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Cómo retoñar y triunfar
Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
Del libro Sugerencias Para Aprender a Exponer en Público

Cuando vemos un árbol enorme, generalmente nos concentramos en el tronco y la copa. Rara vez reparamos en sus enormes raíces y en los nutrientes del terreno que mantienen su vida y lo sostienen recto. Y cuando observamos una montaña nevada sucede algo parecido. Solo vemos lo que sobresale a la vista. Sus profundidades son un misterio. Por ejemplo, a veces miramos pasmados en algún documental de la televisión el fuego incandescente de un volcán cuando hace erupción; solo entonces nos percatamos del increíble poder que yace bajo el suelo.

En sentido figurado nosotros también somos como árboles y montañas, porque tenemos 'raíces formativas' que nos confieren estabilidad y capacidades especiales. Los demás solo ven 'la copa', es decir, lo que aparece a los ojos. Desconocen toda la carga de experiencia y motivación que llevamos dentro, lo que fuimos en el pasado, de quiénes descendemos, cómo fuimos criados y todo lo que nos costó convertirnos en personas.

Por ejemplo, tal vez leamos la biografía de una persona extraordinaria que triunfó en la vida gracias a los consejos de su madre. ¿Y qué se dice acerca de la madre? Poco o casi nada. Probablemente fue una modesta ama de casa. Y es frecuente enterarnos del éxito alcanzado por ciertos famosos personajes de la historia que comenzaron aun en la pobreza extrema. Además, ni qué decir de los miles de héroes anónimos de todos los días. ¿Qué sabemos de su vida y de sus raíces?

Nota lo que ocurrió con cierto joven dibujante cuando presentó unos modestos personajes al editor de un importante medio de comunicación. El ejecutivo evaluó sus trazos con falta de entusiasmo, recomendándole: "Hijo, mejor dedícate a otra cosa". El muchacho era nada menos que Walt Disney en ciernes. ¿Le dolió que lo calificaran de mediocre? Es muy probable, sobre todo, porque estaba cansado de fracasar. ¡Lo importante era que perseveró, y cierto día dibujó a Mickey Mouse! ¿Influyeron sus raíces en su determinación a seguir adelante a pesar del rechazo de que fue objeto? Sin duda.

En otro lugar, en la segunda década del siglo veinte, un catedrático universitario acostumbraba decir a su hijo: "Es imposible meter en tu cabeza siquiera un poco de sentido de los negocios". El joven, Dewitt Wallace, había renunciado a la universidad en dos ocasiones y su padre pensaba que era un fracaso administrando el dinero. Cuando Dewitt falleció, en 1987, viejo y satisfecho de vivir, había amasado una fortuna personal de 500 millones de dólares gracias a su gran habilidad para los negocios. Dewitt Wallace fue el creador y fundador de la revista Selecciones del Reader's Digest. ¿Por qué siguió adelante a pesar de que su padre tenía un concepto negativo sobre su manera de vivir la vida? Sus raíces tuvieron mucho que ver.  

El caso de estos mal denominados "mediocres" y "fracasados" nos enseña lo absurdo y precipitado de menospreciar a los que comienzan, a los inexpertos, a los desempleados o a los que carecen de un abultado currículum. La verdad es que, ves tras vez, la historia nos enseña que el éxito trasciende la edad y los juicios, la burla y la decepción, la condición social o económica, las pequeñeces o la mediocridad. Y no pocas veces los comienzos pequeños han sido determinantes para la consecución de metas significativas en la vida de algunos. ¿No empezaron muchos fundadores de grandes empresas en el garage de una casa? Pregúntese, ¿qué es lo que realmente busca la gente? ¿Trabajo? ¿Dinero? ¿Comida? ¿Ropa? ¿Techo? ¿Pareja? ¿Familia? En realidad, solo busca paz y seguridad, afecto y compañerismo, afianzarse en sus raíces y desarrollar y producir.

Por eso, aunque para la mayoría de los observadores casuales las raíces tienen poca importancia, sí la tienen para la persona misma. Por ejemplo, con el paso de los años, muchos huérfanos aceptan su condición de abandono; otros hurgan en su pasado y escarban su historia hasta averiguarlo todo, dónde nacieron, de dónde vinieron y quiénes fueron sus padres. Igualmente, en el ámbito social podríamos decir que, así como las raíces sostienen y nutren a los árboles, la historia nutre a la humanidad.

Ahora bien, imagine que alguien invierte todos los ahorros de su vida comprando un automóvil caro y lo utiliza para transportar estiércol. ¿Diría usted que hubiera sido mejor invertirlos en un camión? O imagine que un millonario sigue usando, año tras año, su mismo viejo automóvil. Tal vez usted piense que ya es tiempo de comprarse uno último modelo.

He hablado de raíces, árboles, montañas, huérfanos, dinero y automóviles para ilustrar la personalidad, porque somos el resultado de lo que hemos acumulado en nuestro interior durante muchos años. Hemos cultivado cualidades. De modo que así como podemos buscar nuestras raíces para completar la imagen de lo que creemos que somos, también podemos reflexionar detenidamente en la clase de frutos que estamos cosechando en la época presente. Porque provenimos de nuestras raíces en sentido individual y colectivo. ¿Pero qué hacemos al respecto?

Si en algún tiempo creíste que serías incapaz de exponer ante un auditorio, seguirás sintiéndote así hasta que abras una puerta de oportunidad al crecimiento de tu autovaloración y mejores tu imagen interior. Porque lo importante es lo que haces hoy, lo cual da lugar a lo que los demás piensan de ti. Eso fortalece tu imagen en sentido positivo o negativo.

En vez de pensar "qué pensará de mí el auditorio", como si todos los auditorios predeterminaran sus sentimientos para con los oradores (una mala predisposición), piensa: "¿qué haré para causar que el auditorio hable bien de mí?". En realidad, el resultado depende de que origines, provoques y produzcas una impresión adecuada. Lo que hagas, eso es lo que el auditorio pensará de ti. Porque, a fin de cuentas, el público se forma un concepto por la imagen que transmites cuando te pones de pie, abres la boca y entregas el  mensaje. Cuando expones, la gente juzga la exposición. Hasta cierto punto, tú eres quien produce el efecto de acogida o rechazo. ¡De modo que tú puedes controlar la reacción! Lo que fuiste en el pasado, la clase de padres que tuviste, tus raíces, tu currículum o tus recomendaciones son aspectos secundarios. Lo importante es la exposición, lo que tus oyentes vean y oigan en ese momento. Por eso, concéntrate en ello positivamente.

He aquí algunas sugerencias que pueden ayudarte a producir una buena reacción en el auditorio y a comenzar a ver tus exposiciones desde una óptica más constructiva:

1. Fabrica la idea

Al acostarte, siembra un pensamiento en tu mente y corazón, y al despertar, cosecha un fruto maduro, es decir, una idea capaz de despertar sentimientos profundos y conceptos interesantes en tus oyentes. Y si a última hora se te ocurre una idea aún más interesante, anótala cuidadosamente. Tal vez sea 'la idea que estabas buscando'.

2. Apasiónate imaginando el beneficio

Fija tu atención en el objetivo. Imagina que ya llegaste a tu meta. Imagina que la exposición ha terminado y el auditorio dice: "¡Gracias! ¡Es exactamente lo que necesitaba oír! ¡Nadie me lo pudo explicar mejor! ¡Ahora entiendo todo más claro! ¡Gracias!".

3. Infunde ánimo y valor

Comunica todo el poder y la fuerza de fus puntos de vista como si los injertaras en el tallo del poder y la fuerza que hay en el auditorio. Siente que el público y tú se convierten en un solo árbol, uno más fuerte y productivo. Piensa en esto: Si se dice que "dos cabezas piensan mejor que una", ¿cómo será el resultado de que cien que piensen como una? Imagina que tu idea es como la luz del sol, y tu palabra, como una lupa. Concentra el calor en el auditorio y muévelo a acción.

4. Aprovecha lo poco que tengas

Explota tu talento, iniciativa, intuición, ingenio, percepción, sueño, chispa, gracia y encanto. Es irrelevante que tus recursos sean pocos. Por ejemplo, cuando el fenómeno El Niño asoló cierta zona del norte del Perú, cuando todos quedaron incomunicados y sin alternativas, surgió un hombre que tuvo una gran idea: "Aunque estoy en desgracia", pensó, "tengo dos piernas muy fuertes". Y cargó en sus lomos a muchas personas, una tras otra, a través del río, cobrando una propina que luego formalizó en una tarifa. Después apareció otro hombre, uno de baja estatura, a quien se le ocurrió otra cosa: "Aunque tengo baja estatura, tengo un gran cerebro". Reunió a varios hombres fuertes que carecían de iniciativa y les preguntó: "¿Quieren ganarse una propina?", y los aquijoneó hasta persuadirlos a pasar a las personas sobre sus lomos. Redujo la tarifa del primer hombre y consiguió unos ingresos nada despreciables. ¡Lo importante es que. aunque estaba en deventaja, se le ocurrió una gran idea, la llevó a la práctica y se demostró a sí mismo que la estatura no era un problema.!

5. Sal y conversa con alguien

Si por tu cuenta te resulta difícil hallar una idea, sal, conversa con otras personas y pesca la idea cuando aparezca. Porque si es patente que estás atollado, perderás tiempo si continúas aislándote, yendo por tu cuenta. Busca ayuda y la idea vendrá a ti. En cierta ocasión, una pareja sufrió un grave revés económico. Como el esposo regresaba a casa día tras día sin dinero, su esposa salió a buscar un empleo. En el camino, una amiga se le cruzó: "¿Y qué harás?", preguntó. "Careces de experiencia y capacitación académica, ¿quién te contratará? Lo único que sabes hacer es empaquetar regalos". ¡Fue una gran idea! Actualmente es dueña de una empresa de servicios dedicada exclusivamente a empaquetar regalos. Las compañías más importantes de su país recurren a ella.

Si otrora fuiste un gran profesional y de un momento a otro te derrumbaste por causa de la presión y las dificultades; o si sientes que desperdiciaste tu vida y eres un Don Nadie sin respaldo; o si en algún momento flaqueaste y perdiste fuerzas, de modo que te pareció muy difícil seguir por tu cuenta, reduce tu nivel de orgullo y acepta la ayuda que te ofrezca la vida. En algún momento se cruzará en tu camino alguien que te dará una mano para trasladar tu montaña. A todo el mundo le ocurre. Solo mantén abiertos los ojos y oídos cuando surja "la idea".

Cierto profesional cayó en desgracia y descargó su frustración sobre su hermana, una mujer nerviosa y tímida. Durante años la maltrató física y emocionalmente, aun escupiéndola en el rostro, diciéndole que era una fracasada e inútil. La madre, en vez de levantarle la moral, la denigraba como si fuera el patito feo de la familia. Sin embargo, aunque cojeaba y avanzaba con dificultad, ella atendía las necesidades de su madre, y después caminaba tres veces por semana hasta una iglesia que quedaba a unos dos kilómetros de su casa. Allí se encontraba con sus amigas y pasaba agradables momentos hablando de sus creencias, luego salían a recorrer a pie el vecindario para hacer obras de caridad. Con todo, ella les decía: "Soy una mujer feliz y estoy agradecida a la vida por tener amigas como ustedes". Y como tenía por costumbre escribirles cartas muy bonitas, todas exclamaban agradecidas: "Eres una gran escritora. Tus cartas nos estimulan mucho. Tienes un gran don". Ella enfrentaba su situación con madurez y trasladaba montañas todos los días. Si su hermano le hubiera pedido sugerencias en vez de torturarla, tal vez ella lo hubiera ayudado a enfrentar la vida. Con el tiempo, el hombre falleció al cabo de varios años sufriendo por un terrible cáncer .

A veces nos falta visión para darnos cuenta de cómo y cuándo comienzan a gestarse nuestras dificultades. Por ejemplo, aunque cierto hombre celoso impedía que su esposa invitara a casa a sus amigas, ella decidió atreverse. Invitó a una de ellas, una mujer muy distinguida. Cuando él llegó, se portó descortésmente. Llamó a un lado a su esposa y le dijo con voz fuerte: "¿Quién es esta cualquiera que has metido en la casa?". Ella respondió: "Es Fulana de Tal". El hombre quedó petrificado, se acercó a la mujer y le preguntó: "¿Es usted pariente de Fulano de Tal?". Y ella dijo: "Sí, es mi esposo. ¿Por qué? ¿Lo conoce?".

¡Era nada menos que la esposa de su jefe, el gerente general del banco donde trabajaba! ¡Qué chasco! ¡Qué maldición! ¡Qué rata! ¿Cómo salir del desagüe donde se había metido? Había quedado muy mal. Cuando se cumplió su contrato con el banco, le molestaba la idea de que tal vez fue por ese incidente que nunca se lo renovaron. Y lo más triste: Nunca volvió a conseguir un trabajo bien remunerado. Su fin fue la depresión. 

Por eso, aprecia lo que tienes. Recuerda que hasta algunos que fueron tomados por mediocres se levantaron como gigantes. Aunque tengas pocas posibilidades, o todos los pronósticos estén en su contra, tarde o temprano alguna idea prenderá la chispa de un gran incendio. Aprende a ver el futuro en el buen sentido de la palabra y déjate de andar menospreciando a los demás solo porque no tuvieron éxito antes que tú. Y si aún sigues sin lograr nada, o si perdiste algo que conseguiste a costa de un gran esfuerzo, piensa que la vida constantemente ofrece oportunidades a quienes manifiestan flexibilidad. Si piensas que tu árbol carece de raíces capaces de ayudarte a sostenerte firme, ¡injértate a un árbol que sea productivo y aprovéchate de sus raíces!

Cuando Dewitt Wallace enterró su proyecto por última vez, porque ningún editor le daba una oportunidad de publicar su revista, Lila, su novia, le levantó la moral y en adelante solo hubo triunfo tras triunfo. Por eso, haz lo que hacen los agricultores: Pon los frutos podridos a un lado, prepara nuevamente la tierra y siembre una vez más. Ten presente que hasta los árboles que fueron talados o los volcanes que se hicieron inactivos durante cientos de años pueden llamar nuestra atención de un momento a otro.

Si te dijeron que la vida solo ofrece UNA OPORTUNIDAD, te contaron una vil mentira. ¡La vida está repleta de oportunidades! La cautela consiste en evitar el exceso de confianza y en ser lo suficientemente flexible para no perder por orgulloso.

Por eso, si sientes que las puertas están cerradas o que se te terminaron las ideas; que el automóvil de tu vida está atollado o si necesitas cruzar un río o trasladar una montaña; si te menosprecian o escupen tu imagen interior; fabrica una idea, apasiónate con una meta loable, infunde ánimo en los demás, aprovecha bien los pocos recursos de que dispones y comunícate con la gente, que algo saldrá.

¡Sí, retoña y haz erupción nuevamente! ¡Estira la mano hacia el placer de existir, y hazlo con empeño, como en el día de tu concepción, y serás feliz!
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