El significado de una palabra es el sentido que se le da según el contexto (las circunstancias o elementos que la rodean). Por ejemplo, la palabra “oro” pudiera referirse al metal precioso o la acción de orar, pero no lo sabremos si no hay otras palabras que completen la idea; en cambio, “es un reloj de oro” y “Oro a Dios” son frases de significado claro.

Leer correcta o incorrectamente también afecta el significado. Por ejemplo, la frase “los problemas que nos son comunes” suena exactamente igual que la frase “los problemas que no son comunes”, pero tienen significados diferentes. La frase “le duelen los pies” suena muy parecido a “le huelen los pies”; y “comió en una portería” suena a “comió una porquería”. Si el lector lee en voz alta descuidadamente, puede generar confusión en sus oyentes.

¿Entendemos lo mismo?

Seguramente has visto películas policiales en las que los miembros de un grupo de asalto ajustan sus relojes de modo que tengan exactamente la misma hora, para que al momento de actuar desde diferentes flancos todos sepan lo que los demás están haciendo y las acciones de una misión se ejecuten con plena coordinación. Algo similar puede decirse del entendimiento.

Un maestro eficaz procura que los relojes del entendimiento de todos en clase, por decirlo figuradamente, estén a la misma hora. Es decir, que todos capten los significados de lo que se dice. De nada le servirá decir "¡Nequaquam!" si nadie entiende lo que dijo. De hecho estará hablando por gusto. Para que todos le entiendan, todos tienen que saber los significados de las palabras.

¿De qué te sirve explicar algo usando las palabras "eufemismos", "elucubraciones", "gótico", "efusivo", "sesgo", "cabestro" o "vendetta" si solo te entenderás tú? De hecho, estarás hablando al aire.

Por eso, cuando quieras que todos tus alumnos entiendan lo que dices, no uses habla complicada ni explicaciones enredadas. Asegúrate de estar “hablando el mismo idioma” por medio de proveerles los significados. Solo así te entenderán claramente.