Por eso, la cooperación depende de una decisión: "¿A quién ayudaré?" Es muy importante nunca perder de vista a quién estamos ayudando realmente.
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Cuando se voltea la torta
Siendo
que la cooperación reviste de fortaleza a un grupo, decidir con
quién cooperar es la piedra de toque del desarrollo que
cualquier proyecto. Por ejemplo, en caso de un crimen, los que cooperan
con la víctima, contribuyen a que se haga justicia, pero los que
contribuyen con el criminal, a que se haga injusticia. Si las
autoridades parecen apoyar al criminal por medio de no tomar
acción eficaz, la gente pudiera dejar de cooperar con la
víctima, no porque crea en ello, sino porque no quiere cooperar
con el que aparentemente está cooperando con el criminal. De esa
manera, los papeles cambian y la gente comienza a apoyar el lado
incorrecto de la cuestión.
En
abril de 2007 los noticierons del mundo sacudieron a todos con la
noticia de un cruel asesinato en masa perpetrado por uno de los
estudiantes de una prestigiosa universidad. Mató a quemarropa a
decenas de personas entre estudiantes y maestros. El atacante
finalmente se suicidó. Los videos informativos que envió
a una estación de televisión daban cuenta de sus motivos
para llevar su frustración a un nivel tan devastador y
evidenciaron su premeditación y cálculo. Su sistema de
apoyo moral (religión, filosofía, psicología,
llámalo como quieras), que se suponía debió
ayudarle a restringir sus impulsos negativos en los momentos de crisis,
no tuvieron fuerza disuasiva, lo cual impulsó sus
estímulos negativos a estratos cada vez más densos del
pensamiento. Cooperó con una motivación equivocada y los
resultados fueron lamentables. Su pensamiento recurrente, según
su interpretación, era vengarse contra el sistema que lo hizo
sentirse devaluado.
Ustedes no saben lo que se siente
cuando le escupen a uno en el rostro.
Cho Seung-Hui
Algo
similar ocurre con la cooperación. La mayoría cree que
tiene que comportarse como una fiera si quiere tener éxito en la
vida, pero la verdad es que en sus últimos días la
mayoría es la que más sufre. En cambio, a la larga, los
cooperadores, por ser flexibles, descubren y aprovechan más
oportunidades de salir ganando.
Cooperar
le parece ridículo a quien toda su vida creyó el
argumento de que hay que aplastar a otros para tener éxito. Pero
todo tiene su momento y lugar. Los seres humanos no somos fieras
irracionales que debamos regirnos por la conducta de los leones, los
tiburones o los buitres. Es cierto que solo una minoría entiende
que la cooperación tiende a ventaja, pero es porque la
mayoría no tiende a estudiar y aprender los mejores
métodos. Pregúntale a varios conductores del transporte
público si conocen la Ley de la Inercia, y te aseguro que la
mayoría no sabrá responder. No se trata de una ley de
tránsito, sino una ley universal de física. Los que la
entienden y respetan tienen menos probabilidades de ocasionar un
accidente.
Pero
Nash lo contradijo diciéndole que "el mejor resultado es el
producto de que todos en un grupo hagan lo mejor para sí mismos y para el grupo".
Y luego razonó con todos en voz alta: "Si todos nos lanzamos
sobre la rubia, nos bloquearemos el uno al otro y no le hará
caso a ninguno; y si después de ser rechazados, nos dirigimos a
sus amigas, ellas nos rechazarán, porque a ninguna le
gustará ser tratada como segunda opción. Pero si ninguno
de nosotros le hace caso a la rubia, no nos estorbaremos el uno al otro
ni sus amigas se sentirán menospreciadas, sino que nos
aceptarán. Solo así todos saldremos ganando."
Y se retiró a perfeccionar la ecuación que lo hizo famoso
y resultó en que con el tiempo le dieran el Nobel en Ciencias
Económicas. Nash decía que las competencias
producían perdedores, pero que la cooperación
convertía a todos en ganadores.
¿Espíritu de competencia o cooperación?
Es
cierto que en todas partes se ensalza un egoísta espíritu
de competencia como medio de desarrollo personal y colectivo, pero no
es lo que recomendaba John Nash, coganador
(con John C. Harsanji y Reinhard Selten) del Premio Sveriges Riksbank
en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, en 1994.
Cuando presionar resulta contraproducente
Si
tú y otras tres personas están al garete en medio del
océano tras el hundimiento de un barco, ¿qué te
parecería que una comenzara a dar de hachazos contra el fondo
para manifestar su rechazo hacia la manera como las demás
están tratando de resolver el problema? ¿Verdad que hay
momentos en que la cooperación es el único proceder
sensato?
Impulsos vs. Restricciones
Un
impulso te envía en una dirección, y una
restricción te detiene. Es importante canalizar adecuadamente
tus impulsos y procurar entender por qué a veces debes
restringirte. Todo impulso que te lleva en un curso imprudente merece
ser restringido, o podrías lamentarlo.
Encausando emociones negativas
Cierto
maestro de maestros en el arte de la persuasión, enseña
que algunas personas carecen de la disposición a modificar sus
actitudes negativas, y cuando se las motiva, transforman el
estímulo optimista en una fuerza negativa. ¿Cómo
puede ocurrir esta ironía? Se debe a que es imposible modificar
la personalidad de alguien cuya filosofía personal ensalza el
dicho: "¡Yo soy así, siempre he sido así y de
ninguna manera voy a cambiar!". Al resistirse a innovar, cierra el paso
al desarrollo de su personalidad.
¿Cuál es tu pensamiento recurrente? ¿Es uno que te edifica o uno que te derriba?
¿Qué es la cooperación?
Cooperas
cuando contribuyes con otro u otros para un mismo fin, y lo manifiestas
contribuyendo, auxiliando, participando, ayudando, apoyando,
colaborando o favoreciendo a quienes dirigen.
La motivación es más productiva y útil si uno coopera con ella
Una
verdad fundamental es que solo pueden progresar quienes desean
progresar. Ningún especialista en salud mental puede ayudar a
quien rehusa su ayuda. Por eso, el maestro citado anteriormente
también recalca el hecho de que, si tratas de forzar una
transformación en una persona que defiende un punto de vista
pesimista, se resistirá y producirá una fuerza opuesta a
la motivación que se le ofrece, y empleará todas sus
fuerzas de maneras negativas.
¿Cómo
eres tú? ¿De la clase de personas que dicen que nunca van
a cambiar, que siempre han sido así y nunca van a cambiar, o de
las que aprenden a canalizar sus emociones negativas y hacer los
ajustes necesarios en su carácter y personalidad a fin de
alcanzar un éxito verdadero a largo plazo?
Diariamente
todos somos impulsados o movidos a hacer cosas. Unas personas se dejan
llevar por cualquier clase de impulso, otras, controlan y administran
los estímulos, sobre todo cuando se dan cuenta de que
podrían traer consecuencias perjudiciales. El arte de controlar
o restringir los impulsos se llama autodominio, y algunos lo han
catalogado como la cumbre del logro humano. Por ejemplo, cualquier
tonto se dejaría envolver en una discusión o pelea
debido a una simple provocación, porque se deja arrastrar por
cualquier estímulo; en cambio, una persona que cultiva el
autodominio probablemente prefiera retirarse y usar sus recursos en
cosas productivas y útiles.
Recuerda
que hay ventajas en restringir, demorar o posponer algunos impulsos,
emociones o deseos cuando lo haces teniendo presente tus mejores
objetivos. Reconoce que a veces hay satisfacciones más grandes
tras el autodominio. En otras palabras, dejar que tu mente controle tu
corazón y lo ponga al servicio de metas loables.
Pregúntate, ¿pospondría un viaje de vacaciones
para terminar un proyecto del cual depende el resto de mi vida?
La
película sobre su vida, "Una Mente Brillante", estelarizada por
El ganador del Oscar, Russell Crowe, mostró a unas
jóvenes ingresando a un bar. Cuando ellas se fijaron en los
muchachos del grupo donde él estaba, un compañero de
estudios susurró la famosa fórmula económica de
Adam Smith, "el mejor resultado es el producto de que todos en un grupo
hagan lo mejor para sí mismos", un concepto que ensalza el
espíritu de competencia per se.