Ten
presente que, aparte de ajustarse a la verdad, una respuesta correcta
se caracteriza por ir al grano, llegar en el mejor momento y estimular
tanto el intelecto como las emociones de quien la necesita. En este
artículo de Oratorianet.com me centro en esos cuatro detalles.
Veraz
Es
cierto que a veces una pregunta puede ser tan comprometedora que
pudiera someter a prueba tu honradez en circunstancias en las que decir
la verdad podría atraerte consecuencias desagradables. En todo
caso, tendrás que asumir tu responsabilidad. Decir la verdad es,
a la larga, menos doloroso que mentir. Si dices la verdad,
mantendrás una conciencia limpia y tranquila; y si mientes, no
solo la ensuciarás y afligirás, sino que tendrás
que enfrentar las consecuencias.
Por
supuesto hay quienes piensan que, en vez de decir la verdad y pasar un
mal rato, sería mejor tener la conciencia sucia y
esquivar consecuencias que de primera impresión se ven
desagradables, pero la realidad es que es imposible esquivar sus
efectos. Aparentemente, es más fácil mentir y esquivar el
bulto, pero no olvidemos un detalle: Una conciencia que entre en
conflicto puede convertirse en una tortura, aunque creamos que
podremos arreglárnosla y no nos atormentará
en el futuro. Porque tendremos que seguir mintiendo y haciendo cosas que
nos hundirán cada vez más en un lodazal mental y
emocional, y en las arenas movedizas de la opinión, la censura y la reprensión pública.
Obrar
incorrectamente a sabiendas, nos cobra, en algún momento, una
deuda más grande. Aunque parezca que no, todos pagamos un
precio. ¿Quién jamás
se ha escapado de las consecuencias atormentadoras de sus propias
acciones? Mejor es obrar rectamente desde el principio y evitar la
enorme molestia de elucubrar mil cambalaches para deshacer la
progresión geométrica de los problemas que
inevitablemente
nos acarrearemos. El malestar que puede sobrevenirnos por dar una
respuesta
veraz siempre resulta menor que el que podría provocar un
engaño egoísta, y nos ahorra diez mil problemas que
tendríamos que
resolver después para borrar las huellas (algo que a la
larga sería poco probable).
"¡Pero
es absurdo! -dirá alguien- Nadie negociaría, nadie
multiplicaría rápidamente sus números, nadie
ganaría juicios, nadie cometería adulterio, ni nadie se
saldría con la suya cuando quisiera". Y es cierto. solo que no
olvides que también hay quienes logran mucho éxito
en la vida
sin recurrir a la mentira. Por otro lado, sería estúpido
y contradictorio de mi parte sugerirte mentir, sabiendo que a la larga
sería peor. Además, este artículo trata,
precisamente, de
una característica de la respuesta correcta: La respuesta
correcta tiene que ser 'correcta', ¿estamos? (Sinónimos
de 'correcto' son 'exacto' y 'fiel').
Al grano
Consideramos absurdo y un abuso de poder por parte de un miembro del auditorio, quienquiera que sea, aprovechar la oportunidad que se le da para
hacer una pregunta al orador y, en vez de remitirse a la pregunta
específicamente, hacer un largo y aburrido discurso de 5, 10 o más
minutos como supuesto preámbulo para la pregunta, cuando de 30 o 45
segundos deberían ser más que suficientes para hacer cualquier pregunta.
El problema es que unos podrían considerarlo, no solo como un ampuloso y desvergonzado despliegue de egolatría que coarta el derecho de los demás participantes, sino como un descarado robo
de tiempo respecto al derecho que tienen los demás asistentes de hacer
sus propias preguntas. Otros tal vez consideren que robar tiempo de esa
manera podría ser un sutil y malintencionado sabotaje para impedir que
muchas personas intervengan con sus preguntas.
Malgastar
el tiempo haciendo extensos preámbulos antes de formular una pregunta
acusa una grave deficiencia de conocimientos sobre
oratoria, uno de cuyos principios implica respetar a los presentes.
En cambio, provocar una
respuesta concisa, breve y al grano mediante una pregunta igualmente
concisa, breve y al grano dará en el clavo de la necesidad de
información del auditorio. Por
supuesto, también depende de la manera como se presente la
pregunta.
Preguntas vagas o imprecisas rodeadas de largos preámbulos, podrían dar
lugar a respuestas igualmente vagas, imprecisas y cargadas de palabreo,
que solo desperdiciarían el tiempo de todos y demoraría la aplicación
de las soluciones.
A veces, algunos lectores han enviado a
Oratorianet.com preguntas tan enredadas e imprecisas que simplemente no hemos podido
responderlas aunque hubiésemos querido. Para que una
respuesta sea concisa, la pregunta ha de formularse con sentido
práctico. Es decir, la respuesta ha de ser útil,
fácil de entender y provechosa. Si te preguntan:
"¿Cuál es el hábitat de la vicuña?",
simplemente responde: "Los Andes." Si dices más, es palabreo.
Por
otro lado, hay que reconocer que
hay respuestas concisas que resultan imposibles de resumir, que
necesitan una explicación detallada, sobre todo cuando son
difíciles de discernir. Por ejemplo, un día asistí
a una conferencia y me senté en la primera fila. Cuando la
sesión estaba en curso, la persona que exponía me
señaló y me preguntó a boca de jarro: "Usted,
¿tiene hijos?". Lo miré, me paralicé por unos segundos, y respondí con
cierta confusión:
"Bueno... sí". Algunos rieron. Entonces, el orador añadió:
"¿Cuántos?". Volví a paralizarme unos segundos, y
luego dije titubeando: "Supongo que uno", y todo el auditorio no pudo
más de la risa. Entonces, el orador me preguntó: "¿Hombre o mujer?", y
le contesté rápidamente: "La verdad, no sé", y ya nadie cabía en su
asiento de las carcajadas.
Ante
su mirada de confusión, pedí la palabra y me
permitió dar una explicación. "Lo que ocurre -dije- es
que mi esposa está encinta de nuestro primer hijo y,
francamente, ignoramos si es hombre o mujer. Además, como la
criatura todavía está en el vientre, ignoro si usted es
de las personas que apoyan la idea de que solo se consideran "hijos" a
los que nacen. Es decir, ciertas personas creen que uno se convierte en
padre cuando la madre concibe a la criatura en el vientre, pero otros,
cuando el hijo nace. Yo considero que actualmente soy padre, pero no
sé cómo lo entiende usted. Por eso dije: 'No sé'."
Y más de uno se rascó la cabeza. Fue una respuesta muy
poco concisa, aunque pude responderla con dos palabras.
Oportuna
Una
respuesta es oportuna cuando se expresa en un momento adecuado. Si
es inoportuna, puede incomodar y hasta causar muchos problemas,
porque toma por sorpresa a las personas que estén poco
dispuestas a recibirla.
Por
ejemplo, cuando mi hermano Enrique falleció, mi madre estaba muy
mal del corazón. El médico había advertido
la familia que una fuerte impresión podría causarle un
infarto. ¿Qué haríamos? ¿Le daríamos
la noticia? ¿Se la ocultaríamos? Basándome en el
derecho que ella tenía de saberlo, propuse preguntarle a ella
misma si quería saberlo. Cuando le llegó una carta de
otro de mis hermanos, aproveché para preguntarle de manera
aparentemente casual: "Mamá, ¿qué pasaría
si yo viajara al extranjero y después de un tiempo me muriera?
¿Te gustaría saberlo, teniendo en cuenta que la noticia
podría matarte? ¿O preferirías que nadie te la
diera?". Ella reflexionó por un momento y preguntó:
"¿La noticia podría matarme?". Le dije: "Sí". Ella
respondió: "Francamente, preferiría no saberlo y creer
que sigues vivo".
Por
lo tanto, decidimos callar. Cada vez que nos decía: "Tu hermano
parece haberse olvidado de mí. Antes me escribía por lo
menos una vez al mes", le decíamos: "Todos cambian", "Algo le
estará impidiendo escribir", "Deja de preocuparte", "De repente
está en otra dirección, mejor envíale las cartas a
la dirección de Carmela (otra hermana)", "A veces uno tiene
pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido", "Dale
tiempo".
Aunque
nunca le dimos la noticia hasta el día de su muerte, que
acaeció unos diez años después, tampoco tuvimos
que mentirle ni una sola vez diciéndole cosas como: "Está
bien", "Te mandó saludos" o cosa parecida. Siempre le dijimos la
verdad: "Todos cambian (ahora está muerto)", "Algo le
estará impidiendo escribir (ningún muerto puede
escribir)", "Deja de preocuparte (ya nadie puede hacer nada por
él)", "De repente está en otra dirección (en el
cementerio), mejor envíale las cartas a la dirección de
Carmela (porque si las devuelve el correo, podrías darte
cuenta)", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando
se siente deprimido (cualquier persona puede dejar de escribir en
estado de depresión)", "Dale tiempo (mucho tiempo)".
Estimulante
Aunque
muchos piensan que una respuesta correcta es simplemente una o
más palabras que responden una pregunta, en realidad, una
respuesta correcta también debería estimular el
pensamiento y animar a razonar.
Por
ejemplo, cuando yo tenía unos quince años de edad le
pedí dinero prestado a mi madre para comprar algunos
artículos que necesitaba en mi taller de encuadernación.
Ella me impuso la condición de devolvérselo dos semanas
después. Lamentablemente, después de unos días
necesité un poco más de dinero y fui a pedírselo,
dando por sentado que también me los daría. Pero fue
grande mi sorpresa cuando me dijo, sin inmutarse:
"¿Cuánto me pediste la vez pasada?". Respondí:
"Tanto", y ella añadió: "¿Y ahora cuánto
quieres?", y dije: "Tanto". Y concluyó: "Coge de lo que me
debías, te lo regalo. Solo recuerda que en dos semanas me los
devuelves", y siguió tejiendo.
Fruncí
el ceño, moví los ojos hacia todos lados y me
retiré silencioso, completamente abrumado. Entré a mi
habitación y tomé asiento para reflexionar en la
respuesta. Me tomó varios minutos recuperarme del impacto
intelectual que causó en mi cerebro. Me había dicho que,
para el nuevo préstamo, tomara dinero del que le debía
del primer préstamo. Mmmm, me demoré para captar el
punto. Ella me dijo en realidad : "Deja de tomarme el pelo. Primero
devuélveme lo que me pediste la vez pasada, y no te quejes,
porque el primer préstamo te lo estoy regalando". Fue una de las
lecciones más grandes que recibí en mi vida acerca del
respeto hacia el dinero ajeno.
Por eso, para dar una respuesta correcta, habla de manera veraz, concisa, oportuna y estimulante.