REGRESAR





¿Qué es un manerismo?
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

El diccionario de la Academia no ha incluido manerismo como una palabra suficientemente difundida entre los hispanohablantes, pero se podría explicar que, en las regiones donde se la usa, un manerismo se refiere a los gestos y ademanes que se repiten mucho por hábito o mala costumbre. Un manerismo es a los ademanes lo que una muletilla es a la voz.

Por lo tanto, para entender lo que es un manerismo, primero entendamos lo que es una muletilla. Una muletilla es una palabra, voz o frase que se repite en exceso al hablar, ya sea por hábito o mala costumbre.

Por ejemplo, cierta relatora de un famoso programa de televisión mundial de noticias acostumbra decir “eeeee” un promedio de doce veces por minuto, es decir, una cada cinco segundos, cuando improvisa. Y cierto conductor de un programa de entrevistas muy conocido dice “ammm” con tanta frecuencia que mejor ni lo mencionamos. Otros suelen repetir “realmente”, “en realidad”, “esteeee”, “estoooo” y otras voces con bastante regularidad. Esas son muletillas. 

Siendo que para esas personas se ha convertido en una mala costumbre, significa que no han hecho el esfuerzo necesario para eliminarlas.

Muletillas gestuales

En el caso de ciertos gestos y ademanes repetitivos, la gente no suele referirse a ello como muletilla, aunque por definición lo sea, sino como manerismo.

“Muletilla” viene de muleta, un apoyo que sirve para cargar el cuerpo cuando se tiene dificultad para caminar. Se refiere a una cosa que ayuda a mantener o sostener a otra. Cuando se trata de movimientos, gestos o ademanes repetitivos, estamos ante una muletilla gestual.

Juntar las manos

Juntar las manos no tiene nada de especial, ni nadie debería criticar a otra persona por juntar sus manos cuando habla en público, porque es parte de la naturaleza de la comunicación. Pero cuando la persona no puede expresarse sin juntar las manos o los dedos de ambas manos, habitualmente o a cada rato por haber permitido que se convierta en un manerismo o muletilla gestual, tiene que darle atención para evitar que se convierta en un factor de distracción para el oyente.

Por ejemplo, imaginemos a cinco personas caminando por el centro de una calle. Cuatro visten de blanco y una de negro, ¿cuál captará nuestra atención? La que es diferente. De hecho, las diferencias constituyen un principio de publicidad profesional para captar la atención. La pregunta es: “¿Qué está captando más la atención durante el discurso, el tema o un manerismo o muletilla del orador?”.

Juntar las manos, esconderlas en los bolsillos o bajo la mesa, u ocuparlas cruzando los brazos o agarrando un objeto (un lapiz, un montón de papeles y otra cosa) no tendría nada malo si no fuese por que lo hiciéramos a cada rato o siempre que nos dirigimos al auditorio, como un apoyo emocional. Lo mejor es acostumbrarse poco a poco a usar las manos, romper el mal hábito de ocuparlas innecesariamente a fin de no usarlas.

¿Prestan atención al tema o al manerismo?

Lo que debe entender toda persona que quiere mejorar su oratoria es que los manerismos y las muletillas atraen la atención hacia la parte del cuerpo que los manifiesta, ya sean las manos, las cejas u otra parte, convirtiéndose en un fuerte factor de distracción que compite con la concentración que el oyente debe dedicar exclusivamente al tema. Es como hablar en público con un loro en el hombro. No dudes de que el oyente estará más pendiente del loro que del discurso. 

Un orador capacitado procura concentrar toda la atención de sus oyentes en el tema, evitando por todos los medios distraer la atención, ya sea con una vestimenta o arreglo personal exagerado, o con accesorios y adornos innecesarios, tampoco con manerismos ni muletillas.

El mismo principio aplica a la decoración de la plataforma de los oradores. No se debe exagerar la escenografía. La plataforma o proscenio no debe parecer un paisaje de ensueño o de circo, sino todo lo contrario. Debe favorecer la concentración en el tema, rodeado de modestia y sencillez. El propósito de la decoración es ayudar al orador y al tema.

¿Hay variedad de ademanes?

Por decirlo así, solo disponemos de un puñado de notas musicales, colores, números y letras para componer todas las canciones, cuadros, fórmulas y libros conocidos y por conocer. Todo es producto de la combinación de ciertos elementos básicos.

No es así con las manos. En cierta ocasión, un científico se propuso especificar cuántos diferentes movimientos podían hacerse con las manos y los dedos, pero su respuesta escueta fue: Miles. En realidad no pudo contarlos. Nuestras  manos pueden hacer literalmente miles de formas diferentes.

De ahí la paradoja de que a un comunicador no se le ocurra otra cosa sino juntar sus manos y bloquearlas para no utilizarlas durante una exposición. Los ademanes que se pueden hacer con las manos son tan variados como las pinturas o las canciones que podríamos componer con las notas musicales o los colores. No usar las manos en la oratoria es como quitarle los pinceles a un pintor o la guitarra a un cantante.

En pocas palabras, la variedad de los ademanes es infinitamente increíble. Tanto que sería más increíble que alguien no los usara para ilustrar sus explicaciones. Porque no es lo mismo decir: “Un pajarito salió volando y se perdió en el horizonte”, sin mover las manos, que tocarse levemente un hombro con la punta de un dedo y luego estirar el brazo y quedarse apuntando hacia delante.

Una señal de dificultades para la comunicación

Una muleta es un apoyo que sirve para cargar el cuerpo cuando se tiene dificultad para caminar, es una cosa que ayuda a otra. En oratoria, las muletillas y manerismos parecen usarse espontánea e instintivamente por la misma razón, es decir, cuando el orador tiene dificultades para comunicarse, es decir, soltarse y abrirse ante el auditorio.

Se bloquea mentalmente y junta sus manos como un acto reflejo del cuerpo, como si los lóbulos derecho e izquierdo de su cerebro quisieran fundirse en uno solo externamente mediante las manos, acariciándose mutuamente, consoladoramente, como evocando a sus padres cuando lo tomaban de la mano para cruzar la calle o subir al autobús. Juntar las manos le reporta seguridad, se apoya en ellas para poder hablar y comunicarse.

De ahí la importancia de hacer algo por superar los manerismos y las muletillas. Porque juntar o sobar excesivamente las manos en posición de rezo o súplica al hablar en público, cuando no se trata de un discurso religioso, envía una señal al auditorio: “No puedo hablar sin juntar las manos”, o lo que es igual: “Me siento inseguro”. Es muy probable que esa misma persona se relaje y use eficazmente sus ademanes cuando no está frente al público o nadie lo está filmando o fotografiando conspicuamente.

El auditorio tiende a aburrirse cuando el orador junta excesivamente las manos, las esconde en los bolsillos o bajo de la mesa, o mantenerlas ocupadas todo el tiempo innecesariamente. Porque la naturaleza nos muestra a lo largo de nuestro trato con los demás que las manos son quizás los elementos más expresivos de nuestro cuerpo.

Cuando un orador hace movimientos repetitivos e iguales estamos ante un manerismo. Empobrece su imagen como orador y distrae al auditorio comunicándole falta de seguridad.

¿Por qué un documentalista solo mueve la cabeza cuando lo filman, pero añade el colorido de sus ademanes cuando no lo están filmando? Porque probablemente tiene un problema de inseguridad o baja autovaloración.

Entonces, ¿cómo mejorar?

Cuando una persona aprende a escribir o corrige su escritura; o cuando aplica las sugerencias de un asesor de imagen; o cuando practica deporte o hace cualquier otra cosa que desarrolle su personalidad, se siente bien y disfruta más de la nueva imagen que tiene de sí misma. ¡Hasta se siente mejor después de una visita a una peluquería o de darse un agradable duchaso!

Para superar los manerismos y cualquier muletilla, es cuestión de hacer lo contrario y simplemente soltarse y acostumbrarse a disfrutar de USAR LOS ADEMANES, pintando cuadros en el aire, ilustrando las ideas. En realidad, todos lo hacemos espontáneamente al hablar cotidianamente. El problema es cuando pensamos que nos están juzgando, como cuando hablamos en público o nos filman o fotografían.

Haz lo siguiente: Enciende la televisión y selecciona un programa de entrevistas, pero cubre con una toalla la parte superior de la pantalla, del cuello del entrevistado hacia arriba, y bájale el volumen completamente. Observa los ademanes durante 10 minutos y piensa en la variedad. ¿Son manerismos? ¿Son variados? Si parecen eficaces, procura imitarlos y recordarlos.

Si alguien cultiva el concepto “soy feo” o “soy fea”, seguramente se mostrará renuente ante un fotógrafo. Algo similar sucede con el concepto “no sé expresarme en público”. Su cuerpo no lo ayudará, sino que se bloqueará.

Pero también preguntémonos por qué hay tantos feos y feas que disfrutan de tomarse fotografías y no tienen ningún problema para hablar en público. La respuesta es simple: No se consideran feos ni feas. Saben que el concepto “feo” o “fea” es subjetivo y no se dejan esclavizar a los estereotipos. ¡Son libres en un sentido muy particular!

Por lo tanto, tu autovaloración o autocrítica influye notablemente en tus ademanes. Si mejoras tu autovaloración, mejorarás tu autoimagen; y viceversa, si mejoras tu autoimagen, mejorará tu autovaloración. Y una manera de mejorar tu imagen es dejando que tus ademanes hagan su parte y se expresen libremente.

¿Y si no puedes mejorar?

Existe la probabilidad de que no puedas hablar sin juntar las manos, esconderlas u ocuparlas innecesariamente, porque la costumbre arraigó más profundamente de lo que puedes imaginar. ¿Qué puedes hacer? Si ese es verdaderamente el caso, y no la falta de técnica, nuestra sugerencia es que no sigas procurando forzar la situación. Sencillamente no le des importancia y habla juntando las manos, escondiéndolas u ocupándolas. 

La razón para esta sugerencia es que nadie debe luchar contra lo imposible. Si tú crees que es imposible, sencillamente déjalo ahí y no trates de mejorar. Así de simple. Solo concéntrate en el tema. Déjalo como rasgo de tu personalidad, y punto.

Como dijimos más arriba, nadie debería criticar a otra persona por juntar sus manos cuando habla en público, porque es parte de la naturaleza de la comunicación, sobre todo si la persona ha intentado muchas veces superarlo y no lo logró.  Pero decir que 'nadie debería críticar' no hace que la crítica desaparezca, porque muchas personas sí critican los manerismos. Nadie debería criticar la cojera de un cojo, pero usualmente la critican. 

Cuando la persona no puede expresarse sin juntar las manos o a cada rato por haber permitido que se convierta en un manerismo o muletilla gestual, tiene que darle atención para evitar que se convierta en un factor de distracción para el oyente. No está mal que juntes tus manos de vez en cuando. Es normal. Pero no se ve bien que las juntes excesivamente, como un hábito o muletilla gestual. No dejes que la inseguridad tome control sobre tus manos.

Procura soltarte ¡y suéltate! Toma la decisión de dejar que tus manos se expresen libremente, ocurrirá un cambio tan notable en tu autoimagen que poco a poco te sentirás mejor y disfrutarás más de tus exposiciones. Habrás liberado tus ademanes, te agradará y no volverás a necesitar ninguna muleta para apoyarte. Pero si nada puede hacerse, ni modo. Haz lo mejor que puedas, y listo. Nadie puede hacer más de lo que puede. Si no puedes hablar sin juntar las manos, júntalas. Es tu estilo y punto... aunque algunos observadores se incomoden.

ARRIBA