¿Cómo puedo aconsejar
a mi maestra? Bueno, partiendo de
tales circunstancias, es importante que veas las cosas desde su punto de vista.
Por ejemplo, ¿qué pensarías de un niño que te enseñe cómo subir escaleras? Tu
reacción inicial probablemente sería: “¡Qué te has creído, venir a enseñarme
cómo subir escaleras!”. Pero también debes saber que los niños de corta edad
son muy inteligentes. A veces se percatan de cosas que los adultos pasamos por
alto. Por lo tanto, es
difícil dar un consejo a un maestro, padre o tutor, es decir, alguien que suele
enseñar a otros, porque tradicionalmente se supone que los niños, alumnos,
menores o inexpertos no deberían atreverse a dar instrucción a los mayores,
maestros o más experimentados. El detalle que se nos
escapa A todos se nos escapa
un detalle alguna vez. Si de repente te mancharas la espalda, ¿cuánto tiempo
podría transcurrir hasta que la descubrieras sin que nadie te lo dijera? ¿Te
gustaría andar por por ahí con la mancha? ¿Y qué si se tratara de una paja
sobre el cabello, un hilo sobre el hombro, una miga de pan sobre los labios o
una marca de lápiz de labios en una mejilla? ¿Agradecerías que alguien te lo
dijera? ¿O preferirías seguir exhibiendo tu descuido? Una persona agradecida
apreciaría que alguien la ayudara... aunque fuera un niño. ¿Es tu maestra lo
suficientemente inteligente como para ver en tu consejo no solo una expresión
de franqueza, sino un medio para seguir mejorando como maestra? Si así es,
puedes tener la seguridad de que no basta. Tienes que abordarla con una actitud
que favorezca la recepción. Porque hasta el mejor consejo puede ser rechazado
si no se da con una actitud adecuada. ¿Es tu maestro
egoísta, egotista o ególatra? Si este es el caso, será más difícil de lo que
podrías imaginar. Egoísta es lo opuesto de noble y generoso; egotista es una
persona que tiene un sentimiento exagerado de sí mismo y solo promueve sus
intereses sin tener en cuenta los de los demás; y ególatra es alguien que
profesa un exagerado amor de sí mismo. En pocas palabras, no tiende a tolerar
que otros le digan sus defectos o le den consejo respecto a cómo puede mejorar. Un tip de ventas muy
importante promovido por Hopkins es: “Si tú se lo dices, lo dudará; pero si él
lo dice, lo creerá”. Esta postura es especialmente válida cuando tienes que
tratar con un egoísta, egotista o ególatra. Cuando quiso persuadir a su enemigo
para que desistiera de matar gente caprichosamente, el protagonista de Es muy difícil
persuadir o convencer a una persona que solo cree en sí misma, en sus propios
puntos de vista y opiniones sin dar cabida a la de los demás. No prejuzgamos
que tu maestra tenga este problema, pero no es por demás mencionarlo. Adecuar significa
acomodar o ajustar a las circunstancias. Si quieres que tu consejo sea escuchado
tienes que adaptarlo a la persona y a las circunstancias. Pero hace falta algo
más: Adecuar tu propia actitud. ¿Qué hay de tu propia actitud para recibir
consejo de aquel maestro? ¿Qué hay de tu propia actitud para recibir la
respuesta o reacción a tus consejos? El cuarto tip de El que no quiere entender, no
entiende No es fácil lograr que
alguien entienda algo para lo cual no tiene inclinación. Por ejemplo, si
alguien no tiene inclinación a las matemáticas, será difícil explicarle qué es
un amperio, un vatio o un megahercio. Si alguien no tiene un oído afinado, será
difícil que entienda por qué no puede formar parte de un coro o por qué debe
usar un afinador para ajustar las cuerdas de su guitarra. Si alguien es
egotista, será difícil explicarle por qué es importante interesarse en los
demás o aceptar el consejo. Pero es aún más difícil
explicarle cualquier cosa a alguien que no quiere entender. Porque no es que
tenga dificultad para las matemáticas o un oído desafinado, sino un bloqueo
emocional que le impide abrir los ojos del entendimiento y ver otras
posibilidades y enfoques. Como reza el dicho: “¿De qué se trata, para
oponerme?”. Otros son selectivos. “Si lo
dice Juan, no lo creo; pero si lo dice Betty, sí lo creo.” Porque no aceptan el
consejo por sí mismo, sino por la fuente de donde proviene. Esta postura es
engañosa, porque si bien la fuente influye, los consejos deberían evaluarse por lo que son, no por quién lo
da. Si estuvieras haciendo turismo por un subterráneo antiguo y un extraño te
dijera: “Cuidado con el techo, es muy bajo, puede golpearse”, ¿agacharías la
cabeza, o seguirías adelante con el cuello estirado solo porque te lo dijo un
extraño? De modo que tienes que
evaluar cuidadosamente la actitud general de tu maestra en cuanto a cómo suele
reaccionar ante las sugerencias de otras personas, especialmente de aquellos a
quienes ella considera subordinados, y tu propia actitud, en cuanto a cómo
reaccionas cuando alguien no quiere oír tus consejos. Para prepararte y adecuar
tanto tu actitud como el consejo y la forma de ofrecerlo. “¿Podemos conversar?” “¿Podemos conversar un
momento?” parece ser una pregunta discreta que promueve una buena actitud.
Muchos la usan con bastante éxito cuando quieren abordar a alguien para hablar
de algo importante. Si en ese momento no
puede, no le dejes muchas opciones de respuesta, como: “¿Cuándo podría ser?”,
lo cual podría resultar en un más vago “Cuando tenga tiempo”. Es mejor
preguntar: “Entonces ¿mañana, a las cinco? ¿O qué le parece esta tarde, después
de clases?...”. “Me gustó su
explicación acerca de…” “Me agradó su
explicación respecto a las avalanchas [las tormentas, la sexualidad, la
riqueza, el poder u otra cosa]”. Siempre comienza encomiando algo que hizo
bien, especificando detalles y procurando que se sienta cómoda en tu presencia.
Percibirá que eres una persona objetiva, no emocional, y que lo que dirás
después también será digno de escucharse. Si sabes apreciar lo bueno,
seguramente tienes habilidad para ver las cosas panorámicamente, un factor
decisivo para el discernimiento. Si solo enfocas no malo y te concentras en
ello, sin considerar que tiene algo e bueno, darás la impresión de ser una
persona emocional que se resiente de todo y carece de objetividad. Eso no
ayuda. “Algo que me agrada de
usted es que…” “Lo que me gusta de
usted es que tiene una especial manera de usar los ademanes. Eso ayuda a que
los alumnos visualicemos las cosas. Es muy interesante imaginar sus
explicaciones”. No olvides encomiar una o más de sus habilidades o cualidades.
Expresar aprecio por el trabajo de tu maestra no será mal recibido, sino todo
lo contrario. Algo que duele especialmente a los maestros es que sus alumnos
sean desagradecidos. Mostrar aprecio es una expresión de agradecimiento o
reconocimiento. “¿Usted qué opina de…?” “¿Usted qué piensa de
mi actitud en clase? A veces hago muchas preguntas y eso podría estar
incomodándola.” Al asumir esta postura se sentirá aún más cómoda, porque se
sentirá aliviada, creyendo que quieres hablar de ti, no de ella. Deja que se
exprese. Probablemente diga algo así como: “No hija, me agrada que mis alumnos
intervengan”, o “Bueno, pienso que a veces haces preguntas que no son
importantes, y si te controlas un poco más y no me interrumpieras tanto, podría
avanzar más rápido”. Ojo,
que en este punto
ella podría meter una cuña en la conversación y
dejarte plantada, diciendo:
“Bueno, se me hace tarde. Tengo que irme. Ha sido un gusto
conversar contigo”.
No te congeles. Dile: “¿Podemos hacer una cita?”.
Ella dirá: “¿Qué?”, y tú
dirás con una sonrisa: “Es que todavía no le dije
lo que quería decirle. Solo
estaba comenzando”. Y vuelves a la técnica de:
“¿Cuándo podría ser? ¿Qué le
parece esta tarde, después de clases?...”. Si te dice que
se lo digas ya mismo,
no lo hagas, porque ya dijo que se le hizo tarde, y no te
escuchará con
atención. Insiste en que sea otro día. Es mejor dar un
consejo cuando la
persona se siente cómoda. “¿Cómo reacciona usted
cuando alguien le da una sugerencia?” “¿Cómo reacciona usted
cuando alguien le da una sugerencia?” es una pregunta que te permite sondear su
actitud. Si ella dice: “Lo aprecio”, puedes darle el consejo. Pero si te dice:
“¿A qué te refieres?”, ten cuidado. Porque la pregunta “¿Cómo reacciona usted
cuando alguien le da una sugerencia?” no es subjetiva ni vaga, sino directa y
fácil de entender. Significa que no está cooperando. Por eso, si te dice “¿A
qué te refieres?”, dile algo así como: “Es que me gustaría darle una
sugerencia, pero si usted se molesta conmigo voy a pensar que mejor hubiera
sido no dársela”, y te haces la tonta. La consumirá la
curiosidad y no soportará que te retires sin saber lo que estás pensando. De
modo que espera a que te responda y añade: “Pero me promete que no se molesta
conmigo”. Eso le dará más curiosidad a ella, y más seguridad a ti, porque ella
está comprometiéndose a controlarse y escucharte respetuosamente. “¿Puedo ser franca?” “¿Puedo ser franca?”
es una pregunta que deposita la responsabilidad de la reacción de tu maestra
sobre sí misma, y alivia tu ansiedad respecto a la forma que asuma tu crítica.
Si te contesta que sí, está dándote plena libertad de expresarte como mejor
prefieras. Solo ten en cuenta ser extremadamente respetuosa. Conserva tu
distancia. Usa a menudo frases de cortesía durante la conversación, como “por
favor” y “gracias”. “¿Por qué a usted
siempre se le ve molesta...?” “¿Por qué usted
siempre parece molesta [o por qué nunca me mira, por qué no se ríe, por qué no
me deja ir al baño, por qué se retira tan rápido, por qué no aceptó la
explicación de Alicia, por qué no usa desodorante, o cualquiera sea el
asunto]?”. Siempre tienes que comenzar preguntando POR QUÉ, para saber lo que
ella piensa del asunto. No des por sentado que estás en lo cierto. Hay un
antiguo dicho: “Cuando alguien responde a un asunto antes de oírlo, está
haciendo algo tonto y humillante”. Primero pregúntale su opinión al respecto. Por ejemplo, tal vez
tenga cáncer a la piel y sus axilas sean especialmente sensibles, y por eso no
puede usar desodorante ni ningún otro producto. Eso sería muy triste. No
debería ser motivo de crítica, sino de comprensión, ¿verdad? O tal vez te
confiese que tiene dos empleos y una hijita que casi no puede ver durante la
semana, porque sale de casa a las 6 am y regresa a las 10 pm; hace tres años
que no le dan vacaciones; su esposo la abandonó y se siente muy desdichada. Eso
también sería algo que comprender. ¿Crees que le quedan muchas ganas de
sonreír? Lo que quiero decir es
que tienes que comprender a tu maestra y las muchas dificultades personales que
tiene que tragarse para poder dictar sus clases. No puedes ser exigente y
esperar que sea un modelo de perfección. Por otro lado, no debes callar un
consejo si piensas que es lo suficientemente importante como para beneficiarla
y beneficiar a todos. Ya sea que reaccione
bien o mal, porque este tipo de enfrentamiento a veces puede dar lugar a alguna
clase de discusión. Si ambas sostienen posiciones encontradas, habrá un
conflicto, y los conflictos pueden generar mucho malestar (lo que debes evitar
a toda costa). “Perdóneme si la
incomodé con mi comentario” “Perdóneme si la
incomodé con lo que le dije” es una frase de remate que limpia o borra
cualquier vestigio de malestar que tu maestra haya sentido hacia ti durante la
conversación. Es muy probable que tu pedido sea apreciado, y te conteste: “No,
hijita, sino todo lo contrario. Estoy muy agradecida de que me hayas hablado en
privado; que hayas tenido tanta consideración al ser discreta y escoger un buen
momento; y sobre todo, que me hayas ayudado a conocerte mejor. Veo que eres una
persona madura que sabe tratar a las personas. Te felicito por ser una buena
chica, y espero que sigamos siendo amigas”. Y cuando se hayan despedido,
quédate en el sitio y dile: “Falta una cosa”. “¿Y no me va a dar un
consejo usted a mí? “¿No
me va a dar un
consejo usted a mí? Es una frase que le agradará mucho
después de que le hayas dado la sugerencia, porque muestra
humildad y
flexibilidad de tu parte, así como un profundo aprecio y
respeto. Es probable que te diga:
“No, ¡qué ocurrencia!, soy yo quien tiene que
darte las gracias por el consejo. ¿Te suena poco real? “¡Ja! Alicia En El
País De Las Maravillas”, tal vez digas. Pero así es como se aborda y ofrece una
crítica constructiva. Solo un tonto iría al grano en el peor momento, y ni
siquiera en persona, sino por escrito y anónimo, diciéndole: “Maestra,
usted apesta”. Eso no es objetivo ni eficaz
ni produce buenos resultados. Solo genera malestar, indispone a la persona.
Nadie rinde mejor cuando ponemos sobre sus hombros una sobrecarga de estrés y
ansiedad. Además, es desigual, porque no permite a la otra persona ofrecer una
explicación ni descargo. En cierta ocasión
encontré a un niño sobándose con rudeza el rostro con un borrador. Me
desconcertó tanto que le pregunté, “¿Qué haces, papito?”, al lo que respondió:
“No quiero tener esta cara”. La verdad es que me partió el alma. Sus compañeros
de clase le habían estado gritando: “¡Feo! ¡Feo! ¡Feo!”. Esos niños ignoraban
el daño emocional que le causaron por el resto de su vida. Finalmente, asume tu
crítica Asumir tu crítica es
el indicativo más evidente de que tuviste una actitud positiva. Consiste en
abordar nuevamente a la persona para saber cómo le fue con el consejo que le
ofreciste; no por mera curiosidad, sino una conversación de acercamiento para
saber cómo puedes ayudarla, en caso de que le hubiera resultado difícil
aplicarlo. En todo caso, ten
siempre presente que cualquier situación de queja o sugerencia envuelve las
emociones y resulta en un estrechamiento o distanciamiento de la relación,
dependiendo tanto de la forma de impartir el consejo como de las actitudes
envueltas. Hace muchos años, una
amiga me dijo, a raíz de que alguien le había dado cierto consejo: “A mí no me
gusta que me den rodeos ni que me doren la píldora. A mí me gusta que me digan
las cosas claras y de frente, en mi cara”. Yo tomé nota de ello, de modo que
después de cerca de un año vi que su matrimonio estaba yéndose a pique. Hablé
con su esposo, y me dijo que ella era demasiado dominante y excesivamente
posesiva con todo, que ya lo tenía harto. Cuando una tarde ella tocó
el tema de su matrimonio y tuve la oportunidad de decírselo, la abordé sin
rodeos ni adornos de ninguna clase, recordando aquellas palabras, y le respondí
abiertamente: “Tu matrimonio es un desastre porque eres muy dominante y
excesivamente posesiva”. Su reacción fue: “¡¡Ayyyy!! ¡¡Me has herido en lo más
profundo!! ¡¡Cómo puedes decir eso, bla,bla, bla bla!!”. Se ofendió y no dejó
que le dijera nada más. Por eso, ahora, cuando alguien me dice que le gusta que
le digan las cosas claras, me cuido y hago un rodeo, le doro la píldora más que
a nadie. Si la otra persona es resentida
o rencorosa, la relación se distanciará o romperá, aunque hayas desplegado la
mayor delicadeza y discreción posible; y si es flexible e inteligente, la
relación se estrechará y crecerá. Porque, como dijimos, solo un tonto preferiría
seguir andando con una mancha en la espalda después de que alguien hubiese
querido ayudarlo a quitársela. Nunca olvides que “no
hay peor ciego que el que no quiere ver”, y que “el que no entiende, no
entiende”. Si aconsejas a un sabio, aumentará en sabiduría; pero si aconsejas a
un terco, terminarás por las patas de los caballos. Hasta los psicólogos hacen
tratos con sus clientes, explicándoles que solo podrán ayudarlos si cooperan. De modo que ¡adelante! Ve y habla con tu maestra, pero ten en cuenta su dignidad y el respeto que se merece por causa de su duro trabajo. Tienes más probabilidades de éxito que de fracaso. Los maestros que lo son por vocación son por lo general muy inteligentes. Nunca menosprecian las sugerencias de sus alumnos. ARRIBA |