ÍNDICE

El Ciclo del Dinero
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Cuando se espera que tomes una decisión, sobre todo en lo relacionado con el dinero, ¿te desentiendes dejando que otro la tome por ti? A veces no es fácil, y peor si el problema es complejo y requiere un análisis de los varios o muchos factores que intervienen. 

Sin embargo, asumir la responsabilidad de tomar cualquier decisión, por simple que parezca, es una marca de madurez. No es muy difícil si uno la aborda reuniendo información suficiente, pensando con ética, teniendo en cuenta la experiencia ganada y reaccionando equilibradamente. 

Consigues la información investigando los asuntos, examinándolos e interpretándolos de manera que los entiendas completamente. Manifiestas ética cuando razonas con lógica, amor y equilibrio a partir de una escala confiable de valores morales respecto a lo que sería correcto hacer (al margen de tus gustos y deseos personales o de lo que piensen otras personas). Obtienes experiencia fracasando y corrigiendo los métodos que usas para alcanzar tus metas, y adquieres equilibrio con el paso del tiempo, sacando lecciones prácticas de los éxitos y fracasos (no solo de los tuyos, sino de los demás). De hecho, se dice que una persona ha madurado cuando se ha habituado a tomar decisiones basándose en la ética, la cual abarca, en parte, las cualidades antes mencionadas. 

Por ejemplo, no está mal dar regalos de vez en cuando. Pero si siempre obsequiamos dinero a un niño o se lo damos sin que implique ningún mérito ni esfuerzo de su parte, y seguimos usando ese método durante varios años, no le dejamos otra opción que creer que el dinero cae de los árboles y no exige ninguna responsabilidad de su parte. Y una consecuencia directa será que no ejercitará sus músculos de la decisión en lo relacionado con sus gastos, y otra, que no ejercitará sus músculos de la decisión en lo relacionado con todo lo demás, porque, nos guste o no, este mundo se mueve con decisiones, especialmente las relacionadas con el dinero. 

Le haríamos un daño aún más grande si le diéramos dinero a cambio de algo que merecería una censura o reprensión. Por ejemplo, pagándole o recompensándolo por robar algo. O si le diéramos una propina por hacer un trabajo o servicio que debería efectuar por sí mismo y para beneficio de sí mismo, como terminar su tarea escolar, asearse, ordenar su habitación o lavar sus platos. Pudiera tender a pensar que él es el centro del mundo, el motivo y fin de todo, y tal vez le cueste entender cómo funciona el Ciclo del Dinero en el mundo real, lo cual consiste en efectuar servicios y trabajos dignos y honrados para terceros, entendiéndose, en este caso, para personas que no son sus parientes o allegados. 

En cambio, si le explicamos por qué y cómo podría ingeniárselas para conseguirlo por sí mismo, ya sea ofreciendo pequeños servicios loables y honrados para los vecinos, o vendiendo algunos de los juguetes que ya no usa y luego ahorrar para invertirlo en cierta materia prima para fabricar un producto y venderlo, aprenderá de dónde viene y adónde va el dinero. Aprenderá el Ciclo del Dinero. 

Si hacemos eso, no solo le habremos enseñado cómo se consigue el dinero, es decir, cómo ponerlo en su bolsillo, sino por qué debe emplearlo sabiamente (con mesura e inteligencia). Y crecerá acumulando experiencia y madurez, se sentirá más seguro de sí mismo al tomar decisiones de peso en otros campos y aprenderá que todos merecen una compensación o muestra de consideración por el trabajo que realizamos en beneficio mutuo. No esperará recibirlo todo gratis. 

Algunos pudieran pensar que esta es una postura radical, pero a menos que manifestemos firmeza al impartir instrucciones claras respecto a cómo funciona el mundo allá afuera, especialmente las pautas que de algún modo se relacionan con la escala de valores que el niño debe incorporar en su mente y corazón, es decir, con la ética y la moral, lo habremos abandonado sobre un bote que va a la deriva en medio de un mar agitado. Eso sería peor. Por eso, aunque le duela, asumámoslo como el dolor menor que un médico le produciría con cierto tratamiento que le evitaría un dolor mayor. 

No instruir al niño o joven, explicándole cómo obtener dinero por medios lícitos, pudiera dejarlo a su libre albedrío, y cuando sus "amigos" le repitan a cada rato "¿Qué tiene de malo?", tal vez no vea por qué no podría obtener ingresos de maneras cuestionables, y experimentar satisfacción con dinero mal habido, como, por ejemplo, por la compra venta de artículos robados, estafar, piratear, solicitar coimas, sobornar, secuestrar, consumir o vender substancias alucinógenas, alquilar su cuerpo y cosas por el estilo. Una vez entrevistaron en la televisión a un joven pandillero de un país sudamericano, el cual dijo con total frialdad: "Aquí, para hacerte respetar, tienes que matar a tres en una misma semana". Nadie adopta un concepto así de la noche a la mañana, ¿verdad? Es un proceso lento que implica una espiral de decisiones, generalmente muchos años. 

¿Cómo y cuándo empezar? 

Es cierto que a un niño muy pequeño tal vez le demos unas moneditas para que pueda comprar algo que le guste, pero el momento ideal para comenzar a enseñarle la importante lección acerca de tomar buenas decisiones respecto al dinero es, precisamente, cuando aprende a exigir algo caprichosamente, consciente de lo que significa poseerlo. No me malinterpretes. 

No quiero decir que no le regales cosas. Es apropiado dar obsequios a los niños de vez en cuando, ya sea dinero u otras cosas. Si no, ¿cómo aprenderían a ser generosos? Pero tienes que observar cualquier inclinación o actitud claramente egoísta, de poseer algo a como dé lugar, es decir, sin medir las consecuencias ni tener en cuenta que todo tiene un precio y que alguien tiene que hacer un sacrificio para conseguir lo que desea. Por ejemplo, cuando dice con evidente desprecio: “¡Este pantalón (carrito, bicicleta, vaso o plato) no me gusta!”. Aprovecha para sentarte a dialogar calmada y afectuosamente con él, incluso abrazándolo, diciendo algo así como esto: 

-Hijo, tu madre y yo nos esforzamos mucho por conseguirte las cosas que creemos que son necesarias para ti, porque eso es lo que hacen los padres. Pero si ese pantalón no te gusta, cómprate otro con tu dinero. 

-¡Dame dinero! -tal vez exija con voz de mando. 

-De eso quería hablar contigo precisamente. Tú eres un buen niño. Has crecido muy bien hasta ahora. Por eso, tu mamá y yo pensamos que ya es tiempo de darte un poco más de libertad y enseñarte el Ciclo del Dinero. 

-¿El Ciclo del Dinero? 

-Sí, El Ciclo del Dinero. ¿Conoces el Ciclo del Dinero? 

-No. 

Sacas dinero de tu bolsillo y le dices: 

-Con este dinero tu mamá y yo compramos la comida y pagamos otros gastos, como tu colegio y los boletos para ir al fútbol. Pero ¿sabes cómo llegó este dinero a mi bolsillo? 

Si dice “no”, le preguntas “¿Te gustaría saberlo?”, para que diga “sí” y luego explicarle. Pero si dice “sí”, dile: "A ver, ¿cómo crees que llegó este dinero a mi bolsillo", para saber lo que piensa al respecto. Probablemente llegue a una conclusión correcta. Eso sería una buena señal. Después le dices: 

-Bueno, este dinero nos lo dieron otras personas (es de la familia). Todas las personas cambiamos de lugar el dinero todos los días. Unos les damos un poco de nuestro dinero a otros, y otros nos dan parte de su dinero a nosotros. Hasta hace poco, este dinero fue de otra persona, pero ahora es nuestro. Sin embargo, más tarde tendremos que dárselo al señor de la tienda, y él nos dará lo que necesitemos para comer. Aunque ya no lo tendremos, sí tendremos las cosas que necesitamos para vivir. Por ejemplo, nos levantaremos por la mañana y se lo daremos al panadero, para tomar nuestro desayuno. Y más tarde le daremos otro poco al transportista que nos lleva al trabajo. Y le daremos otro poco a tu colegio y te compraremos algunas cosas, como el pantalón que tienes puesto. Pero ¿sabes lo que debemos hacer cuando este dinero se nos acabe, es decir, para que vuelva a estar en nuestras manos? 

-No... ¡¡Ya sé!! Alguien te dará más. 

-¡¡Correcto!! Muy bien pensado. Esa persona que me dará dinero es mi empleador. 

-¿Tu empleador? 

-Ajá. Mi empleador es la persona para la que yo trabajo. Como mi empleador no puede hacer todas las cosas, necesita que alguien lo ayude, y un día me enteré de que él necesitaba la ayuda de alguien que supiera hacer lo que yo sé hacer, me presenté y le dije: “Yo puedo ayudarlo si me da un poco de dinero”. Acordamos una cantidad razonable y, desde entonces, yo tengo un trabajo: Yo lo ayudo con su trabajo y él me paga dinero. Así es como llegó este dinero a mi bolsillo. ¿Entendiste, hijito? 

-Sí, pero yo no tengo trabajo. Solo soy un niño. ¿Cómo me voy a comprar mi pantalón? 

-Ya se te ocurrirá algo, hijito, ya se te ocurrirá algo. Usa tu mente y piensa qué puedes hacer para ayudar a alguien y podrás poner dinero en tu bolsillo. 

-¡Ya sé! Trabajaré para mi mamá este fin de semana ayudándola con las bolsas del mercado, y me dará dinero. 

-No. Mala respuesta. A tu madre debes ayudarla gratis, igual que yo. Entre nosotros no nos pedimos dinero de esa manera. Ni tu madre ni tu padre, ni tu abuelo ni tu abuela, ni tus hermanos ni tus tíos son personas de donde debes conseguir dinero, porque así nunca aprenderías el secreto para conseguir el verdadero dinero. Tienes que conseguir el dinero de terceros, es decir, de otras personas, como los vecinos o tus amigos. ¿De acuerdo? 

Esto no es ficción. Es más o menos la conversación que tuve con mi hija el día que me alzó la voz de manera quejumbrosa, diciendo: “¡Este pantalón no me gusta! ¡Cómprenme otro!”. Aunque no se trata de un guion acerca de todo lo que pasó, te servirá para formarte una idea de lo que hablamos. Ella tenía 9 años de edad y decidí que, al exigir un pantalón de una manera tan carente de entendimiento respecto de cómo se consigue la ropa, había llegado el tiempo de explicarle el Ciclo del Dinero, provocando que elucubrara algunas ideas. Y pasaron los días, y mi esposa y yo advertimos que llevaba puesta una prenda de vestir nueva, de modo que le dije: 

-¿Y eso? ¡Qué bonito! ¿De dónde lo sacaste? ¿Quién te lo dio? 

-Yo me lo compré. 

-¿Y con qué te lo compraste? 

-Con mi plata. ¿No me dijiste que trabaje y consiga mi propia plata? 

-Sí, pero ¿en qué trabajaste? ¿Fue un trabajo apropiado? 

-Creo que sí. Porque fui adonde la mamá de Sebastiansito y le dije: “Señora, ¿a veces usted va a fiestas y reuniones con sus amigas?”, y me dijo que sí. Entonces le pregunté: “¿Y no quisiera que yo a veces cuide a Sebastiansito?”, y me dijo: "Mmmm, podría ser". Entonces le dije: “Pero 4 veces mínimo”, y se rió y me dijo que le parecía bien y que me pasaría la voz en cuanto me necesitara. Entonces le dije: “Pero por adelantado, porque es para comprarme un pantalón”. Y creo que le gustó mi respuesta, porque me dijo: "Ay, hijita, qué graciosa eres". Y fue a traer el dinero y me pagó. Entonces, le di mi teléfono y me dijo que me llamaría; fui a la tienda y me lo compré. ¿Hice bien, papito? 

Su sonrisa de placer me conmovió tanto que le estreché la mano y le dije: “¡¡Hija, mis más sinceras felicitaciones!! Acabas de descubrir el secreto para conseguir dinero de la manera correcta 

-Pero -añadí- ¿qué vas a hacer cuando se te termine? 

-Hablaré otra vez con la mamá de Sebastiansito. 

-¡Ja, ja, ja! Sí esa es una manera. Se llama cliente. Un cliente es alguien que te paga por un servicio. Pero debes tener en cuenta que aunque la mamá de Sebastián aceptó una vez, y probablemente acepte otra vez, no siempre será así. Sebastián crecerá y ya no necesitará que nadie lo cuide, o a su mamá se le acabará el dinero y no podrá pagarte nunca más (dije “nunca” dramáticamente a propósito, para generarle un poco de ansiedad y que entendiera que la mamá de Sebastián no era ningún árbol del dinero).
 
-¿Y qué otro trabajo voy a hacer? No sé hacer nada más. 

-Eso no es cierto. Ya se te ocurrirá algo, igual como se te ocurrió cuidar a Sebastián. 

-¿Cuidar a otros niños?
 
-Es una posibilidad. Hasta podrías terminar la escuela y estudiar puericultura o administración y abrir una guardería y cuidar a cientos o miles de niños y ganar mucho dinero. Pero esa no es la única opción. Hay otras cosas. 

-¿Cómo qué? 

-Invertir. 

-¿Qué es eso? 

-¿Gastaste todo tu dinero en el pantalón? 

-No. Me quedaron 3 monedas. 

-Excelente. Trae las 3 monedas. Vamos a la playa. 

-¡A la playa? ¿Ahora mismo? ¡Pero estamos en invierno! 

-¡Ahora mismo! ¡Vamos! ¡Y trae una bolsa grande! 

Fuimos a la playa y caminamos por la orilla, conversando y prestando atención a las plumas de gaviota que estaban regadas sobre la arena, las más bonitas y decorativas, y las recogimos en la bolsa. Eran tantas que me preguntó: 

-¿Y para qué recogemos tantas plumas? 

-Porque ahora que ya sabes ganar dinero debes aprender a conservarlo o aumentarlo, para que no te quedes sin plata. Lo que estamos haciendo es acopiar materia prima sin costo. 

-¿Qué es eso? 

-Materia prima es el material con el que se fabrican los productos. Por ejemplo, si quieres vender manzanas, tienes que comprarle manzanas a un granjero y revenderlas. Eso te costará una cantidad de dinero. Pero si quieres vender muchas manzanas y tú misma cultivas las manzanas, te saldrán más baratas. En este caso, las plumas están por toda la playa y nadie se molestará si nos las llevarnos. Al contrario, nos felicitarían por limpiar la playa. 

-¿Las plumas son materia prima? 

-En este caso, sí, ¡y muy barata porque nadie nos cobrará por ellas! Están por toda la playa. 

-O sea que vamos a fabricar un producto con estas plumas. 

-Yo no. Tú. 

-¡¡¡Yo??? 

-Sí. Yo te diré cómo. 

Ella se moría de ganas por descubrir lo que haríamos con tantas plumas. Llegamos a casa y le dije: 

-Bien, comienza por seleccionar las mejores y límpialas hasta que queden bellas. 

-¿Para qué? 

-Ya lo verás. Cuando termines te explicaré por qué a veces es necesario un socio capitalista. 

-¿Socio capitalista? 

-Sí. Porque ahora yo me convertiré en tu socio capitalista. Trae tus 3 monedas. Vamos a la tienda. 

Las plumas seleccionadas habían resultado ser unas 24. De modo que fuimos a la tienda y solicité 24 cargas de tinta seca (dos por 1 moneda) y un tubito de pegamento (2 monedas más). En total, 14 monedas. Y dije a mi hija: “Págale”. Pero, abriendo su manita, me mostró sus 3 monedas, y dijo: 

-Solo tengo 3. No alcanza. 

-Ese no es problema porque yo seré tu socio capitalista y te voy a dar las 11 monedas que faltan. Toma. 

-¿O sea que me prestas? 

-No. No estoy prestándote. Soy tu socio capitalista. Un socio capitalista no te presta dinero. Aporta esa cantidad como parte del negocio en el que ambos pueden salir ganando o perdiendo. Por eso, si el negocio no resulta, ambos salimos perdiendo, no te cobro, porque es un trato en el que tú pusiste el trabajo, y yo el dinero que faltaba. Cuando uno es parte de una sociedad, todos juntos corren el riesgo de tener éxito o fracasar, y se esfuerzan hombro a hombro para que el negocio resulte. Si la cosa fracasa, no sería justo reclamar el dinero. Porque todos perdemos. Como socio capitalista, mi trabajo es velar por que el negocio funcione. Ahora toma la tinta y el pegamento y regresemos a trabajar con las plumas. 

-¡Con la materia prima! 

-Sí, hijita, vamos a transformar la materia prima. Solo que ahora la materia prima ya no son solo las plumas, sino también la tinta y el pegamento. Vamos. 

Al llegar a casa, recorté con unas tijeras la punta de todas las plumas y le mostré cómo recortar, a medida, las cargas de tinta. Puse un poco de pegamento en una de las carga y la introduje en una pluma, adheriéndola. Ella hizo el resto: 24 preciosas plumas para escribir. ¡Quedó encantada! 

-Y ahora ¿qué harás con ellas?- le pregunté. 

-¡Venderlas a mis compañeros de clase! 

-No solo a tus compañeros de clase, sino a los vecinos.
 
-Y ¿cuánto pediré por cada una? 

-Hagamos cuentas. ¿Cuánto nos costaron las plumas? 

-Nada. 

-¿Segura? Aunque aparentemente salieron gratis, recuerda que en realidad invertimos dinero en el transporte de ida y vuelta y en el esfuerzo por colectarlas, seleccionarlas, limpiarlas y recortarlas. Digamos que eso nos costó 2 monedas más -usé la calculadora y le mostré-. En realidad, hemos invertido un total de 16 monedas. Dividimos 16 entre 24 y obtenemos, veamos, 0.66. 

-¡Entonces -miró la calculadora y dijo-, si las vendo por 1 moneda cada una, ¿ganaré 0.34 por cada una? 

-Eso sería perder. Para ganar debes multiplicar 0.34 por tres, o sea: 1.02. Tienes que vender cada una en 1.02, mínimo. 

-¿Por qué? 

-Es cierto que nuestra inversión por cada pluma fue de 0.34. Para recuperar nuestro dinero necesitamos cobrar 0.34 por cada una. Pero no estaríamos ganando nada. Solo estaríamos recuperado el dinero. Tenemos que pedir otros 0.34 para poder generar un capital y poder fabricar otra pluma. En otras palabras, no es ninguna gracia recuperar los 0.34, porque con esa cantidad no hubiéramos compensado por nuestro esfuerzo ni podríamos fabricar más lapiceros. Necesitamos otros 0.34 a fin de fabricar otro lapicero. No podemos venderlo por 0.34 ni por 0.68, sino por 1.02 como mínimo. Ahora bien, si el mercado, es decir, tus posibles clientes serían capaces de pagar 1.50 ó más por cada pluma, estarías ganando más. Suficiente como para fabricar plumas extras o invertir en otra cosa. ¡Eso sí es ganar! 

-¿Pero si mis amigos no pueden pagar esa cantidad? 

-En ese caso, puedes hacer dos cosas: 1) Enfocar tu objetivo, concentrar tu mercado y conseguir clientes que sí puedan pagar esa cantidad, o 2) persuadir a tus amigos de que necesitan escribir con tus plumas, despertarles un deseo tan grande que persuadan a sus padres para que les den el dinero. Pero tienen que sentir que las necesitan. 

-Mejor bajo el precio. 

-Noup! Tienes que aprender a negociar sin ceder. Esas plumas serán vendidas por 1.50, sí o sí, aunque tengas que pintarlas de colores o atarles un lazo precioso alrededor. 

-Pero ¿no sería eso más materia prima? 

-Ja, ja, ja, bueno, sí, pero es solo un decir. Ahora ve y deja secar las plumas hasta mañana. 

-¡Mañana las llevaré a vender! 

-No. Mañana solo harás publicidad. Llevarás una y escribirás con ella en tu cuaderno hasta que alguien te diga: “¡Oye! ¡Qué fantástico! ¿Dónde la compraste?”. Y entonces le dirás: "¿Quieres una?". 

-Si te dice: “Sí”, haces arreglos para dársela en otro momento. Verás que poco a poco otros también querrán tener una pluma igual. 

-¡Y después de venderlas todas podré comprarme otro pantalón! ¿O un vestido? 

-Bueno, como ahora somos socios, tenemos que hacer una reunión de directorio para discutir cómo usaremos el dinero los dos. No puedes usar todo el dinero tú sola. Primero analizaremos si lo reinvertiremos en plumas, o en espinas, piedras, conchitas u otra cosa, y pensaremos en el proceso y la venta. ¿Te parece? 

-¡Ajá! Podríamos hacer collares con conchitas, o adornos con arena y conchitas y plumas. 

-Bueno... todavía no podremos usar nada del dinero. Tienes que aprender otro secreto de las ventas: El autodominio. 

-¿Autodominio? 

-Sí. Hiciste un sacrificio cuando usaste tus 3 monedas para comprar las cargas, ¿recuerdas? Aunque pudiste usarlas para comprarte dulces o alguna otra cosa, te controlaste y preferiste invertirlas en materia prima. Te autodominaste, hiciste un sacrificio. Eso es autodominio. 

-¿Es como aguantarse? 

-Sí. Sacrificaste tus 3.00 y decidiste invertirlos asociándote conmigo en lo de las plumas. El resultado es que mañana comenzarás a ganar más dinero. Fue un sacrificio necesario. Pero cuando veas que valió la pena, ya no te parecerá sacrificio, y te será más fácil sacrificar otra cosa. Así, el ciclo se repite. Es el Ciclo del Dinero. Un ciclo es algo que siempre se repite. 

-O sea que ahora no tengo plata, pero mañana tendré más de 3.00. 

-Así es. El autodominio es parecido al sacrificio, porque envuelve privarte de algo que quieres, pero es más interesante. Por eso lo llaman “la cumbre del logro humano”, y por tanto, la cumbre de todo negocio exitoso. Es cuando aprendes a controlarte de modo que usas sabiamente lo que ganas. Por ejemplo, si te vuelves borracha por gastarlo todo en licor, podrías acabar perdiendo todo, no solo dinero, sino tu dignidiad, tu familia, tus amigos y todo lo lindo que pudo ser tu vida. Hoy yo me he convertido en tu socio, pero cuando tengas tu propio dinero podrás seguir por tu cuenta, sin necesitar un socio. Pero si no aprendes el autodominio, cualquier negocio que emprendas se irá directo a la quiebra. Puede tomar mucho tiempo, pero termina en la quiebra. ¿Quieres que eso te ocurra a ti? 

-No, papi. 

-Pero ¿acaso sabes que es una quiebra? 

-No. 

-Es como cuando se hunde un barco, como el Titanic, ¿recuerdas? Solo que lo que se hunde es tu negocio, con todo tu dinero. Todos se hunden. Todos pierden. 

-¡Wákala! 

-Hubo un hombre que hizo un gran negocio y comenzó a ganar tanto dinero que se compró todas las cosas que quiso. Pero el éxito no le duró mucho tiempo. Comenzó a comprarse drogas y a tomar bebidas alcohólicas en grandes cantidades. Tan borracho se volvió que su esposa y sus hijos lo abandonaron, el negocio se fue a la quiebra y él terminó en la cárcel por no pagar sus deudas, especialmente los impuestos. No se sacrificó ni cultivó el autodominio. El resultado fue que perdió todo lo que había invertido, y más. En realidad, perdió todo. ¿Es eso ganar? ¿Es eso éxito? ¡En absoluto! Nunca evalúes a las personas exitosas por la manera como empiezan, suben y ascienden, sino por la manera como terminan su vida, por la reputación que se han labrado cuando llegan al final.

-OK, pa. Entonces, mañana por la noche te cuento cómo me fue en la escuela. 

¿Qué crees que sintió cuando vendió todas sus pluma? El día siguiente le dije algo así:

Muy bien, hija, te felicito. Has vendido un tangible.

-¿Tangible? ¿Qué es eso? 

-Un producto tangible es uno que se puede tocar, oler, ver gustar u oír. Tus plumas pueden verse y tocarse, y se puede escribir con ellas. Pero hay cosas que no pueden tocarse ni olerse ni oírse: Son los productos intangibles. Por ejemplo, una promesa. Las compañías de seguros te prometen que te ayudarán cuando tengas problemas (una enfermedad, un accidente, un incendio o un derrumbe). Aunque el problema no haya surgido, te prometen ayudarte si ocurre. Pagas una cuota mensual hasta que, cuando surge un problema, te dan todo el dinero que necesitas para resolverlo. Solo te dan una promesa, pero confias en ellos. Eso es un producto intangible, algo que nadie puede tocar. Por eso los productos intangibles son los más difíciles de vender, y por eso también son los que mejor pagan a sus vendedores. 

-¿Entonces yo le vendí un intengible a la mamá de Sebastián cuando le prometí que cuidaría a su hijo cuando se fuera a sus reuniones? 

-Algo parecido. En ese caso, no ofreciste un producto intangible, sino un servicio. Es decir, un trabajo o favor que satisfizo la necesidad de la mamá de Sebastián. Un producto es algo que fabricas y vendes; un servicio es un trabajo que tú puedes hacer y ofreces a la gente. 

-¿También hay que conseguir materia prima para ofrecer un servicio?
 
-Depende. Si para llevarlo a cabo necesitas instrumentos especiales que debes comprar, sí, aunque no se llama materia prima, sino capital. No te preocupes. Te explicaré esas cosas cuando seas más grande. Te enseñaré la diferencia entre el "Bruto y el Neto", y te contaré acerca del "Impuesto a las Ventas" y el "Monstruo Comeplata". 

-¿El "Monstruo Comeplata"? 

Y así ayudé a mi hija a entender que cualquier toma de decisión tiene consecuencias directas en su vida, y que ella misma podía tomar y controlar algunas de sus pequeñas decisiones, como la de decidir cómo obtener dinero para comprarse lo que necesitara. 

Los niños muy pequeños necesitan que sus padres les provean lo necesario, pero tan pronto como adquieren uso de razón, necesitan que sus padres les enseñen, de maneras prácticas, cómo obtienen el dinero que necesitan para vivir. Esto es MUY importante, como también es MUY importante adelantarse a sus amigos. Imagínate si un amiguito se apareciera un día con dinero en el bolsillo, y le dijera: "¡Mira cuánto dinero tengo! Lo conseguí haciendo [algo malo]". Te hubieran sacado ventaja, y sería muy difícil enderezar los conceptos torcidos en su mente. 

Por otro lado, si los abuelos siempre regalan dinero a tus hijos, de modo que estos pueden comprarse todo lo que quieran; o si los controlas tanto que nunca les das dinero para nada, tal vez no tengan oportunidad de madurar y abrirse camino por sí mismos. Contribuiría a un retraso en su desarrollo emocional, porque quizás los volvería excesivamente dependientes. No está mal que les regalen dinero, pero no debería volverse una costumbre que bloquee su educacíón y crianza. 

A un niño mimado le cuesta más trabajo aprender a ser responsable y autosuficiente, en el sentido correcto del término. Por ejemplo, muchos jóvenes estudian medicina pero van a la universidad vestidos como niños, no como médicos. Están esperando graduarse y recibir su título para comenzar a parecer médicos. Sus padres todavía les lavan la ropa u ordenan a un empleado que lo haga. Les dan dinero para todos sus gastos, ordenan su habitación y les tienen lista la comidita. "Todavía no es médico", dicen; pero piensan "Solo es un chico inexperto". 

Recuerdo cuando mi hija comenzó a ir a la escuela. Me pregunté a mí mismo: “¿Hasta qué punto debo cargar sus cosas? ¿A largo plazo, le estaré haciendo un bien o un mal?”. De modo que decidí que ella cargara siempre sus cosas. ¿De qué manera la ayudé? 

Bueno, aprendió a llevar solo lo necesario y a hacerse cargo de sus propias responsabilidades. Le expliqué que sus libros y cuadernos representaban su responsabilidad, y que debía aprender, desde niña, a asumir su propia responsabilidad. "Si quieres, te ayudo a cargar un piano -le decía-, pero tu morral, cárgalo tú". La mayoría de mis amigos siempre me dijeron: "¡Qué malo eres!". Pero no era maldad. Porque cuando el peso excedía lo que ella podía cargar, yo llevaba el excedente, y se lo llevaba con mucho gusto, diciéndole: “Así es la vida. Cuando no puedes cargarlo todo tú sola, puedes pedir a otros que te ayuden. Pero no debes pasarles todo el peso”. Eso es "delegar una responsabilidad", pasarle a otro parte del peso que te corresponde cargar. Sin embargo, tú sigues siendo responsable de la carga que le delegas, en cuanto a cómo y adónde la lleva. 

"En esta etapa de la vida, tu responsabilidad es estudiar y jugar, pero cuando crezcas será trabajar, ayudar a la comunidad y divertirte. Eso significa que tus padres, como si fuéramos socios capitalistas, vamos a darte todo nuestro apoyo, pero no vamos a estudiar por ti ni a jugar por ti, tal como después, cuando crezcas, no vamos a trabajar ni estudiar ni divertirnos por ti. ¿Comprendes? Por eso, desde ahora debes aprender a llevar tu propia carga, hijita. Porque un día tus padres vamos a morir y tú tendrás que continuar sola o con tu propia familia. Ahora es nuestra responsabilidad enseñarte a vivir de manera que después sigas adelante sin nuestro apoyo material." 

Enseñar a los hijos el Ciclo del Dinero es muy importante para sí mismos. No debemos demorarnos en enseñarles con paciencia y cariño que el dinero no brota mágicamente como una plantita en el interior del bolsillo de papá o mamá, o del abuelo, la abuela, el tío o la tía. El dinero puede terminarse, o llevarnos al descalabro si le damos un mal uso. Los hijos deben saber que para conseguir cosas (ya sea juguetes, dulces, libros, revistas, cuadernos, educación, capacitación, vacaciones o cualquier otra cosa) alguien realiza un esfuerzo o sacrificio y asume el costo. Deben entender que nadie puede quedarse con el dinero por mucho tiempo si no lo intercambia de mano en mano de una manera inteligente. Esperar recibirlo todo gratis, cultivando la mentalidad de que "las cosas son del que las necesita", como si Dios, sus padres, parientes, amigos, la sociedad o el mundo entero les debiera algo, es la marca del que ha visto demasiados dibujos animados en su juventud y nunca le explicaron de dónde sale el dinero. Razona mal: "Si lo necesito, que otro se esfuerce y se sacrifique o asuma el costo. Punto. Le quito sus plumas, y que vaya a conseguirse otras". ¡Viva la pepa! 

Los hijos necesitan saber que el dinero no es un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer necesidades y deseos. Pero sobre todo, tienen que aprender que el Ciclo del Dinero envuelve sacrificio y autodominio, inteligencia para saber dónde, cuándo y en qué invertir. Así como Dios nos da dones, nosotros mismos debemos pagar a los demás una debida compensación por lo que hacen por nosotros. 

Los niños urgen instrucción práctica de sus padres para aprender a valorar la información que reciben y entender claramente lo que significa la ética, desarrollar y cultivar por experiencia la relación costo/beneficio, éxito/fracaso, alcanzar la madurez, es decir, la facultad para tomar buenas decisiones a partir de un conocimiento exacto de los asuntos. 

Ellos no aprenden simplemente porque se les responda: “No” o “Sí” a todo cuanto piden. Tienen que aprender el secreto para conseguir respuestas adicionales por sí mismos y usarlas correctamente para su beneficio y el de la humanidad. ¡Necesitan desarrollar sentido de orientación! 

¿Por qué esperar hasta que un hijo se gradúe de médico para exigirle que se asee, camine, estudie y se exprese como un médico, si cuando se graduará será mayor de edad y ya no podrás exigirle el cumplimiento de norma alguna? ¿O de qué le servirá convertirse en un gran experto en ciencias alimentarias si, aunque esté limpio y sea muy trabajador, los que lo observen lo confundirán con un vago apestoso ? 

¿Quieres que tu hijo sea un gran ingeniero, pero ¿le das un automóvil para ir a todas partes y suculentas propinas para que se atiborre de comida chatarra y engorde hasta más no poder? ¡Reflexiona un momento, te suplico, en el hecho de que si quieres que sea un gran ingeniero civil, un día va a necesitar un buen par de piernas, rodillas en muy buen estado y un excelente ritmo cardiovascular! Si no, ¿cómo esperas que suba las escaleras de todos los edificios que le asignen inspeccionar en sus primeros años de práctica? ¿Pensaste en eso? 

¿Quieres que tu hijo sea un gran abogado, pero ¿lo insultas, maltratas o menosprecias ante sus amigos, le quitas privacidad y siempre estás acosándolo con preguntas del tipo "por qué cierras la puerta de tu dormitorio"? En otras palabras, no le concedes sus derechos naturales, lo pisoteas como una goma de mascar, transformándolo en un gatito inofensivo ¿y después esperas que se gradúe y salga a litigar y defender los derechos de sus clientes como un tigre? ¿Qué tigre y qué clientes, si nadie lo contrará por incompetente? ¿Eso quieres? 

¿Quieres que tu hija sea una gran doctora en medicina, pero si no logra ingresar a la universidad, a pesar de que fuiste testigo de que se esforzó al máximo, le dices: "Has decepcionado a toda la familia. Tu madre, tus abuelos, tus hermanos, que ya son unos profesionales como yo, todos esperábamos más de ti. Has botado mi dinero al agua"? En realidad, estarías apagando la pasión que necesitará  precisamente cuando tenga que tomar la firme decisión de saltar sobre una persona y clavarle un cuchillo en el cuello para abrirle una vía respiratoria porque se acaba de atorar en un restaurante y alguien debe practicarle una traqueotomía de emergencia allí mismo. ¿Esa es la manera como cultivas en ella confianza en sí misma para que sea una gran doctora? ¿Aplastando su amor propio y autoestima haciéndole sentirse estúpida e infeliz? ¡Por favor! 

Permíteme contarte un caso interesante que ocurrió en un país de sudamérica. Hubo un terremoto tan grande que casi toda una ciudad quedó en ruinas. Y apesar de que la ayuda internacional no se hizo esperar, los recursos básicos escasearon rápidamente. Para colmo de males, muchas de las provisiones fueron mal administradas por las autoridades porque no tenían experiencia con desastres de esa magnitud. Los mismos pobladores se robaban entre sí. Cundía un espíritu de desánimo. Pasaron los días y las semanas, y la reconstrucción avanzaba a paso lento. 

Sin embargo, no ocurría eso con los miembros de cierta organización religiosa, cuyos hermanos comenzaron a llegar en bandadas desde todas partes trayendo consigo todo lo necesario para remover los escombros y levantarles viviendas provisionales. Hombres, mujeres y niños, ancianos y enfermos, todos ponían el hombro. Las autoridades quedaron tan asombradas que decían: "¡Los felicitamos por su excelente orden, competencia y desempeño! ¡Han superado a nuestros equipos de Defensa Civil!". Y al cabo de unas pocas semanas habían terminado de remover todos los escombros de unos 500 terrenos de sus hermanos. Los vecinos no podían creer lo rápido que avanzaron. Como hormigas. 

No obstante, cuando pasaron a la etapa de levantar las casitas provisionales de madera, cuando iban por la segunda casa terminada, ¿cómo reaccionaron algunos vecinos de la comarca? Decidieron hacer algo increíble. ¡¡Las incendiaron!! Fue su manera de responder al estímulo, orden y entusiasmo que manifestaron aquellos extraños que vinieron desde tan lejos para ayudar a sus hermanos. No soportaron ver tanta actividad y unidad entre aquellas activas personas. Se quejaron de que solo ayudaran a sus hermanos, en vez de imitar su ejemplo y decirse entre sí: "Hay que hacer lo mismo. ¡Nosotros también trabajemos así!". Era más fácil destruir aquellas viviendas. 

Lo que trato de decir es que todos, sin excepción, hacemos cosas que son el fruto de nuestra mentalidad. Así como nos crían, reaccionamos. Si nos enseñan a amar, amaremos; si nos enseñan a ser egotistas, seremos egotistas; y si somos egotistas, ¿acaso seremos agradecidos? Imposible. 

Por eso, si esperamos hasta que nuestros hijos crezcan para enseñarles a pensar por sí mismos con base en una escala de valores confiable, a vestirse con propiedad por sí mismos y que hablen como gente culta, habremos perdido el tiempo. Será difícil que después aprendan a respetarse a sí mismos o a los demás. Les habremos cerrado las puertas de la oportunidad de obtener un buen empleo, y por tanto, de poder sostenerse económicamente a sí mismos y a sus familias. 

¿Hasta cuándo los consideraremos niños? 

En cierto programa de televisión de entrevistas, los moderadores, que eran personas mayores, se referían a los esfuerzos de ciertos universitarios con expresiones como: “Los chicos tienen que saber que…, los chicos necesitan una oportunidad para… los chicos están ansiosos por contribuir con la sociedad…”. Vez tras vez se referían a ellos como “los chicos” o “estos jovencitos”, dando a entender que todavía no los consideraban contribuyentes. 

En realidad, la mayoría de los universitarios ya no son chicos, sino hombres y mujeres respetables que merecen ser tomados en cuenta como miembros activos de la comunidad. Son jóvenes, pero nada justifica que se menosprecie su juventud? Por otro lado, ¿qué hacen muchos jóvenes por hacerse respetar y demostrar que ya no son niños? ¿Seguir vistiendo como niños, hablando como niños y pidiendo propina como niños? Si hicieran eso, sin duda sus mayores seguirán refiriéndose a ellos como “los chicos”. ¡Porque siguen comportándose como chicos! 

Si dices: “Mamá, ya no soy un niño", también debes preguntarte qué estás haciendo para respaldar dicha afirmación. ¿Todavía se te caen los pantalones, o se te desatan los zapatos, o tienen que recordarte que debes asearte más a menudo, que no ensucies tanto tu ropa, o que no arrastres los pies?”. ¡Disculpa? Eso no respaldaría la afirmación de haber crecido, ¿verdad? Por qué mejor no hacer esta prueba: Si tienes todos tus miembros completos y en buen estado: Ve si puedes lavar tu propia ropa durante un año, para que sepas el esfuerzo que cuesta; o te consigues un trabajo sencillo para cubrir tus gastos; o cocinas tu comida o coses tus botones? O mejor, ¿por qué, aunque sea una vez, no limpias a fondo toda la casa hasta el último rincón sin ayuda de nadie, incluidas todas las ventanas, para ver si realmente puedes hacerte cargo de una casa de verdad? Es más fácil esperar que otro limpie, ¿verdad? ¡Contratar a un empleado! ¡Qué lindo! 

Es fácil decir: “Ya no soy un niño”. Cualquiera puede hablar así. Pero ¿podría demostrarlo por medio de conseguir un trabajo y durar algún tiempo en él, demostrar que puede hacerse cargo de las responsabilidades de un adulto; o inventarse su propio trabajo invirtiendo su propio dinero en algo productivo que beneficie a otros? ¿Debe uno ser destetado a los 20 años? O por decirlo al revés, ¿hasta cuándo vamos a mamar? ¡Si alguien dice "Ya no soy un niño", entonces debe conseguir un trabajo honrado y merecer un pago justo! Entonces, poco a poco, todos tendrán mucho gusto en respetarle y obedecerle. ¿Suena muy duro? 

Si tu hijo insiste mucho en que ya no es un niño, y exige más libertad, tienes que usar un método de enseñanza. Por ejemplo, es importante que comprenda que hace dos años tenía menos libertad que ahora, y que hace cinco años tenía menos libertad que hace cinco años. Es decir, a medida que se mostraba más responsable, le extendiste más libertad, en preparación para cuando se independizara. Su sentido de responsabilidad (su manera de responder cuando le dabas consejo, sugerencias y tareas) es lo que te servía para determinar cuándo extender los límites de su libertad. 

Explícale que tú no determinas su libertad por la libertad que tienen sus amigos, sino por la manera como personalmente responde a las responsabilidades que le das. Y que le das más libertad en la medida en que desarrolla experiencia. Dile que tú tienes más experiencia en la vida y que por eso estás en posición para evaluar su comportamiento de manera más objetiva. Usa lo siguiente como ejemplo para que comprenda que tienes más experiencia en la vida que él. 

Mientras caminen por un lugar agradable o interesante, háblale en un tono conciliador y hazle una o más de las siguientes preguntas:  

1. ¿Qué opinas? ¿Las bebidas alcohólicas son estimulantes o no? Seguramente dirá que sí.

2. ¿Hace daño al cuerpo humano tomar bebidas alcohólicas? Tal vez diga que sí.

3. ¿Cualquier tipo de bebida alcohólica se absorbe en la sangre con la misma rapidez?

4. Si uno toma café o se da una ducha fría, ¿puede quitarse la borrachera de encima?

5. ¿La misma cantidad de alcohol tiene el mismo efecto en todas las personas?

6. ¿Se podría decir que un borracho es alcohólico? Tal vez dirá que sí.

7. ¿Hace daño tomar sedantes o barbitúricos junto con bebidas alcohólicas? ¿Cuánto daño?

8. ¿Evitaría uno emborracharse si cambia de una bebida alcohólica fuerte a una más suave?

9. ¿El cuerpo digiere el alcohol igual como se digiere la comida? Tal vez diga que sí. 

Logicamente, antes debrías haber examinar las respuestas y analizado bien el asunto, para que entiendas claramente de qué le estás hablando. Estas son las respuestas: 

1. No. Las bebidas alcohólica no son estimulantes, sino calmantes. Reducen el nivel de ansiedad. Por eso la persona se siente más tranquila y menos inquieta. 

2. No. Beber alcohol moderadamente no hace daño. En cambio, beber mucho sí. Daña el corazón, el cerebro, el hígado y otros órganos. 

3. No. Las bebidas alcohólicas no se absorben con igual rapidez. Por ejemplo, el licor se absorbe más rápido que el vino o la cerveza. 

4. No. Aunque el café te despierta, y una ducha fría te moja, el alcohol permanece en la sangre hasta que el hígado termine de transformarlo (a razón de media onza por hora). 

5. No, porque el efecto depende del peso de uno y de si uno ha comido o no. 

6. No. Cualquiera puede controlarse o detenerse cuando bebe alcohol. Pero el alcohólico no puede detenerse si empieza a beber. Debe abstenerse completamente. Por eso, no todo el que se emborracha es alcohólico, y no todos los alcohólicos se emborrachan. 

7. Sí. Mezclar bebidas alcohólicas con sedantes o barbitúricos multiplica tanto sus efectos que puede producir, por ejemplo, síntomas graves de abstinencia, un estado de coma o hasta la muerte. 

8. No. Uno se emborracha por la cantidad total de alcohol ingerido, no por el tipo de bebida alcohólica que consume. 

9. No. Cuando uno ingiere alcohol, el 20% pasa inmediatamente a la sangre a través de las paredes del estómago, y el resto fluye al intestino delgado absorbiéndose en la sangre. En cambio, el cuerpo digiere los alimentos lentamente. 

Mi madre solía hablarme siempre de modo que entendiera lecciones importantes, y una de las primeras lecciones que me enseñó es que el dinero no crece en los árboles ni que brota como el maná en el desierto, dentro del bolsillo de papito, de la bolsa de mamita o de la abuelita, sino que se consigue honradamente usando los pies para salir al mundo y solicitar un empleo, o usar la mente o las manos para crear o fabricar algún producto o servicio de utilidad, por modesto que sea. 

Un día le pedí prestado 5.00, y me preguntó: "¿Cuál es el trato? ¿Cuándo me los devuelves? Le dije: "A fin de mes". Pero al cabo de una semana, necesité un 5.00 más, y se los pedí. Este segundo diálogo fue, más o menos, así: 

- ¿Cuánto me debías?

- 5.00

- ¿Y cuándo me los ibas a devolver?

- A fin de mes

- ¿Cuánto necesitas ahora?

- 5.00

- ¿Y cuándo me los vas a devolver?

- Igual, a fin de mes te devuelvo todo. 

- mmmmm -hizo una pausa mientras siguió tejiendo, y luego concluyó magistralmente: 

- Mira, mejor hagamos un nuevo trato: Los primeros 5.00 que me debías, no me los devuelvas. Te los regalo. De ahí toma los otros 5.00 que necesitas. Pero no olvides devolvérmelos a fin de mes, conforme al nuevo trato -y siguió tejiendo. 

Me quedé allí parado, como una estaca, mirándola fijamente, tratando de asimilar lo que acababa de decirme, porque francamente no entendí nada. Pero como no quería pasar por bruto, aparenté que había comprendido perfectamente, giré sobre mi sitio y me retiré muy lentamente a mi habitación, con el rabo entre las patas, tratando de discernir su trabalenguas. Tenía la respuesta muy clara en mi cabeza, porque se me grabaron como fuego: "Mira, mejor hagamos un nuevo trato: Los primeros 5.00 que me debías, no me los devuelvas. Te los regalo. De ahí toma los otros 5.00 que necesitas. Pero no olvides devolvérmelos a fin de mes, conforme al nuevo trato", pero no lograba atar cabos. Por eso entré a mi habitación, tomé asiento en la cama y me puse a pensar y pensar y pensar. Hasta que ¡zaz! entendí lo que realmente me había dicho: "¿Crees que soy tonta?". 

¡Jajaja! ¡Esa era mi madre! Generosa, pero inteligente, porque me enseñó varias lecciones en una: 

Comprensión. Porque me escuchó pacientemente y entendió que necesitaba más dinero.
Generosa. Porque me regaló el primer préstamo, para que me sintiera más aliviado de la carga.
Sabia. Porque me enseñó que debí pensarlo bien la primera vez y pedirle 10.00, no 5.00.
Justa. Porque no se dejó entrampar en otro préstamo si no le había pagado el primero. Mala espina.
Recta. Porque me hizo sentir todo el peso de mi responsabilidad respecto al préstamo original. 

Por eso, nunca tengas miedo de ejercer firmeza y poner bajo control a tus hijos y enseñarles con cariño a lavar su ropa, a secar sus platos, a hacer las compras, a cocinar, a coser sus propios botones y a ganar dinero honradamente. Porque con ello aprenderán lo que significa el sacrificio, el autodominio, la ética y el sentido de responsabilidad, y desarrollarán el carácter suficiente como para crecer al estado de madurez que siempre anhelaste para ellos. Si no lo haces mientras estén a tiempo, es decir, cuando son niños, un día pudieran convertirse en dictadores y hacerte la vida imposible, y en el futuro probablemente experimenten consecuencias tan insoportables que acaben demandándotelo por no haberles enseñado lo más importante: A valerse por sí mismos. 

Otras cualidades valiosas que los hijos aprenden cuando reciben una disciplina basada en el amor son: Respetar la dignidad de las personas y valorarlas por lo que son, no por lo que tienen o lo que pueden obtener de ellas; comprender que todos tienen limitaciones físicas, materiales, mentales, emocionales, intelectuales y espirituales que les impiden ser tan eficientes como quisieran, y tan generosos como puedan dentro de sus posibilidades si se trata de ayudar a otros. 

Pero cuando las aprenden y después cosechan los buenos resultados de su eficiencia, se acuerdan con agradecimiento de que fueron sus padres quienes los pusieron en ventaja respecto al resto del mundo, los que les enseñaron a crecer y desarrollarse en personas responsables, para que no tuvieran nada que temer y pudieran abrirse camino en medio de toda circunstancia. Y nada es tan placentero como tener hijos agradecidos. La universidad no es todo ni lo único que hay. 

Tampoco tengas miedo de enfrentar la realidad cuando ellos quieran hacerte saber que estás errando, o exagerando la disciplina. Si los criaste bien, entonces están capacitados para distinguir las diferentes conductas y, en tal caso, no estaría mal que recibieras de ellos el consejo que tal vez, sin querer, pasaste por alto. Por ejemplo, quizás un padre quiera que sus hijos estudien y consigan un buen trabajo, pero sus hijos quieran que él deje de fumar. ¿Qué relación tienen estas cosas? Simplemente que fumar mata. Si el padre fuma, cualquier falta que su hijo cometa parecerá como nada en comparación, porque el padre está haciendo algo peor. ¡Está matando gente y suicidándose lentamente! Los hijos han visto la publicidad de los cigarrillos. Saben que fumar mata. ¿No te apreciarán más si reaccionas diciendo: "¡¡Usted se calla, así no se le habla a su padre!!"? 

Los hijos no suelen ser lo que creemos que son sino hasta que les damos una genuina oportunidad para demostrarlo. Por ejemplo, un día insistí en que mi esposa permitiera que nuestra hija adolescente hiciera sola las compras del hogar, quedamos estupefactos cuando regresó a casa con muchas más cosas de las que mi esposa solía comprar, aparte de que gastó menos dinero. "¿Cómo lo hiciste!", exclamó su madre. No podía creer que regresara con más cosas de las que se necesitaban. Pensaba que no le alcanzaría ni para comprar la mitad de lo que le indicó, y ella le mostró que sabía usar el dinero responsablemente. Ese día mi esposa se desengañó respecto a ese punto. 

Encarémoslo. Si tenemos hijos, tarde o temprano tomarán sus propias decisiones y se trazarán un camino, y muy probablemente algunas decisiones no van a gustarnos. Pero por lo menos les habremos enseñado a valerse por sí mismos, a no abusar del esfuerzo ajeno ni a que esperen recibirlo todo gratis. Es cierto que cuando un niño no recibe todo lo que pide, a veces grita: "¡Malo! No te quiero". Pero una de las primeras lecciones que los niños y jóvenes deben aprender es que todo en la vida tiene un costo, y que tras toda obra existe un gran sacrificio. Nadie puede tener todo lo que desea, a menos que esté dispuesto a cubrir el costo, ya sea en sentido moral, material, social o espiritual. No es bueno que los jóvenes piensen que el mundo es injusto porque no les dio gratis todo lo que quisieron tener. 

Si acostumbras a tus hijos a pedir propina hasta que se convierten en adultos; si les lavas la ropa a pesar de que arrastran los pantalones hasta convertirlos en trapos; si los esperas con la comidita servida y siempre les lavas los platos; que no te sorprenda que un día te digan que han hecho lo que precisamente nunca hubieras esperado de ellos, o que te den la espalda y se pierdan en el tiempo y en la distancia para nunca volver a preguntar por ti. Porque no les enseñaste la importante lección de ser agradecidos y apreciar el sacrificio que los demás hicieron por él. 

Esto nada tiene que ver con ser crueles ni desconsiderados. Es simplemente un llamado de atención para quienes creen que la falta de autodominio y el conseguir todo gratis es algo que produce adultos responsables. ¡Nada más falso! La verdad es que alguien siempre asume el costo. ¿Y quién lo hará? ¿El vecino? ¿La abuelita? ¿El tío? ¿Sus padres? ¿Los maestros? ¿El gobierno? ¿El médico? ¿Un juez? ¿Los bomberos? 

Los hijos que aman a sus padres y los extrañan y se acuerdan de ellos, son aquellos que se sienten profundamente agradecidos por haber aprendido a su lado las lecciones más importantes de la vida, no aquellos que siempre recibieron todo en la boca sin dar nada a cambio. 

El sacrificio debe aprenderse en casa, el autodominio debe aprenderse en casa, la ética debe aprenderse en casa, los buenos modales deben aprenderse en casa. Y si nunca se aprende, y un día uno toma conciencia de la importancia que dichas cualidades tienen en su vida y en la de los que vendrán después, debe recordar que nunca es tarde. Solo es cuestión de proponérselo, hacer “borrón y cuenta nueva”, y, por decirlo así, reiniciar su equipo o reinstalar un nuevo sistema operativo en su mente. 

Por eso, enseñemos cuanto antes a nuestros hijos cómo funciona el “Ciclo del Dinero”; y si ya somos mayores y reconocemos que nunca nos enseñaron nada de esto, ¿qué esperamos para empezar? No pasará mucho tiempo hasta que sintamos la enorme satisfacción de sentirnos bien. Lo importante es hacer lo que es correcto y sembrar ahora las semillas de la satisfacción interior que quisiéramos cosechar después. Pero, ¿no será un poco tarde? Definitivamente, no. 

Un día visité a un amigo al que jamás había visto desalentado. Siempre tenía un chiste o ilustración en la punta de la lengua, y su actitud siempre me había sorprendido. Y aunque bordeaba los 100 años de edad, seguía haciendo ejercicios físicos para mantenerse en forma. Pero esta vez lo vi cabizbajo, meditabundo y circunstanfláutico, de modo que me acerqué discretamente, puse mi mano sobre su hombro y le dije: "Hola, ¿en qué piensas?", y alzó los ojos, me clavó la mirada y me dijo con entusiasmo: "¡¡En el futuro, pues!! ¡¡Ja ja ja ja ja ja!!". No pude menos que explotar de risa. A pesar de su avanzada edad, estaba pensando en el futuro. ¿No te parece increíble? No solo seguía haciendo ejercicios físicos para mantenerse en forma, sino ejercicios emocionales para mantener en forma su actitud. 

¿Un incentivo para ser rico? 

Este artículo de ninguna manera pretende ser un incentivo para enriquecerse. Tampoco pretende definir técnicamente el Ciclo del Dinero, que es el tiempo que pasa desde que lo inviertes hasta que lo recuperas. La forma de pago afecta la duración, ya sea al crédito o al contado y al cerrarse cada ciclo puedes evaluar tus costos y entender mejor tu capital de trabajo y su rotación (por ejemplo, un distribuidor sabe que debe abastecer las tiendas cada siete días con azúcar, arroz y leche, mientras que regresará cada 30 días para abastecerlas con jabón o detergente, porque su ciclo es mayor). A más ciclos, más ganancias.

De lo que trata este artículo es que el dinero no es perjudicial en sí mismo, sino un factor que le permite a uno vivir con menos preocupaciones si aprende a utilizarlo sabiamente, y que hay que enseñar a los niños, aunque sea de manera rudimentaria, cómo funciona el Ciclo del Dinero, es decir, desde cómo se obtiene hasta cómo y cuándo usarlo. Un problema que debe evitarse es que al alcanzar poder de compra, aprendan a controlar en su interior el deseo de acumular demasiadas cosas, la mayoría de las cuales seguramente no serán necesarias, e incluso, en algunos casos, podría perjudicarlos. 

Es como la protección y la seguridad. No es cuestión de que los padres cuiden y sobreprotejan a sus hijos, ya que tarde o temprano ellos no estarán a su lado, sino de advertirles claramente acerca de los peligros y enseñarles a protegerse a sí mismos. Lo mismo aplica al dinero. Si el niño no aprende a usarlo sabiamente, después tal vez no advierta las diferencias y termine siendo su esclavo.

Si usas el dinero apropiadamente y enseñas a los niños a mantenerlo bajo control, les irá bien. Si no, la codicia pudiera tomar el timón y hacerles perder de vista la línea que separa la satisfacción de la frustración. Sus objetivos pudieran deformarse y convertirse en un absurdo deseo de acumular riqueza solo para ostentar poder de compra ante los demás, ya sea para que los respeten o para que les obedezcan, lo cual seguramente también despertará en ellos el temor a perderlo todo algún día. Eso podría sumirlos en un estado de ansiedad crónica (se deprimirán cuando no tegan nada, y se deprimirán cuando lo tengan todo). 

Una vez, Julio Iglesias lanzó una de sus más extraordinarias producciones musicales incluyendo el tema central cuya letra decía: "Lo tengo todo, completamente todo. Mil amigos y amores y el aplauso de la noche. Lo tengo todo, completamente todo. Voy por la vida rodeado de gente que siento mía. Voy de abrazo en abrazo, de beso en risa, me dan la mano cuando es precisa. La loca suerte besa mi frente por donde voy. Pero cuando amanece y me quedo solo, siento en el fondo un mar vacío, un seco río que grita y grita que solo soy un hombre solo, un hombre solo, un hombre solo. Vivo en un mundo que flota como el humo. Ni una pálida sombra ni un quejido en mi boca. Lo tengo todo, completamente todo. Voy por la vida rodeado de gente que siento mía. Voy de abrazo en abrazo, de beso en risa, me dan la mano cuando es precisa. La loca suerte besa mi frente por donde voy. Pero cuando amanece y me quedo solo, siento en el fondo un mar vacío, un seco río que grita y grita que solo soy un hombre solo, un hombre solo, un hombre solo". Una letra que pinta de cuerpo entero lo que sienten muchos que olvidaron lo más importante. 

Cuando una persona llega al punto de disfrutar tanto del dinero que cree que puede resolverlo todo, comprarlo todo y disimularlo todo, es posible que pierda el equilibrio por un tiempo y viva en un espejismo (no lo digo por Julio, él solo estaba interpretando un tema). Tal vez la muerte de un ser querido, una enfermedad incurable, una bancarrota total o un cruel acto de traición le abra los ojos a cosas en las que nunca se había detenido a pensar, cosas más importantes que no había tenido en cuenta, y por fin salga de aquella ficción. Reconozcámoslo, el dinero es necesario hasta cierto punto, pero no es la panacea universal. No puede resolverlo todo, no puede comprarlo todo y no puede disimularlo todo. Es solo un recurso para obtener lo que uno realmente necesita. Más allá de eso, es un campo minado. 

Por eso, si alguien se sube a una nube y cree que el dinero lo es todo, le conviene cultivar autodominio e impedir que lo controle, que se convierta en un monstruo indómito y termine devorando sus intestinos. El Ciclo del Dinero es simple, pero jamás olvidemos que el autodominio y el sacrificio son más importantes. 

Por eso, aunque el dinero es útil, no lo es todo. Es bueno enseñar a los niños cómo funciona el Ciclo del Dinero para que lo tengan en cuenta siempre, y cuando les llegue el tiempo de independizarse o de formar su propio hogar les sea más fácil tomar decisiones y enfrentar la vida. Los jóvenes necesitan reconocer, desde temprano, que en todo orden de cosas hay una causa y un efecto, y que por eso deben respetar la verdad indiscutible de que todo en la vida tiene un costo que alguien debe asumir. O pagamos hoy o pagamos mañana, pero de seguro pagaremos, sí o sí. 

"No olvides lo más importante" 

Una fábula dice, más o menos, así: "Había una mujer indigente que llevaba su bebé en brazos camino al desierto. Había decidido internarse lo más lejos posible y acabar con su vida porque estaba harta de sufrir privación y vejaciones. De repente llegó a cierta montaña, una roca enorme se movió pesadamente exponiendo la entrada a una cueva, y oyó una voz: "Entra, mujer, saca todo lo que puedas y resuelve todos tus problemas. Pero no olvides lo más importante. Tienes diez minutos". 

"La mujer entró temerosa y, después de dar unos pasos, observó montículos de piedras preciosas, joyas y objetos de oro, ¡un tesoro valiosísimo! De modo que colocó delicadamente a su hijo en un lugar seguro y comenzó a sacar todo lo que pudo. Vez tras vez salía y entraba corriendo, adentro y afuera de la cueva con las manos llenas de tesoros. De repente, la puerta se cerró. ¡Estaba feliz porque ahora todos sus problemas estaban resueltos! No más pobreza, no más privaciones, no más abuso. ¡Pero olvidó sacar a su hijo! 

Por eso, enseña a tus hijos a ganar dinero honradamente, pero sobre todo, enséñales que hay cosas más importantes que el dinero, como son el autodominio, el sacrificio, la ética, los buenos modales, el sentido de responsabilidad, el carácter, la madurez y el reconocimiento de que tras toda labor hay alguien que merece una compensación. 

No olvides lo más importante

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