El hijo de un verdulero
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso
Un
vendedor de verduras de El Paso, Texas, Estados Unidos, tenía un
hijo de 12 años de edad. Cuando este jugaba con un amiguito en
la estación del tren, inocentemente halló y
manipuló un paquete que resultó ser una bomba que
explosionó, lanzándolo por el aire a varios metros de
distancia. Inmediatamente lo condujeron al hospital donde los
médicos hicieron denodados esfuerzos por salvar su vida.
Lamentablemente, perdió ambas manos. Se las amputaron cinco
centímetros sobre el nivel de las muñecas.
Con
el tiempo le adaptaron dos poco decorativos garfios que extinguieron la
pobre autovaloración que le quedaba. Rehusó ir a la
escuela y hacer vida pública. Fue cuando su madre entró
en el cuadro como nunca antes lo había hecho, para reforzar su
destrozada motivación. Por eso comenzó a inculcar en
él una sugerencia en su corazón: "Tienes que aprender a
sacar ventaja de tu desventaja". Y el joven se autovaloró
adecuadamente y recuperó su vida.
Aunque
ya hablaba inglés y español, se enfrascó en sus
estudios y aprendió a hablar, además, portugués,
italiano, francés, alemán, ruso, japonés y chino,
convirtiéndose en políglota. Hasta decidió
practicar judo, karate y otras artes marciales en sus horas libres, y
llegó a convertirse en campeón de cinturón negro.
Cuando ingresó a la Universidad de Nueva York, siguió dos
carreras: Derecho y Psicología, y se convirtió en un
perito abogado criminalista. También aprendió a disparar
toda clase de armas de fuego, y se convirtió en un
campeón de tiro. Aprendió a pilotar jet, y se
convirtió en un experto en vuelo nocturno, y también
aprendió paracaidismo, y se convirtió en un experto
paracaidista de caída libre. Pasaron los años y se
independizó, dejando de ser un jovencito mantenido por sus
padres, convirtiéndose en un adulto responsable. Sí,
siguió aplicando la sugerencia que su madre le había
inculcado: "Tienes que aprender a sacar ventaja de tu desventaja".
¿Qué más haría con todo ese empuje?
Para
cuando leí su interesante biografía en un diario,
vivía en una enorme mansión propia, rodeada por un muro
de unos nueve metros de altura y coronado con un alambrado de 20,000
voltios, suficiente como para freír a un hipopótamo de
una sola volteada. Durante el día vigilaban el perímetro
guardias uniformados, armados hasta los dientes, y por la noche
apagaban las luces para facilitar la visión nocturna de los
tigres y pumas que soltaba para que merodearan buscando jugosos
intrusos. Poseía una flotilla de automóviles Rolls Royce
y Cadillac equipados con sofisticados sistemas computarizados de ataque
y defensa, y poseía un helicóptero artillado, valuado en
unos $700,000. En cierta ocasión unos fornidos mercenarios lo
masacraron a golpes con bates de béisbol hasta dejarlo 'muerto'.
"Felizmente -dijo-, creyeron que me habían matado. De lo
contrario, hubieran seguido golpeándome hasta matarme de
verdad". Ese día incorporó en uno de sus garfios el
sistema de una Magnum 22 que disparara al impulso de un nervio.
¿Por
qué quisieron matarlo, y por qué desplegaba tanta
seguridad? Porque el otrora debilucho y desmoralizado chico se
había convertido en el fundador y director de "The
Investigators", la agencia de detectives más grande del mundo,
con más de 2,400 detectives altamente calificados a sus
órdenes. Había metido a la cárcel a una gran
cantidad de criminales que juraron vengarse. Una cita para hablar con y
solicitar su ayuda bordeaba los $100 dólares, y cuando aceptaba
un caso, lo concluía. A él recurrían las grandes
personalidades del mundo artístico, político y
empresarial para resolver los casos más difíciles de
extorsión, chantaje, estafa y secuestro.
A
pesar de todo, con 80 kilos de peso y 1.85 de estatura, de larga
cabellera y ojos verdes, gozaba de una simpatía a toda
prueba y estaba felizmente casado con una bella mujer chino-americana
que le había dado tres hijos, el mayor de los cuales se
había convertido en campeón de karate como su padre.
Cuando
los vecinos de la comarca lo denunciaron debido al peligro que
representaban las fieras que soltaba por las noches en su propiedad,
¿cómo reaccionó? Les compró sus
propiedades. Agrandó y alejó el muro, ensanchando su lago
artificial, para que sus hijos se pasearan con sus amigos en su nuevo
bote de motor.
Hablo
en pasado porque cuando leí la nota, en 1989, Jay J. Armes solo
contaba con 35 años de edad. ¡Increíble! Un
indefenso niño de 12 años que perdió ambas manos
por la explosión de una bomba -además de perder su
motivación y deseos de vivir-, se convirtió, en el
término de solo 17 años, en fundador y director de la
agencia de detectives más grande del mundo. ¡Nada mal para
el hijo de un verdulero!
Aunque
cualquiera concordaría conmigo en que escogió una
profesión muy peligrosa, consiguió todo lo que se propuso
porque aceptó y puso en práctica una sencilla sugerencia
de su madre. Se convirtió en políglota, se
convirtió en campeón de karate, se convirtió en
campeón de tiro, se convirtió en un perito abogado
criminalista, se convirtió en un experto piloto de jet, se
convirtió en campeón de paracaidismo y se
convirtió en fundador de la agencia de detectives más
grande del mundo.
De
ninguna manera recomiendo la carrera de detective, por la violencia y
el riesgo de derramamiento de sangre que implica, ni digo que sea
sinónimo de éxito vivir una vida tan peligrosa. Me opongo
a toda forma de violencia. Solo quiero resaltar la expresión 'se
convirtió en', porque aquel niño llegó a
convertirse en lo que se convirtió porque tomó una
decisión básica: sacarle ventaja a sus desventajas.
Por
eso, sin ánimo de recomendar la carrera de detective, porque esa
fue su decisión personal, jamás subestimes el poder de
una sugerencia, por pequeña que sea, ni menosprecies el
día en que volaste en pedazos emocionalmente. Evita reaccionar
como el empantanado hombre que recibió un consejo y, en vez de
esforzarse por aplicarlo, respondió: "Eso suena muy bien en
teoría". ¡Jay lo echaría a los tigres!
Por
eso, mira hacia el futuro. Analiza honrada y cuidadosamente cuál
es la mejor manera de vivir y disfruta por el resto de tu vida de los
beneficios de haberte convertido en lo que debiste haberte convertido.
Jamás temas ser diferente, aunque la gente te desprecie.
Jamás temas hacer lo que es correcto, aunque la gente se burle.
Sí, porque si aprendes a sacar ventajas a tus desventajas, te
pondrás con valor de parte de los que a la larga tienen
verdadero éxito en la vida. Esa será tu mejor
decisión.
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