¿Qué
me pasó y cómo evitarlo?
©Miguel
Ángel Ruiz Orbegoso
Al
principio sentías temor de hablar en público,
pero cobraste valor después que decir
unas palabras en varias reuniones de camaradería en tu
compañía y ante
personas conocidas. Entonces, ocurrió algo
desconcertante: Estabas postulando a un nuevo puesto de trabajo y como
parte del proceso de selección el gerente pidió a
cada uno que dijera
unas palabras ante el grupo, y no pudiste creerlo: Te paralizaste al
punto de no poder pronunciar siquiera tu nombre.
¿Qué te pasó? Y más
importante, ¿cómo evitar que vuelva a ocurrir?
En
primer lugar, todo brota de tu autoestima. Tu autovaloración
afecta
todo lo que dices y haces. En segundo lugar, una persona responsable
pudiera ponerse nerviosa ante cualquier situación que
considere
riesgosa. En tercer lugar, una cosa es hablar ante subordinados o
iguales, y otra, ante competidores que están deseosos de que
no te
seleccionen. En cuarto lugar, la vergüenza es una
reacción ante un
sentimiento de culpa, que puede resultar paralizante. En quinto lugar,
no es lo mismo hacer un brindis que dar un discurso del que depende tu
futuro. Y en sexto lugar, la fuerza e intensidad de tus deseos de
superación son la clave de cualquier progreso en este
asunto.
Analicemos estos puntos uno por uno.
Tu
autoestima es el valor que te das a ti misma, a tus palabras, a tus
actos, a tus pensamientos, sentimientos, metas, proyectos y obras. Si
pones el valor que otros te dan por encima del valor que te das a ti
misma ocurre un conflicto y te genera estrés, sobre todo si
no sabes
cuánto te valoran los que te observan, o si piensas que te
valorarán
por debajo de lo que verdaderamente crees que vales.
Si
eres una persona muy responsable, siempre sentirás una
fuerte presión
ante cualquier situación que te exija tu mejor
actuación, como cuando
una figura de autoridad (un empleador potencial) te asigna decir unas
palabras de las que pudiera depender tu contratación. El
peso de la
responsabilidad pudiera aplastarte emocionalmente y jugarte una mala
pasada.
Es
relativamente fácil hablar ante quienes consideras tus
iguales,
subordinados o personas de confianza, o hablar ante superiores que
tienen un buen concepto de ti. Pero pudiera hacerte sentir inferior y
debilitar tus defensas el hablar ante figuras de autoridad que no te
conocen, ante competidores o ante extraños a quienes no
sabes si
considerar como iguales o subordinados. Hasta tu gerente se
pondría a
temblar si le pidieran que hablara ante perfectos desconocidos.
“Avergüénzate
de lo malo, no de lo bueno”, decía mi abuela. Si
no estás conciente de
haber cometido un delito o pecado, la vergüenza
está completamente
fuera de lugar. Avergonzarte cuando no cometiste ningún
delito es
quizás uno de los indicios más claros de que tu
personalidad necesita
algunos ajustes.
Mavila
anota el DESEO DE SUPERACIÓN en su Decálogo del
Desarrollo como una de
las diez cualidades esenciales para desarrollar. Si cuentas con esta
cualidad, todo será más fácil. Desear
superarte significa sobreponerte
a la adversidad, mejorar como persona y alcanzar el objetivo.
Cualquiera
con un mínimo de entusiasmo puede elevar un brindis
espontáneo en una
reunión de camaradería (a caballo regalado no se
le mira el diente).
Pero es crucial decir unas palabras ante 60 personas que compiten
contigo por el mismo puesto de trabajo. Hasta el más
valiente
experimentará un desborde de adrenalina que lo
pondrá nervioso.
Por lo tanto, nuestro
consejo es:
1)
Medita más profundamente en tu autoestima y
asígnate un valor que vaya
de acuerdo con lo que verdaderamente crees que vales como persona y
como profesional, para que la valoración que te den los
demás nunca
esté por encima de la tuya. Mantén tu
autovaloración no solo
completamente independiente, sino lo suficientemente fuerte o elevada
como para contrarrestar cualquier desvalorización que otros
te den.
2) Mantén
tu excelente sentido de responsabilidad, pero acepta con la mayor
naturalidad y sin avergonzarte el hecho de que siempre
sentirás nervios
cada vez que asumas una nueva responsabilidad. ¡Es solo
adrenalina! El
secreto para mitigar la presión no consiste en meterte al
baño y hacer
un ejercicio yoga, sino simplemente recordar que dicho peso es,
precisamente, lo que tu empleador quiere saber si puedes cargar. Es su
derecho someterte a presiones que le permitan decidir si eres la
persona indicada para el puesto, máxime si la oratoria
será una de tus
principales responsabilidades laborales. Si no puedes asumir esa
responsabilidad, no eres para ese puesto; y si realmente quieres la
plaza, tienes que asumirla utilizando a tu favor la adrenalina que la
naturaleza de da a manos llenas para que puedas cumplir con tu cometido.
3)
Nunca veas a los demás como dominantes o dominados. Es una
trampa. De
hecho, en lo que respecta la hablar en público, el famoso
instructor de
oratoria Dale Carnegie recomendaba considerar al auditorio como si
estuviera compuesto por niños de 14 años de edad.
Si lo haces, te
relajarás y te sentirás mejor. El secreto es
mostrar a todos un respeto
natural, pero nunca, jamás, considerándote como
dominado o dominante,
víctima, perseguidor o salvador.
4) Si
no cometiste nada que sea reprochable, pon la vergüenza a un
lado.
Todos somos imperfectos y fallamos muchas veces en muchos sentidos.
Jamás te avergüences de ser tú. Muy por
el contrario, cultiva un
orgullo saludable de ser lo que eres y de haber llegado hasta donde
llegaste. Cualquiera no llega hasta donde llegaste. Si consideras que
tienes una personalidad equilibrada y agradable, nunca te sientas
culpable de ser tú misma y cometer pequeños
errores (Si quieres ver un
comentario sobre desarrollo de la personalidad en PowerPoint,
conéctate
a Internet, haz clic aquí y selecciona el
artículo “La personalidad es
como una carpa”. Espera un rato hasta que el archivo
descargue
completamente, y solo ten presente que para volver a esta
página tienes
que hacer clic en la flecha izquierda del navegador).
5)
Usa tus deseos de superación como una llave que te abra las
puertas a
nuevas maneras de enfocar tus temores, y usa la frustración
como una
catapulta hacia el éxito, no como un spray paralizante.
Carnegie cuenta
de una viejita que acompañó a su hijo en un largo
viaje en automóvil a
través de una zona llena de desiertos y pocos viajeros. De
repente,
algo se malogró y su hijo alzó el
vehículo con un gato hidráulico, sacó
un neumático, se deslizó debajo y
comenzó a repararlo. Pero por un
descuido ¡zaz! el gato se cayó, y el pesado
automóvil aplastó al
hombre. Entonces, la viejita, como es natural, comenzó a
gritar
despavorida y a dar vueltas alrededor del automóvil pidiendo
auxilio.
Pero no había nadie alrededor. Ningún
vehículo pasaba. De modo que se
dio cuenta que no tenía sentido seguir gritando.
Agarró con firmeza el
guardafango, se agachó y pujó con dolores de
parto hasta alzarlo lo
suficiente como para que el hombre se deslizara afuera,
salvándolo de
morir. ¿Cómo lo hizo? Ella no supo qué
decir. Fue la adrenalina. Gritar
y llorar no resuelve los problemas. La clave es usar la
frustración
como un trampolín hacia el éxito.
6)
Y recuerda que es fácil hablar en una reunión de
camaradería, pero
hacer una presentación excelente ante un gran
auditorio solo es el
resultado de una buena preparación, lo cual implica
estudiar, aprender
y cultivar técnicas dinámicas que te permitan
llevar tu oratoria a un
nivel que te merezca el elogio del auditorio más exigente.
Oratorianet
te ofrece esas técnicas. El puesto para el que
estás postulando
requiere personas que no solo fanfarroneen con las palabras, como
suelen hacer muchos candidatos, sino que puedan respaldar su imagen con
un discurso informativo, impactante, motivador y entretenido.
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