramos en lo que
hizo y en el castigo que se merece, cegándonos a los muchos
estímulos previos que lo convirtieron en ladrón.
¿Por qué, cuándo, dónde y cómo se
convirtió en ladrón? La mayoría de las personas
pasan por alto esa noción. Solo se concentra en los efectos. Por
eso, pragmática es la persona que se toma el tiempo suficiente
para detenerse a observar las cosas en profundidad para reconocerlas a
partir y a través de sus causas y motivos latentes.
Igualmente
la fe se observa por sus efectos prácticos. Por ejemplo, tenemos
fe en la ley de la gravedad aunque nadie puede verla con los ojos. Y lo
mismo podemos decir de la electricidad, el tiempo y las microondas.
Usamos un teléfono y damos por sentado que nos contestará
una persona que está a gran distancia. Pero, ¿acaso vemos
las ondas que viajan por el espacio?
Creemos
en los efectos aun antes de que ocurran, porque vemos y oímos
sus causas con los ojos y oídos del entendimiento. Por eso es
imposible que una persona superficial sea pragmática, porque el
verdadero pragmatismo exige prestar mucha atención a aquello que
produjo efectos prácticos, lo cual demanda tiempo.
Por
ejemplo, si uno voluntariamente toma la iniciativa y llama a la puerta
de su vecino para comunicarle una idea o compartir una receta, una
respuesta, un secreto, descubrimiento o solución, es porque
'algo' lo impulsa a hacerlo. Su educación lo mueve a actuar
así. Y ya sea que el vecino le escuche o le tire la puerta, su
reacción también dará cuenta de la clase de
educación que lo mueve a hacerlo. De modo que, según el
pragmatismo, las actitudes arrojan luz sobre la cultura y
educación de las personas. ¿Qué tiene que ver esto
con la fe?
La
fe es similar. Produce efectos en las personas. Por ejemplo, si un
joven estudia para un examen, es porque cree en dicho examen y en lo
que significará obtener una buena calificación. Si
estudia poco, es porque dicha calificación le importa poco. Su
actitud deja entrever sus incentivos. Otro ejemplo es el de una persona
que se aleja de un abismo. Tiene fe en que la fuerza de gravedad
podría jalarlo hacia abajo si se acerca más y pierde el
equilibrio. Para lanzarse necesitaría un paracaídas o un
colchón que soporte su caída.
De
modo que aunque podemos confiar en muchas personas y documentos,
sería imprudente poner fe ciega en ellos. Porque aunque hemos
visto que la fe nunca falla, las personas somos imperfectas y podemos
fallar. ¡Cuánto más un animal u objeto! El
significado ilusorio de la fe ha llevado a muchas personas a confundir
la "fe" con la "confianza" como términos indistintos. Pero el
pragmatismo puede ayudar a uno a reconocer que la fe existe porque
puede ser comprobada por los efectos o consecuencias que tiene en la
vida de las personas, aunque tenga que trasncurrir algún tiempo
antes de ver su cumplimiento.
Por
ejemplo, gracias a complicados cálculos aeroespaciales basados
en leyes exactas en las que los científicos ponen fe, los
astronautas son enviados al espacio para trabajar a cientos de miles de
pies de altura, y en tierra todos permanecen a la expectativa de su
cumplimiento. Aunque nadie ve a los astronautas haciendo el trabajo,
saben que lo harán cuando lleguen, porque ejercen fe en las
leyes exactas que sirvieron de base para los cálculos.
¿Es solo el producto de un
profundo deseo?
No
confundas la profundidad de un deseo con su cumplimiento. El hecho de
que desees algo intensamente nada tiene que ver con la fe, aunque el
diccionario proponga eso como otra acepción de la palabra.
Es
cierto que la profundidad de un deseo puede traducirse en acciones
eficaces que favorezcan su cumplimiento, pero jamás
tendrá suficiente fuerza para torcer lo inexorable. Aunque el
entusiasmo logre resultados increíbles y fantásticos,
solo la fe puede trasladar montañas. Por ejemplo, te
desilusionarías si te lanzaras desde un avión sin
paracaídas aunque tuvieras 'fe' en que nada malo te
pasaría; o si compraras un billete de lotería y
supusieras que pujando intensamente te la sacarías. Eso nada
tiene que ver con la fe. Es solo un deseo intenso que podría
cumplirse o fallar.
Entonces,
si entiendes la diferencia entre fe y confianza, ¿puedes tener
fe en ti mismo?, ¿Tener fe en la gente? ¿Tener fe en las
instituciones? ¿Puedes decir que estas cosas son tan infalibles
como para darles tu confianza absoluta? Si la respuesta es no, entonces
es mejor que uses la palabra "confianza".
Cierta persona tenía tanta fe en sí misma que
cuando asistía a una reunión vecinal y alguien la
contradecía, le entraban culebritas en el alma,
interrumpía alzando la voz con autoridad y sacudía
amenazadoramente su tembloroso y feo dedo índice a vista de
todos. Pobre del que osara ponerla en su sitio. Se ponía de pie,
miraba intimidatoriamente a los demás y llevaba sus manos a la
cintura, como diciendo: "¡Ustedes no pueden aceptar otra idea. Yo
soy la que tiene los hechos, la verdad, la razón y la
justicia!". Era todo un show de egocentrismo, con efectos visuales
mediante el sacudimiento de documentos.
Un
día se encontró con la horma de su zapato, es decir, con
alguien que tenía el mismo defecto, y se pusieron de pico a pico. Y no quedó ahí. En su
irritación, envió cartas a todos los vecinos explicando los hechos. Lamentablemente, los hechos contenían
cosas que la otra persona consideró injuriosas, de modo que
ésta inició una acción legal en su contra si no
pedía desculpas públicamente, es decir, enviando
igualmente cartas a todos, disculpándose. Pero el orgullo
tomó el timón: "¿Disculparme? ¡Ni hablar!".
En vez de tomar la opción más barata de disculparse,
prefirió defender su honor pisando el palito y metiéndose
en un problema legal. Es increíble los niveles a los que puede
llevar el orgullo. ¿Es eso tener fe en uno
mismo? No lo creo.
Por
lo tanto, fe y confianza no son lo mismo. Te sugiero usar la palabra
"confianza" cuando simplemente
supongas que algo puede resultar tal como lo pensaste o deseaste, por
muy profundo o sincero que sea tu deseo, o por muchas que sean las
personas que crean lo mismo; y solo te sugiero usar la palabra
"fe"cuando tengas la plena seguridad, basada en una evidencia semejante
a garantía, de que va a suceder y que de ninguna manera
fallará. Si no resulta o no se cumple, no se trata de fe, sino exceso
de
confianza.
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