Cómo es un orador eficaz
según Dale Carnegie

Dale Carnegie, estadounidense nacido en 1888, fundó el Dale Carnegie Course® en 1912. Se vendieron más de 50 millones de copias de sus libros de texto en más de 30 idiomas alrededor del mundo, lo cual resultó en que sus lectores se libraran de la esclavitud al tabú de que la oratoria estaba reservada para unos pocos superdotados. Hoy su organización es una red mundial de miles de instructores. Tiene oficinas en más de 65 países ¿Qué pensaba Carnegie de la oratoria? De eso trata esta página. El siguiente es un comentario nuestro basado en las enseñanzas nada ortodoxas del famoso orador e instructor de oratoria, según las cuales nadie necesita un título de orador para dar un discurso excelente, con tal que cumpla con ciertos requerimientos elementales:

Según Carnegie, un orador eficaz solo prepara notas breves, y se vale principalmente de ilustraciones y ejemplos interesantes para comunicar su mensaje. Aunque haya acumulado 40 veces más conocimiento del que quiere exponer, evita redactarlo todo o memorizar su discurso palabra por palabra. No quiere repetirlo mecánicamente. Prefiere ensayar por medio de traer a colación el tema durante una conversación habitual con sus amigos. Y en vez de dejarse llevar por la angustia o ansiedad, analiza fríamente la causa oculta de cualquier temor a fin de reajustar su actitud cuanto antes, recordando que más que imitar a otros le conviene mostrarse como es. Reconoce que le asiste el derecho natural de hablar acerca de cualquier asunto que haya estudiado y/o experimentado durante su vida, y acerca de cualquier cosa que le despierte pasión por hablar.

1. Prepara notas breves de las cosas interesantes que quieres mencionar

Usa unos cuantos apuntes, un bosquejo. Las notas breves son fáciles de recordar. Ayudan mejor a la mente y al corazón a producir las emociones, sensaciones y sentimientos que necesitas para comunicar el mensaje de modo que tus oyentes lo recuerden para siempre.

2. No escribas tu discurso

Los grandes escritores no necesariamente son grandes oradores. Escribir el discurso palabra por palabra obliga a uno a repetirlo textualmente, lo cual le roba el estilo conversacional que requiere para que su habla suene persuasiva. Si te esfuerzas por decir cada frase exactamente como la habías escrito, enterrarás tus ojos en el papel por temor de perder el hilo y atascarte. Y si tus ojos se confunden de línea, tu tensión pudiera crecer en un instante, como si se estrellaran dos trenes, y, en vez de concentrarse en el discurso, tu mente se concentraría en la ansiedad y en cómo deshacerse de ella haciéndote perder la estabilidad emocional que precisamente necesitas para continuar. Por eso, a menos que una norma lo exija, ensaya hablando con el corazón en la mano a partir de un bosquejo sencillo.

3. No memorices todo el discurso palabra por palabra

Memorizar el discurso es casi una garantía de que olvidarás alguna sección. Incluso si lo reconstruyeras completamente, tal vez suenes como un robot, en vez de como un ser humano, y tu mirada y voz estarían perdidos en el espacio infinito. Pocos te prestarían atención y no se convencerían ni muchos menos se dejarían persuadir.

En actuación, en cambio, la memorización de un papel sí es muy importante, especialmente cuando el director requiere que el actor se ajuste estrictamente al guion o libreto; pero en oratoria, las cualidades histriónicas, aunque pudieran sonar impresionantes, muchas veces resultan en una pésima actuación. Si el auditorio se diera cuenta de que solo estás actuando, no solo fracasrá tu discurso, sino tu reputación e imagen. Te tomarán por una persona falsa, hipócrita o deshonesta en la que no se puede confiar. ¡La confianza es la base del éxito en oratoria! Deja la actuación para el teatro.

En la oratoria culta y moderna se espera sinceridad y honradez de parte del orador, no un simple despliegue actoral. Tengamos en cuenta que una actuación está asociada con un papel que el actor representa para los efectos de una obra; los espectadores saben que no es real. Por eso, como reza el dicho: "Si quieres ser un buen actor, que no te sorprendan actuando". Es mejor no memorizarlo todo palabra por palabra, sino hablar con el corazón a partir de apuntes breves, o bien, teniendo a la vista la redacción. Es verdad que las cualidades actorales pueden desplegarse intencionalmente para dramartizar algunas partes del discurso, pero no como tónica o estilo de todo el discurso, como si fuera un guion.

4. Mantén tu discurso repleto de ilustraciones y ejemplos

Para Carnegie, su mayor desafío al escribir un libro o preparar una conferencia no era escoger las ideas, sino las ilustraciones y los ejemplos que le darían la claridad, vida e impacto que lo hicieran inolvidable. Haz tú lo mismo. Piensa en ilustraciones, y las explicaciones caerán por su propio peso. No aburrirás, y quedarán encantados.

5. Acopia 40 veces más conocimiento del que vas a transmitir

Saber mucho más de lo que vas a decir se asemeja a un generador de energía cuyo poder supera por mucho la energía que viaja por los conductores. Si organizas tus conocimientos, tendrás la fuerza, confianza, claridad y pasión controlada que necesitas para disparar las flechas de la eficacia. Eso se consigue leyendo, estudiando y conversando con gente entendida en los diferentes campos del saber.

Hay gente que va a una fiesta y comienza a parlotear fanfarroneando acerca de sí misma. Otros son más inteligentes. Hacen preguntas directas y dejan hablar a las otras personas y les prestan atención para absorver sus conocimientos. Por ejemplo, si tú eres automovisita, y la otra persona, físico nuclear, ¿de qué deberías hablar? ¿De automovilismo o de física? ¡De física, pues! Porque quieres obtener conocimientos de primera mano respecto a cosas que tal vez no sabías. Un automovilista sabe de física, pero quiere ampliar sus nociones.

Por ejemplo, muchos oradores suelen decir que la fórmula de Einstein, E=mc²,  es: "Energía igual a masa por la velocidad de la luz al cuadrado". Pero cuando hables tú, di: "La famosa fórmula de Einstein, E=mc², significa que 'la cantidad de energía liberada por la división de un átomo es igual a la pérdida de su masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz'". Impacta más, ¿verdad? Y mejor aún si añades una ilustración, diciendo: "Por ejemplo, eso significa que con un kilo de cualquier sustancia podríamos proveer suficiente energía como para que un barco superpetrolero diera 900 vueltas alrededor de la Tierra sin parar". Al promedio de la gente no le interesan ni las fórmulas ni los enunciados enredados, porque no suele entenderlos ni retenerlos en la memoria. El auditorio no se concentra fácilmente. Pero le encantan las ilustraciones porque pueden recordarlas sin problema, y porque después pueden contárselas a sus amigos. Las ilustraciones descodifican en el cerebro la información abstracta haciéndola papilla y traduciéndola a términos simples. Como licuar un trozo de carne.

6. Ensaya trayendo a colación el tema al conversar con tus amigos

En vez de ensayar frente a un espejo gestos y ademanes mecánicos, desprovistos de vida y naturalidad, ensaya el tema discretamente trayendo el tema a colación en tus conversaciones habituales con los amigos, dejando que broten los gestos, ademanes y movimientos más espontáneos posibles teniendo en cuenta que los manifestarás de la misma manera durante tu exposición. Y presta atención a las reacciones de tus interlocutores respecto a lo que digas, a fin de incluirlo o excluirlo del discurso. Recabar opiniones y sopesar las actitudes respecto al tema te ayudará a enfocarlo más eficientemente.

7. No te angusties. Si sientes ansiedad, averigua la causa y reajusta un poco tu mentalidad y actitud

Aunque antes hubieras practicado alguna técnica vocal, o de respiración o de gestos, postura o énfasis, olvídate de esas cosas durante la presentación y concentra tu mente en la idea y en la emoción principal, como en tus ensayos, y piensa en los gatos, que no necesitan una "Condecoración al Gato Experimentado" para convencerse de que pueden maullar con toda eficacia en el vecindario en medio de la noche.

8. Evita imitar a otros. Tómalos como modelos, pero siempre procurando ser TÚ

"¿Por qué no aprovecha usted mi estúpida pérdida de tiempo y evita imitar a otros?", dijo una vez Dale Carnegie después de echar al tacho de basura el fruto de varios años de estudio y trabajo procurando escribir un libro que contenía las ideas de otras personas en vez de las suyas propias. De repente, una luz relumbró en su entendimiento y se dijo a sí mismo que lo adecuado sería escribir a partir de su propia experiencia, observación y convicción.

Había viajado a Nueva York para estudiar en la Academia Americana de Arte Dramático porque quería convertirse en actor, estudiar las técnicas de las estrellas, imitar sus mejores cualidades y convertirse en una luminaria. "¡Qué tontería! ¡Qué absurdo!", exclamó después, dándose cuenta de que un secreto indispensable del éxito en cualquier campo consiste en ser uno mismo, no una combinación de otras personas.

¿Por qué no le haces caso a Carnegie y aprovechas el tiempo que estúpidamente perdió tratando de parecerse a otras personas? ¡Acopia tu propia experiencia!

9. Cultiva pasión por la presentación

Según Carnegie, cualquiera puede comenzar inmediatamente a dar un discurso muy elocuente si se le hiciera víctima de una gran injusticia. Las palabras le saldrían a borbotones. ¡Cuánto más si reconoce que le asiste el derecho de hablar de todo lo que ha estudiado y experimentado durante su vida y acerca de cualquier cosa que le apasiona! Uno no necesita realmente que le hagan una gran injusticia para reconocer que puede comenzar a hablar elocuentemente de un momento a otro y encender el entusiasmo en un auditorio. Puede provocar en sí mismo la pasión de hablar prácticamente acerca de cualquier cosa que anide en su corazón.

La cuenta regresiva comienza cuando te enteras de que darás el discurso y continúa hasta el momento en que lo presentas ante el auditorio. No debes ignorar que es solo natural que crezca tu inquietud a medida que el tiempo se acorte. Aprovecha bien todos tus recursos, especialmente el tiempo, para que te sientas cada vez más fuerte para dar el siguiente paso. Es como el físicoculturismo, a medida que levantas más peso, solo tienes que reforzar tu dieta y mejorar tu disciplina.

Es como la tensión a la que un arquero somete su arco antes de disparar la flecha. La cuerda se pone tan firme y dura que parece que se va a romper. Pero no se rompe. La tremenda tensión ejercida sobre el arco es solo un indicativo claro de que la potencia con que disparará la flecha contribuirá a mantenerla en curso a través del cielo hasta dar en el blanco. ¡Es una tensión positiva que significa poder acumulado! Solo es cuestión de soltarlo justo en el momento indicado, cuando la cuenta llegue a cero.

Por tanto, recuerda:

Para comunicar tu mensaje, usa apuntes breves y piensa en ilustraciones y ejemplos interesantes que aclaren el panorama. Y aunque tengas 40 veces más conocimiento del que tienes que presentar, evita redactarlo todo o memorizar el discurso palabra por palabra, para no repetirlo mecánicamente como un loro. Ensaya disimuladamente trayendo a colación el tema durante tus conversaciones habituales con tus amigos. Y en vez de morirte de angustia o ansiedad, analiza fríamente cualquier causa oculta de temor reajustando tu actitud lo antes posible y recordando que en vez de hablar como otros, te conviene ser como eres, reconociendo que te asiste el derecho de hablar acerca de cualquier asunto que hayas estudiado y/o experimentado durante tu vida, sobre todo, acerca de las cosas que más te apasionan.


Si quieres saber más sobre los métodos y cursos de Dale Carnegie, puedes hacer clic arriba, en su fotografía o suscribirte a los libros electrónicos que promueve su oranización.

¡Muchos éxitos!


ARRIBA