El crimen del fotógrafo
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Cada vez que miras un espejo, ¿qué ves? Parece una pregunta absurda, porque cuando te miras en un espejo, ves tu rostro, si se ve bien o mal. Entonces, juzgas o criticas tu imagen exterior y la reajustas para que vaya de acuerdo con tu personalidad o imagen interior. En otras palabras, y aunque suene raro decirlo, el espejo te sirve como punto de referencia de lo que crees que eres.

Un punto de referencia es un dato o señal que sirve para orientarnos y dirigirnos hacia una meta. Por ejemplo, si estás en un bosque, para no perderte, tal vez el río te sirva como punto de referencia, o la ubicación de un cerro, un árbol excepcionalmente grande u otro rasgo del paisaje; y si estás en el mar o en un desierto, probablemente prefieras valerte de una brújula, la posición del Sol o de las estrellas, porque si te pierdes, sabrás cómo volver o continuar tu camino. Igualmente, para peinarte o acicalarte, usas un punto de referencia: el espejo.

Los pilotos de aeronaves modernas usan sofisticados sistemas de navegación para orientarse y dirigir sus aviones por el cielo, y lo mismo podemos decir de los capitanes de barco para surcar los mares. Ellos reciben entrenamiento especial para orientarse mediante puntos de referencia naturales en caso de que los electrónicos fallen, como por ejemplo, cuando ocurre un accidente. También los comandos de las fuerzas armadas o las cuadrillas de rescate aprenden a orientarse por medios naturales.

Los padres, primeros orientadores

Para que los hijos se sientan más seguros, en Oratorianet.com enseñamos que una de las primeras cosas que un padre de familia responsable enseña a sus hijos es a orientarse a partir de puntos de referencia, para que sepan regresar a casa en caso de que se extravén. Por ejemplo, un árbol, una tienda, una colina, cierto edificio enorme, una casa de diseño particular u otro detalle característico de la zona. Aprender el camino de regreso a casa, así como saber en qué punto del planeta está parado, es un dato muy importante para el desarrollo de un niño. Cuando crezca y se aleje en bicicleta, diseñará y ramificará sus propias señales de orientación.Pero al igual que los puntos de referencia para llegar a cierto destino o regresar a casa, los hijos necesitan otra clase de señales en el camino en lo que respecta a dirigir sus vidas. ¿Cómo saber si están creciendo en la dirección correcta, en cuanto a si están reaccionando apropiadamente ante los estímulos que reciben? ¿Cómo saber si su personalidad va bien encaminada?

Un punto de referencia que los niños usan por naturaleza es el ejemplo de sus padres y otras figuras de autoridad, como sus abuelos, tíos, hermanos mayores y maestros. Ya se trate de ejemplos adecuados o inadecuados, los tienen en cuenta a medida que crecen. Por ejemplo, un niño toma muy en cuenta cada vez que su madre dice: "E[re]s igual a t[s]u padre", y una niña hace lo propio cuando oye decir: " E[re]s igual a t[s]u madre". Y lamentablemente, aunque esté recibiendo un ejemplo inadecuado, seguramente lo interpretará como "eso es lo que esperamos que seas", porque le han dicho que "es igual a", sobre todo si lleva el nombre del padre, madre, tío o abuelo. Tenderá con mayor razón a comportarse como esa persona, porque se identifica con ella.

Los fans de un gran artista tienden a ser como el artista; los subordinados de un capitán al que admiran tienden a ser como dicho capitán; los empleados de una compañía tienden a ser como el supervisor, administrador, gerente o dueño; los alumnos que admiran a un maestro tienden a ser como ese maestro. Es una cadena inexorable por la cual también los delincuentes tienden a ser cada vez peores, porque emulan al delincuente más avezado.

Los espejos, los apodos, los sobrenombres, los logros y las críticas son fuertes puntos de referencia para el desarrollo de la personalidad. Pero tal vez ninguno es tan influyente como una fotografía, ya esté bien o mal tomada.

Sed de identidad

Todo ser humano tiene una sed inherente de identidad. De hecho, el cerebro está diseñado para desarrollar una personalidad. Por lo tanto, un hijo está naturalmente alerta al comportamiento de sus padres y al de las personas que influyen en su vida. A medida que crece, aprende a imitar el comportamiento de otros niños, deportistas, artistas y hasta el de los personajes ficticios de los dibujos animados.

Hay padres que se escandalizan cuando ven cierta actitud particularmente violenta en sus hijos, pero no tienen en cuenta que ellos mismos permitieron que sus hijos vieran dibujos animados violentos o comedias donde primaba el humor negro. Ya de adultos, tal vez sea muy difícil erradicar de su personalidad rasgos profundamente arraigados y asimilados durante tan prolongado espacio de tiempo. Cuesta mucho trabajo razonar con alguien y persuadirlo de que siguió ejemplos inadecuados, sobre todo, si dicho comportamiento siempre le ganó el respeto de los demás niños de la escuela, o si sus compañeros lo ensalzaron a una posición de líder.

Una vez que los rasgos básicos quedan establecidos, el joven tiende a reforzarlos mediante variados puntos de referencia, como el espejo, sus sobrenombres y fotografías. ¿No has notado cómo algunas personas rehuyen salir en las fotos, como de una peste se tratara; y si logras convencerlas de posar, les cuesta mucho esbozar la más leve sonrisa? ¿Por qué?

Una razón es que les desagrada lo que ven en el espejo y en fotografías mal tomadas a lo largo de los años. Desaprueban, por decirlo así, que alguien conserve algo que a ellas mismas les ha resultado feo, irritante, molesto o incómodo. Temen que alguien en algún momento se ría de su imagen, de modo que prefieren abandonar el lugar o esconderse hasta que se hagan una cirugía, bajen de peso, enderecen sus dientes, vayan a la peluquería u otra excusa. En realidad, se desaprueban a sí mismas.

Pero ello no se debe a que realmente proyecten una imagen inadecuada de sí mismos, sino principalmente a que se han acostumbrado a salir mal en la foto, o a permitir que fotógrafos ineficientes e incompetentes les tomen fotografías que no mostraron su mejor ángulo, como por ejemplo, cuando les tomaron la fotografía para la licencia de conducir, el pasaporte u otro documento. En vez de lograr una imagen digna y presentable, el fotógrafo les dijo: "No sonría", como si mostrar una imagen positiva fuese un error. ¡Esa clase de fotógrafos están cometiendo un crimen! Porque ningún crimen es tan horrible como destruir la autoestima de una persona, ya que los efectos en su vida, debido a que la fotografía es un punto de referencia, serán correspondientes.

Por ejemplo, si tomamos una pésima fotografía a una persona cuya autoestima es débil, la hundiremos en la desolación, sobre todo si estuvo esforzándose por mejorar su personalidad. En vez de verse bien, se vería horrible y pudiera resultar en el peligroso detonante de una mala decisión, como dejarse vencer por la depresión u otra inclinación desagradable. El efecto que se causa es: "Para qué me esfuerzo por ser bonita si siempre voy a salir fea", "para qué me esfuerzo por bajar de peso si siempre se me va a ver gorda", "para qué sonrío, si siempre voy a salir mal en las fotos".

"Verse feo" es uno de los peores estímulos que podemos dar a alguien. Lamentablemente, en la gran mayoría de los casos NO SE DEBE A QUE LA PERSONA SEA FEA O TENGA UNA IMAGEN POBRE, SINO A QUE EL FOTÓGRAFO ES UN INEFICIENTE E INCOMPENTENTE QUE NO SABE EN QUÉ CONSISTE SU TRABAJO. ¡La clave está en buscar un fotógrafo profesional!

Desgraciadamente, las fotografías de algunos documentos oficiales no son tomadas por fotógrafos eficientes, que comprenden la importancia de proyectar una buena imagen, sino por simples empleados a quienes colocaron en el puesto de fotógrafo, diciéndoles que simplemente presionen el botón, lo que yo llamo "El clic de la muerte emocional".

Cuando renové mi último pasaporte, felizmente me tocó un empleado muy inteligente. Le dije: "Tengo que viajar al extranjero a dictar una conferencia de motivación. No puedo salir en la foto con cara de malo". Sonrió y me dijo: "Diga chis". Ambos nos reímos, y me sacó una buena fotografía. De modo que hay fotógrafos y "fotógrafos".

El fotógrafo criminal vs. el especialista

Aquí no hablamos de las fotografías espontáneas que se toman los amigos en cualquier momento usando una cámara digital o teléfono celular, sino de quienes están en el negocio de tomar fotografías y no parece importarles el impacto ni la trascendencia que sus fotografías tendrán en la vida de sus clientes.

Un crimen es un delito grave, y aunque en ningún lugar hallemos tipificado como crimen una fotografía mal tomada, para mí es una forma de crimen, porque al disparar, el fotógrafo graba el rostro de la persona. Esta, al verla, seguramente la tomará como punto de referencia de su imagen interior. Si la foto le resulta desagradable y contribuye de alguna manera a que se sienta emocionalmente frágil o susceptible, la persona se convencerá a sí misma de que simplemente 'es así', reforzando su rebajado concepto, lo cual puede perjudicar su desempeño, y con ello, todos sus éxitos, sus sueños y aspiraciones, tal vez culpando de sus fracasos a su triste imagen. En manos de un profesional, probablemente su concepto hubiera sido totalmente distinto. De hecho, cualquiera que necesita una buena foto, no se mete en cualquier lugar, como si se tratara de un asunto sin importancia, ¿verdad?

Por ejemplo, cierto joven envió varias cartas a cierta compañía solicitando una oportunidad de trabajo. El encargado que recibió las cartas notó un gran entusiasmo tras sus palabras y decidió contárselo al gerente, diciéndole que era necesario considerar que en un futuro cercano tal vez podrían contar con el apoyo de este joven, debido a que el negocio estaba creciendo y dando más trabajo. ¿Qué crees que respondió el gerente? "A ver, dejame ver su foto".

¿Por qué hizo eso el gerente? Porque sabía que una fotografía puede decir más que un currículum bien redactado. Si veía una foto bien tomada, podía entrever por lo menos una de dos cosas: Que el joven era realmente así, o que no era así, pero se esmeró por presentar su mejor imagen y buscó un buen fotógrafo. ¡Ambas cosas hablarían bien de su persona! Lógicamente, si hubiese sido mal tomada, a pesar de que el joven tenía buena presencia, tal vez el gerente se hubiera formado un concepto negativo. De esta manera, el fotógrafo le hubiera echado a perder la oportunidad de su vida. En eso también consiste el crimen del fotógrafo.

Si la persona cree que su imagen es la de un tonto al que solo contratarían en una funeraria de mala muerte, sin detenerse a reflexionar en que solo se trata de un hecho aislado, del pésimo trabajo de un fotógrafo incompetente, sin duda abrigará pensamientos tan negativos acerca de sí misma que en nada contribuirán a su desarrollo. Pocos insultos son tan hirientes como "eres feo[a]", ¡cuánto más si uno mismo está de acuerdo porque lo puede comprobar todos los días al ver su fotografía! Por eso, siempre recomiendo a los padres que, antes de tomar fotografías a sus hijos, esperen hasta que sonrían ampliamente, para conservar una imagen positiva que les sirva cuando crezcan, cuando se miren a sí mismos con dignidad y digan: "Ese(a) soy yo".

Cuando se graduaban las promociones de mi curso de Técnicas Dinámicas, les pedía a todos que tuvieran a la vista sus documentos de identidad y observaran su fotografía (uno de ellos más tarde confesó que solo había dicho que los había olvidado en casa porque pensó que todos la mirarían). Luego les explicaba que era un requisito fundamental que se reunieran en grupos y visitaran al señor Augusto Oshiro, de Foto Artist, y le dijeran: "Vengo de parte de Miguel Ángel Ruiz Orbegoso, del curso de oratoria".

Y Augusto, fotógrafo profesional competente, un especialista que sabe cómo una buena fotografía puede marcar un hito en el desarrollo de la personalidad, tenía órdenes mías de no disparar a menos que sonrieran mostrando los dientes. Y él, con todo el carisma, el entusiasmo y la paciencia que lo caracterizaban, sacaba una fotografía profesional de tamaño pasaporte a cada uno, sin poses artísticas ni exageraciones que dieran una falsa impresión, realzando su dignidad como personas, y además, les obsequiaba una de tamaño grande.

Cuando cada uno regresaba a recoger su fotografía, se quedaba pasmado, mirándola con extrañeza y preguntándose: "¿Soy yo?". Sencillamente, para muchos era la primera vez en su vida que veían lo que verdaderamente eran. En un instante se percataban de lo mucho que habían perdido creyendo que eran como las fotografías que veían en sus documentos, cuando en realidad, tenían un gran potencial. ¡Era un cambio radical en su modo de verse a sí mismos! Ya en clase, les decía sarcásticamente que no hubiera permitido poner en un diploma de mi curso una fotografía tomada por un "fotógrafo criminal".  Estas son solo algunas de las muchísimas fotos que Augusto les tomó a mis alumnos durante muchos años.


La importancia de un cambio de actitud mental

Tal como una fotografía mal tomada atrofia el desarrollo de la personalidad, una bien tomada causa un verdadero impacto en la imagen de uno mismo. Personalmente he sido testigo de cómo muchos modificaron el concepto que tenían de sí mismos a partir de una foto bien tomada. La foto no solo marcó un hito más en su vida, sino el inicio de una nueva relación consigo mismos y con los demás.

¡Qué desagradable me resulta tramitar un documento para el que me exigen tomarme la fotografía con un fotógrafo inepto! Así es como lidié con uno:

"Tome asiento", me dijo. "Gracias", contesté. "No se mueva... No sonría", añadió. Yo sequí sonriendo levemente, para que la imagen saliera con buena presencia. Entonces, me ordenó tajantemente: "¡No sonría!". A lo que respondí en tono de asombro: "Y ¿por qué no voy a sonreír? ¡Es mi cara! Tome la foto nomás. No se preocupe". Y me acosó, diciendo: "Lo siento, señor. La foto es sin sonrisa. Si no, vaya a tomársela a otra parte". Quedé estupefacto viendo su estrechez de miras. ¡Pero insistió tercamente en que yo no tenía derecho de esbozar una leve sonrisa!

Por eso le dije con firmeza, aunque respetuosamente: "¡Mi expresión es así! Si yo estuviera haciendo una mueca, lo aceptaría. El caso es que así es mi rostro. ¿Por qué tengo que poner otra cara? Por favor, tome la foto de una vez y terminemos con esto". A lo que me espetó con aires de ignorancia supina: "Lo siento, así no tomo la foto". El ambiente se cargó y le dije: "Mire, amigo, en ningún capítulo ni versículo de la Constitución Política del Estado le da a usted derecho de obligarme a ponerme serio. Su tarea es tomar una foto de mi rostro tal como es. ¿Por qué me obliga a poner cara de palo?". Y sencillamente insistió: "Entonces, no tomaré la foto.

¿Puede existir gente así? ¡Por supuesto!  Me recompuse y saqué mis conclusiones de la magnitud de la tarea  y la pérdida de tiempo y dinero que significaría demandarlo por impedirme sonreír en la foto (de hecho, sentaría un precedente judicial para Ripley). Y decidí bajar la guardia y dejar que me conectara un K.O. Puse cara de palo, y me tomó la foto más horrible de mi vida.  En realidad, se apoderó de mi cara e hizo lo que quiso.

Por eso, dándome cuenta del crimen (porque si me lo hizo a  mí, a cuántos niños no se los hará), suspiré en voz alta: "Disparando esa cámara, usted ocasiona más muertes que un pelotón de fusilamiento, porque mata la imagen de las personas. Usted tiene un problema de actitud que le convendría mejorar, amigo. ¡Vaya que si es terco!".

A estos llamo "fotógrafos criminales", porque contribuyen a perpetuar una idiosincrasia de tortugas. Voluntariosamente toman fotografías que desprestigian a sus clientes, ocasionándoles un daño irreparable a su autoimagen. Cada vez que estos miran su foto, creen que 'esa es su cara', y tienden a comportarse de acuerdo al estímulo que la imagen les sugiere. El crimen se ha consumado, y no hay policía que los meta presos.

Una forma de abuso infantil

El término "abuso infantil" también abarca los atentados contra la personalidad de los niños. Cualquier especialista en salud mental sabe lo importante que es para el desarrollo de la personalidad el que el niño se forme una imagen positiva de sí mismo. Pero un "fotógrafo criminal", que dispara su cámara como si se tratara de un pelotón de fusilamiento, contribuye a que los niños se formen una imagen triste de sí mismos, y que con el tiempo pierdan muchas oportunidades en la vida debido a 'creer' que su derecho a ser felices les ha sido denegado.

Por eso, si uno quiere que sus hijos crezcan sanos mentalmente,  con una imagen real de sí mismos, enseñémosles a sonreír en la foto, y expliquémosles que nunca se dejen embaucar por un "fotógrafo criminal". Digámosles que la verdad es que una fotografía mal tomada solo refleja la incompetencia del fotógrafo, no la de sí mismos, y que una imagen inadecuada dista mucho de lo que ellos verdaderamente son como personas. Es nuestro deber impedir que el niño se forme un mal concepto de sí mismo por causa de un pésimo trabajo fotográfico.

Invierte un poco en una buena foto, aunque fuera una sola vez en la vida, y concédeles a tus hijos la oportunidad de creer que son mejores que sus fotografías. Impide que tomen como puntos de referencia una foto tomada por un fotógrafo incompetente.

Exige una buena foto

En cierta ocasión pagué por adelantado una fotografía. Estaba muy apurado, y me metí en el primer estudio que encontré al paso. Cuando tomé asiento, el 'fotógrafo' me ordenó: "No sonría". Acto seguido, aunque le sonó extraño, le dije: "¿Qué! Por favor, espere. Ya no deseo tomarme la foto aquí. Sea tan amable de devolverme mi dinero. Si usted toma fotografías tristes, mejor busco otro fotógrafo".

Mi reacción lo hizo reflexionar, porque sonrió y me dijo: "Está bien. No se preocupe. Le tomaré la foto sonriendo". Lamentablemente, insistí: "Disculpe. Por favor, devuélvame mi dinero. Ya no deseo tomarme la foto aquí. Verá, una fotografía es una obra de arte, y su actitud me demuestra que el trabajo va a salir mal. Esta fotografía es muy importante, y necesito un trabajo profesional". Y me retiré.

En realidad, tú y yo sabemos que pude habérmela tomado, solo que quise enseñarle una lección para el resto de su vida, porque con esa actitud ocasiona mucho daño, especialmente a los niños. Les entrega una imagen que les sirve como punto de referencia por el resto de sus vidas. ¿Es eso justo? Por otro lado, ni te imagines que ando haciendo eso con todos los fotógrafos.

Tal como el ejemplo que ofrecen los padres es un punto de referencia muy importante en la vida de sus hijos, una fotografía dice mucho acerca de ellos mismos, y se convierte en un punto de referencia que puede servirles para orientarse adecuadamente a lo largo del desarrollo de su personalidad, o para desviarse y suponer equivocadamente que el éxito les está vedado.

Ninguna mujer es fea

Una vez leí en un importante manual de desarrollo de la personalidad que solo es fea la persona que ignora cómo arreglarse adecuadamente. Y es cierto. Generalmente una persona se considera fea cuando sus puntos de referencia han sido inadecuados a lo largo de su desarrollo. Tal vez recibió un ejemplo inadecuado acerca del arreglo personal; o dejó que la afectaran algunos apodos y bromas denigrantes que la habían el centro de la atención en la escuela... ¡o le tomaron malas fotografías fotógrafos incompetentes que siempre captaron su peor ángulo, contribuyendo así al impacto emocional en su pobre autovaloración! Esas son las cosas que afean a una persona.

Algunos programas de televisión sacan el jugo a esta carencia, y literalmente transforman a hombres y mujeres convenciéndolos de que realmente tienen mejores ángulos que exponer. El resultado es una nueva imagen física de sí mismos, lo que contribuye mucho a que comiencen a trabajar por una imagen interior.

En la revista Micasa (www.micasa@casinelli.com) leí una leyenda de la India. Había una vez un ratón miedoso que pidió a un mago que lo ayudara. El mago aceptó y ¡puf! lo convirtió en gato. Pero cuando se encontró con un perro, le dio tanto miedo que le suplicó que lo conviertiera en perro. De modo que el mago, ¡puf!, lo convirtió en perro. Mas cuando se encontró con un tigre, le dio más miedo, y le rogó que lo convirtiera en tigre, y ¡puf! lo convirtió en tigre. De repente se encontró cara a cara con un cazador y entró en pánico. Entonces le pidió que lo convirtiera en cazador, pero esta vez el mago le dijo: "Te convertí en gato, en perro y en tigre, pero no hiciste nada por cambiar de corazón; mantuviste el corazón de ratón. De modo que ¡puf! regresas a ratón." El Dr. Maxwell Maltz, eminente psicólogo y cirujano plástico, autor de Principios de Psicocibernética, dice que hizo muchas cirugías a personas horriblemente desfiguradas, pero que solo tenían éxito las que también se hacían una cirugía en el alma, para cambiar de actitud.

Solo es fea la persona que tiene una mala actitud e ignora cómo arreglarse, aquella que se ha convencido a sí misma, equivocadamente, de que carece de oportunidades en la vida; aquella que se mira en un espejo y solo ve una imagen pobre de sí misma; aquella que sigue creyendo que cualquiera que empuña una cámara es un fotógrafo. Nada más falso. Cuando resulta en matar la autovaloración y contribuir a la destrucción de la imagen de las personas, una cámara de fotos puede convertirse en un instrumento criminal.

Muchas personas invierten ingentes cantidades de dinero en maquillajes costosos y cirugías plásticas, pero no hacen nada con su carácter, que es lo que, a fin de cuentas, determina su imagen. Por otro lado, muchos invierten unos centavos en una fotografía mal tomada, que las deja marcados de por vida, creyendo que así como salieron en la foto, así son y deberán seguir siendo siempre.

Por eso, si tu fotógrafo parece tener una actitud pesimista, huye de él y búscate uno que te levante la autoestima. Porque si quieres desarrollar tu personalidad, necesitas puntos de referencia que te lleven en la dirección adecuada, es decir, ejemplos vivos que te impulsen a ser una mejor persona cada día.

Es cierto que hay muy buenos fotógrafos que que a veces se topan con clientes que por más que los estimulan, ponen cara de caballo. No nos referimos a estos, sino a los fotógrafos incompetentes, a los que cultivan una actitud pasiva, pesimista o negativa de la vida (aquellos que nunca sonríen y que, , para hacer clic, siempre esperan hasta que la persona deja de sonreír).

¿Y qué dirán los fotógrafos que lean este artículo?

"¡Qué malo este señor! Mira lo que está hablando de nosotros." Pero a lo largo del artículo he repetido muchas veces que no me he referido a todos los fotógrafos, sino solo a los incompetentes.

Por eso, busca un fotógrafo competente y quédate con él. No lo cambies. Pasa la voz. Recomiéndalo a tus amigos. Es como oro en polvo. Cada mañana, al despertar, te mirarás en el espejo sonriendo y dirás: "¡Ahí voy otra vez!", y enfrentarás la vida con éxito, con una imagen siempre renovada, con un punto de vista optimista acerca de tu verdadera imagen y tus verdaderas oportunidades! ¡Sí! Tómate una buena foto con un fotógrafo responsable.
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