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Puntualidad y velocidad
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Cuando hablamos de puntualidad, generalmente nos referimos a "llegar a tiempo a algún lugar" o "entregar un encargo dentro del plazo pactado", pero rara vez lo relacionamos con la velocidad y la necesidad de organizarnos mejor o movernos más rápido.

Tom Peters, en su libro Gestionar Con Imaginación, se refería al tiempo como la principal medida del rendimiento empresarial, y decía que el tiempo competitivo sería el principal campo de batalla de la década de los noventa. En realidad, enfocó el asunto de modo que todos deseáramos aprender a obsesionarnos con el tiempo. Porque todos solemos hablar acerca del tiempo, y no pocas veces nos sentimos mal cuando este parece volar, pero no hacemos nada por remediar la situación.

Seguimos calculando deficientemente nuestros horarios y llegamos tarde, o raspando, a todas partes, entregamos el producto o servicio fuera del plazo pactado, nos movemos como tortugas y nos pasamos de tiempo cuando damos un discurso o nos entrevistan. Si alguien nos dice: "Tiene un minuto para enfocar su propuesta", ¿usamos un minuto? ¿O mostramos una pésima habilidad para callarnos a tiempo, arrasando con todas las normas de decencia y respeto por los organizadores, creyendo que el contenido justificará de alguna manera nuestra verborrea?

La verdad es que en nuestro fuero interno reconocemos que somos consumidores insaciables de tiempo, pero nunca nos concentramos en ello lo suficiente para autodisciplinarnos y poder cumplir puntualmente con nuestras responsabilidades. Según Tom Hout y George Stalk Jr., el tiempo es una variable que debería ser medida, recompensada o sancionada en el programa de compensación de las empresas (Competing Agaist Time).

Por eso, cuando pienses en el tiempo o la puntualidad, siempre ten en cuenta que eso significa "velocidad". ¿Qué velocidad tienen tus pasos, tus acciones, tus palabras y mensajes? Tienes que aprender a sujetarte al tiempo y concentrarte en la importancia de cumplir con tu cometido de exponer dentro de un horario. Solo así mostrarás respeto por la participación de los demás oradores; respeto por el tiempo que tus oyentes han decidido dedicarte; y lo que es más importante,  mostrarás que no eres como la mayoría, sino que sabes usar el tiempo.

Lógicamente, esto no debe entenderse como un enfermizo concepto de puntualidad, porque a todos nos coge alguna vez el suceso imprevisto, de manera que no demos con la talla. Pero no debería convertirse en una constumbre ni mucho menos en una conducta que justificar como parte de la cultura de nuestra familia, empresa o nación. Si nos conceden 30 minutos, organicémonos para hablar 30 minutos; si nos conceden 5 minutos, organicémonos para hablar 5 minutos, y si nos conceden 1 minuto, organicémonos para hablar 1 minuto. "¡No es fácil!", dirás. Pero para eso fueron diseñadas Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público. Con un poco de entrenamiento basado en dichas leyes, puedes lograrlo.
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