Regresar



¿Cómo mejorar mi actitud al conversar?
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Algunos de tus amigos se acercan con facilidad a otras personas y comienzan conversaciones fluidas, son espontáneos y fácilmente les roban una sonrisa. En cambio, tú guardas silencio, observando y analizando sus gestos, ademanes y temas de conversación. Y auque no eres como ellos, quizás también te gustaría hacer sentir bien a las personas y hacerlas reír.

¿Sientes que tienes que esforzarte mucho para hallar en tu mente una palabra o frase que haga sonreír? ¿No te viene nada ni a la mente ni a la boca? ¿A veces no sabes cuándo usar un tono agudo o suave? ¿No sabes qué temas tocar para que las otras personas se sientan bien en tu compañía? ¿Temes que no les agrade si les preguntas qué estudian o cómo les va en los estudios por temor de que se aburran, ya que normalmente cualquiera desearía hablar de un tema alegre divertido y ameno? ¿Pasa que ni bien abres la boca alguien se siente herido por lo que dijiste? ¿Hay algo que no estás entendiendo de tu manera de tratar a las otras personas? ¿Te gustaría saber qué temas tocar y cómo hacerlo de una manera edificante?

Autoestima

Autoestima es la manera como te evalúas personalmente, y de tu autovaloración proceden la mayoría de tus actitudes. Si tu autovaloración es débil, tus actitudes serán débiles; pero si es firme, tus actitudes serán firmes. ¿Cómo puedes mejorar tu autovaloración? Con éxitos. No hay otra forma.  El éxito es motivador e incrementa el aprecio por uno mismo, porque es un indicador de que uno está haciendo bien las cosas. El fracaso no es malo en sí, pero cuando uno fracasa vez tras vez la tendencia a pensar que uno es inútil pudiera desalentar a uno de seguir esforzándose.

Otra causa de la disminución de la autovaloración resulta de una tendencia a dejar que los demás tengan éxito, en el sentido de abandonarnos y dejar que ellos tengan el éxito que tal vez nos pertenecía a nosotros. Por ejemplo, estamos ganando una carrera, pero disminuimos la velocidad para dejar que una amigo gane. Por supuesto que esto no tendría nada malo si lo hacemos por estimularlo; pero no nos ayuda cuando lo hacemos porque creemos que nunca merecemos un premio.

Usualmente la baja autovaloración comienza en el hogar, cuando nuestros padres y mayores nos protegen tanto que nos roban las oportunidades para tomar decisiones personales y ejercer nuestra conciencia en asuntos pequeños. Si alguien nos preguntaba: “¿Cuál es tu nombre?”, ellos tomaron la palabra y respondieron: “Tiene 7 años”, en vez de permitirnos ejercer nuestra opción de responder por nosotros mismos. En el mejor de los casos, nos dicen: "Responde, hijito", como si responder dependiera del permiso de papá o mamá, lo cual a su vez lo interpretamos como que no debíamos responder sin su permiso.

También ocurre una desvalorización en la primera escuela, cuando nuestros maestros nos ponen el sello de un "burrito" en el cuaderno, o cuando colocan "estrellitas doradas" en el cuello de nuestros amigos, indicando que nosotros no las merecimos. Y poco a poco nos acostumbran a que nos comparemos con los demás, lo cual lamentablemente pudiera resultar en adptar la creencia de que somos inferiores a los demás, y quedamos atados a un sistema pensante que restringe nuestra motivación y nos condiciona a sentarnos siempre en la última fila, a ceder el paso en todo y a esperar a ser los últimos en recibir atención, a sacrificarlo todo a cambio de nada. Y tal vez nos acostumbramos a que siempre nos exijan un pago por todo lo que deseamos, y sin embargo, nos exijan con autoridad que regalemos o cobremos poco por nuestro talento, nuestro trabajo y nuestro esfuerzo. Nos condicionamos a pensar que estamos en deuda con todos, pero que los demás sí tienen derecho a beneficiarse gratis de lo que tenemos. Hasta tal vez nos tachen de criminales por cobrar por nuestro trabajo en un afán por prevalecer y mantenernos en el piso. 


Por ejemplo, los animalitos amaestrados (chimpancés, focas, delfines, orcas y
elefantes) son controlados por condicionamiento. Se los acostumbra a recibir una recompensa por hacer lo que quiere el domador, a veces cosas muy crueles. Algo parecido ocurre con nosotros los humanos cuando se nos acostumbra al castigo o a la ausencia de gratificaciones cuando no bailamos al son de ciertas personas que se consideran superiores. Hasta institucionalmente las autoridades pudieran exigir cuotas o pagos injustos por el mínimo error involuntario, como suele ocurrir con las oficinas de impuestos, o tal vez en un hospital se nos exija hacer fila nuevamente desde el principio porque no oímos nuestro número cuando fuimos al baño debido a que ya no aguantábamos.

En pocas palabras, nos acostumbramos y adaptamos hasta el punto en que ya ni siquiera consideramos la probabilidad de ser diferentes, de mejorar y/o elevar nuestra autoestima. Y no pocos que llegan a ese punto caen en depresión; y si le añades castigos crueles o recriminaciones constantes, el daño puede ser aún más grave. Algunos hasta se quitan la vida por no soportar "un rechazo más"; otros se sienten justificados a convertirse en criminales de la peor estirpe y a quitarles la vida a otros, aun a inocentes, como represalia por el daño que piensan que les causaron. ¿Y crees que al mundo le importa? ¡Nequáquam!


Por eso, algo que fortalece la autoestima y nos evita mucho sufrimiento es comenzar a tomar decisiones en asuntos en los que antes uno dejaba que otros decidieran por uno, asuntos personales acerca de los cuales tenemos la prerrogativa de tomar una decisión. Porque guardar silencio cuando sientes que debes hablar, es un comportamiento aprendido por condicionamiento. Comienza por decir lo que opinas personalmente, y no dejes que otro hable por ti, es decir, en tu reemplazo, como si fuera tu niñera, tu abogado o tu mamá.

No estoy fomentando una rebelión ni diciendo que absolutamente todo condicionamiento sea inadecuado. De hecho, aprendimos a comer, beber, trabajar, jugar, descansar, dormir, asearnos y otras cosas necesarias gracias al condicionamiento o adaptación. Pero es totalmente incorrecto llevarlo hasta un grado absurdo o más allá de lo razonable. Por un lado, no debemos pensar más de nosotros mismos de lo que es saludable pensar, pero por otro, no está bien que otros tomen decisiones que nos corresponde tomar a nosotros mismos por conciencia.

Por eso, si fuiste condicionado a creer que no podías expresarte con espontaneidad, imaginación e individualidad, nadie te va a ayudar, porque la tendencia de los demás es a no meterse en los asuntos de los demás, sino dejar que todos sean como son. Si te consideras tímido, dejarán que sigas siendo tímido, y te relegarán siempre al último plano y no te ayudarán a superarte porque les conviene tener menos contendores en su lucha por el éxito. Tienes que hacerlo TÚ porque TÚ quieres mejorar. Entonces mejorarás y elevarás tu autoestima. La autoestima es un asunto personal. Es AUTOestima o AUTOvaloración. No puedes esperar que otros lo hagan por ti.

Es cierto que vas a meter la pata de vez en cuando, pero será el precio que siempre debiste pagar por mejorar. De hecho, se supone que debieron dejarte meter la pata de vez en cuando mientras estabas en la niñez, pero te protegieron tanto que rara vez la metiste, y por tanto, no tuviste la oportunidad de equivocarte para mejorar el tiro. No me refiero a realizar travesuras ni actos delincuenciales, sino a los errores comunes a las personas. Por lo tanto, si quieres mejorar, necesitas mejorar el tiro; y no podrás mejorar el tiro si no aceptas que a veces dispararás y errarás el blanco.

Si ves que tus amigos son más espontáneos, creativos y desenvueltos que tú, es porque sus padres, maestros y mayores les permitieron fallar, es decir, usar sus oportunidades de equivocarse y mejorar el tiro cuando fueron más jóvenes. Eso es todo. Si a ti no te dieron esa oportunidad, ahora tienes que dártela tú, o nadie más te la dará. No esperes a la pareja ideal que asuma una postura paternalista y reemplace a tu madre o tu padre tomando nuevamente todas las decisiones por ti. Asume tu propia autocrítica y date una oportunidad de recondicionarte en un sentido positivo. No será fácil, pero si tienes interés, lo lograrás igual que lo lograron todos. ¡Ponle interés, empeño y esfuerzo, y vencerás! ¡Tallarás un nuevo perfil, una nueva autovaloración! 

Imaginación

La imaginación es la habilidad para ilustrar o representar algo en la mente. Puede estimularse con el uso y la práctica, o atrofiarse si no se ejercita. De hecho se dice que los niños pequeños que crecen viendo televisión muchas horas al día pierden imaginación y creatividad, porque la televisión les provee las imágenes terminadas, sin dejar espacio a su propia creatividad. Un ejercicio para imaginar cosas es ver una situación y decir en voz alta: “¿Qué pasaría en caso de…?”. Procura llenar tu mente con ideas interesantes. Mejor si puedes escribirlas o dibujarlas.

El dìa que regresé de París por segunda vez, en 1975, comencé a extrañar sus parques y avenidas. Entonces me dije: "¿Por qué no comprarme un acordeón y tomar clases, para tocar 'Bajo el cielo de París' al atardecer?". Y me lo compré y aprendí a tocar muchas canciones hermosas.

Yo nunca he estado en París, ni sé tocar acordeón. El párrafo anterior es para que veas cómo es posible crear cosas en la mente y deleitar a otros con un anécdota o relato. Por supuesto, lo anterior fue un ejercicio, dejando claro que no acostumbro mentir acerca de mis anécdotas y experiencias. Pero te sirve para comenzar a ejercitar la imaginación. Solo tienes que comenzar diciendo: "¿Qué pasaría si...?" y dejar volar tus pensamientos.

Una vez me preguntaron: "¿Qué te hubiera guastado ser si no fueses lo que eres?", y no pude responder, no porque no supiera qué decir, sino porque sentí que tendría que escribir un libro. Como que de hecho esa noche lo escribí, y lo titulé: "Si yo fuera un ancla", donde exponía todo lo que me hubiera gustado ser si no hubiese sido lo que soy.

Espontaneidad

La espontaneidad es una reacción natural, sin preparación, ante un estímulo. La persona espontánea suele dejar que su mente se expanda y produzca nuevas ideas por extravagantes que parezcan. La persona espontánea hace las cosas primero, es decir, toma la iniciativa. Si quiere reír, ríe, si quiere soñar, sueña, y no se avergüenza de sus buenos sentimientos.

Como habrás notado, he estado hablando de los niños, porque los niños tienen una gran imaginación y son espontáneos por naturaleza. Son tan expresivos que los mayores suelen reprimirlos, sobre todo sus padres, si son apocados o exageradamente exigentes. Por ejemplo, un hijo de militar probablemente sufra las exigencias del padre o la madre hasta el punto de tener que pedir permiso para sonreír o hablar en la mesa. Reprimen su espontaneidad.

Esto no debe entenderse como que hay que dejar que los niños salten y griten cuando les dé la gana, porque la falta de disciplina también los corrompe de otras maneras. La adaptación al medio social es una necesidad humana tan importante como la espontaneidad misma. Para todo hay un tiempo y lugar.

Por ejemplo, a los padres tímidos les da temor que sus hijos se manifiesten espontáneamente en el vecindario, porque pudieran despertar la queja de los vecinos. De modo que sofocan su espontaneidad y los condicionan a “guardar la compostura”. No digo que esté mal educarlos de modo que adapten su comportamiento a ciertas reglas sociales; pero no debe hacerse a costa de su desarrollo integral. Hay momentos apropiados en que debe dejárseles gritar, correr y saltar a sus anchas.

Si sofocamos su espontaneidad (“¡Cállese! Los niños no hablan en la mesa”), podríamos perjudicar su habilidad para la conversación espontánea. Es interesante que el único momento en que muchas familias están unidas es a la hora de comer, y es a esa hora cuando precisamente se dice a los niños: "En la mesa no se habla". Pocas reglas sociales me parecen tan estúpidas. Como dicen Peters y Waterman en si libro En Busca de la Excelencia: "El hombre es el símbolo máximo del conflicto y la paradoja". Lo que debe hacerse es enseñar a los niños a intervenir apropiadamente. Por ejemplo, no hablar con la boca llena o no sorber el agua, lo cual tiene sentido práctico. Explicar a los niños que hablar con la boca llena pudiera salpicar la comida u ofrecer una vista desagradable; o que sorber el agua pudiera introducirla a los pulmones y causar una fuerte tos (o cosas por el estilo).

Los niños necesitan aprender a adaptarse, pero jamás a costa de coartar su libertad de expresión. Obligarlos a guardar una compostura exagerada o absurda mata su espontaneidad. La crítica constante sobre sus aciertos y desaciertos los inducen a abstenerse de manifestar lo que opinan, para no desacertar (su lógica es: "Si no hago nada, nadie me dirá: '¡Por qué lo hiciste mal?'").

Los niños tienen una gran imaginación. Se les ocurren muchas cosas nuevas e interesantes. De hecho, muchos publicistas expertos preguntan a los niños qué les parece tal o cual anuncio publicitario, a fin de recabar sus opiniones y hacerles correcciones. Pero si los criticamos constantemente, preferirán ver televisión en vez de inventar juegos y juguetes. Se bloquerán.

De modo que en la base del problema para conversar espontánea y crativamente está el haber sido el centro o foco de la crítica durante los primeros años de vida. Sin embargo, es peor no hacer nada al respecto una vez que hemos crecido. Una vez reconocido el problema podemos comenzar a arreglarlo. El cerebro del ser humano es reprogramable. Solo hay que formatear la parte dañada. Lógicamente, hay daños permanentes que solo pueden sobrellevarse. Uno tiene que analizar hasta qué punto se trata de un condicionamiento o de un daño físico permanente.

De todos modos, la crítica es una opinión. No tiene por qué determinar lo que eres o serás. No tienes que aceptarla si crees que es injusta o exagerada. Debes aprender a contrarrestar la crítica negativa por medio de “ver el lado positivo”. Cierto día alguien me criticó duramente por algo que me había esforzado por hacer lo mejor posible. Cuando terminó, le pregunté: “¿Y lo bueno? ¿Qué hice bien?”, y me dio una buena crítica por lo que sí había hecho bien.

Cuando matamos la iniciativa, espontaneidad e imaginación de los niños, los marcamos por el resto de su vida. Si ese es nuestro problema, la única solución es: Comenzar a tomar la iniciativa y practicar la espontaneidad aunque nos equivoquemos algunas veces.

Tips

Autoestima

Escribe dos columnas en una hoja de papel: A la izquierda tus defectos y a la derecha tus buenas cualidades. Haz la lista lo más larga posible, y aprende a cotizar tu lado positivo y concéntrate en este. Lo positivo es aquello en que tienes éxito. No te evalúes sobre la base de “qué hice mal”, sino de “qué hice bien”, y refuerza dicho aspecto positivo. Luego tómate tu tiempo para corregir lo que hiciste mal.

La autoestima se alimenta del éxito, y por tanto, de las felicitaciones. Al conversar, siempre recuerda felicitar a tu interlocutor. Busca motivos para encomiarlo por algo que dijo o hizo bien, y su reacción agradecida nutrirá por retroalimentación tu propia autoestima, porque significa éxito para ti que siempre te digan "gracias" por algo que hiciste. Pocas cosas nutren tanto la autoestima como el agradecimiento sincero de los demás. Porque el agradecimiento es una muestra de valoración.

Procura nunca hablar ni dar motivo para hablar de cosas que no te gusten. Si no te nace ser como otra persona, no seas como ella. Harías el ridículo. Procura ser original, pero sin perder dignidad, lo que significa no ser como los demás.

Algo que ayuda mucho es decir o hacer algo por lo cual vayan más allá de agradecértelo. Es cuando haces algo por lo cual te admiren. Sin embargo, no por sobresalir o endiosarte, lo cual te convertiría en una persona altiva y solo te buscarían por codearse contigo, no porque realmente te apreciaran. La clave consiste en beneficiar a los demás y dejar que se den cuenta del valor que tienen las cosas que haces por ellos. Por ejemplo, si sabes cantar o memorizar, puedes usar tu cualidad para mostrarles lo que puedes hacer. Una advertencia: No hagas lo que no sepas hacer bien.


Imaginación

Sin escribir nada, encadena palabras sueltas, luego frases y oraciones hasta armar un cuento muy largo, como el del viaje a París. Por ejemplo:

Un perro
Un perro ladraba
Un perro ladraba todas las noches
Un perro ladraba todas las noches y no me dejaba dormir
Un perro ladraba todas las noches y no me dejaba dormir, hasta que decidí cubrirme los oídos y ...

Siguiendo el principio anterior, practica crear una cadena de ideas a partir de una idea central cuando converses con alguien, y solo a manera de ejercicio, no pares hasta que la otra persona te interrumpa. Cuando vuelvas a tomar la palabra, usa otra idea y hazlo nuevamente. No te sugiero hacerlo más de dos veces, o caerás mal. Recuerda que es solo un ejercicio. Te servirá cuando estés en una conversación real.

Las palabras tienen sentimientos. El agua es suave, la tormenta es fuerte, la mantequilla es suave, un martillo es fuerte. Los temas también tienen sentimientos. Un accidente ha de tratarse suavemente, un gol ha de considerarse con fuerza. Tienes que imaginar cómo se sentiría la otra persona si usaras suavidad al hablar de un gol o de un golpe de martillo, o si usas un tono fuerte cuando hablas del agua que corre por un arroyo, o cuando untas mantequilla en un pan. Ten en cuenta los sentimientos tras las palabras.

Lectura


No leas ni oigas basura mental. Lee material de lectura sano, edificante, interesante y beneficioso, y acostúmbrate a tomar apuntes de tus comentarios basándote en dicha lectura y a consultar un diccionario para asegurarte del significado de cada palabra que no te sea familiar. Tu mente solo podrá evocar aquello que previamente has puesto en ella con interés y atención. No puedes recordar un chiste que no leíste ni oíste. No puedes mostrarte alegre si no tienes pensamientos alegres. No puedes mostrarte divertido si no te diviertes. La mente es como una fábrica. Necesita materia prima para fabricar los productos. Es como un tocadiscos. Para tocar música tienes que ponerle los discos. Para tener pensamientos agradables, tienes que ponerle pensamientos agradables.

Memoriza frases célebres y citas literarias para sacarlas a relucir en tus conversaciones.

Lee acerca de experiencias y biografías. Haz clic aquí. Por ejemplo, la revista Selecciones del Readers Digest fue concebida por su fundador, Dewitt Wallace, para proveer material de valor práctico a sus lectores, principalmente hombres de negocios. Contiene de todo, hasta temas para hacer reír, bajo rubros tales como “La risa, remedio infalible” o “Así es la vida”. Pero no solo Selecciones, échale mano a cualquier revista de contenidos interesantes.

Lee el artículo “Cómo conversar agradablemente” de nuestra Casilla de Respuestas, que contiene sugerencias acerca de qué conversar y de qué no conversar.

Toma conciencia de lo que eres y mejora tu autovaloración basándote en los éxitos, no en los fracasos. No vivas a la sombra de las personas, aunque se trate de tu mejor amigo. Brilla con luz propia. Haz clic aquí y examina el siguiente artículo sobre desarrollo de la personalidad. Puede demorar varios minutos en bajar desde Internet.


ARRIBA