Regresar

¿Cómo puedo aconsejar a mi maestra?
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

No nos dices más. No sabemos si eres menor o mayor, ni si se trata de un problema personal o profesional, o de una escuela de enseñanza secundaria o superior. Pero por el matiz de la pregunta se nota que tiene que ver con una orientación, guía o enseñanza que quieres ofrecer a alguien a quien debes mostrar respeto, y suponemos que quisieras lograr los mejores resultados con el menor daño posible a la relación.

Bueno, partiendo de tales circunstancias, es importante que veas las cosas desde su punto de vista. Por ejemplo, ¿qué pensarías de un niño que te enseñe cómo subir escaleras? Tu reacción inicial probablemente sería: “¡Qué te has creído, venir a enseñarme cómo subir escaleras!”. Pero también debes saber que los niños de corta edad son muy inteligentes. A veces se percatan de cosas que los adultos pasamos por alto.

Por lo tanto, es difícil dar un consejo a un maestro, padre o tutor, es decir, alguien que suele enseñar a otros, porque tradicionalmente se supone que los niños, alumnos, menores o inexpertos no deberían atreverse a dar instrucción a los mayores, maestros o más experimentados.

El detalle que se nos escapa

A todos se nos escapa un detalle alguna vez. Si de repente te mancharas la espalda, ¿cuánto tiempo podría transcurrir hasta que la descubrieras sin que nadie te lo dijera? ¿Te gustaría andar por por ahí con la mancha? ¿Y qué si se tratara de una paja sobre el cabello, un hilo sobre el hombro, una miga de pan sobre los labios o una marca de lápiz de labios en una mejilla? ¿Agradecerías que alguien te lo dijera? ¿O preferirías seguir exhibiendo tu descuido? Una persona agradecida apreciaría que alguien la ayudara... aunque fuera un niño.

¿Es tu maestra lo suficientemente inteligente como para ver en tu consejo no solo una expresión de franqueza, sino un medio para seguir mejorando como maestra? Si así es, puedes tener la seguridad de que no basta. Tienes que abordarla con una actitud que favorezca la recepción. Porque hasta el mejor consejo puede ser rechazado si no se da con una actitud adecuada.

¿Es tu maestro egoísta, egotista o ególatra? Si este es el caso, será más difícil de lo que podrías imaginar. Egoísta es lo opuesto de noble y generoso; egotista es una persona que tiene un sentimiento exagerado de sí mismo y solo promueve sus intereses sin tener en cuenta los de los demás; y ególatra es alguien que profesa un exagerado amor de sí mismo. En pocas palabras, no tiende a tolerar que otros le digan sus defectos o le den consejo respecto a cómo puede mejorar.

Un tip de ventas muy importante promovido por Hopkins es: “Si tú se lo dices, lo dudará; pero si él lo dice, lo creerá”. Esta postura es especialmente válida cuando tienes que tratar con un egoísta, egotista o ególatra. Cuando quiso persuadir a su enemigo para que desistiera de matar gente caprichosamente, el protagonista de la Lista de Schindler maniobró la conversación para que discerniera por sí mismo que el perdón le confería un poder superior al de condenar y quitar la vida. Entonces “te perdono” o “te indulto” se convirtió para su enemigo en una opción más interesante. No por dejar de ser egotista y ególatra, sino por creer que podría llevar su egolatría al perfeccionamiento.

Es muy difícil persuadir o convencer a una persona que solo cree en sí misma, en sus propios puntos de vista y opiniones sin dar cabida a la de los demás. No prejuzgamos que tu maestra tenga este problema, pero no es por demás mencionarlo.

Adecuar significa acomodar o ajustar a las circunstancias. Si quieres que tu consejo sea escuchado tienes que adaptarlo a la persona y a las circunstancias. Pero hace falta algo más: Adecuar tu propia actitud. ¿Qué hay de tu propia actitud para recibir consejo de aquel maestro? ¿Qué hay de tu propia actitud para recibir la respuesta o reacción a tus consejos?

El cuarto tip de la Sugerencia 6 del manual Sugerencias Para Aprender a Exponer en Público© dice: “Reconozca que si lanza una crítica punzante, puede despertar interpretaciones inadecuadas, herir susceptibilidades y volver menos receptivas y cooperadoras a las personas. Opte por la discreción.” Eso significa que tienes que optar siempre por ser amable y desplegar la máxima comprensión de las limitaciones de la persona a quien aconsejas.

El que no quiere entender, no entiende

No es fácil lograr que alguien entienda algo para lo cual no tiene inclinación. Por ejemplo, si alguien no tiene inclinación a las matemáticas, será difícil explicarle qué es un amperio, un vatio o un megahercio. Si alguien no tiene un oído afinado, será difícil que entienda por qué no puede formar parte de un coro o por qué debe usar un afinador para ajustar las cuerdas de su guitarra. Si alguien es egotista, será difícil explicarle por qué es importante interesarse en los demás o aceptar el consejo.

Pero es aún más difícil explicarle cualquier cosa a alguien que no quiere entender. Porque no es que tenga dificultad para las matemáticas o un oído desafinado, sino un bloqueo emocional que le impide abrir los ojos del entendimiento y ver otras posibilidades y enfoques. Como reza el dicho: “¿De qué se trata, para oponerme?”.  Otros son selectivos. “Si lo dice Juan, no lo creo; pero si lo dice Betty, sí lo creo.” Porque no aceptan el consejo por sí mismo, sino por la fuente de donde proviene. Esta postura es engañosa, porque si bien la fuente influye, los consejos deberían evaluarse por lo que son, no por quién lo da. Si estuvieras haciendo turismo por un subterráneo antiguo y un extraño te dijera: “Cuidado con el techo, es muy bajo, puede golpearse”, ¿agacharías la cabeza, o seguirías adelante con el cuello estirado solo porque te lo dijo un extraño?

De modo que tienes que evaluar cuidadosamente la actitud general de tu maestra en cuanto a cómo suele reaccionar ante las sugerencias de otras personas, especialmente de aquellos a quienes ella considera subordinados, y tu propia actitud, en cuanto a cómo reaccionas cuando alguien no quiere oír tus consejos. Para prepararte y adecuar tanto tu actitud como el consejo y la forma de ofrecerlo.

“¿Podemos conversar?”

“¿Podemos conversar un momento?” parece ser una pregunta discreta que promueve una buena actitud. Muchos la usan con bastante éxito cuando quieren abordar a alguien para hablar de algo importante.

Si en ese momento no puede, no le dejes muchas opciones de respuesta, como: “¿Cuándo podría ser?”, lo cual podría resultar en un más vago “Cuando tenga tiempo”. Es mejor preguntar: “Entonces ¿mañana, a las cinco? ¿O qué le parece esta tarde, después de clases?...”.

“Me gustó su explicación acerca de…”

“Me agradó su explicación respecto a las avalanchas [las tormentas, la sexualidad, la riqueza, el poder u otra cosa]”. Siempre comienza encomiando algo que hizo bien, especificando detalles y procurando que se sienta cómoda en tu presencia. Percibirá que eres una persona objetiva, no emocional, y que lo que dirás después también será digno de escucharse. Si sabes apreciar lo bueno, seguramente tienes habilidad para ver las cosas panorámicamente, un factor decisivo para el discernimiento. Si solo enfocas no malo y te concentras en ello, sin considerar que tiene algo e bueno, darás la impresión de ser una persona emocional que se resiente de todo y carece de objetividad. Eso no ayuda.

“Algo que me agrada de usted es que…”

“Lo que me gusta de usted es que tiene una especial manera de usar los ademanes. Eso ayuda a que los alumnos visualicemos las cosas. Es muy interesante imaginar sus explicaciones”. No olvides encomiar una o más de sus habilidades o cualidades. Expresar aprecio por el trabajo de tu maestra no será mal recibido, sino todo lo contrario. Algo que duele especialmente a los maestros es que sus alumnos sean desagradecidos. Mostrar aprecio es una expresión de agradecimiento o reconocimiento.

“¿Usted qué opina de…?”

“¿Usted qué piensa de mi actitud en clase? A veces hago muchas preguntas y eso podría estar incomodándola.” Al asumir esta postura se sentirá aún más cómoda, porque se sentirá aliviada, creyendo que quieres hablar de ti, no de ella. Deja que se exprese. Probablemente diga algo así como: “No hija, me agrada que mis alumnos intervengan”, o “Bueno, pienso que a veces haces preguntas que no son importantes, y si te controlas un poco más y no me interrumpieras tanto, podría avanzar más rápido”.

Ojo, que en este punto ella podría meter una cuña en la conversación y dejarte plantada, diciendo: “Bueno, se me hace tarde. Tengo que irme. Ha sido un gusto conversar contigo”. No te congeles. Dile: “¿Podemos hacer una cita?”. Ella dirá: “¿Qué?”, y tú dirás con una sonrisa: “Es que todavía no le dije lo que quería decirle. Solo estaba comenzando”. Y vuelves a la técnica de: “¿Cuándo podría ser? ¿Qué le parece esta tarde, después de clases?...”. Si te dice que se lo digas ya mismo, no lo hagas, porque ya dijo que se le hizo tarde, y no te escuchará con atención. Insiste en que sea otro día. Es mejor dar un consejo cuando la persona se siente cómoda.

“¿Cómo reacciona usted cuando alguien le da una sugerencia?”

“¿Cómo reacciona usted cuando alguien le da una sugerencia?” es una pregunta que te permite sondear su actitud. Si ella dice: “Lo aprecio”, puedes darle el consejo. Pero si te dice: “¿A qué te refieres?”, ten cuidado. Porque la pregunta “¿Cómo reacciona usted cuando alguien le da una sugerencia?” no es subjetiva ni vaga, sino directa y fácil de entender. Significa que no está cooperando. Por eso, si te dice “¿A qué te refieres?”, dile algo así como: “Es que me gustaría darle una sugerencia, pero si usted se molesta conmigo voy a pensar que mejor hubiera sido no dársela”, y te haces la tonta.

La consumirá la curiosidad y no soportará que te retires sin saber lo que estás pensando. De modo que espera a que te responda y añade: “Pero me promete que no se molesta conmigo”. Eso le dará más curiosidad a ella, y más seguridad a ti, porque ella está comprometiéndose a controlarse y escucharte respetuosamente. 

“¿Puedo ser franca?”

“¿Puedo ser franca?” es una pregunta que deposita la responsabilidad de la reacción de tu maestra sobre sí misma, y alivia tu ansiedad respecto a la forma que asuma tu crítica. Si te contesta que sí, está dándote plena libertad de expresarte como mejor prefieras. Solo ten en cuenta ser extremadamente respetuosa. Conserva tu distancia. Usa a menudo frases de cortesía durante la conversación, como “por favor” y “gracias”.

“¿Por qué a usted siempre se le ve molesta...?”

“¿Por qué usted siempre parece molesta [o por qué nunca me mira, por qué no se ríe, por qué no me deja ir al baño, por qué se retira tan rápido, por qué no aceptó la explicación de Alicia, por qué no usa desodorante, o cualquiera sea el asunto]?”. Siempre tienes que comenzar preguntando POR QUÉ, para saber lo que ella piensa del asunto. No des por sentado que estás en lo cierto. Hay un antiguo dicho: “Cuando alguien responde a un asunto antes de oírlo, está haciendo algo tonto y humillante”. Primero pregúntale su opinión al respecto.

Por ejemplo, tal vez tenga cáncer a la piel y sus axilas sean especialmente sensibles, y por eso no puede usar desodorante ni ningún otro producto. Eso sería muy triste. No debería ser motivo de crítica, sino de comprensión, ¿verdad? O tal vez te confiese que tiene dos empleos y una hijita que casi no puede ver durante la semana, porque sale de casa a las 6 am y regresa a las 10 pm; hace tres años que no le dan vacaciones; su esposo la abandonó y se siente muy desdichada. Eso también sería algo que comprender. ¿Crees que le quedan muchas ganas de sonreír?

Lo que quiero decir es que tienes que comprender a tu maestra y las muchas dificultades personales que tiene que tragarse para poder dictar sus clases. No puedes ser exigente y esperar que sea un modelo de perfección. Por otro lado, no debes callar un consejo si piensas que es lo suficientemente importante como para beneficiarla y beneficiar a todos.

Ya sea que reaccione bien o mal, porque este tipo de enfrentamiento a veces puede dar lugar a alguna clase de discusión. Si ambas sostienen posiciones encontradas, habrá un conflicto, y los conflictos pueden generar mucho malestar (lo que debes evitar a toda costa). 

“Perdóneme si la incomodé con mi comentario”

“Perdóneme si la incomodé con lo que le dije” es una frase de remate que limpia o borra cualquier vestigio de malestar que tu maestra haya sentido hacia ti durante la conversación. Es muy probable que tu pedido sea apreciado, y te conteste: “No, hijita, sino todo lo contrario. Estoy muy agradecida de que me hayas hablado en privado; que hayas tenido tanta consideración al ser discreta y escoger un buen momento; y sobre todo, que me hayas ayudado a conocerte mejor. Veo que eres una persona madura que sabe tratar a las personas. Te felicito por ser una buena chica, y espero que sigamos siendo amigas”. Y cuando se hayan despedido, quédate en el sitio y dile: “Falta una cosa”.

“¿Y no me va a dar un consejo usted a mí?

“¿No me va a dar un consejo usted a mí? Es una frase que le agradará mucho después de que le hayas dado la sugerencia, porque muestra humildad y flexibilidad de tu parte, así como un profundo aprecio y respeto. Es probable que te diga: “No, ¡qué ocurrencia!, soy yo quien tiene que darte las gracias por el consejo.

¿Te suena poco real?

“¡Ja! Alicia En El País De Las Maravillas”, tal vez digas. Pero así es como se aborda y ofrece una crítica constructiva. Solo un tonto iría al grano en el peor momento, y ni siquiera en persona, sino por escrito y anónimo, diciéndole: “Maestra, usted  apesta”. Eso no es objetivo ni eficaz ni produce buenos resultados. Solo genera malestar, indispone a la persona. Nadie rinde mejor cuando ponemos sobre sus hombros una sobrecarga de estrés y ansiedad. Además, es desigual, porque no permite a la otra persona ofrecer una explicación ni descargo.

En cierta ocasión encontré a un niño sobándose con rudeza el rostro con un borrador. Me desconcertó tanto que le pregunté, “¿Qué haces, papito?”, al lo que respondió: “No quiero tener esta cara”. La verdad es que me partió el alma. Sus compañeros de clase le habían estado gritando: “¡Feo! ¡Feo! ¡Feo!”. Esos niños ignoraban el daño emocional que le causaron por el resto de su vida.

Finalmente, asume tu crítica

Asumir tu crítica es el indicativo más evidente de que tuviste una actitud positiva. Consiste en abordar nuevamente a la persona para saber cómo le fue con el consejo que le ofreciste; no por mera curiosidad, sino una conversación de acercamiento para saber cómo puedes ayudarla, en caso de que le hubiera resultado difícil aplicarlo.

En todo caso, ten siempre presente que cualquier situación de queja o sugerencia envuelve las emociones y resulta en un estrechamiento o distanciamiento de la relación, dependiendo tanto de la forma de impartir el consejo como de las actitudes envueltas.

Hace muchos años, una amiga me dijo, a raíz de que alguien le había dado cierto consejo: “A mí no me gusta que me den rodeos ni que me doren la píldora. A mí me gusta que me digan las cosas claras y de frente, en mi cara”. Yo tomé nota de ello, de modo que después de cerca de un año vi que su matrimonio estaba yéndose a pique. Hablé con su esposo, y me dijo que ella era demasiado dominante y excesivamente posesiva con todo, que ya lo tenía harto.

Cuando una tarde ella tocó el tema de su matrimonio y tuve la oportunidad de decírselo, la abordé sin rodeos ni adornos de ninguna clase, recordando aquellas palabras, y le respondí abiertamente: “Tu matrimonio es un desastre porque eres muy dominante y excesivamente posesiva”. Su reacción fue: “¡¡Ayyyy!! ¡¡Me has herido en lo más profundo!! ¡¡Cómo puedes decir eso, bla,bla, bla bla!!”. Se ofendió y no dejó que le dijera nada más. Por eso, ahora, cuando alguien me dice que le gusta que le digan las cosas claras, me cuido y hago un rodeo, le doro la píldora más que a nadie.

Si la otra persona es resentida o rencorosa, la relación se distanciará o romperá, aunque hayas desplegado la mayor delicadeza y discreción posible; y si es flexible e inteligente, la relación se estrechará y crecerá. Porque, como dijimos, solo un tonto preferiría seguir andando con una mancha en la espalda después de que alguien hubiese querido ayudarlo a quitársela.

Nunca olvides que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, y que “el que no entiende, no entiende”. Si aconsejas a un sabio, aumentará en sabiduría; pero si aconsejas a un terco, terminarás por las patas de los caballos. Hasta los psicólogos hacen tratos con sus clientes, explicándoles que solo podrán ayudarlos si cooperan.

De modo que ¡adelante! Ve y habla con tu maestra, pero ten en cuenta su dignidad y el respeto que se merece por causa de su duro trabajo. Tienes más probabilidades de éxito que de fracaso. Los maestros que lo son por vocación son por lo general muy inteligentes. Nunca menosprecian las sugerencias de sus alumnos.


ARRIBA