Por
eso, es bueno motivar a los demás siendo optimistas e inyectar
esperanza, pero teniendo en cuenta que la esperanza no lo es todo. No
es la panacea universal. ¡Cuánto menos si está
basada en cuentos, mitos, leyendas o promesas que no pueden cumplirse!
Reconozcamos que somos imperfectos y vivimos en un mundo imperfecto
lleno de limitaciones. Nunca generemos falsas ilusiones de un control
que realmente no poseemos. La esperanza debe estar siempre puesta en un
fundamento seguro, en algo o alguien que sea digno de la más
absoluta confianza.
El
doctor Nathan Cherney concedió una entrevista al noticiero CBS
en la que advirtió de los peligros de sobrestimar o exagerar el
poder de la esperanza cuando se trata a enfermos graves, diciendo:
“Ha habido esposos que reprocharon a sus esposas por no haber
sido lo suficientemente optimistas. Tal manera de pensar genera una
falsa ilusión de control. Cuando el enfermo empeora, es como si
se le hubiera dicho que no fue capaz de controlar su tumor lo bastante bien,
lo cual no es justo ni realista”. Esto es particularmente
interesante cuando se reprocha a alguien a quien se promete una
curación milagrosa o mágica, pero cuando esta no se
realiza, le dicen que no tuvo suficiente fe como para ser sanado, o que
era demasiado pecador o que pretendió esconder algo o no dio
suficiente dinero.
¡Inyecta esperanza y optimismo! Para mí, esos 30.000 empleados de la Ford tendrán que ponerse a trabajar en su creatividad para
descubrir maneras diferentes de ganarse la vida. Y si se sintieran
demasiado viejos para hacerlo, les daría esperanza y optimismo
saber que la mayoría de hombres y mujeres que alcanzaron el
éxito rara vez lo hicieron antes de trasponer la barrera de los
50.
El
mundo está tan ahogado en su pasmosa realidad que, en vez de
promover una motivación hacia el éxito, tiende
(contranaturalmente) a autodestruir la motivación colectiva.
Pocos ven la necesidad de inyectar esperanza y optimismo en la manera
como se enfocan las innovaciones, los cambios, las noticias y la
crítica. Un espíritu de fracaso se filtra por todas
partes como el agua por las grietas de una cañería vieja.
A los criminales ya no les basta con balear a alguien en el hombro,
sino que le dan de puñetazos en la herida. No hagas eso con tu
motivación ni con la motivación de los demás.
Cuando
Bill Ford anunció el cierre de 14 plantas de Ford en los Estados
Unidos y el despido masivo de unos 30.000 empleados,
prácticamente todos los redactores de noticias del mundo dijeron
que "30.000 empleados de Ford quedarían en la calle" o que
"30.000 empleados serían despedidos de la Ford".
Tendríamos que buscar como aguja en un pajar un noticiero que
hubiese dicho que "30.000 empleados de la Ford tendrían que buscar otro empleo" o que "30.000 empleados de la Ford tendrían que pensar en otra manera de ganarse la vida", o que "30.000 empleados de la Ford se dedicarán a otra cosa". Lo común es resaltar el fracaso y la pérdida, no la esperanza y el optimismo.
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El Dr. Martin Seligman afirma: “Veinticinco años de
estudio me han convencido de que si habitualmente creemos —como
hace el pesimista— que las desgracias ocurren por nuestra culpa,
que son de carácter permanente y que afectarán todo lo
que hagamos, acabaremos sufriendo más desgracias que quienes no
piensan así”.
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Los estudiosos también han descubierto cosas muy interesantes al
estudiar los efectos de la actitud pesimista. Por ejemplo, la llamada
resignación aprendida. En una primera prueba expusieron a un
grupo de individuos a un ruido desagradable y se les dijo que
podían detenerlo aprendiendo a pulsar unos botones en cierta
secuencia. Todos lograron hacerlo. Entonces repitieron la prueba con
individuos diferentes, pero de modo que no desapareciera el ruido
cuando pulsaran los botones. Muchos de estos acabaron
resignándose, y en pruebas posteriores ni siquiera se molestaron
en insistir, pues creían estar convencidos de que nada de lo que
hicieran cambiaría la situación.
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Otra investigación mostró que el grado de esperanza de
ciertos atletas contribuyó mucho a predecir su rendimiento mejor
que todos los datos recopilados por sus entrenadores.
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Unos investigadores descubrieron que las personas optimistas que
cultivaron una actitud positiva obtuvieron muchos beneficios en sus
estudios, en el trabajo y hasta en la práctica de los deportes.
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Cierto profesor de Neurología dijo que “es agradable
sentirse feliz y esperanzado. Es un estado de placer que alivia la
tensión y beneficia al organismo. Si uno pone de su parte, se
mantiene más saludable”.
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Un estudio examinó cómo les afectan a los ancianos los
criterios positivos y negativos sobre el envejecimiento. Cuando se
expuso a personas mayores a mensajes breves que asociaban la vejez con
una mayor sabiduría y experiencia, caminaban con mayor
energía. De hecho, la mejoría era comparable a la
obtenida tras doce semanas de ejercicios de fortalecimiento”.
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La revista ¡Despertad! dice que “algunas investigaciones
han demostrado que quienes piensan que tienen mala salud tardan
más en recuperarse de una operación que los que
consideran que su estado es óptimo. Incluso se ha visto una
relación entre el optimismo y la longevidad.
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Al cabo de mucha investigación relacionada con la
cardiopatía isquémica, Laura Kubzansky, profesora adjunta
de Salud y Conducta Social de la Facultad de Salud Pública de
Harvard, comenta: “Casi todo el testimonio en apoyo de que
‘el modo de pensar positivo’ es bueno para la salud ha sido
anecdótico. Este estudio proporciona algunas de las primeras
pruebas realmente médicas tocante a la veracidad de tal criterio
en el ámbito de las cardiopatías”.
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Aunque no toda investigación coincide con cierto estudio de
1989, parece que los pacientes que abrigan esperanza sobreviven
más tiempo. Hay estudios que confirman que los pacientes que
reciben apoyo emocional están más preparados para
enfrentar la depresión y el dolor.
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Luego de examinar ciertos estudios realizados para evaluar el apoyo
emocional que se ofrece a los enfermos terminales, el doctor y
periodista médico W. Gifford-Jones declaró que “la
esperanza es una poderosa terapia”.
Esperanza y optimismo
Detrás
de toda esperanza hay una promesa, y detrás del optimismo
siempre hay una persona que mantiene enfocado el lado favorable de las
cosas y ejercita las piernas de su motivación de modo que se acostumbra a saltar sobre los obstáculos, siempre proyectándose arriba y adelante. Por eso, trascender la frustración da esperanza.
¿Qué es una persona constructiva?
Persona
constructiva es la que construye, edifica, levanta, beneficia, sana, comprende, consuela. Cuanto más fuerte su impulso de beneficiar, tanto
más esperanza produce y contagia. Es lo opuesto a la que derriba, desalienta, baja la moral y mata las expectativas.
Esperanza
La
esperanza es la certeza y convicción de que puedes y vas a
lograr una meta mediante hallar maneras lícitas de alcanzarla.
Fortalece la seguridad de que las cosas pueden mejorar. Por eso, cuando
la tarea sea muy grande, resístete a ceder ante las
pequeñas y grandes derrotas, la ansiedad y la depresión
(el estrés socava el sistema inmunológico), y coloca el
optimismo en lugar de cualquier sentimiento de impotencia, dividiendo
tu meta en partes menores que puedas llevar a cabo poco a poco.
Cuando motivar es la clave
De
nada sirve tener a la persona adecuada en el puesto adecuado si no le
das la motivación adecuada en el momento adecuado. Cuando la
situación se pone difícil se requiere una
inyección urgente de motivación constructiva.
¿Constructiva?
En
este contexto, decimos que algo es constructivo cuando resulta
útil, provechoso, beneficioso y edificante. Aunque a veces
implique un dolor pasajero, como sucede con una exhortación o
amonestación, la motivación constructiva levanta y
fortalece el ánimo de quien la recibe. Por ejemplo, un padre
permitiría que su hijo pasara por el sufrimiento y las molestias
que podría ocasionarle una intervención quirúrgica
difícil... por su bienestar.
La motivación constructiva implica inyectar esperanza y optimismo
Optimismo
El
optimismo es un estado de ánimo que te provee aliento,
brío y confianza. Es, por decirlo así, una emoción
que está al servicio de tu mejor actuación, pero depende
del concepto que tengas acerca del éxito o fracaso. Por ejemplo,
a unos, el fracaso los desmorona, se sienten culpables y rumian
pensamientos negativos vez tras vez como si hubiesen quedado totalmente
incapacitados de por vida. Otros, en cambio, lo consideran como una
oportunidad para reflexionar y hacer ajustes, para evitar cometer los
mismos errores en el futuro, emprender con más brío la
tarea y alcanzar lo que consideran el éxito.
Por
eso, acepta y reconoce el rechazo con elegancia, sabiendo que solo se
trata de una reacción pasajera, fruto de alguien que opina de
manera diferente. Lo que importa es volver a la carga y superar el
desafío que, a la larga, te hará ser más eficaz.
Por eso ejerce autodominio hasta cuando te encuentres en un estado de
gran felicidad. Impide que se convierta en un simple arrebato de
alegría superficial. Entonces tu felicidad será
más profunda y genuina.
Cuando
cultivas esperanza y optimismo derrotas a la impotencia, la
depresión y los sentimientos de inutilidad. Asumes tus fracasos
como lecciones y experiencias, y mantienes una actitud de fortaleza y
empeño que te lleva de la mano hacia el verdadero éxito.
Ves las cosas con mentalidad vendedora, siempre poniendo la vista en un
futuro mejor.
Recuerda
que la persona optimista suele ser tecamente optimista, y la pesimista,
tercamente pesimista. La una cultiva el buen humor, la segunda, el mal
humor.
Cuando
uno cultiva el buen humor piensa de manera comunicativa, tienda a ser
flexible, se adapta a la complejidad, es amplio de mente y es creativo
al prever cualquier situación. En cambio, cuando cultiva el mal
humor tiene el pensamiento retorcido y obstaculiza su intelecto,
exagera demasiado la cautela y teme tomar decisiones.
Por eso se dice que la aptitud maestra de la persona inteligente consiste en aprender a encarrilar sus emociones negativas.
En
vez de dejar a rienda suelta sus impulsos, se restringe y los mantiene
bajo control. En vez de satisfacer todos sus deseos, ejerce autodominio
y selecciona aquello que le resultará mças conveniente a
la larga. En vez de procurar una gratificación inmediata y
tender a un fracaso, prefiere prostergarla por el tiempo necesario a
fin de tener éxito. En otras palabras, suma talento y
persistencia hasta alcanzar el verdadero éxito.
La
persona optimista sabe que un rechazo puede deteriorar su moral, por lo
que prefiere encarar cada rechazo con elegancia sabiendo que la
experiencia suavizará su temperamento, y cada vez que supere un
desafío sentirá que ha mejorado su eficacia. sus
emociones están al servicio de su mejor desempeño.
Las
reacciones espontáneas se aprenden en la niñez, y por
tanto, nos acostumbramos a reaccionar espontáneamente
según patrones aprendidos. No podemos ser eficaces reaccionando
espontáneamente en toda circunstancia. Es necesario practicar
las reacciones eficaces para reaccionar eficazmente. La persona
positiva se prepara para la acción.