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El factor poder
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

El ejercicio del poder es un incentivo que seduce a la mayoría de los seres humanos en todos los estratos imaginables. Tan pronto como un recién nacido hace contacto con el mundo, ejerce poder con su llanto y no tolera menos que atención absoluta. Si bien es cierto que sus reclamos obedecen al instinto natural, con el tiempo y la experiencia se da cuenta de que puede asumir el control conscientemente. De modo que aprende a ejercer su autoridad de maneras cada vez más variadas. A veces sutilmente, a veces descaradamente. Por eso, en la medida en que tenga éxito, reforzará su convicción de que puede ascender aún más en la escala del poder; y en la medida en que fracase y se deje consumir por la frustración, se acomodará en el lugar más elevado posible, aunque esto signifique dejarse controlar por quienes logren acumular mayor poder.

La lucha por la vida en comunidad se convierte así en un afán incansable por llegar a lo que muchos consideran ‘la cima del poder’, y todos aceptan su complicidad en el uso de la crítica, la evaluación, el concurso, el debate, la contienda, la encuesta, la selección y toda forma de escrutinio para decidir quien ostentará el máximo galardón. El espíritu de competencia se convierte de esta manera en un instrumento de la mayoría para darse a sí misma la oportunidad de escoger, no a quien ejercerá más influencia sobre los demás, sino ante quiénes se verán forzados a someterse.

Desde el día que uno lanza su primer llanto, hasta que llega al tope de su influencia, uno pareciera vivir arrastrado por un río en la búsqueda de aprobación. Porque cuanto más aprobación acumula, tanto mayor poder ejercerá. Lamentablemente, para cuando se percate de la presencia del tornado de la crítica, el remolino está tan cerca que nada puede hacer por escapar a su atracción. En poco tiempo se ve inmerso en una sociedad de consumo que fomenta la rivalidad, donde solo parece posible aceptar el desafío y poner a prueba la medida de poder que otros le permiten ejercer. En las cárceles se vuelve el Infierno de Dante, porque bien pudiera depender de la mera fuerza física, el control sobre la cadena de corrupción, el dinero, la influencia sobre los que controlan la prisión u otra influencia dominante.

Dependiendo de las circunstancias, el niño ejerce poder sobre sus padres, los padres ejercen poder sobre los hijos, el maestro ejerce poder sobre los estudiantes, los estudiantes ejercen poder sobre el maestro, el director ejerce poder sobre el maestro, los maestros ejercen poder sobre el director, el cliente ejerce poder sobre el vendedor, el vendedor ejerce poder sobre el cliente, el piloto ejerce poder sobre los pasajeros, la Constitución ejerce poder sobre el juez, el juez ejerce poder sobre el acusado, el administrador ejerce poder sobre el portero, el portero ejerce poder sobre los que pasan por su puerta, y los que logran ingresar por su puerta acaban ejerciendo poder sobre el portero... Y la lista se dispara hasta el infinito. Poco a poco todos toman su posición en la feria de talentos según ejerzan alguna clase de influencia sobre los demás.

Si observas con cuidado, casi no existe lugar en el mundo donde no te topes con alguien que esté afanándose por asumir el control sobre alguien, procurando su aprobación o condicionando su aprobación al cumplimiento estricto de algún requisito caprichoso. Aunque los servicios higiénicos de un centro comercial queden a tres metros de donde te encuentres, y tengas unas enfermedad que te inste a ir pronto, alguien te dirá: "Lo siento, no puede cruzar por aquí. Tendrá que dar la vuelta por aquel camino". Algo tan simple, pero que significa ejercer poder. Como diría Karpman, 'todos en algún momento jugamos al perseguidor, la víctima o el defensor'.

Pregúntale al médico: "¿Qué efecto tendrá ese tratamiento en mi organismo?", y aunque por compromiso y conveniencia comercial te dé una explicación, sería excepcional que no pensara: "Usted no está en posición de discutir conmigo". Y si le dices que vas a buscar una segunda opinión, es muy probable que se sienta más que ofendido, porque le resulta intolerable no haber podido ejercer suficiente control sobre ti como para someter tu voluntad a la suya.

¿Y qué tiene que ver esto con la oratoria?

Cuando expones en público no puedes escapar a la influencia y los efectos del ejercicio del poder. Estés o no consciente de ello: o el auditorio ejerce poder sobre ti, o tú ejerces poder sobre el auditorio. O te aprueban o te desaprueban, o los apruebas o los desapruebas.

La mayoría de novatos abriga un punto de vista pasivo de la oratoria y concede todo el poder al auditorio, temiendo su desaprobación. Los oradores experimentados en cambio asumen un enfoque activo, entendiendo que son ellos los llamados a ejercer poder sobre sus oyentes, y que son ellos los que aprueban o desaprueban al auditorio, calificándolo de culto o inculto, anuente o renuente, educado o mal educado, sumiso o rebelde. El novato tiene miedo de la influencia de sus oyentes; el experimentado va decidido a influir sobre ellos.

De modo que el ejercicio del poder también puede reflejarse en las actitudes del orador. El auditorio percibe fácilmente quién influye sobre quién; y debido al innato afán por el poder, el público no cede, así porque sí, ni un milímetro su posición. Cualquier auditorio podría aplastar con su desaprobación a un orador inexperto y quitarle para siempre las ganas de volver a exponer en público; pero se dejará llevar de la mano, como un niño, por un orador experimentado que le regale un rato de espectáculo mezclado con instrucción de valor práctico.

Tomemos el ejemplo de un entrenador de ballenas. Nos quedamos asombrados de las piruetas que hace con el animal a pesar de su tamaño. Y pensamos: "Yo no me atrevería a hacer eso". Pero para él se resume a darle un bocado al final de cada ciclo de piruetas. Parece tan fácil. Si por casualidad cayéramos al agua, de seguro se nos helaría la sangre y haríamos un esfuerzo casi sobrehumano por saltar afuera cuanto antes. ¿Qué es lo que da tanta seguridad y confianza al entrenador? ¿Cómo le es posible controlar los movimientos de una bestia tan grande? ¿Cómo puede sentirse tan feliz de hacer eso? La respuesta es: Conocimiento exacto de la naturaleza del animal y una práctica constante del procedimiento correcto.

Algo similar puede decirse de tu experiencia exponiendo en público. En la medida que adquieras conocimiento exacto de tu propia naturaleza y la naturaleza de tu auditorio, así como del procedimiento correcto, el resultado será exactamente el mismo: Te sentirás feliz con cada experiencia, y comprenderás que todo se resume a darle una motivación al final de cada exposición.

Si no te das suficiente tiempo para leer y adquirir dicho conocimiento, y si no aplicas lo que aprendes, se te helará la sangre y harás cuanto esté a tu alcance para evitar la experiencia.

¿Cómo sobreponerte al rechazo interior?

El rechazo interior que te mueve a evadir la situación hunde sus raíces en el juego de aprobación/desaprobación que aprendiste a jugar inconscientemente desde la niñez. En la medida que conseguiste aprobación y desarrollaste tu propio estilo para conseguirla, en esa medida desarrollaste seguridad interior; y en la medida en que no la conseguiste, aprendiste que no tendrías control ni poder sobre cierta clase de personas, manteniéndote en el nivel de influencia que te concedieron. Algunas personas se sienten felices y realizadas cuando llegan a cierto grado en lo que consideran su escala de aprobación, y se mantienen en sujeción, pero a otras no les basta, sobre todo, si comprenden que su sueldo a fin de mes, o el cariño de su pareja o el respeto de ciertas personas depende de un desempeño eficaz. A nadie le gusta quedar desempleado, ser rechazado por sus seres queridos o que le falten el respeto.

Lamentablemente, en el juego aprobación/desaprobación, algunos que han alcanzado un elevado status de influencia y que están conscientes del poder que ejercen sobre cierto sector, obran despiadadamente, cual faraón egipcio o césar romano, procurando alcanzar sus propias metas y nada más que sus propias metas. No les interesa que haya muertos bajo el túnel. De hecho, solo se rodean de personas eficaces y sumisas que estén dispuestas a dar la vida a cambio de un ingreso seguro. Suena duro decirlo, pero es la realidad descarnada. El mundo promueve el espíritu de competencia basándose en una supuesta teoría de la evolución, que sostiene la filosofía de la supervivencia del más fuerte.

¿Es siempre una cuestión de fuerza?

Sin embargo, si hemos de tomar como válida la creencia en la supremacía del más fuerte, del más blanco o del más adinerado, terminaremos llevándonos una gran desilusión. Por ejemplo, cuando la fuerza no es el factor clave,  a veces hasta el león tiene que recurrir a la estrategia, combinar una emboscada con otros miembros de su especie. Cuando Adolf Hitler pretendió instaurar su reino de mil años por medio de intimidar a la humanidad por el uso de la fuerza, y comenzó a eliminar a la gente que no le agradaba, el mundo reaccionó y no le permitió seguir ascendiendo en la escala del poder. ¿Y qué decir del más adinerado? Muchos ricos se lamentan de no ser felices, porque su riqueza les ha impedido disfrutar de relaciones humanas estables y familias unidas y sanas. Algunos de sus hijos tal vez se hundan en el abismo de las drogas, o el divorcio oscurezca su realización personal, y por la noche tal vez no puedan dormir, porque sus competidores y herederos les han robado el sueño. De modo que la pregunta clave es: ¿La aprobación de quién buscas? La respuesta determinará de cuánta seguridad y fuerza dispones.

Si buscas la aprobación de otras personas, es decir, realizas tu trabajo a cambio de unas felicitaciones o un puñado de dinero, la ansiedad te terminará dominando. Mientras que si procuras tu propia aprobación, siempre tendrás motivo para alegrarte respecto de ti mismo solo y no en comparación con otra persona. De modo que tu punto de vista afecta tu poder para alcanzar satisfacción. Si tu satisfacción depende de la aprobación de los demás, siempre estarás sufriendo por ascender en la escala de la influencia, y si no lo logras, te devastará; pero si depende de ti, tu poder estará asegurado porque siempre lograrás influir en los demás.

De modo que generalmente no se trata de fuerza, sino de estrategia, de conocimiento exacto, de habilidad para influir en los demás. Y la oratoria es un arte que puede servirte para muchas cosas. Desgraciadamente, muchos la utilizan mal y se estrellan contra la multitud (como muchos caudillos modernos cuyas vidas han acabado condenadas a la vergüenza).

Por eso, es importante que dediques tiempo a analizar los principios y las técnicas dinámicas para hablar en público, porque así no solo incrementarás tu poder, sino que te sentirás más feliz por haber motivado al auditorio.

¿Cuestión de ser el mejor?

Con esto no quiero decir que tu meta debería ser alcanzar la cima del poder. De ninguna manera. Lo que quiero decir es que, mediante la aplicación correcta de los principios y las técnicas, podrás reunir nuevas razones para creer en ti mismo, en que sí es posible hacerlo muy bien y conseguir una aprobación razonable por ello. No es cuestión de ser el número uno, sino de convertirte en alguien que sabe decir las cosas y punto. Y créeme que no es poco, porque la mayoría no sabe hacerlo.

Llegar a dominar el arte de hablar en público realmente te catapultará hacia los niveles de poder necesarios para realizar bien tu trabajo, y con ello, ver el bien por todo tu duro trabajo.

No toda autoridad es mala, así como tampoco es incorrecto ejercer cierta influencia sobre los demás, con tal de usar el poder en apego a la ética. Los puestos de responsabilidad siempre serán necesarios para trabajar en equipo. Si tu escala de valores está torcida, te perjudicarás, pero si es derecha, harás un buen papel. Uno de los temores que sienten los novatos es, precisamente, ejercer control sobre los demás. Nunca lo han hecho, y piensan que, si con su oratoria logran hablar mejor que el jefe, algo malo sucederá en sus vidas. ¡Todo lo contrario! La gente siempre admira a aquellos que han desarrollado la habilidad para hablar en público.

Recuerdo que cuando mis amigos me preguntaban a qué me dedicaba, y les respondía "soy profesor", me menospreciaban. Pero entonces, cambié de respuesta a "soy conferenciante", y ahora exclamaban: "¡Ah, qué interesante!". Después se me ocurrió contestar: "Soy instructor de oratoria", y fue aplastante. Decían: "¡Ahhh! ¡Muy interesante!". Porque se daban cuenta de que yo me dedicaba a algo en lo cual ellos usualmente manifestaban una gran deficiencia.

De modo que no es una cuestión de ser el mejor, sino de simplemente hacer algo por lo cual puedas distinguirte de los demás. Ser exclusivamente TU. ¿Viste la película ganadora del Oscar "Una Mente Brillante", basada en la biografía del Premio Nobel en Ciencias Económicas, John Nash? En una escena, Nash dice: "Necesito descubrir una idea que sea realmente original. Solo así me voy a distinguir". Y no solo descubrió una idea extraordinaria, sino que, sin saberlo, se colocó en posición de recibir el Nobel de 1994. ¿Y quiénes lo ovacionaron? Todos aquellos sobre los que en el pasado no pudo ejercer ningún poder, porque de un modo u otro menospreciaban su forma de ser. Pero ahora él estaba ejerciendo una arrolladora influencia sobre ellos, y ellos se estaban dejando conducir por él.

Alcanzar la cima es solo la mitad del camino

Por lo tanto, aunque el ejercicio del poder sea un factor motivacional que seduzca a la mayoría, no debes permitir que tome el control de tu vida. Aprende a ejercer tu autoridad solamente en las facetas que domines; pero sobre todo, esfuérzate por aprender a dominar el arte de hablar en público, porque si tus actividades te exigirán tomar la palabra a menudo, debes adoptar un enfoque positivo y comenzar a hacer progresos en dicho campo. www.oratorianet.com ha sido diseñado para proveerte todo lo que básicamente necesitas para alcanzar niveles más altos de influencia sobre los demás... en el buen sentido de la expresión, y por ese medio, alcanzar la seguridad personal que tanto necesitas.

No es mi propósito inflar tu ego y engañarte para que te sientas en la cima del mundo, porque, como ya dije antes, estar en la cima no es lo que cuenta. De hecho, como todo montañista lo sabe por experiencia, llegar a la cima es solo la mitad del camino, porque a menos que tenga la habilidad para regresar al llano sano y salvo para contarlo, a nadie le importará.

Si dedicas tiempo a familiarizarte con estas técnicas, y las aplicas en cada oportunidad, cada éxito reforzará tu convicción de que puedes hacerlo bien. La frustración no te consumirá, y los que te escuchen te permitirán motivarlos durante el tiempo que dure tu exposición.

En vez de preocuparte demasiado por el qué dirán, adapta a tu personalidad el método de Nash por medio de presentar siempre un enfoque realmente original. Te ganarás la aprobación de tus oyentes.

No permitas que el espíritu de competencia se convierta en un instrumento de la mayoría, ni te obsesiones por ejercer influencia sobre los demás o someterlos. Pero mantén a la vista el poder de un enfoque original, con el cual conseguirás el éxito que deseas. Ten presente que un día lanzaste tu primer llanto y aprendiste a arreglártelas para conseguir la atención de todos. Hoy no es cuestión de llorar ni patalear, pero sí de adquirir el conocimiento exacto acerca de la técnica de la oratoria, además de presentar siempre un enfoque interesante.

Sin fomentar rivalidades, acepta el desafío de poner a prueba, con una nueva manera de exponer, la medida de poder que los demás te permitan ejercer, por medio de procurar que todos salgan ganando.
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