La tensión desgasta la tolerancia
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Para mediados del año 2001, tres seres humanos pusieron fin a su vida en algún lugar de la Tierra cada dos minutos. En 2014, el famosos actor comediante Robin Williams fue hallado colgando del cuello en su habitación. Era una persona alegre que siempre alegró la vida de los demás. ¿Qué sucedió? La tensión constante, enemigo silencioso, desgastó poco a poco su capacidad para tolerar la desesperación. Y aunque pudo evitarse, lamentablemente un obstáculo favoreció el desarrollo de ciertos factores subyacentes, íntimos e insondables en su corazón hasta el punto de detonar la carga explosiva de su descorazonamiento.

Según ciertos estudios, de cada 400 personas que piensan en quitarse la vida, 200 lo intentan pero solo 1 lleva a cabo su intención. No obstante,¿acaso los científicos tienen la facultad de leer la mente y averiguar cuántas personas realmente quieren quitarse la vida? ¿Acaso han entrevistado a los suicidas como para saber lo que pensaban antes de hacerlo? Por eso, muchos dirían que los resultados de cualquier estudio quizás sean solo pálidas referencias de la realidad.

Felizmente algunos que se acercaron al borde mismo de la muerte recuperaron el control de la brida de su vida y vivieron para contarlo, como
Kay Redfield Jamison*, que confesó que cierta vez intentó suicidarse. Ella realizó una exhaustiva investigación y descubrió que 'cuando la desesperación se vuelve insoportable, se debilita la capacidad mental para refrenar el impulso hacia el suicidio', tal como los frenos de un vehículo pueden volverse ineficaces en una pendiente pronunciada debido a la fricción constante.

Cuando recuperó su confianza y comodidad, sintió nuevamente el compañerismo con los demás, se perdonó a sí misma, perdonó y pidió perdón a otras personas, y experimentó el éxito. Todo gracias a que logró tomar conciencia a tiempo de ciertos factores subyacentes en su interior, además de que descubrió los obstáculos que estuvieron impidiéndole sacar a luz el problema. Todo aquello le permitió desactivar los detonantes y librarse de la presión.
"¿Factores subyacentes?", "¿obstáculos?", "¿detonantes?" ¿qué es eso?. Esas son palabras grandes. Lamentablemente, pocos suicidas investigan y averiguan lo que significan y cómo influyen en su decisión de quitarse la vida. Veamos.

El "lecho marino" de nuestro corazón
El lecho marino es el suelo del fondo del mar. La mayoría solemos ver con respeto reverente la superficie del océano, especialmente cuando ocurre un huracán o tsunami, y consideramos un misterio todo lo que hay debajo, sobre todo cuando pensamos en olas intimidantes, barcos hundidos y tinieblas de arena. ¡Algunos hasta sienten miedo o panico de solo pensar en aguantar la respiración y sumergirse unos cuantos metros!

Sin embargo, los que se dedican al buceo y realmente descienden logran ver cuán hermosa es la Tierra por dentro. Existe una belleza deslumbrante. Otros
hasta se preguntan para qué invertimos tantos recursos queriendo ir a la Luna o buscando vida en otros planetas y galaxias si ni siquiera hemos raspado la superficie de todo lo que tenemos aquí mismo, en el lecho de los mares y en tantos xenotes recónditos donde abunda la vida y crecen hermosos paisajes aún no explorados.

Algo similar podemos decir con relación a nuestra mente y corazón. Solo percibimos lo que sale a la superficie, pero nos sentimos abrumados y hasta intimidados cuando nos vemos más profundamente, ya sea con un autoanálisis subjetivo o una evaluación más objetiva, mediante ayuda profesional.

Cierta joven visitó a un psiquiatra. Al rato salió despavorida. Ciertas preguntas del especialista comenzaron a abrirle las puertas a un conocimiento más exacto de lo que había en su interior, y se retiró gritando: "¡No, no quiero saber más! ¡No quiero esas preguntas!", mientras hacía gestos de rechazo. Prefirió cerrarle las puertas a la verdad y perderse las maravillas que descubiría
después en su interior. Solo veía el lado negativo de su vida. ¿Y lo positivo?

Por muy feos que nos veamos por fuera, ¡muchos tenemos un corazón hermoso
! No es un entorno lleno de telarañas y murciélagos. Solo es cuestión de darnos tiempo y licencia para superar nuestros miedos iniciales y ver más alla del sufrimiento y el dolor de los que tal vez hemos sido víctimas. Necesitamos calmarnos y aprender a percibir los factores implicados. ¿Por qué?

Bueno, porque un factor es solo un componente, una pieza, un elemento, un detalle, una parte de un todo. Y algo subyacente es todo aquello que yace o habita en una zona interior, íntima, inferior, profunda, recóndita, abisal o insondable. Cuando hablamos de un factor subyacente, nos referimos a un detalle latente u oculto. Usualmente exclamamos: "¡Se me escapó un detalle!" después de que las circunstancias se aclaran y nos damos cuenta de que hubimos pasado por alto cierto factor subyacente. Entonces, si es posible, le damos consideración, es decir, lo tomamos en cuenta, rectificando nuestras acciones y obteniendo resultados más adecuados.

Por ejemplo, cierta persona sufría mucho por un problema que consideraba un desorden de su personalidad. Pero luego aprendió que no se trataba de un problema de voluntad ni de autocontrol, sino de un desborde hormonal que ocurría en su organismo. Las hormonas son moléculas que el cuerpo humano secreta en los órganos y luego se desplazan libremente por la sangre hacia otros órganos, causando determinados efectos esenciales para la vida. Lógicamente, como nadie es perfecto, a veces se descontrolan y nos causan más problemas que soluciones.

Se han identificado alrededor de 60 hormonas diferentes. Unas regulan la reproducción, otras el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo. No todas nos son familiares, pero quizá hemos oído hablar de la insulina, la oxitocina, la testosterona o el estradiol, todas necesarias e importantes. (Más)

Ya se trate del funcionamiento hormonal o de nuestros pensamientos o sentimientos, mientras pasemos por alto cualquier factor subyacente de importancia, será muy difícil atar los cabos necesarios para discernir un asunto. Por ilustrarlo, para atravesar el Canal de Panamá, el capitán de un barco está obligado por ley a ceder el mando de su nave a un Práctico, es decir, un navegante experimentado de la localidad que conoce perfectamente la geografía del lugar, especialmente el lecho o fondo marino. Una vez al otro lado, devuelve el control al capitán. Por decirlo figuradamente, el Práctico está famliarizado con "los factores subyacentes" de esa zona del mar.

Algo similar sucede con las personas y las relaciones humanas. Aunque vemos y oímos a otro con nuestros ojos y oídos cuando nos habla, y tal vez hasta lo toquemos al estrechar su mano, darle un abrazo o un beso, existen factores subyacentes en el fondo de su personalidad y carácter, acerca de los cuales solo podemos obtener una visión parcial. Solo el Creador es capaz de discernir el 'lecho marino' de su mente y corazón, por decirlo así, y sintonizar con ella a la perfección y satisfacer sus necesidades superiores.

¿Algo bloquea el camino?

Por otro lado, un obstáculo es un inconveniente, un tropiezo, un estorbo, un atolladero, una barrera, una dificultad, un suceso imprevisto, un impedimento, un freno y cualquier cosa que entorpece o demora la consecución de cierto objetivo. Por ejemplo, tenemos que llegar puntualmente a una cita, y un accidente en la carretera obliga a todos a desviarse por una ruta alternativa. El resultado es que todos llegan tarde y cada uno sufre las consecuencias
.
En las relaciones humanas, los obstáculos asumen una infinidad de tonos y matices dependiendo de qué se trate. Por ejemplo, quizá queremos declarar nuestro amor a alguien y la timidez nos bloquee por completo. O queremos pedirle perdón a alguien a quien ofendimos, solo para enterarnos de que acaba de fallecer. O tal vez estamos llevando un regalo a un pariente, y nos enteremos de que acaba de traicionar nuestra confianza. O queremos contar a nuestros padres algo que nos genera una gran ansiedad, pero nos prohiben expresarnos con absoluta libertad. O queremos confesar un mal, pero sentimos temor de las consecuencias. El obstáculo se interpone impidiendo la solución, la cual podría darnos una satisfacción, alegría, consolación o perdón.

¿Ha caído una chispa en la alfombra?

Ahora bien, un detonante es una substancia o mezcla que puede causar el estallido de una carga explosiva, como, por ejemplo, la pólvora. Y hay muchas clases de detonantes, dependiendo del tipo de carga. Una chispa en una alfombra podría ocasionar un pavoroso incendio. En las relaciones humanas se podría decir que representa aquello que puede conducir a un estallido emocional. ¡Sí! Tal como para disparar balas hay que percutir la pólvora de sus casquillos, una pelea o "explosión de cólera" requiere un factor detonante.

Los factores subyacentes, obstáculos y detonantes son asuntos que nos conciernen, porque cuando se combinan negativamente pudieran liberar mucho poder destructivo. Por ejemplo, el suicidio es una manifestación y un efecto que nos desconcierta porque nada se puede hacer después de consumado. No podemos entrevistar al muerto. Discernimos muy tarde "el detalle que se nos había escapado", es decir, el factor subyacente, obstáculo o detonante que finalmente culminó en el hecho. Lamentablemente, como ocurre con los tornados: Hasta ahora su intensidad solo puede medirse por el daño que deja atrás". Voltaire decía filosóficamente, pretendiendo interpretar la voluntad del muerto: "Todo hombre que se quita la vida hoy en un arrebato de melancolía, en realidad habría deseado vivir hasta la próxima semana."

Por eso, veamos algunos de los factores subyacentes, obstáculos y detonantes más comunes y procuremos tenerlos siempre en cuenta para darles atención oportuna.

Factores subyacentes

Algunos factores subyacentes pudieran ser: Interpretaciones inadecuadas de las circunstancias. Depresión. Frustración. Estrés. Deseos de ser ricos y/o famosos. Pena profunda. Pérdida de la esperanza. Falta de ganas de vivir. Herencia genética. Niveles bajos de serotonina en el cerebro. Alcoholismo. Afición por las drogas. Trastornos mentales. Cualquiera de estas cosas podrían desequilibrar a cualquiera.

Por ejemplo, el final de la obra "Romeo y Julieta" deja al espectador con una terrible sensación de impotencia al consumarse un suicidio doble que bien pudo evitarse. El apuesto Romeo se había quitado la vida junto al lecho de Julieta, creeyendo
que ella había fallecido. En realidad solo había bebido una poción que la había sumido en un sueño profundo. Julieta despertó, vio muerto a Romeo y se suicidó. Una sinergia negativa provocada por una pésima interpretación de lo ocurrido. Parece exagerado, pero deducciones inadecuadas pueden acumular suficiente presión como para conducir a verdaderos desenlaces fatales.

Obstáculos

Algunos obstáculos que dificulten o imposibiliten la solución pudieran ser: Sentimientos de vergüenza. Soledad por aislamiento voluntario. Desconfianza. Sensación de fracaso. Sentimientos de culpa. La persona pudiera sentirse tan avergonzada, que oculta o disimula lo sucedido. O tal vez se aísle manteniéndose a distancia de ciertas personas, o hasta completamente a solas. Por ejemplo, si alguien denuncia haber sufrido una violación, pero nadie le cree, pudiera ser más devastador que la violación misma, porque nadie denunciaría cosa semejante a sabiendas de que solo se le hará quedar en ridículo. Si piensa que nadie le creerá, o que el ofensor tomará represalias, tal vez prefiera ahogarse en silencio... o hacer algo peor.

Puede que se nuble el juicio de la persona, volviéndola excesivamente crítica consigo misma y con los demás, de modo que ahora condene dramática cualquier pequeño error humano, o deje de confiar en quienes, precisamente, hubieran podido ayudarla. Una vez arraigada la desconfianza en su corazón, tal vez abrigue una suspicacia exagerada para con todos. O pudiera embargarla una sensación de fracaso, sintiéndose inútil y sin probabilidades de tener éxito en campo alguno. El sentimiento de culpa quizás erosione su amor propio hasta dejarla con una sensación de vacío.

Cierta niña que había cumplido edad suficiente como para tomar conciencia de su femineidad se quejaba amargamente de su madre porque todas las semanas la revisaba para ver si había tenido relaciones sexuales con alguien. En su juventud temprara aquella madre había sufrido de abusos sexuales. Lamentablemente, perdió la perspectiva y echó a perder la felicidad de su hija rodeándola de un halo de desconfianza
permanente, cultivando en ella una fobia enfermiza por los hombres que se le acercaban.

También pudieran convertirse en obstáculos cualesquier sentimientos de autosuficiencia, exceso de amor propio o de confianza en sí misma, egolatría, presunción, arrogancia, orgullo, indiferencia, insensibilidad, apatía, engreimiento, falsa modestia o celo mal dirigido, cosas que impiden que reconozca y acepte cualquier clase de ayuda. Un alcohólico, por ejemplo, tiene que ser convencido de que tiene un problema, porque aunque le resulta imposible dejar de estirar la mano y tomar una copa, usualmente niega tajantemente su enfermedad.

Así, cualquier cosa, sentimiento o circunstancia que le cierre el paso a la ayuda que  requiere, se convierte en un verdadero obstáculo que, en el ínterin, contribuye a que los factores subyacentes se fortalezcan o multipliquen, acumulándose como una carga explosiva. Es así como lo que antes parecía algo insignificante, como, por ejemplo, una picadura de pulga, después se interprete como un mordisco de león, y más adelante, ¡como un pisotón de Godzila!

Detonantes

Cualquier cosa que nos irrite o produzca estrés
podría convertirse en un detonante potencial: Por ejemplo, una injusticia, una ofensa. un problema en la escuela, tensión por un examen, sacar una baja calificación, la simple mención del nombre de un ofensor, mala salud que se quebrante gravemente de un momento a otro, una fuerte inquietud acerca de lo que el futuro cercano deparare, un problema familiar que se profundiza, acoso intenso de parte de un abusón, un romance trunco, un amor imposible, una profunda herida emocional causada por una traición, sentimientos de incapacidad o impotencia para hacer frente a cierto problema, un resentimiento, envidia, rencor, celos, sed de venganza por lo que se considera una injusticia, una separación sentimental o divorcio a mediana edad, jubilación, un problema laboral, desempleo, serias dificultades económicas, pobreza extrema, burla, incomprensión, un revés en algún proyecto, un fracaso total en los negocios, deudas insoportables, problemas con el Poder Judicial o con la Oficina de Impuestos... Como vemos, hasta un factor subyacente, como, por ejemplo, la timidez o el sentirse uno acorralado, podría convertirse al mismo tiempo en un obstáculo y en un detonante.

Cualquier cosa puede transformarse en una fuente de estrés, incluso un desorden hormonal sobre el cual tenemos poco control. Altos índices de delincuencia, problemas de vivienda, choque de culturas, prejuicio, una desilusión o decepción, cualquier clase de ruido molesto, escasez de alimentos o de agua, polución. Cualquier cosa que nos desilusione o eleve las tensiones generará frustración, y con ello, agresividad negativa y pérdida de paciencia.

Se ha dicho que el verdadero problema de la lucha contra el sobrepeso no es reducir la grasa, sino deshacerse del pellejo. ¿El pellejo? Sí. Nadie suele mencionarlo, pero se trata del cuerpo que la persona que ha bajado muchos kilos ve en el espejo cuando se desnuda. Le resulta insoportable ver grandes extensiones de piel colgándole por todas partes. La cirugía sería la solución, pero probablemente ha llegado a estar fuera de sus posibilidades. Su tolerancia se desgasta y la desesperación la impulsa a recuperar peso solo para templar su piel y esconder de la vista tan desagradable efecto. Ya no lo intentará nuevamente.

Por ilustrarlo de otra manera, el ciclo funciona así. Imaginemos que una joven pierde la esperanza de manejar cierta situación que para ella es de vital importancia (es el factor subyacente), pero siente mucha vergüenza de hablar con su padre o madre sobre el asunto porque dudan de ella (es el obstáculo). De repente, alguien la traiciona en un negocio, causándole una profunda decepción (es el detonante), y se activa la chispa que incendia sus emociones. El resultado siempre es frustración, y el efecto de la frustración puede manifestarse de muchas maneras, algunas verdaderamente trágicas e inimaginables.

De ninguna manera pretendemos simplificar la realidad, este artículo solo tiene el propósito de ilustrar la influencia que tienen los estímulos y las respuestas, las acciones y reacciones en la vida de las personas, para tomar conciencia de su impacto en nuestra motivación y en nuestras relaciones humanas, así como en las consecuencias por nuestras acciones u omisiones.

Carga explosiva

Como dijimos, para que un detonante funcione tiene que haber una carga explosiva. Los factores subyacentes primero tienen que acumular suficiente poder como para convertirse en una bomba. El obstáculo cierra el paso a una consideración del asunto, y el poder efectivamente se acumula más y más, hasta tener suficiente carga explosiva. Es así como una frustración insignificante, es decir, algo que a un observador casual pudiera parecerle una tontería, podría desencadenar una devastación. Cualquier ayuda que se hubiera podido ofrecer antes, hubiese llegado tarde, porque el obstáculo impidía que se notara la verdadera magnitud del problema.

Por ejemplo, tal como un tronco en la vía podría impedir el paso de la ambulanción que lleva un herido grave al hospital, el rencor dificulta la ayuda porque impide que nazca o rebrote el sentimiento de misericordia, de compañerismo o de comodidad. La desconfianza cierra herméticamente su alma como lo haría la compuerta de un submarino, bloqueando todas las entradas y salidas. En cambio,
si lograra cultivar pensamientos agradables, tendría una mejor disposición y recibiría la ayuda que tanto necesita, sus sentimientos de culpa se aliviarían y la vergüenza desaparecería. La persona se sentiría más cómoda con su consejero, perdonaría voluntariamente a sus ofensores o pediría perdón a quienes ofendió y el sentimiento de compañerismo le devolvería la esperanza de poder alcanzar al menos un pequeño éxito en el futuro.

Cerrarse uno al consejo, especialmente cuando ha sido claro y específico, es cerrarse a las posibilidades de mejorar uno su calidad de vida. Los sentimientos negativos seguirán acumulándose hasta que la tensión desgaste la tolerancia, haciendo explosionar la carga. El resultado puede convertirse en un abandono total del cuidado personal, en un divorcio, en la ruptura de los lazos familiares, en la idea de que todos son unos malditos o en cualquier decisión fatal.

Confianza, comodidad, compañerismo, perdón y éxito son las cosas que hay que procurar a toda costa cuando queremos eliminar el obstáculo que impide tratar un asunto, porque en la mayoría de los casos tienen el potencial de reducir la carga explosiva y allanar el camino a una consideración calmada del problema. Aunque la persona esté muy indispuesta, cualquier pequeño progreso le producirá un alivio.

Pensar en función de principios

El ejercicio de algunos principios que rigen las relaciones humanas provechosas fomentan esos sentimientos básicos, especialmente cuando expresamos claramente cuánto valoramos a la persona, les decimos cuán útiles son y cuánto las necesitamos.

Aislarse para rumiar el fracaso o cultivar sentimientos de rencor es egoísta y muy perjudicial. En cambio, ayuda mucho aprender a expresar afecto sincero y a sintonizar con los demás, porque el desempeño eficaz en las relaciones humanas propende al éxito en cualquier otro campo.

Si queremos que confíen en nosotros, confiemos primero en los demás. Si queremos que nos perdonen lo que hicimos, perdonemos primero a los que hicieron algo en contra nuestra. Si queremos tener compañeros de verdad, hagamos cosas que estimulen el compañerismo de los demás. Si queremos que los demás se sientan cómodos en nuestra presencia, esforcémonos por sentirnos cómodos nosotros mismos en su presencia. Si queremos salir de un estado de fracaso, ayudemos primero a otros a tener éxito.

Una actitud perdonadora estimula la confianza; la confianza estimula el compañerismo; el compañerismo estimula la comodidad, y la comodidad estimula la producción de todas las demás cualidades que llevan al éxito verdadero en lo que respecta a las relaciones humanas.

Jamás olvides que la carga explosiva
aumenta con el rencor, mientras que el perdón la desactiva. Si en algún momento identificas un factor subyacente arraigándose y creciendo en tu interior, elimina el obstáculo buscando ayuda experimentada, confiando y perdonando. Si permites que crezca el rencor, la explosión no te gustará. Eso fue lo que pasó con Caín y Abel.

Una salida para los sentimientos suicidas u homicidas radica en el perdón. Necesitamos perdonar desde lo más profundo del lecho marino de nuestro corazón para renovar nuestros deseos de vivir, es decir, perdonarnos a nosotros mismos, perdonar a los demás y sentir su perdón. El perdón es el antídoto que salva la vida de las personas, y el rencor, el veneno que las consume.

"Pero ¿cómo voy a perdonar algo así?", puede que alguien diga. Y es cierto. No es algo tan simple. Pero si vemos más allá del dolor y logramos discernir lo que resultó en el comportamiento de la otra persona, tal vez podríamos comprender por qué cierto sabio dijo: "¡Perdónalos! Porque no saben lo que hacen". En otras palabras, muchas personas hacen daño a otras sin saber por qué. Probablemente fueron víctimas ellas mismas de una niñez ausente, de la falta de misericordia de otros o del odio criminal de parte de alguien, todo lo cual quizás les causó un daño irreparable en su mente y corazón, produciéndoles un callo en la conciencia, matándolas en vida.

De modo que cualquier solución eficaz debe concentrarse en el amor. Sin rencor, todo se renueva, todo revive, todo regresa a su estado natural, las piezas encajan en su lugar, se nos cae la venda de los ojos y hallamos la respuesta o salida que estábamos buscando.

¡Siempre estamos a tiempo!

¡Sí! Al tiempo de escribir esto, se quitaron la vida en la Tierra unas 1300 personas por minuto debido a que ciertos obstáculos permitieron que factores subyacentes, íntimos e insondables crecieran hasta alcanzar un punto crítico y atroz. La tensión constante desgastó su capacidad mental para tolerar la desesperación y un detonador los hizo volar en pedazos. Si tan solo hubieran sabido...

Por eso, la próxima vez que contemples el lecho del mar, de un lago o de un río, piensa en tu íntimo e insondable corazón y evita cerrar tu mente como una compuerta de submarino. Siempre estarás a tiempo para hablar con alguien y sacar a luz aquello que te molesta, para dar atención a la carga explosiva del rencor, la cólera o la decepción a fin de desactivarla y dar cabida a un nuevo sentimiento, uno constructivo que te haga sentir bien. ¡Si! ¡Recuerda que siempre estás a tiempo!
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*Kay Redfield Jamison. Profesora de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins.
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