Cómo dar una respuesta correcta
Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Ten presente que, aparte de ajustarse a la verdad, una respuesta correcta se caracteriza por ir al grano, llegar en el mejor momento y estimular tanto el intelecto como las emociones de quien la necesita. En este artículo de Oratorianet.com me centro en esos cuatro detalles.

Veraz

Es cierto que a veces una pregunta puede ser tan comprometedora que pudiera someter a prueba tu honradez en circunstancias en las que decir la verdad podría atraerte consecuencias desagradables. En todo caso, tendrás que asumir tu responsabilidad. Decir la verdad es, a la larga, menos doloroso que mentir. Si dices la verdad, mantendrás una conciencia limpia y tranquila; y si mientes, no solo la ensuciarás y afligirás, sino que tendrás que enfrentar las consecuencias.

Por supuesto hay quienes piensan que, en vez de decir la verdad y pasar un mal rato, sería mejor tener la conciencia sucia y esquivar consecuencias que de primera impresión se ven desagradables, pero la realidad es que es imposible esquivar sus efectos. Aparentemente, es más fácil mentir y esquivar el bulto, pero no olvidemos un detalle: Una conciencia que entre en conflicto puede convertirse en una tortura, aunque creamos que podremos arreglárnosla y no nos atormentará en el futuro. Porque tendremos que seguir mintiendo y haciendo cosas que nos hundirán cada vez más en un lodazal mental y emocional, y en las arenas movedizas de la opinión, la censura y la reprensión pública.

Obrar incorrectamente a sabiendas, nos cobra, en algún momento, una deuda más grande. Aunque parezca que no, todos pagamos un precio. ¿Quién jamás se ha escapado de las consecuencias atormentadoras de sus propias acciones? Mejor es obrar rectamente desde el principio y evitar la enorme molestia de elucubrar mil cambalaches para deshacer la progresión geométrica de los problemas que inevitablemente nos acarrearemos. El malestar que puede sobrevenirnos por dar una respuesta veraz siempre resulta menor que el que podría provocar un engaño egoísta, y nos ahorra diez mil problemas que tendríamos que resolver después para borrar las huellas (algo que a la larga sería poco probable).

"¡Pero es absurdo! -dirá alguien- Nadie negociaría, nadie multiplicaría rápidamente sus números, nadie ganaría juicios, nadie cometería adulterio, ni nadie se saldría con la suya cuando quisiera". Y es cierto. solo que no olvides que también hay quienes logran mucho éxito en la vida sin recurrir a la mentira. Por otro lado, sería estúpido y contradictorio de mi parte sugerirte mentir, sabiendo que a la larga sería peor. Además, este artículo trata, precisamente, de una característica de la respuesta correcta: La respuesta correcta tiene que ser 'correcta', ¿estamos? (Sinónimos de 'correcto' son 'exacto' y 'fiel').

Al grano

Consideramos absurdo y un abuso de poder por parte de un miembro del auditorio, quienquiera que sea, aprovechar la oportunidad que se le da para hacer una pregunta al orador y, en vez de remitirse a la pregunta específicamente, hacer un largo y aburrido discurso de 5, 10 o más minutos como supuesto preámbulo para la pregunta, cuando de 30 o 45 segundos deberían ser más que suficientes para hacer cualquier pregunta.

El problema es que unos podrían considerarlo, no solo 
como un ampuloso y desvergonzado despliegue de egolatría que coarta el derecho de los demás participantes, sino como un descarado robo de tiempo respecto al derecho que tienen los demás asistentes de hacer sus propias preguntas. Otros tal vez consideren que robar tiempo de esa manera podría ser un sutil y malintencionado sabotaje para impedir que muchas personas intervengan con sus preguntas.

Malgastar el tiempo haciendo extensos preámbulos antes de formular una pregunta acusa una grave deficiencia de conocimientos sobre oratoria, uno de cuyos principios implica respetar a los presentes.

En cambio, provocar una respuesta concisa, breve y al grano mediante una pregunta igualmente concisa, breve y al grano dará en el clavo de la necesidad de información del auditorio. Por supuesto, también depende de la manera como se presente la pregunta.

Preguntas vagas o imprecisas rodeadas de largos preámbulos, podrían dar lugar a respuestas igualmente vagas, imprecisas y cargadas de palabreo, que solo desperdiciarían el tiempo de todos y demoraría la aplicación de las soluciones.

A veces, algunos lectores han enviado a Oratorianet.com preguntas tan enredadas e imprecisas que simplemente no hemos podido responderlas aunque hubiésemos querido. Para que una respuesta sea concisa, la pregunta ha de formularse con sentido práctico. Es decir, la respuesta ha de ser útil, fácil de entender y provechosa. Si te preguntan: "¿Cuál es el hábitat de la vicuña?", simplemente responde: "Los Andes." Si dices más, es palabreo.

Por otro lado, hay que reconocer que hay respuestas concisas que resultan imposibles de resumir, que necesitan una explicación detallada, sobre todo cuando son difíciles de discernir. Por ejemplo, un día asistí a una conferencia y me senté en la primera fila. Cuando la sesión estaba en curso, la persona que exponía me señaló y me preguntó a boca de jarro: "Usted, ¿tiene hijos?". Lo miré, me paralicé por unos segundos, y respondí con cierta confusión: "Bueno... sí". Algunos rieron. Entonces, el orador añadió: "¿Cuántos?". Volví a paralizarme unos segundos, y luego dije titubeando: "Supongo que uno", y todo el auditorio no pudo más de la risa. Entonces, el orador me preguntó: "¿Hombre o mujer?", y le contesté rápidamente: "La verdad, no sé", y ya nadie cabía en su asiento de las carcajadas.

Ante su mirada de confusión, pedí la palabra y me permitió dar una explicación. "Lo que ocurre -dije- es que mi esposa está encinta de nuestro primer hijo y, francamente, ignoramos si es hombre o mujer. Además, como la criatura todavía está en el vientre, ignoro si usted es de las personas que apoyan la idea de que solo se consideran "hijos" a los que nacen. Es decir, ciertas personas creen que uno se convierte en padre cuando la madre concibe a la criatura en el vientre, pero otros, cuando el hijo nace. Yo considero que actualmente soy padre, pero no sé cómo lo entiende usted. Por eso dije: 'No sé'." Y más de uno se rascó la cabeza. Fue una respuesta muy poco concisa, aunque pude responderla con dos palabras.

Oportuna

Una respuesta es oportuna cuando se expresa en un momento adecuado. Si es  inoportuna, puede incomodar y hasta causar muchos problemas, porque toma por sorpresa a las personas que estén poco dispuestas a recibirla.

Por ejemplo, cuando mi hermano Enrique falleció, mi madre estaba muy mal del corazón. El médico había advertido  la familia que una fuerte impresión podría causarle un infarto. ¿Qué haríamos? ¿Le daríamos la noticia? ¿Se la ocultaríamos? Basándome en el derecho que ella tenía de saberlo, propuse preguntarle a ella misma si quería saberlo. Cuando le llegó una carta de otro de mis hermanos, aproveché para preguntarle de manera aparentemente casual: "Mamá, ¿qué pasaría si yo viajara al extranjero y después de un tiempo me muriera? ¿Te gustaría saberlo, teniendo en cuenta que la noticia podría matarte? ¿O preferirías que nadie te la diera?". Ella reflexionó por un momento y preguntó: "¿La noticia podría matarme?". Le dije: "Sí". Ella respondió: "Francamente, preferiría no saberlo y creer que sigues vivo".

Por lo tanto, decidimos callar. Cada vez que nos decía: "Tu hermano parece haberse olvidado de mí. Antes me escribía por lo menos una vez al mes", le decíamos: "Todos cambian", "Algo le estará impidiendo escribir", "Deja de preocuparte", "De repente está en otra dirección, mejor envíale las cartas a la dirección de Carmela (otra hermana)", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido", "Dale tiempo".

Aunque nunca le dimos la noticia hasta el día de su muerte, que acaeció unos diez años después, tampoco tuvimos que mentirle ni una sola vez diciéndole cosas como: "Está bien", "Te mandó saludos" o cosa parecida. Siempre le dijimos la verdad: "Todos cambian (ahora está muerto)", "Algo le estará impidiendo escribir (ningún muerto puede escribir)", "Deja de preocuparte (ya nadie puede hacer nada por él)", "De repente está en otra dirección (en el cementerio), mejor envíale las cartas a la dirección de Carmela (porque si las devuelve el correo, podrías darte cuenta)", "A veces uno tiene pocas ganas de escribir, sobre todo cuando se siente deprimido (cualquier persona puede dejar de escribir en estado de depresión)", "Dale tiempo (mucho tiempo)".

Estimulante

Aunque muchos piensan que una respuesta correcta es simplemente una o más palabras que responden una pregunta, en realidad, una respuesta correcta también debería estimular el pensamiento y animar a razonar.

Por ejemplo, cuando yo tenía unos quince años de edad le pedí dinero prestado a mi madre para comprar algunos artículos que necesitaba en mi taller de encuadernación. Ella me impuso la condición de devolvérselo dos semanas después. Lamentablemente, después de unos días necesité un poco más de dinero y fui a pedírselo, dando por sentado que también me los daría. Pero fue grande mi sorpresa cuando me dijo, sin inmutarse: "¿Cuánto me pediste la vez pasada?". Respondí: "Tanto", y ella añadió: "¿Y ahora cuánto quieres?", y dije: "Tanto". Y concluyó: "Coge de lo que me debías, te lo regalo. Solo recuerda que en dos semanas me los devuelves", y siguió tejiendo.

Fruncí el ceño, moví los ojos hacia todos lados y me retiré silencioso, completamente abrumado. Entré a mi habitación y tomé asiento para reflexionar en la respuesta. Me tomó varios minutos recuperarme del impacto intelectual que causó en mi cerebro. Me había dicho que, para el nuevo préstamo, tomara dinero del que le debía del primer préstamo. Mmmm, me demoré para captar el punto. Ella me dijo en realidad : "Deja de tomarme el pelo. Primero devuélveme lo que me pediste la vez pasada, y no te quejes, porque el primer préstamo te lo estoy regalando". Fue una de las lecciones más grandes que recibí en mi vida acerca del respeto hacia el dinero ajeno.

Por eso, para dar una respuesta correcta, habla de manera veraz, concisa, oportuna y estimulante.
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