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La "Ley del Sándwich"
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Un importante abogado criminalista y un detective de homicidios tuvieron que viajar en automóvil a través de los Estados Unidos, así que tomaron todas las precauciones posibles para que no les faltara nada si surgía un imprevisto.

Cuando cruzaron el desierto, decidieron detenerse en una desolada estación de servicio para cargar combustible y aprovechar de comer algo en el restaurante que había en el lugar. Al ingresar, no hallaron a nadie. Llamaron y llamaron, pero nadie respondió, luego salieron y gritaron por los alrededores, y nadie respondió. Parecía una película de terror. Lo extraño era que había dos sandwiches y dos refrescos sobre una de las mesas. Los sandwiches estaban muy calientes y los refrescos, burbujeantes y muy fríos. Además, la plancha donde aparentemente habían preparado los sandwiches estaba hirviendo. Por eso llegaron a la conclusión de que tanto el encargado como sus clientes no debían de andar muy lejos, porque si no, los sandwiches estarían fríos, y los refrescos tibios. Entonces pensaron que tal vez había surgido una emergencia y tuvieron que salir disparados en busca de ayuda, o tal vez se había cometido un crimen. Los calientes sándwiches y los burbujeantes refrescos eran la única pista de que disponían para saber que tanto el encargado como sus clientes no andarían muy lejos. Pero ¿dónde? No divisaban a nadie a mil metros a la redonda. Solo disponían de la evidencia: Dos sándwiches calientes y dos refrescos muy fríos. ¿A qué conclusión hubieras llegado tú?

Algo más que un sándwich caliente

Nuestro maravilloso sistema planetario con base en el Sol está caliente, burbujeando de vida por donde lo miremos. Los cada vez más avanzados microscopios y los cada vez más sofisticados telescopios nos ofrecen por televisión e Internet imágenes antes nunca vistas de la imponente naturaleza que nos rodea, y no hay día en que los científicos no descubran algo nuevo. Pero ¿verdad que no son necesarios ni los microscopios ni telescopios para ver con nuestros propios ojos el intrincado ecosistema, con una biodiversidad de cosas que están listas para comerse y usarse para nuestro deleite?

Sin embargo hay quienes dicen que nadie hizo el universo, algo que ciertamente es mucho más complejo que un par de sándwiches calientes. Decir que el universo se hizo a sí mismo es más que inaceptable, no solo para cualquier abogado o detective, que son especialistas en descubrir y seguir la pista a los criminales, sino hasta para un niño de corta edad que acaba de aprender a multiplicar. Si existe un sándwich, alguien tuvo que haberlo hecho.

Ahora bien, un sándwich puede prepararlo cualquiera, pero se necesita un torrente de sabiduría y creatividad para fabricar una nave espacial. Es evidente que la obra de alguien refleja el nivel de inteligencia que necesitó para hacerla, ya se trate de un sándwich o de una nave espacial. Igualmente, un sándwich puede prepararlo una sola persona, pero para diseñar, fabricar y lanzar al espacio sideral una nave tripulada se necesita un equipo de científicos muy experimentados. La pregunta es entonces: ¿Qué nivel de inteligencia y sabiduría que se necesitó para diseñar, crear y mantener nuestro imponente universo?

Algo más que unas sinceras felicitaciones

Alguien que preparara una rica cena merecería unas sinceras felicitaciones, y alguien que diseñara, fabricara y lanzara un satélite de comunicaciones sería digno de una condecoración. Pero ¿qué clase de alabanza daríamos al que diseñó y creó el universo, manteniéndolo en perfecto equilibrio termodinámico durante milenios? De seguro no merecería menos que toda la gloria, la honra y el poder.

Una paradoja resuelta

Pero quizás alguien diga: “Pero si decimos que Dios no tuvo comienzo ni tendrá fin, estamos siendo irrazonables. ¿Cómo puede existir alguien que no tuvo principio?”.

Siguiendo “La Ley del Sándwich” llegamos a la conclusión de que un sándwich caliente no pudo hacerse a sí mismo. Alguien tuvo que diseñar las máquinas para fabricar sus componentes, y alguien tuvo que prepararlo, encender la cocina y servirlo en la mesa. Si existe el sándwich, existe la persona que lo hizo. Con los números llegamos a una conclusión parecida.

Los números existen. Nadie puede negarlo. Tanto los matemáticos como los músicos profesionales usan los números para producir obras maravillosas. La arquitectura y la ingeniería se basan en los números, y la música más envolvente suele ser aquella que se diseñó sabiamente, distribuyendo las notas en compases perfectos sobre un pentagrama. Los números lo hicieron posible.

Todos sabemos que las computadoras funcionan con números. Sin números no existirían. Hasta las palabras de esta oración fueron el resultado de una combinación de números que los inventores del software diseñaron especialmente para el procesador de texto utilizado. Todo dentro de la computadora funciona con números. Si la computadora existe, los números  también.

¿Cuál es el número más grande?

Ahora bien, aunque sabemos que los números existen, reconocemos que el número más grande no existe, y tampoco el número más pequeño. Porque si dijéramos que el número más grande es el 1000, alguien propondría el 1001, y así sucesivamente por toda la eternidad.  Y si alguien propusiera el -1000 como el más pequeño, alguien podría añadir el -1001, y así sucesivamente. De modo que, en términos prácticos, el número más grande es una ilusión, porque no existe, y lo mismo podemos decir del número más pequeño. ¡No existe! Sin embargo, los números existen. ¿Cómo es posible de que exista algo que realmente no existe?

La respuesta es que los números solo existen para el propósito para el que se les necesita. No podemos decir cuál es el número más grande o el más pequeño, pero podemos fijar uno y darle un uso específico. Por ejemplo, 10 kilómetros, 5 gramos, 20 leguas, 300 personas. Pero ni el número más grande existe ni el más pequeño. Siempre habrá un número mayor y un número menor… por toda la eternidad hacia atrás y por toda la eternidad hacia delante. Dios es igual. Es tan grande que no tiene fin, y es tan grande que nunca tuvo principio.

¿Como el tiempo?

Así es. Como el tiempo. Ningún sabio se atrevería a afirmar que existe evidencia de que un día el tiempo llegará a su final y que ya no existirá más tiempo. El tiempo simplemente existe, como aquel sándwich, y nadie puede negarlo. Pero ¿cuándo empezó?

De la misma manera como el tiempo se proyecta en nuestra mente hacia delante por toda la eternidad, también lo discernimos como proveniente desde la eternidad. ¡Como los números! Es desde tiempos indefinidos y hasta tiempos indefinidos. Por eso también se dice que Dios es el rey de la eternidad, porque siempre ha existido.

Las personas que afirman que Dios no existe, están pasando por alto la mayor evidencia de su existencia: Ellas mismas y todo lo que las rodea. Son como un abogado o detective que no acepta la evidencia del sándwich caliente sobre la mesa. Miran el sándwich, pero no creen que alguien lo haya hecho. Dicen: “Tiene que haberse hecho a sí mismo, porque no vemos a ningún cocinero por aquí”.

Y afirmar que el tiempo comenzó junto con el universo físico, y que antes del universo no existía el tiempo, sería lo mismo que decir que el cocinero del sándwich nació junto con el sándwich. ¡El sándwich es tan solo una de sus obras! Él tiene infinidad de platos que preparar.  ¿O crees que un cocinero solo sabe preparar sándwiches? Eso sería un disparate más grande.

¿Y qué hay del presente, pasado y futuro?

Podríamos decir que el presente no existe, porque tan pronto como lo vivimos, nos damos cuenta de que ya pasó y se convirtió en pasado. El pasado no existe, porque solo es un recuerdo en nuestra mente, y el futuro no existe, porque todavía no lo hemos vivido, y siempre será así. El pasado siempre quedará en el pasado, y el futuro siempre se mantendrá en el futuro. La frase: “El futuro hoy” es solo una ilusión propagandística. Lo que vemos hoy está ocurriendo hoy. No es que el futuro se haya adelantado. El concepto de futuro siempre se mantendrá delante de nosotros, y el concepto de pasado siempre estará detrás. Y el presente, pasa tan rápido que deja de serlo en el instante mismo que lo vivimos.

De modo que no podemos retener el presente ni rehacer el pasado ni adelantar el futuro. Lo que hacemos hoy lo hacemos hoy, y lo que haremos mañana, lo haremos mañana. El presente, pasado y futuro realmente no existen, son solo conceptos que hay en nuestra mente. Sin embargo, vivimos el presente, planificamos el futuro y añoramos el pasado. De hecho, nuestro progreso depende de recordar lo pasado y discernir el futuro.

Es cierto que los científicos y filósofos físicos tienen diferentes teorías para intentar entender el tiempo, y hay muchos programas de televisión que abundan en la materia, pero si prestas cuidadosa atención a sus expresiones, a cada rato usan palabras condicionantes y de protección, tales como "quizás", "podría ser", "se piensa que", "algunos suponen que", "tal vez", "probablemente", "se ha dicho que", "dicen que", "se calcula que", "si optamos por", "si eso fuese así", "si eso fuera cierto", "en el supuesto que", "hay quienes afirman que", "dentro de diezmil millones de años", "hace cuatrocientos mil millones de años", "al comienzo del universo", "cuando el universo llegue a su fin", "si viajáramos hasta un agujero negro", "si pudiéramos ir hasta el núcleo del Sol", "universos paralelos todavía no demostrados", "una teoría dice que", "los paradigmas aceptados por la comunidad científica", "si viajáramos en el tiempo", "si pudiéramos transportarnos al pasado lejano", "Einstein descubrió que"... No aseguran nada. Porque son sinceros: No pueden asegurarlo. Reconocen que muchas teorías del pasado fueron desmentidas por descubrimientos posteriores, y hasta el día de hoy se siguen revisando y replanteando. Si un científico afirmara categóricamente algo que no ha sido plenamente probado sería nada más que un tonto, aunque rebanara el tiempo como un pan de norte a sur, de arriba abajo, de este a oeste o como le dé la gana.

Ahora entendemos por qué es tan común el uso de palabras y frases que expresan probabilidades o meramente posibilidades. Porque algunas cosas sencillamente son muy difíciles o hasta imposibles de comprobar. Por ejemplo, no es lo mismo decir: "Esto nos demuestra que puede existir vida en otros mundos" que "Esto nos permite suponer que hay vida en otros mundos". La primera frase es engañosa porque contiene la expresión "nos demuestra", dándole un matiz de comprobación. Pero en realidad no demuestra absolutamente nada más que el permiso para suponer algo. Si uno no tiene cuidado al escuchar lo que se dice, podría terminar dando crédito a lo que solo era una suposición. En el ejemplo, la expresión "demuestra" opaca "puedo suponer" convirtiendo la afirmación en una frase engañosa que solo maquilla con un crédito algo que realmente no lo tiene.

Esto no tiene la intención de hacer apología del agnosticismo, sino solo de colocar las cosas en su lugar. Una suposición es una suposición, y un hecho comprobado es un hecho comprobado. La fantasía es fantasía, y la realidad, realidad. Cierta científica que se burlaba de Dios, dijo haber demostrado que podía crear vida. Realizó una serie de procesos físico-químicos y logró su objetivo.  Pero lo que más resaltó es que ella lo hizo, es decir, que alguien tuvo que pensarlo, diseñar el procedimiento y hacerlo. ¡No se hizo solo ni por casualidad ni en millones de años de evolución! Ella fue quien lo hizo en su laboratorio, siguiendo procesos que ella misma había diseñado luego de muchos análisis. Y para colmo, usó la frase: "Yo puedo crear vida en un laboratorio", recalcando que alguien tuvo que hacerla creado. No obstante, era atea.

Por eso, si te preguntas cómo es que existe algo que realmente no existe, la respuesta es simple: ¡El presente existe y nadie en su sano juicio lo negaría! Aunque no sepa explicarlo. Su existencia es evidente. Lo vivimos cada día. Pero si reflexionamos en ello, ¡en realidad no existe! Porque aunque hace un instante era el futuro, en un instante se convirtió en pasado que no podemos cambiar. ¿Cómo hubiera nacido yo si me transportara al pasado y matara de un tiro a mi abuelo antes de que mi madre me concibiera? ¡Absurdo! El presente es tan corto, pero tan corto, que en realidad no existe. El pasado no podemos modificarlo. Y en cuanto al futuro, mejor no sigo hablando.

Por eso, es una paradoja cuando pensamos en algo que no existe, como el número más grande y el número más pequeño, aunque en realidad todos los números existen; o en algo que existe, como el tiempo presente, cuando en realidad no existe porque ya pasó. Podemos entenderlo, pero al mismo tiempo creemos que no podemos entenderlo plenamente. Como dijo una vez un connotado científico: "Creo que nos falta una pieza." ¿Darán algún día con dicha pieza, o tornillo? Habría que preguntarle al Señor del Tiempo.

¿Aceptar o negar la evidencia?

Si en este momento te quedas inmóvil y solo mueves tus ojos alrededor, haz la siguiente prueba. Fija la mirada en un objeto y pregúntate: “¿Se hizo solo?”, luego fija la mirada en otra cosa y pregúntate lo mismo. Hazlo con todos los objetos que tengas a la vista, sin descuidar uno. Luego voltea la mirada y observa el sol, la luna o las estrellas, el mar, un río, las nubes o el viento, unos pájaros que vuelan por ahí o una mosca que revolotea, y di: “Eso sí se hizo solo”. Sentirás que algo falta. Porque la respuesta no es lógica. Es “La Ley del Sándwich” que resuena en tu conciencia, porque sabes perfectamente bien que ningún sándwich jamás se hizo a sí mismo.

Entonces, aparta un tiempo para investigar, y cuando den un programa de televisión acerca del Sol, detente y escucha la explicación acerca de los intrincados sistemas que lo mantienen en acción, todas les leyes físicas que se requieren para su funcionamiento. Después haz lo mismo con la Luna, las estrellas, los mares, los ríos y lo que los llena; con las nubes, el clima, las aves migratorias y las moscas. Tan solo el análisis de la estructura de una pluma de pájaro, o de los pelos de las patas de un mosquito, te darán evidencia más que suficiente para entender que no pudieron hacerse a sí mismos. Son diseños extremadamente complicados, tanto en estructura como en funcionalidad. Además, lo que más nos asombra es que tienen un propósito definido y funcionan a la perfección para dicho propósito. Si un sándwich tiene un propósito específico, ¡cuánto más las plumas de una gaviota!

Por eso, si algo no pudo hacerse a sí mismo, pero lo estamos viendo ante nuestros ojos, es evidencia clara de que alguien tuvo que hacerlo. Es “La Ley del Sándwich”, que es el primer principio de todas las ciencias, el cual dice que “nada puede existir si alguien no lo hizo, ya se trate de un sándwich o de una galaxia”.

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