Un desempleado exitoso
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
En 1979 sufrió una gran decepción cuando estaba a punto
de terminar la universidad. Por tres años seguidos había
sido jefe de su equipo de basket, y su sueño siempre
había sido que la NBA lo aceptara como miembro. Lamentablemente,
las cosas salieron muy diferentes y su sueño quedó en
nada más que eso: un sueño. ¿Qué
haría ahora?
Fue
contratado por la IBM y trabajó en la división de
productos de oficina, y una de sus experiencias fue que se
graduó con honores en el curso de ventas. Con el tiempo
demostró ser un buen instructor de vendedores y halló su
vocación, había encontrado una razón de ser.
Aunque dedicó casi 15 años a la empresa, de hecho su
futuro estaba esperándolo más allá de IBM,.
Cierto
día fue escogido para hacer la presentación de una nueva
computadora ante el equipo de marketing y ventas. Según se dijo,
la gente desbordó de pasión. El ambiente parecía
casi religioso. Un año después lo promocionaron a un
mejor puesto y, a la par, dictaba conferencias en su tiempo libre y
durante sus vacaciones.
Una
mala noticia le fue comunicada un viernes de 1992. Uno de los jefes de
marketing reunió a unos 650 empleados, incluido él, y les
comunicó con mucha pena que en tres meses solo unos 100 de ellos
permanecerían en la empresa. Casi grita algo así como:
"¿Puedo hacer una pregunta? Después de que quedemos los
100, ¿podrían darme una mejor oficina?". Un amigo lo
jaló del brazo y lo contuvo, susurrándole: "A ti es al
primero que despedirán".
Dicho
y hecho. En realidad, se le ofreció la única
opción de permanecer en la empresa: si dejaba de dictar sus
conferencias en su tiempo libre. ¿Qué crees que
decidió? Cualquiera hubiera preferido la seguridad de un empleo
seguro, es decir, continuar cobijándose bajo las alas de una
gran empresa y seguir ganando un sueldo fijo hasta jubilarse. Él
optó por 'jubilarse' ese día.
Bueno,
a decir verdad, después de tres meses, ¿cuántas
conferencias crees que tenía programadas en su agenda para
aguantar el salto? ¡Solo una! Y, ¿cuántas agencias
de conferenciantes crees que querían tratar con él?
¡Ninguna! Por eso, contra viento y marea instaló una
pequeña oficina, empleó a un vecino que contestara el
teléfono y comenzó a dictar conferencias en escuelas.
Con
el tiempo buscó asesoramiento en marketing, escribió un
libro sobre la necesidad de cultivar una buena actitud y lo
vendió por medio de una editorial pequeña. Se las
ingenió para exponer en una convención de organizadores
de seminarios, y desde entonces su teléfono empezó a
sonar. Al tiempo de escribir este artículo tenía cuatro
empleados en Atlanta y una residencia en Arizona, había vendido
decenas de miles de ejemplares de su libro, y, según el Wall
Street Journal, su tarifa como conferenciante llegaba nada menos que a
US$10,000 por conferencia.
Keith
Harrell resume así su secreto: "Cuando tienes una actitud
positiva, siempre hay una luz que ilumina tu camino". Por eso, aunque
alguien venga con malas noticias, recuerda que también puede
resultar en muchas sorpresas positivas... si lo ves con optimismo.
Ningún día es insignificante.
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