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Cómo enfrentar a una turba
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
Si bien es
cierto que dos cabezas piensan mejor que una, y que la unión
hace la fuerza, puedes formarte una idea de lo que ocurre cuando 200
cabezas piensan lo mismo y se unen para llevar a cabo una misma idea,
ya sea constructiva o destructiva. El resultado es una
potenciación de fuerzas tan difícil o improbable de
contener como el agua de una represa cuando se rompe.
De todos
modos, siempre hay un recurso para detener a una turba: El impacto.
Cualquier persona o grupo de personas puede detenerse en seco ante algo
que tenga suficiente poder de impacto. Un impacto causa sorpresa y
capta la atención tan poderosamente que detiene en seco a
cualquiera. Se ha sabido de delincuentes que no lograron su
fechoría porque su víctima los desconcertó, y de
bandidos que prefirieron salir corriendo, en vez de enfrentar a un
experto boxeador. Sin embargo, ¿qué cosa es capaz de
despertar tanta curiosidad que detenga a una turba enfurecida o
amargada. Eso depende de la clase de gente y de aquello que tenga
suficiente poder de impacto.
Por ejemplo,
si diez niños están alborotados y, de repente, uno de
ellos resbala y se desmaya, todos se quedarán quietos,
asombrados. Si varios hombres están luchando entre sí, y
una mujer alza un rifle y dispara al aire dos veces, todos se
quedarán quietos. Si un jugador de fútbol muere de un
infarto durante un partido, todas las tribunas se quedan en silencio y
esperan a ver cómo termina el asunto. El impacto tiene que ser
idóneo para cada caso en particular. Cualquier impacto no
funcionará. Es más, usar un impacto inadecuado pudiera
resultar contraproducente y exacerbar el odio. Por ejemplo, las
noticias nos muestran vez tras vez la incapacidad de las autoridades
para detener a las turbas. No es nada sencillo. De hecho, la verdad es
que es poco probable, y averiguarlo es tarea para los especialistas en
comportamiento social.
Cierto joven
me dijo en son de queja: "Estoy furioso porque, por ser de baja
estatura, no me eligieron para ayudar a cuidar el orden durante la
visita del Papa; pero escogieron a un par de tarados que medían
casi dos metros de altura. Me dijeron que si se formaba una turba y yo
gritaba: '¡Quietos!', seguramente todos me pisotearían,
pero si uno de esos grandotes lo hacía, lo pensarían dos
veces". Y en parte, es cierto. El impacto es diferente. Las personas
muy altas impactan más.
En el caso de
los osos y los gorilas, el impacto consiste en quedarte inmóvil,
sin mover un pelo, porque hay más probabilidades de que la
bestia se retire, que si decides correr o enfrentarla. Pero una turba
es peor que una bestia enfurecida. Casi cualquier cosa la
provocará a reaccionar hostilmente. Lo mejor que se puede hacer
es no provocarla haciendo o diciendo cosas que la ofendan (aunque
generalmente una turba puede formarse en torno a una acción o
postura que se considera injusta, también puede formarse en
torno a un prejuicio). Una vez provocada, solo puede detenerla un gran
impacto: Por ejemplo, una noticia, una solución, un acuerdo, una
tregua, una explicación muy convincente, una información
conciliadora, que su líder los haga cambiar de opinión,
un terremoto, un aguacero o apartar de la vista al objeto de la ira.
Quizás te cause gracia si añado: correr o esconderse.
Pero la mayoría de las veces, no habrá una opción
más inteligente. Seguir a la vista podría costar muy
caro; aún peor sería tratar de razonar, y mucho peor,
continuar haciendo o diciendo cosas que la provocan.
Resumiendo:
Es posible detener a una turba con un fuerte impacto. Sin embargo,
nadie puede determinar fácilmente qué tipo de impacto se
requeriría ni en qué medida debería aplicarse.
Sería más fácil darle la razón o retirar
del lugar la fuente de la irritación. Porque si la unión
hace la fuerza, una turba puede adquirir mucho poder. No es sabio
enfrentarla ni tratar de razonar con ella. Lo mejor es cesar la
provocación, retirarse o ponerse a buen recaudo.
Aplica la Tercera Ley
Según
nuestras técnicas para hablar en público, la Tercera Ley
exhorta al orador a expresar aprecio, empatía, interés
altruista, generosidad y respeto por sus oyentes. Violar esta ley
mostrando lo opuesto (desprecio, incomprensión,
desinterés, egoísmo o falta de respeto) exacerba el dolor
y aviva la cólera con consecuencias inimaginables. Porque,
precisamente, una turba se forma cuando la gente piensa o siente que de
alguna manera se la ha menospreciado, incomprendio o pasado por alto.
Una turba es solo una reacción en cadena causada por uno o
más de dichos sentimientos negativos. Lamentablemente, una vez
erupcionado el volcán de la pasión, la masa no se
concentrará ni se detendrá a reflexionar. Aunque
estuviera equivocada, sencillamente seguirá al líder,
aunque esté equivocado. Es increíble el poder emocional
que una muchedumbre confiere a su líder una vez formada,
excitada y dispuesta al ataque. Luego solo es un caos de
retroalimentación mutua entre el líder y la turba. Hasta
si alguien muere, tal vez nadie se sienta responsable a nivel
individual, sino que probablemente diluirá sus sentimientos de
culpa en la responsabilidad de comunidad.
La mejor
vacuna es estudiar diferentes maneras de aplicar la Tercera Ley y
procurar por todos los medios una reacción positiva. Si el
orador no estudia la esencia de la Tercera Ley, y por lo contrario,
dice o hace cosas que hieren la susceptibilidad del auditorio, puede
desencadenar una reacción negativa y provocar la
formación de una turba. Segundos antes de la formación de
un huracán solo son unos vientos que se encontraron. Todos los
conciliadores y negociadores de la policía en una toma de
rehenes deben dominar las técnicas que en parte constituyen la
esencia de La Tercera Ley.
Por ejemplo,
decirle a alguien: "No seas tonto", "No seas tímido", "No seas
miedosa", "No seas ingenuo" es lo mismo que decirle "Eres un tonto",
"Eres tímido", "Eres una miedosa", "Eres un ingenuo". Porque
solemos decir "no seas" cuando creemos que alguien "lo es". Algo
similar ocurre con un auditorio. Si decimos: "¡Todos ustedes
pueden salir de su ignorancia!", por muy dulce que sea el tono, en
realidad estamos diciendo "¡Todos ustedes son unos ignorantes!".
Eso ofende y exacerba las pasiones. Decir: "Yo quiero que ustedes sean
adelantados, modernos y libres" es lo mismo que decirles: "Ustedes son
unos atrasados, antiguos y esclavos".
Ahora bien,
no estamos diciendo que a veces no sea necesario decir ciertas cosas
con las que el auditorio tal vez no concuerde, pero la manera de
decirlo puede ayudar a los individuos a entender o a reaccionar
violentamente y formar una turba. Porque una cosa es ayudar a razonar y
tomar conciencia de nuestros errores, otra muy diferente lanzar
pedradas verbales y ofender la dignidad de las personas. Por eso, es
mejor respetar la dignidad del auditorio que insultarlo de modo que se
forme una turba, porque una vez formada, será
prácticamente imposible detenerla aunque te disculpes. La masa
no se concentra ni suele dar marcha atrás a no ser que algo
sumamente influyente impacte en el epicentro de su corazón. Una
turba es parecida. Solo puede detenerla un impacto suficientemente
fuerte como para sacudirla mentalmente. ¡Es algo como querer
detener un huracán, un terremoto, tsunami o volcán en
erupción.
Por eso,
aunque inevitablemente tengas que tratar acerca de cosas desagradables,
que tu decisión sea siempre hacerlo con expresiones de aprecio
por las personas, demostrando que comprendes sus limitaciones y
mostrándole interés genuino, generosidad y respeto por
medio de enfocar los asuntos de manera positiva, mostrando el lado
bueno de las cosas. Si el panorama se presenta desolador, mantén
siempre enfocada una esperanza. Porque si se forma una turba, te
será muy poco probable calmarla.
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