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Aprobación y desaprobación
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

A veces sucede que personas que se sienten perfectamente capacitadas para hablar de su especialidad en un marco de circunstancias normal, pueden sentirse terriblemente mal cuando las circunstancias cambian y se ven ante la responsabilidad de tener que hablar ante personas que activan su ansiedad. Tal vez se sientan tan incómodas de solo pensarlo que su ansiedad se refleje en sus acciones. Esto no es broma. Es una situación en la que un gato, a quien los ratones no le despertaban ningún temor, de repente se siente convertido en un ratón y en medio de tigres.

Aunque haya visto las películas de Tom y Jerry, Piolín y Silvestre o de Speedy González, nada lo convence de que puede manejar la situación a la perfección. El temor poco a poco va dominando la escena y verdaderamente se siente acosado por sensaciones de pérdida, desconsuelo, abandono, incertidumbre y derrota. La primera batalla no ha comenzado, y ya siente que perdió la guerra.

Pero lo que tal vez le molesta más es saber que antes de ese momento se sentía como un tigre. ¿Por qué de repente comenzó a achicarse hasta sentirse un ratón y perder el control que antes lo hacía parecer tan invulnerable? Si bien es cierto todo fue desencadenándose en su interior, no puede creer que algo así le esté ocurriendo. Entonces se siente desmoralizado por no saber cómo armar su discurso, cómo empezar y terminar. Imágenes de tropiezos y obstáculos comienzan a aparecer, intimidándole y haciéndole víctima de su ansiedad.

Ojo, Pare, Cruce Tren

En algunas ciudades en las que los trenes suelen atravesar sus territorios cargados de mercancías o pasajeros, hay señales en las carreteras que cruzan el ferrocarril. En unos casos, se deja a los automovilistas la decisión de cruzar o no antes de que pase el tren, pero en otros, se les obliga con un impedimento a detenerse hasta que haya pasado el último vagón. Debido a que dicha medida pudiera retrasarlos mucho en sus horarios, los pobladores por lo tanto toman sus precauciones y salen con suficiente anticipación, a fin de cruzar antes de la llegada del tren. Uno sería un irresponsable y tendría que sufrir amargas consecuencias si pasara livianamente por alto la advertencia y cruzara cuando no debería hacerlo, ¿verdad?

Eso sirve para ilustrar cómo nuestros sentimientos de seguridad, nuestra zona de confort, que en circunstancias normales nos permiten disfrutar de la vida, de repente pudieran transformarse en un tren de mercancías, inspirándonos temor y sacándonos de nuestra zona de seguridad. No hay nadie a nuestro alrededor, salvo nuestra ansiedad, que parece crecer y crecer como si fuera un tren que se aproxima a toda velocidad.

¿Qué hacer?

En primer lugar, debemos entender que sería una locura atravesar como si el tren no existiera y nada pudiera pasar. Algunos que piensan de esa manera, terminan atascándose a la mitad y saliendo en las noticias. Y en segundo lugar, salir más temprano la próxima vez, es decir, tomar las debidas precauciones.

Reconoce el problema

La ansiedad existe, el temor existe, la preocupación existe. No sería sabio pretender como si no fueran reales. Pero con la misma honradez, debemos reconocer que tanto la ansiedad como el temor y la preocupación están dentro de nosotros, no fuera. Son emociones que se despiertan en nuestro interior ante un estímulo específico y nos hacen sentir mal. Existen y son tan reales para nosotros como lo sería un tren de mercancías.

Sin embargo, podemos hacer algo al respecto: Aceptar y enfrentar el problema de la manera correcta. Una pudiera ser esperando a que pase, y otra, utilizar toda esa energía a nuestro favor.

Usa la energía, canalizándola

No sería muy realista esperar a que pase, porque mientras el estímulo nos afecte negativamente, las emociones negativas seguirán presentes y pudieran echárnoslo todo a perder en el momento menos pensado. De modo que lo mejor sería utilizar la energía a nuestro favor y sacarle el jugo a la adversidad por medio de canalizarla adecuadamente. ¡Ese es un secreto!

Toma tus precauciones

“Es mejor prevenir que lamentar”. ¿Has escuchado antes ese refrán popular? ¡Por supuesto! Todo el mundo lo conoce, todos están de acuerdo con ello y hablan mucho de ello. Pero ¿cuántos lo toman en serio y hacen algo al respecto? Lo normal es que la gente se levante tarde y el tren llegue primero. De modo que el otro secreto consiste en tomar las debidas precauciones, o lo que denomino madrugar. El hecho de que estés leyendo este material demuestra que estás tomando las debidas precauciones. Pero ¿por qué estás leyendo? ¿Por qué realmente estás tomando precauciones? ¿O es porque el tren ya llegó y te cogió de sorpresa y supones que un manual te podría ayudar a cruzarlo por encima?

Bueno, cruzar por encima no se puede. Si el tren te ganó, no es tiempo de tomar precauciones, sino de aplicar una técnica que te permita salir del paso como sea. Las precauciones vendrán después. Pero que la próxima vez no te coja sorpresivamente. Levántate más temprano (en el sentido de anticiparte y estudiar tu manual con más interés). No vuelvas a dejarlo a un lado hasta el próximo tren de la ansiedad.

Pero ahora tal vez se trata de una emergencia, la ansiedad te ha ganado, la preocupación te embarga y te sientes mal, la frustración te ha cercado por todas partes y no puedes pensar en tomar precauciones ahora, porque el tren ya te ganó, y quieres saber cómo proceder para deshacerte de esos sentimientos o de alguna manera tener éxito con tu presentación.

Pregúntale a cualquier especialista: La única manera de enfrentar el miedo es enfrentándolo. No existe otra. De modo que tienes que echar mano de la primera clave: Reconocer la existencia y realidad de tus sentimientos, y de la segunda, canalizar toda tu energía. Combinando ambas cosas puedes lograr excelentes resultados.

Reconoces tus sentimientos, no para obviarlos, sino para usarlos a tu favor, y canalizas tu energía cuando usas una técnica de oratoria.

Una manera de reconocer tus sentimientos es haciendo una confesión sencilla y digna, dándoles a entender que tienes el más profundo interés de hacerlo bien. Por ejemplo: “No quiero ocultarles lo mucho que me interesa hacer una buena presentación”… y calla tu mente y deja que salga todo lo que hay en tu corazón. Siente el fuego de la pasión por tu tema y no pares hasta cumplir con tus deseos de hacerlo bien. No pienses en una palabra, sino en un sentimiento. Los sentimientos saber hablar solos. Si bien es cierto que en la mayoría de las situaciones hay que proceder con la mente y el razonamiento, en otras, especialmente las emergencias, hay que usar el corazón. Él sabe lo que quieres y cómo puedes hacerlo.

No estoy diciendo que te dejes llevar por las emociones y cometas una locura, sino que te valgas de tus sentimientos para canalizar la energía contenida en tu interior, ¡a que hables con pasión y entusiasmo! Si dominas el tema, solo es cuestión de canalizar la pasión por dicho tema. Una biografía puede ayudarte mucho de manera personal a fortalecer tu resolución, y respecto a tu auditorio, ejemplificando el punto acerca del cual quieres hablar. Si quieres leer algunas biografías, haz clic aquí.

Pero toma tus precauciones para la próxima vez por medio de anticiparte a las circunstancias, echando mano de una técnica de oratoria. De modo que tienes que estudiar a fondo Las 4 Leyes y aplicarlas en tu diario vivir, para que cuando tengas que echarles mano, estén a tus órdenes y te ayuden a tener éxito. De hecho, un slogan que yo usaba cuando en 1978 diseñé Las 4 Leyes era: “Aprenda Las 4 Leyes de Técnicas Dinámicas Para Hablar en Público, y disfrute el placer de tomar la palabra en cualquier momento.” Ese detalle: “En cualquier momento” es real. Porque después de contar con una técnica, puedes enfrentar la oratoria sin ninguna opción en contra.

¿Quién te aprueba o desaprueba?

Pero, ¿a qué viene el título del artículo, Aprobación y desaprobación? Bueno, en realidad, tus temores son exacerbados por tu sistema de aprobación interior. Todos, hasta la persona que ocupa el cargo más elevado antes de Dios, sienten temor de perder la aprobación de aquel a quien tienen que rendir cuentas. Por ejemplo, tal vez te sientas muy bien cuando estás con un niño, pero te mueras de inquietud cuando das un examen o te dicen que van a entrevistarte para un nuevo puesto de trabajo. Las circunstancias no son realmente las que te atemorizan, sino tu sistema de aprobación. Cuanto más importante es para ti una persona, más difícil te será mantener un equilibrio emocional.

Si cierta persona puede asumir el control de tus emociones mediante su aprobación o desaprobación, es porque tú le has concedido esa importancia. Permíteme contarte la ilustración del encuentro con un oso.

Dicen que unos amigos se fueron de campamento, pero uno de ellos llevó consigo un disfraz de oso, para asustar a uno de los miembros más tímidos del grupo. Sin embargo, uno de ellos se compadeció y le contó a su amigo lo que los demás pretendían hacerle. De modo que cuando su amigo se encontró incidentalmente con un oso de verdad, no le hizo caso, sino que le dijo: “¡Ya sé que eres tú, Jorge!”. Pero cuando sus amigos le dijeron que era un oso de verdad, salió disparado y se metió al automóvil.

Tu temor está dentro, no fuera. Puedes recorrer todo el universo buscando al temor, y no lo encontrarás. Si tú no crees que es un oso, no lo tratarás como a un oso; pero si crees que es un oso, lo tratarás como a un oso.

Ahora, imagina que sabes que es un oso de verdad, pero tomaste la precaución de poner un círculo de trampas alrededor tuyo, una de las cuales es una enorme red para osos, o tienes un arma con dardos tranquilizadores, una bomba lacrimógena, una bazuca o un potente lanzallamas. “¡¡Pobre oso!!”, dirías. Ya no lo vez tan atemorizante, ¿verdad? Porque tus recursos te han dado una ventaja sobre el oso.

Bueno, algo similar sucede con las técnicas de oratoria. Son recursos con los que te armas y practicas en tu vida diaria, de modo que tus explicaciones y discursos siempre dan en el clavo. Mejor aún, constituyen un arma diferente de todas las que usarías con aquel oso.

Si estudias y aplicas Las 4 Leyes en todas tus oportunidades de tomar la palabra, notarás que cada vez que tienes éxito, el oso se va haciendo más pequeño y más pequeño, y más pequeño, hasta que queda reducido a un osezno recién nacido. En vez de decir: “¡¡Qué miedo, un oso!!”, dirás: “¡¡Qué lindo osito!!”, ¿puedo cargarlo? O creces y creces y creces hasta convertirte en un tiranosaurio rex, de modo que el oso grita: “Ay, chispas!!”, y sale disparado.

Parece cómico, pero es la verdad. Tu temor de hablar en público está dentro de ti. No está en ningún otro lugar del universo. Y la única manera de enfrentarlo es cara a cara, pero con las armas de las técnicas dinámicas. Entonces tus discursos serán cada vez más efectivos, el auditorio no te parecerá intimidatorio, sino un aliado muy apreciado; y por dentro te sentirás libre para decir todo lo que te apasiona y entusiasma.

Modifica tu sistema de aprobación

Eso significa que tienes que realizar algunas modificaciones en tu sistema de aprobación y decidir cuidadosamente que no volverás a considerar la aprobación de nadie como si se tratara de un oso, y que en todo caso, en cualquier momento tu frustración podría convertirse en un enorme tiranosaurio rex de la oratoria y hacer correr al temor, no el sentido de intimidar al auditorio ni a nadie, sino en el de saber hacerte respetar mediante el uso de la palabra.

Una palabra de advertencia

Con esto no estoy sugiriéndote usar la oratoria para exponer de manera opresiva, hostil, dominante ni detestable, sino de usarla para hablar con dignidad y respeto, tanto por tu propia persona como por tu auditorio. En mi opinión, la mejor manifestación de la oratoria es equilibrada, controlada, agradable al oído, conmovedora y entretenida, y se basa en Las 5 Vocales (VER LA TERCERA LEY)

Todos, menos Dios, tenemos sobre nuestra persona alguien a quien debemos rendir cuentas. No es que no necesites la aprobación de nadie. Pero debes aprender a respetarte a ti mismo(a) y poner tus sentimientos en el debido lugar. No tienes razón para sentirte intimidado por nadie si reconoces que todos tienen dignidad y merecen tu respeto, comenzando por ti, y si usas tus técnicas de oratoria para canalizar tus emociones, de modo que, en vez de controlarte, te sirvan para hablar con pasión y entusiasmo de aquello que vive dentro de ti. ¡Éxitos!
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