ÍNDICE
¿Humildad o flexibilidad?
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
Generalmente
se ha visualidado a los líderes y directores como personas
duras, exigentes e inmisericordes a las que hay que satisfacer a todas
costa so pena de ser despedidos o sancionados de alguna manera. Pero
esas no son cualidades que hacen de una persona un verdadero
líder, el cual se caracteriza por ciertas cualidades esenciales que
despiertan deseos de cooperar. Una de esas cuales es la humildad, que
se manifiesta, entre otras cosas
como flexibilidad. Ser flexible es ser humilde. Ser inflexible es ser
orgulloso.
A algunos les suena estúpido hablar de ser flexibles y humildes en una
encrucijada de la historia en la que poner cara de pocos amigos pareciera ser esencial
para el liderazgo. ¡A quién se le ocurre hablar de humildad cuando el
soborno, la envidia, los celos y la corrupción parecen imperar en el
mundo! ¿No se supone que hay que hacerse el malo para que lo respeten a
uno, implicarse en la falta de ética y tratar a los demás con la punta
del pie? Esa es la postura de los menos entendidos.
¿Quién será el líder
del futuro?
Stephen R.
Covey, en su artículo "¿Quién es el líder
del futuro?", explica que para ser un verdadero líder la persona
tiene que experimentar sufrimiento, comenzando por el sufrimiento que
resulta de fracasar muchas veces y tener que reconocer la necesidad de efectuar cambios profundos en
su manera de ser a fin de adaptarse a los cambios profundos que exige el mundo actual.
En la misma
publicación, Warren Wilhem, especialista en la gestión de
recursos humanos y formación empresarial, explica el
sufrimiento, no respecto a cambios que deba hacer, sino a las
restricciones que significan sacrificio personal. Hablamos del
autodominio. Un líder tiene que ser lo suficientemente flexible
como para negarse ciertas libertades y gratificaciones, controlando sus
impulsos, con la finalidad de satisfacer el mayor nivel de conducta
personal que sus seguidores esperan de él. Los seguidores
siempre esperan del líder un comportamiento más exigente
del que se exigen a sí mismos. Es lo que Warren denomina "el
precio del liderazgo". Quien no esté dispuesto a pagar ese precio,
podrá llegar a ostentar el título por un tiempo, pero no tendrá éxito
como líder.
Eso de ingresar a todas partes con paso lento, inflando el pecho y
mirando a todos como si fueran seres humanos de inferior calidad puede
impresionar, pero en realidad no despierta la admiración de un líder,
sino solo la de un pavo real majestuoso.
Sufrimiento como impulso de los cambios
Una persona
sufre cuando pasa por una decepción, cuando fracasa, cuando
alguien muere, cuando algo la perturba, cuando sus relaciones
familiares experimentan una ruptura, cuando alguien abusa de su
confianza, cuando algo la desalienta, cuando se aburre, cuando se
siente insatisfecha, cuando se enferma, cuando las cosas le salen mal,
cuando se siente abandonada, cuando se siente mediocre, cuando algo le
da miedo, cuando el dinero no le alcanza, cuando no se siente segura en su
puesto de trabajo, cuando pierde el autocontrol, entre otras cosas.
El
sufrimiento producido por dichos sentimientos y acontecimientos
impulsan los cambios porque hacen que la persona, por muy fuerte que
se crea, se doblegue y acepte que, si quiere
sobrevivir,
tiene que hacer algo al respecto. Covey dice que la gente tiende a
instalarse cómodamente en sí
misma y en su mundo, manteniéndose por encima de todo, sin tender
a condescender. Pero tan pronto como experimenta sufrimiento
comienza a pensar, a prestar atención y a abrirse a nuevas
posibilidades. Si cierra su mente a las nuevas circunstancias y se vuelve terca y obstinada, tarde o
temprano, cae. "¡¡Aquí mando yo!!" es la marca del que tiene
los días contados. La arrogancia puede ser muy impresionante,
pero más impresionante es la cara que pondrá cuando las
olas del cambio la hundan vez tras vez hasta doblegar su orgullo.
Sin embargo,
no confundamos "doblegarse" con "humildad" ni
"flexibilidad". Las circunstancias adversas podrían doblegar a alguien
pero sin
promover un cambio de actitud. Por eso la clave consiste en mirar hacia
adentro y modificar
la propia actitud, adquiriendo la flexibilidad como preferible. Aunque
sea cierto
que las circunstancias pueden provocar el cambio, este tiene que
efectuarse profundamente en el corazón. ¿Cómo hacerlo? Incorporando el
don. Eso quiere decir observando a alguien que es humilde y procurando
imitar sus actitudes. Al principio tal vez uno se
sienta como un hipócrita, pero después de tan buena actuación y de
gustar de los resultados, se hará costumbre, se convertirá en hábito y
se habrá incorporado al carácter y la personalidad. Cualquier
sentimiento de hipocresía desaparecerá.
El
líder del futuro no será una persona dura e inflexible,
sino todo lo contrario. La arrogancia es lo que pasará a la
historia, porque el orgullo y la falta de humildad es lo que impidió
que muchos líderes del pasado continuaran en sus puestos. Dicen que,
por arrogante, a Herodes se lo comieron los gusanos.
La felicidad no se consigue directamente.
Llega solamente como un subproducto del servicio.
- Stephen R. Covey
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