El mayor descubrimiento
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
Comentario basado en la película "Una Mente Brillante"
Aunque
tenía un tremendo potencial para resolver ecuaciones
matemáticas difíciles y se había graduado con
honores hasta el punto de ganar una beca universitaria importante, su
carácter y personalidad no lo ayudaban. Reconocía que no
le gustaba la gente, y que a la gente no le gustaba estar con
él porque tendía, según decía, a "acelerar
el flujo de información siendo franco y directo... con resultados no muy
agradables". No soportaban su sinceridad y especificidad diciendo lo
que pensaba.
La
película sobre su vida, "Una mente Brillante", en la que se basa
este artículo, destacó sus fuertes deseos de ganar y
recibir reconocimiento. Por eso, en cierta ocasión, Martin
Hansen, condiscípulo suyo, también de envidiables
habilidades intelectuales, lo llamó 'arrogante' delante de todos
por no soportar que perdió una partida en un juego de mesa.
En esos tiempos, y sin estar consciente de ello, el mal de la esquizofrenia
paranoide comenzaba a erosionar su vida. Alucinaciones que
distorsionaban su perspectiva de las cosas empezaron a tomar el control
y a meterlo poco a poco en cada vez más problemas.
Aún
así, su mayor anhelo era descubrir alguna idea original que le
permitiera distinguirse de los demás hasta el punto de calificar
para una beca especial que le abriera las puertas para conseguir un puesto
de trabajo en los Laboratorios de Defensa Wheeler de los Estados
Unidos. Por aquel entonces, la competencia por las becas entre los
alumnos de las universidades era muy fuerte. Nunca había
suficientes premios para todos. De hecho, en ese tiempo, para Wheeler
solo había 1 beca disponible. ¡Imagínate la pugna!
Lamentablemente,
su carácter extraño, sumado a la carencia de una idea original y
la falta de comprensión y estimulo de sus maestros, lo revolcaron
de fracaso en fracaso. Para colmo, el catedrático de quien
dependían las recomendaciones para alcanzar la ansiada beca, le
bajó la moral cuando le dijo que su historial no le había
merecido beca alguna.
Cierto
día, conversando con Charles Herman, un personaje que solo
existía en sus alucinaciones, le dijo: "Si tan solo pudiera
derivar un equilibrio en el que la prevalencia fuera un suceso no
singular en el que nadie perdiera, imagina el efecto que ello
tendría en conflictos, negociaciones y cambios de moneda."
Estaba obsesionado con descubrir una fórmula o ecuación
que impresionara a todos y le mereciera la anhelada beca. Pero no se le
ocurría nada.
De
repente, unas jóvenes ingresaron al bar donde los estudiantes se
encontraban para pasar un rato de compañerismo, y todos lo
instaron a abordar a una rubia que se mostraba especialmente interesada
en él. ¿El resultado? Aunque su filosofía personal era que
'toda competencia produce perdedores', se consoló murmurando:
"Mis probabilidades de éxito mejoran con cada intento", y se
lanzó. Desgraciadamente, 'aceleró tanto el flujo de
información (siendo directo)', que solo consiguió una
feroz bofetada.
En
una ocasión posterior, la película mostró a otras
jóvenes ingresando al bar. Ellas se fijaron en los muchachos.
Fue cuando Martin Hansen mencionó la fórmula
económica de Adam Smith, "el mejor resultado es el producto de
que todos en un grupo hagan lo mejor para sí mismos". Entonces,
la idea original que Nash había estado buscando relumbró
en su mente como un rayo. Contradijo a Hansen y a sus
compañeros: "¡No! El mejor resultado es el producto de que
todos en un grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo".
Y razonó en voz alta: "Si todos nos lanzamos sobre la rubia, nos
bloquearemos el uno al otro y no le hará caso a ninguno. Y si
después de ser rechazados, nos dirigimos a sus amigas, ellas nos
ignorarán, porque a ninguna le gustará ser tratada como
la segunda opción. Pero si ninguno de nosotros le hace caso a la
rubia, no nos estorbaremos y sus amigas no se sentirán
menospreciadas, sino que nos aceptarán. Solo así todos saldremos ganando." Y se retiró a perfeccionar la ecuación.
Trabajó
incansablemente durante meses hasta producir un documento que
presentó de inmediato al maestro supervisor. Ahora la respuesta
del catedrático fue: "¿Se da usted cuenta de que esto
contradice 150 años de teoría económica?" Y
añadió: "Con un avance de esta magnitud, Sr. Nash,
confío en que conseguirá el puesto que desee". Y lo
recomendó nada menos que para la ansiada beca para trabajar en
los Laboratorios de Defensa Wheeler.
Al
cabo de un noviazgo relativamente corto, propuso matrimonio a Alicia
Larde, una de sus alumnas, y comenzaron lo que se suponía
llegaría a ser un hogar feliz. Desafortunada y silenciosamente,
sin que ella siquiera lo sospechara, la esquizofrenia había
socavado mucho el fondo de su mente. Entonces, al percatarse de que su
esposo estaba pasando por un problema que parecía fuera de
control, se vio forzada a solicitar apoyo médico del Hospital
Psiquiátrico McArthur. Un especialista le dijo que solo
podría ayudarlo si lograba mostrarle la diferencia entre lo que
era real y lo que estaba en su mente.
Con
el tiempo, después de mucho sufrimiento, salió de alta.
Pero no fue leal al tratamiento, dejó de tomar sus medicinas y
las alucinaciones regresaron con mayor ímpetu. Cuando su esposa
le dijo que volvería a internarlo en el hospital, él le
suplicó fervientemente que le diera más tiempo y lo
ayudara a sobrellevar su mal. Pensaba que si regresaba al hospital,
nunca volvería al hogar. A cambio, se comprometía a
cooperar estrictamente con el tratamiento. Y su humildad la
convenció. Ella lo tomó cariñosamente de las manos
y respondió: "Necesito creer que algo extraordinario es
posible", y se prometió a sí misma ayudarlo a desarrollar
una mejor calidad de vida dentro de sus posibilidades, con la
condición de que él se esforzara por tomar sus medicinas
y contrarrestar las alucinaciones.
No
decimos esto para dar a entender que un esquizofrénico paranoide
puede curarse a sí mismo con fuerza de voluntad; pero Nash fue
uno de solo 25% de afectados por este mal que logran sobrevivir.
¿Cómo fue posible? Como dijo el especialista, comenzando
por aprender a reconocer la diferencia entre la realidad y lo que
solo eran alucinaciones de su mente.
Un
incidente dramático le hizo darse cuenta por fin de que uno de
sus personajes imaginarios, una niña, no crecía a pesar
del transcurso del tiempo, lo cual fue un hito en su vida. Y
aprendió a distinguir con claridad la diferencia entre la
realidad y lo que imaginaba. Eso le ayudó a obligarse a
sí mismo a tomar sus medicinas fielmente y a dejar de hacer caso
a las alucinaciones, como si fuera una dieta para la mente. Y poco a
poco fue reintegrándose a la sociedad, hasta el punto de
conseguir un puesto de catedrático.
Alicia
aprendió a soportar la situación. Comprendió que
el stress desencadenaba las alucinaciones y se obligó a
sí misma a ver al hombre con quien se había casado. De
ese modo él se transformaba para ella en el hombre que la amaba.
Cierto
día, un representante del Premio Nobel lo visitó en el
aula de clases para contarle que su famosa teoría había
sido aplicada con tanto éxito en negociaciones globales,
relaciones laborales, biología evolutiva, casos antimonopolio y
otros campos, que estaban proponiéndolo nada menos que para el
premio de 1994. Quedó estupefacto. Aquella vez, John Forbes Nash
se dio cuenta de que había dado en el clavo de algo más
que una simple idea original.
El
día de la ceremonia recibió una merecida ovación
del auditorio, no solo por sus descubrimientos en el campo de las
ciencias económicas, sino por todo lo que había
significado su ejemplo como persona: Un luchador que aprendió a
sobrellevar humildemente una enfermedad degenerativa tan perjudicial
como la esquizofrenia paranoide y se esforzó por alcanzar una
mejor calidad de vida.
Reconociendo
que a veces los números traicionan las mejores expectativas, que
los grandes actos siempre tienen un gran costo, y que nada hubiera
logrado sin la leal, amorosa y abnegada asistencia de su esposa,
Alicia, estas fueron las palabras que John Nash dedicó a su
esposa el día en que recibió el Premio Nobel de Ciencias
Económicas, en 1994. Ubicado en el podio de los oradores, la
buscó entre la multitud con la mirada y le dijo con dulzura
delante de todos:
"Siempre
he creído en los números, en las ecuaciones y en la
lógica, que llevan a la razón. Pero después de una
vida llena de tales actividades, pregunto ¿qué es
verdaderamente la lógica, y quién decide qué es la
razón? Mi búsqueda me ha llevado a través de lo
físico, lo metafísico, lo alucinatorio y de regreso, y he
hecho el más importante descubrimiento de mi carrera, el
más importante descubrimiento de mi vida: 'Solo en las
misteriosas ecuaciones del amor puede uno hallar lógica o
razón'. Estoy aquí esta noche solamente por ti. Tú
eres la razón de lo que soy. Tú eres todas mis razones.
Gracias." Y como si siguiera comunicándose en silencio con ella,
sacó de su bolsillo un pañuelo blanco que ella le
había regalado el día de su primera cita. Lo
olfateó y besó cariñosamente. Ella recordó
que, al dárselo, había dicho que se lo regalaba para que
le diera suerte, y él le había contestado: "Yo no creo en
la suerte, pero sí creo en asignar un valor a las cosas".
De
hecho, no fue un asunto de suerte. John Nash realmente había
asignado un alto valor a su relación con ella, lo que lo
motivó a sobreponerse a la adversidad y aprender a sobrellevar
una enfermedad incurable. El resultado fue que criaron exitosamente un
hijo y realizaron su mutuo deseo de formar un hogar feliz. El
título de la composición musical que sirvió de
marco para la película resume lo dicho: "All love can be", que
traducido literalmente significa:
"Todo en lo que el amor puede convertirse".
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La
película "Una Mente Brillante" fue escrita por Akiva Goldsman
basándose en la biografía de John Nash, quien declaró que aunque no todo lo que se presentó en la
película ocurrió tal cual, sirvió para
ilustrar adecuadamente el drama que experimentaron sus protagonistas en
la vida real.
En la película se presenta al Dr. John Nash como ganador del
Nobel en Ciencias Económicas, no obstante, hay que precisar que John C. Harsanji y Reinhard Selten fueron co-ganadores,
y que la denominación correcta y específica del premio fue "Premio
Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred
Nobel de 1994".
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