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La timidez, ¿un problema de búsqueda de aprobación?
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

¿La aprobación de quién buscas en las cosas que haces? Para ser honrados, todos buscamos la aprobación de alguien. Unos buscan la aprobación de sí mismos, otros, la de sus padres, hermanos, tíos, abuelos, maestros o amigos; otros, la del Creador o la de alguna figura de autoridad; otros, la de alguien a quien admiran mucho. Si bien es cierto que la timidez podría tener muchas causas, en muchos casos, ¿no es un asunto de necesitar la seguridad de que contamos con la aprobación de algunas personas que para nosotros son importantes?

¿Por qué las personas parecen tender a la búsqueda de aprobación como si de ello dependiera su vida, su autovaloración, sus planes, sus éxitos y todo lo que quisieran de la vida? En parte, porque así es como se acostumbra. Por ejemplo, la publicidad puede llegar a costar millones. Pero las compañías invierten sumas de dinero
inimaginables con el propósito de obtener la aprobación de aquellos a quienes va dirigida. Tal vez nada ni nadie represente más claramente la búsqueda de aprobación. Sin duda que tal influencia no puede menos que afectarnos a todos, como si la búsqueda de aprobación fuese la razón de ser de cada uno.

Cierta niña, de unos 4 ó 5 años de edad, ya estaba enterada de que los regalos de Navidad no los traía Santa Claus (San Nicolás, Papá Noel o como prefieras llamarlo), según la costumbre popular de occidente. Pero sus amiguitas del vecindario seguían creyendo aquella fantasía, lo cual despertó la intolerancia de la niña que se creía líder del grupo, que comenzó a gritar a voz en cuello en el patio, como si fuera una canditada presidencial: "No se junten con ella, no se junten con ella".

Al oír aquello, el padre de la niña llamo a un lado a la pequeña alborotadora y le preguntó: "¿Por qué andas diciendo por ahí que no se junten con mi hija?". La niña se llevó las manos a la cintura, alzó la barbilla hasta el cielo y respondió con autoridad: "¡¡Por que ella no cree en Papanuel!!". Se dio media vuelta soltando un suspiro, y se retiró. No sintió ningún temor de enfrentar al padre de su amiguita, ni ningún reparo en poner las cosas en su lugar.

Preocupado por el efecto que tan destructiva presión social podría tener en el desarrollo emocional de su pequeña hija, la llamó y la hizo entrar a la casa para hablarle en privado, y le dijo: "He oído que Pierita anda diciendo a todas las niñas del vecindario que no se junten contigo porque no crees en Papa Noel. Quiero saber qué piensas de eso".

La niña respondió con toda naturalidad: "Allá ellas que quieren creer en ese viejo borracho". Anonadado, porque ni él ni su esposa jamás le habían dicho semejante cosa, le preguntó: "¿Por qué dices que es un viejo borracho?". A lo cual, respondió: "¡Ay, papá! ¿No te has dado cuenta de que tiene la nariz roja? ¿Y quiénes tienen la nariz roja? ¡¡Los borrachos!!".

Su padre se quedó tiezo sin atinar a responder ni añadir nada. Simplemente abrió la puerta, la regresó a los leones y dejó que se defendiera sola, es decir, que saliera y siguiera jugando en el patio. Era evidente que la presión social no solo no la había afectado, sino que había reafirmado sus convicciones, tanto acerca de la fantasía del cuento como del hecho de que sus amigas estaban totalmente equivocadas. Sabía que, si regresaba a jugar al patio, sabría manejar la situación. La búsqueda de aprobación que por inclinación natural tenemos todos, no incluía a aquellas niñas del vecindario. ¡Qué orgulloso estaba de que a tan corta edad su niña ya supiera defenderse de los depredadores!

Lo que trato de decir es lo siguiente: Aunque todos buscamos la aprobación de alguien, lo cual es natural, los efectos dependen de "la aprobación de quién" buscamos. Si buscamos la aprobación de unos tontos que andan más perdidos que perros sin olfato, vamos a sufrir mucho. Porque solo la conseguiremos si perdemos el olfato igual que ellos. Pero si busamos la aprobación de quienes verdaderamente nos aman y respetan, cultivaremos una personalidad superior al promedio y no seremos aventados como por las olas, de aquí para allá, por cualquier capricho de la moda.

Enfaticemos que no es la búsqueda de aprobación en sí misma lo que nos causa daño, sino
"la aprobación de quién" buscamos. Es muy importante que los niños y jóvenes aprendan a distinguir desde temprano esta sutil diferencia, de la misma manera como sería importante saber cómo funciona una brújula si nos vamos de campamento a un bosque.

Si buscamos la aprobación de quienes no nos aman, terminaremos perdidos en el espacio. Pero si buscamos la aprobación de quienes realmente nos aprecian, creceremos interiormente fuertes y vigorosos, llenos de esperanza y visión, satisfechos de haber vivido plenamente. Miraremos atrás y compararemos nuestras vidas con las vidas de aquellos que prefirieron vivir meras ilusiones.


¿Adaptación o libertinaje?

Los niños nacen libres en casi todo sentido. Su única urgencia es sentirse bien. Si algo les incomoda, reaccionan instintivamente llorando y chillando hasta que alguien les provea cierta satisfacción. Pero no es razonable dejarlos por su cuenta, ensuciándose y llevándose a la boca todo lo que encuentran a su paso. Es una necesidad vital de cualquier comunidad humana la adaptación de los niños a la vida en grupo. Por eso los padres suelen iniciar cuanto antes un proceso de educación basado en la escala de valores de la familia o tribu. Si el niño rebasa los límites impuestos, le dan un castigo; si se mantiene dentro, lo felicitan o premian. Sin embargo, poco a poco deja de ser libre en el sentido de hacer lo que le dé la gana, y se convierte en un ser adaptado a la comunidad.

Hasta allí todo puede considerarse natural, como principios de vida. Pero surge un serio problema cuando dicha adaptación se lleva a cabo a partir de valores débiles, exagerados o errados. El niño crece con un concepto deformado de lo que es correcto e incorrecto, de modo que queda condicionado a ciertos parámetros o estereotipos culturales que pudieran estorbar su desarrollo pleno.

La adaptación es necesaria, pero los valores deben ser adecuados

Una de las primeras lecciones que deben aprender los niños es que todo tiene un límite que no puede ser traspasado impunemente. Hay leyes naturales que deben cumplirse, como comer, beber, trabajar, divertirse y descansar. Si no las cumplimos, tarde o temprano nuestro cuerpo, mente y corazón nos exigirá su cumplimiento. Si insistimos en desobedecer, puede costarnos la vida o la felicidad. Por ejemplo, si no comemos, nos morimos; si saltamos desde un avión sin paracídas, nos morimos. Si no recibimos y damos cariño, dejaremos de sonreír y nos marchitaremos emocionalmente; si no recibimos educación intelectual, dejaremos de interesarnos en el desarrollo y nos marchitaremos mentalmente. Todo tiene una consecuencia.

Si bien es cierto que una forma natural de adaptación ocurre cuando los niños aprenden rápidamente lo que significa "causa y efecto" (si lloro y grito me darán lo que quiero), necesitan una explicación adicional para entender la trascendencia de cierta causa y efecto en su futuro, es decir, las consecuencias a largo plazo. Ve y pregunta a un niño lo que son las feromonas y no sabrá responder. Pregunta a un adulto, y 9 de cada 10 tampoco sabrán contestar. Sin embargo, ciertas feromonas pueden contribuir notablemente a la excitación sexual e impulsar a las relaciones sexuales. Si la persona no recibe explicaciones acerca del sexo a temprana edad, queda expuesta a un comportamiento libre o sin límites y quedará expuesta a una serie de "causas" que tarde o temprano tendrán un "efecto" a corto, mediano o largo plazo.

La teoría del Ánálisis Transaccional, de Eric Berne, muestra que nuestra personalidad tiene un Niño Libre (natural y espontáneo), un Niño Adaptado (condicionado por los valores) y un Niño Rebelde (que se resiste a la adaptación). Cuando se mantienen bajo control consciente, se puede contribuir mucho al desarrollo de la personalidad.

Por ejemplo, es bueno dejar salir el Niño Libre cuando hay que jugar, reír, cantar, bailar, pintar, bailar y realizar otras actividades que requieren espontaneidad, creatividad y entusiasmo. Por otro lado, está bien Adaptar al Niño cuando hay que tratar a los demás (los modales en la mesa, la higiene personal, saludar cortésmente a las personas), o cuando se deben respetar ciertas instrucciones de seguridad (como al visitar una planta de energía nuclear, manipular cables eléctricos, nadar mar adentro). Pero tal vez surja el Niño Rebelde cuando nos damos cuenta de que cierta norma es absurda, contradictoria o perjudicial (un dogma, una teoría no comprobada, obeceder a la abuelita aunque nos pida algo indecente).

En Nuremberg, muchos acusados de genocidio presentaron la excusa de que estaban en guerra y solo obedecieron órdenes. Pero cuando mataron o torturaron a sus enemigos obraron más allá de los dictados de su conciencia natural, un instinto en el ser humano que le indica claramente cuando cierto proceder es crasamente incorrecto. "Yo solo obedecía órdenes" no es excusa cuando se pasa por alto esa conciencia natural. El Tribunal Internacional dijo en su decisión: “Los individuos tienen deberes internacionales que van más allá de las obligaciones nacionales de obediencia impuestas por el estado individual”. De ahí la equivocación de criar a los hijos bajo normas inhumanas ("Puedes matar o torturar a los [blancos, arios, negros, musulmanes, cristianos, indios, judíos, homosexuales, enemigos, utus, tutsis, palestinos], pero no a los que son como tú.").

La timidez se aprende

Del mismo modo, uno pudiera ser condicionado a buscar la aprobación de un padre o una madre exageradamente exigente y ser obligado a vivir de acuerdo con dicha "ley", pero nunca lograr dar en el blanco de su satisfacción. El resultado es una frustración permanente que causa la anulación de la propia expresión. La exigencia desmesurada y la falta de oportunidades para tomar decisiones personales y disfrutar de sus buenas consecuencias, sume a la persona en un estado de inseguridad total, que se manifiesta tarde o temprano en comportamientos poco adecuados. Ha ocurrido una adaptación equivocada.

Es correcto buscar la aprobación de los demás cuando las normas y costumbres son equilibradas, naturales o se basan en una escala de valores de comprobada eficacia; pero no lo es cuando ahorca el desarrollo de la personalidad o no deja a la persona otra opción que hacer lo que otros quieren, o la impulsa a hacer cosas que van contra su naturaleza, contra su conciencia o contra un código respetable. Eso es esclavitud abyecta.

Los niños no nacen tímidos, sino inclinados a la libertad, a la espontaneidad, al entusiasmo, a la acción, a la creatividad, a la curiosidad y a la alegría. Por eso, casi todos sonreímos cuando miramos a un niño que se expresa espontáneamente. Seguramente sentimos empatía con nuestra inocencia perdida, avasallada.

Retomando el control

Si sientes que algo o alguien en el pasado coartó tu espontaneidad o te robó la alegría de vivir, es importante que sepas que puedes retomar el control y voltear el timón de tu velero y dirigirlo hacia cualquiera de las hermosas islas que hay en el océano de las oportunidades. Pero debes cuidarte de saltar de la olla a la sartén, es decir, de hacer cosas que a la larga también te perjudiquen. Recuerda que todo tiene una consecuencia. Podrías cometer el error de imponerte libertades que no son otra cosa que "causas" de desastres aún mayores.

El primer paso para recobrar el control consiste en estudiar y diseñar una escala de valores de comprobada eficacia. El estudio de cualidades compasivas que se caractericen por la comprensión te dará firmeza. Es como apuntalar bien una escalera antes de subir por ella. Pero ¿cómo establecer una nueva escala de valores sin cometer el error de escogerlos mal? El pragmatismo es una gran ayuda. El pragmatismo consiste en observar los valores a la luz de los efectos que ha producido en otros que han vivido en armonía con ellos. Pregúntate: "¿En qué ha resultado para estas personas el haberse guiado por tales valores? ¿Ha producido buenas personas, familias estables, jóvenes libres de tomar su propia determinación? ¿Tienen sus miembros confianza en sí mismos? ¿Son firmes en dichos valores?

La oratoria es un valor preciado

Tus cualidades personales son valores por los cuales vives. Si te da miedo equivocarte, tomar decisiones, expresar tus opiniones, contar a otros lo que descubriste, hablar en público, iniciar conversaciones, vender, resolver problemas o asumir responsabilidades, es solo porque no habías tomado en cuenta esas cualidades como valores esenciales en tu vida. Creíste que podías pasar desapercibidamente, precindiendo de ellas. ¡Hasta que descubriste que eran muy importantes!

Añadir valor significa hacer que algo valga más de lo que valía originalmente. Por ejemplo, antes tenías que acercarte al banco para sacar dinero de tu cuenta. Pero el banco añadió valor a su servicio mediante los cajeros automáticos. Ahora puedes ir a un cajero automático cercano y sacar dinero cualquier día, a cualquier hora del día o de la noche. Antes tenías que ir al banco o a un cajero automático para conocer tu estado de cuenta, pero el banco volvió a añadr valor al servicio mediante Internet. Ahora puedes hacerlo desde cualquier computadora conectada a la red.

Igualmente, añades valor a tus cualidades personales cuando incorporas conocimientos, procedimientos y experiencias que te permiten desplegar más efectividad a tu desempeño. Por ejemplo, si tienes una voz desagradable, puedes hacer ejercicios y mejorarla hasta el punto de transformarla completamente, tal como un flaco puede inscribirse en un gimnasio y ponerse a punto con un poco de asesoramiento físico. Dentro de seis meses, nadie lo reconocerá.

La oratoria es superior al desarrollo físico en el sentido de que tu confianza no está puesta en tu aspecto físico, sino en tu habilidad para causar efectos trascendentales en la vida de las personas que te escuchan. Por ejemplo, un candidato a un puesto de responsabilidad puede escalar por encima de los demás si sabe hablar en público y motivar eficazmente. No es por desmerecer a los fortachones, pero los músculos solo pueden mover pesos enormes, no mueven a las empresas que los producen y venden. En cambio, la oratoria puede integrar las mentes de las personas, moverlas en una dirección y causar resultados profundos. Eso sí es ser fuerte.

Si estudias las técnicas de oratoria y relaciones humanas de Oratorianet, en poco tiempo notarás la diferencia entre "hablar" y "hablar eficazmente", entre "improvisar" e "improvisar eficazmente", entre "hacer amigos" y "hacer buenos amigos". Porque nosotros no nos detenemos a elucubrar en la historia de la oratoria ni en la vida de quienes son considerados oradores famosos. Aquí nos concentramos en ti y en tu vida, en darte las herramientas necesarias para añadir valor a tus cualidades personales mediante el desarrollo de las técnicas de oratoria. ¡Músculos internos!

Oratorianet.com no exige una membresía

La razón básica por la que este es un site de autoayuda y autoservicio es porque no queremos sujetarte ni mantenerte esclavizado, dependiente de nosotros. No queremos convertirnos en líderes ni convertirte en un seguidor nuestro. No es nuestro estilo decirte: "¡Ven! ¡Únete a nosotros, pide una membresía y triunfa!", como si nosotros fuésemos la base de tus éxitos. ¡Nequáquam!

Nuestra meta es todo lo contrario. Queremos que te sientas libre de visitar nuestro web site cada vez que lo necesites, no para satisfacer alguna necesidad nuestra de clientes o de reconocimiento. Queremos que seas libre como un carpintero o ebanista, en el sentido correcto de la expresión, y aprendas a usar nuestras herramientas para hacer tus propios muebles, disfrutar de tus propias creaciones. No queremos que dependas de nosotros. Queremos que recuperes tu Niño Libre y lo readaptes conforme a una escala de valores reforzada y segura, que te rinda frutos a corto, mediano y largo plazo.

Es cierto que hallarás muchas palabras a lo largo de este web site, pero no es porque suframos de verborrea, sino porque comprendemos que todos necesitamos un hermano mayor que nos asista en diferentes momentos de la vida, y no siempre los hermanos mayores están cerca de uno. A veces están muy lejos, tal vez han fallecido. Pero qué agradable es poder entrar a Internet y sentir como si ese hermano te hablara y te diera consejos, ¿verdad?

Bueno, te confieso que mi padre murió cuando yo tenía 16 años, es decir, cuando más lo necesité. Pero lo que más me entristece es que no puedo recordar ni un solo consejo para la vida que hubiera procedido de su boca. Mi madre fue muy tímida, y siempre me dio buenos consejos, pero no tuve el apoyo de un padre que me explicara cómo era el mundo. Uno de mis hermanos mayores, que ya falleció, acostumbraba sacarme a dar una vuelta por el parque y llenaba mis bolsillos mentales con sugerencias y consejos acerca de todas las cosas. Para mí fueron como piedras preciosas que me sirvieron para hacerme hombre. Pero esa etapa solo duró entre los 10 y los 13 años de edad, porque viajó muy lejos y solo volví a verlo un par de días, cuando nos visitó por la muerte de nuestro padre.

Créeme que he sufrido muchísimo. Mis maestros me menospreciaban, y mis compañeros de clase me menospreciaban, mis amigos del vecindario se burlaban, especialmente los mayores. Hasta que me di cuenta de que las personas te menosprecian cuando no tienes algo de lo cual puedan sacar provecho, o hasta que haces algo por lo cual te admiren. Un día aprendí a tocar piano y guitarra, y el menosprecio desapareció. Ahora me respetaban. Pero también confieso que hubo algunas ocasiones en que tuve que hacerme respetar de maneras poco agradables. Recuerdo que cierto compañero de clases me pelliscaba delicadamente en el brazo y me decía: "Flaquita" y se reía de mí delante de todos. Cierto día, no contento con fastidiarme de ese modo, pasó cerca de mi pupitre y garabateó bruscamente el libro que yo estaba leyendo. Yo estaba preparándome para un examen y no le había dado ningún motivo para molestarme.

Con la velocidad de un rayo, le quité el lápiz y me lo guardé en un bolsillo. Entonces, intentó meter su mano para quitármelo, pero yo tomé su mano y le dije: "No te lo devolveré. ¿Por qué cometiste esta gran maldad de garabatear mi libro?". Pero él usó fuerza bruta y me amenazó con romperme el alma si no le devolvía su lápiz. Yo era flaco y él era grandote. Se supone que yo debía rebajarme y permitir el abuso, pero la ira me hizo decirle: "Si vuelves a forcejear, te rompo el dedo", porque yo tenía sujeto su pulgar. Todos clavaron la mirada en él y exclamaron: "¡Uy! ¡¡Yo no me dejo!! Enséñale a respetarte". Y cediendo a la presión social, forcejeó y me dio un fuerte tirón. Fue cuando escuchó "¡¡Crack!!" y un silencio sepulcral invadió el aula. Le rompí el dedo a sangre fría, acto seguido me puse de pie, coloqué mi boca a cinco centímetros de su rostro y le grité con toda mi alma: "¡¡Y no te devolveré tu lápiz!! ¡¡Largo de aquí, pedazo de idiota!!".

El día siguiente, apareció con la mano reparada y trató de amenazarme nuervamente, por lo que le dije que si seguía abriendo la bocota le rompería los demás dedos. Esta vez me creyó y prefirió optar por respetarme, aunque tampoco me sirvió de condecoración. Hasta ahora me duele en el alma.

Juro que no me enorgullezco de lo que hice, ni de muchas otras reacciones violentas que, a la larga, solo me causaron sufrimiento y dolor. Toda la vida me ha dolido mucho recordar ese y otros incidentes de abuso. Pero ese tipo nunca volvió a decirme "Flaquita".

Y he recibido bofetadas de personas físicamente más grandes que yo, me han escupido, me han atado de manos hasta casi reventarme las venas, me han golpeado en la cabeza y en los brazos, me han dicho toda clase de insultos y me han puesto toda clase de apodos, me han menospreciado, fastidiado y puesto a prueba de muchas otras maneras. De modo que sé lo que se siente cuando uno está contra las cuerdas. Pero esas personas también se han llevado el susto de sus vidas cuando he reaccionado, y te aseguro de que nunca se olvidarán de mí.

¿Por qué contarte estas cosas? Porque yo nunca recurrí a mi papá por ayuda, ni a mis hermanos mayores para que me defendieran; y si hubiera recurrido a mi mamá, seguramente me hubiese jalado las orejas y me hubiera humillado aún más. Aunque era flaquito, siempre sentí que solo me tenía a mí mismo y a nadie que me ayudara.

Ahora bien, no estoy diciéndote que les rompas los dedos a las personas, pero te lo cuento para que sepas que sé lo que significa sufrir ante la humillación de personas que se consideran superiores y creen que pueden abusar impunemente de los débiles. Confieso que cuando alguien trata de abusar de mí, me pongo muy nervioso, pero no de lo que esa persona pueda hacerme a mí, sino de lo que yo podría hacerle a ella si me descontrolo. En ese sentido, me considero un peligro. Pero felizmente, he reforzado mis valores a tal grado que me siento cada vez más fuerte para controlarme que para perder el control.

Cómo me ayudó la oratoria

Aprender oratoria me ayudó a ser más inteligente y usar la palabra para establecer la verdad y persuadir a las personas, en vez de pelear y usar la fuerza. Ahora me doy cuenta de que pude recurrir a las palabras para establecer los asuntos y resolver mis problemas (hablando se entiende la gente), pero en ese tiempo yo era un chiquillo que no tenía a quién recurrir por ayuda.

Por eso Oratorianet no tiene muchos elementos efímeros que atraigan a las personas solo por las apariencias. Todo con equilibrio siempre resulta mejor. No es nuestra meta que dependas de nosotros para tener éxito, por ejemplo, preparándote los discursos. Eso sería semejante a lo que haría un hermano mayor al defender a su hermanito contra un bravucón. ¿Qué hará cuando esté solo? ¿No crees que es mejor enseñarle a usar las herramientas adecuadas para defenderse por sí mismo? ¡Eso es Oratorianet! No queremos prepararte los discursos. Queremos que lo hagas tú personalmente, con todos tus defectos y buenas cualidades. Podemos darte modelos, contarte experiencias, proveerte todas las definiciones necesarias, explicarte cómo funcionan los principios y darte algunos ejercicios para desarrollar tus cualidades, motivarte y entusiasmarte, pero no resolveremos el problema por ti. Esa es TU RESPONSABILIDAD ante la vida.

Si quieres comprar discursos preparados, hazlo. Hay sitios en Internet donde venden los discursos enlatados. Y repítelos como un loro. Pero ¿qué harás cuando tengas que improvisar, o responder a una entrevista en la televisión o cuando compitas con otros por un puesto de autoridad en la empresa? ¡Quedarás como un zapato viejo en la autopista! Es mejor contar con las herramientas y aprender a utilizarlas hábilmente.

Tener un martillo y clavos no te convierte en un buen carpintero. Comprar arroz, legumbres y otros alimentos no te convierte en un buen cocinero. Tener un bello automóvil no te convierte en un as de la autopista. Tienes que aprender a utilizar tus herramientas.

Por lo tanto, ¡adelante! No te quedes en lo elemental. Enfrenta la timidez de manera adecuada, buscando la aprobación de las personas adecuadas. No tengas miedo de lo que el auditorio pueda hacerte. Más bien, preocúpate de lo que tú puedas hacerle a él. Es decir, procura hacer bien las cosas para no ofenderlo de ninguna manera, sino por el contrario, inspirarlo, motivarlo e instruirlo constructivamente. ¡Y libera tu Niño! Readáptalo poco a poco revisando tu escala de valores. El libertinaje y la rebeldía nunca fueron la respuesta, tampoco la violencia ni la fuerza bruta. Es mejor aprender a valorar a todas las personas y cultivar el autodominio.

¡Sí! Añade valor a tus habilidades incorporando a tu personalidad las cualidades de la oratoria mediante el estudio y aplicación de nuestras técnicas. El beneficio será exclusivamente para ti y para todos los que escuchen tus interesantes discursos, cargados de experiencias, sentimientos y conocimientos. No queremos que nos lo agradezcas, ¡queremos que sientas el placer de tomar la palabra en cualquier momento, y que después de un tiempo te mires en el espejo y exclames: "¡Qué buena decisión fue hacer clic en Oratorianet.com!".

¡Éxitos!

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