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Cómo seleccionar un tema para jóvenes
©Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

No como un parámetro inflexible, sino solo como referencia, usualmente consideramos que la infancia va desde que uno nace hasta aproximadamente los 4 años de edad, etapa en que empieza la niñez y uno suele ir a la primera escuela, donde conoce a otros niños de su edad, se relaciona con ellos y aprende de ellos y con ellos.

La niñez termina cuando comienza la pubertad, aproximadamente a los 10 años, y se extiende hasta los 14. En esta etapa ocurren modificaciones muy marcadas en sentido físico, especialmente en lo sexual, y también en la manera de pensar, sentir y actuar.

Desde los 14 hasta los 21 se dice que uno es adolescente. Uno ya no es un niño, pero tampoco se le considera adulto, de modo que es una etapa en la que uno procura hallar sentido a su vida y un lugar en su comunidad. Hasta entonces consideraba que tenía un lugar, porque las circunstancias lo llevaron de aquí para allá. Generalmente los padres le decían qué hacer y cómo, dónde, cuándo, cuánto y con quiénes  hacerlo. Pero ahora quiere comprobar que todo es como realmente desea, hasta sometiendo a cuestionamientos la crianza y educación recibida. Es cuando la disciplina realmente deja una huella, dependiendo de si se ejerció con sabiduría o no.

A partir de los 21 decimos que somos adultos y lo consideramos así hasta aproximadamente los 55 años de edad. Durante toda esta etapa es que alcanzamos nuestro máximo desarrollo en todo sentido. Por eso solemos tomar en esta etapa las decisiones más cruciales para la vida, como en lo relacionado con el trabajo, el hogar y la jubilación.

A los 55 se inicia la vejez, la cual se proyecta hasta más o menos los 70 años. Esta etapa se parece mucho a la adolescencia en el sentido de que se experimentan modificaciones o cambios marcados en casi todo sentido (arrugas, climaterio, menopausia, depresión, temor al futuro y otros). Los que han cultivado puntos de vista positivos suelen verlos sometidos a su prueba más fuerte. Mientras unos piensan que ya llegaron al final y no tienen nada más que esperar la muerte, otros continúan cultivando maravillosas cualidades superiores, como el amor, la sabiduría, la comprensión, la paciencia y otras. Es una excelente etapa para dar consejos a otros, escribir libros y participar más de lleno en actividades de apoyo a la comunidad.

A los 70 comienza la ancianidad. En la mayoría se acrecienta el miedo al futuro y a lo que podría suceder si quedaran solo o se los abandonara. Es una etapa en que se siente más que antes el peso de las enfermedades y sus secuelas, falla la vista y fallan los pasos, al grado de necesitar anteojos más potentes o quizás un apoyo para caminar con seguridad. Los adelantos tecnológicos y las nuevas perspectivas para el futuro hacen que muchos vean esta etapa con gran expectativa y se sientan bien de llegar con todas sus facultades mentales; pero otros no le encuentran ningún deleite y se llenan de pesimismo.

¿Qué es un joven?

Aunque a comienzos de la década de los 80 la Organización de Naciones Unidas definió que un joven es una persona que tiene entre 15 y 24 años de edad, como bien sabemos por experiencia, ninguna definición de ese tipo debe tomarse estrictamente en todos los casos porque la edad física no es el único criterio como entendemos la juventud. Por ejemplo, hay lugares en la Tierra en que se incorpora a niños en actividades laborales propias de los adultos y se les exige que asuman de lleno responsabilidades que no corresponden a su edad (si tenemos en cuenta  los parámetros antes mencionados), y no son pocos los padres de familia que ni siquiera han cumplido los 15 años de edad. Lamentablemente, la pérdida de autoridad moral de muchos adultos ha sometido a prueba últimamente a los jóvenes, que ya no suelen considerar que los adultos sean dignos de impartir guia moral de clase alguna.

¿Qué temas de reflexión interesa a los jóvenes?

Entre los temas que interesan mucho a los jóvenes están el hogar, la sexualidad, el estudio, el trabajo, el entretenimiento, la política y los criterios que siguen los adultos para tomar decisiones; lo que pueden o no pueden hacer; lo que quieren o no quieren hacer; lo que sería conveniente o no sería conveniente que hicieran; lo que deben hacer aunque no quisieran hacerlo; el conflicto entre la satisfacción de un simple capricho y las limitaciones de procurar solamente lo que necesitan; la fluctuación constante entre la frustración y la satisfacción, entre tomar una decisión y posponerla, entre llevarla a cabo inmediatamente o esperar un mejor momento. Es una etapa en la que ya no dependen enteramente de lo que sus padres le indiquen, sino que deben escoger por sí mismos.

Si se los ha capacitado para observar y evaluar sus opciones a la luz de las consecuencias que pudieran sobrevenirles, han aprendido a optar por aquello que a la corta y a la larga les atraiga las mejores consecuencias y se sentirán capacitados para tomar la mejor decisión en toda circunstancia. Pero si siempre se los ha dejado a rienda suelta, haciendo todo lo que quieren sin medir las consecuencias, probablemente cuando lleguen a adultos vivan en un estado de procrastinación negativa constante, dudando de todo, titubeando en todo, absteniéndose de asumir mayores responsabilidades, quejándose de su suerte en la vida, como si alguien o algo fuese culpable de sus propias indecisiones.

Es cierto que en muchos casos la procrastinación no sería desventajosa si se administrara inteligentemente con la finalidad de alcanzar una mayor eficiencia en la toma de decisiones (si uno pospone intencionalmente una decisión hasta el último momento a fin de tomar la mejor decisión), o para reaccionar mejor ante una situacion totalmente inesperada, lo que podríamos denominar procrastinación posiitva. Pero irónicamente podría convertirse en un medio para holgazanear y no alcanzar ningún verdadero objetivo. Este es el tipo de procrastinación que no conviene, procrastinación negativa.


Por lo tanto, se puede decir que un joven es alguien que ha comenzado a preocuparse por su vida y lo que hará para sostenerse, sobre todo al observar sus circunstancias personales comparándolas con el resto del mundo. ¿Qué estudiaré? ¿En qué trabajaré? ¿Debo casarme? ¿Quiero tener familia? ¿Quiero viajar por el mundo? ¿Seguiré viviendo en el mismo lugar por el resto de mi vida? ¿Realmente debo seguir la corriente de la moda y de las costumbres y dejarme llevar por los demás, engrapándome los labios y los párpados y haciendo marcas indelebles en mi cuerpo? ¿Hasta qué punto puedo ejercer control sobre mi vida y sobre mi futuro, y hasta qué grado dejo que me controlen los demás?

Cierto joven rebelde huyó de su hogar porque no soportaba las reglas que le imponían sus padres, y, como si fueran arenas movedizas, poco a poco se hundió en un submundo de corrupción que acabó con su vida, porque las autoridades lo sentenciaron a varios años de prisión en una cárcel de máxima seguridad. Ahora tenía que obedecer reglas mucho más difíciles y estrictas que las que le imponían sus padres; por un lado, las reglas de la prisión, y por otro, las de las pandillas que operaban en su interior. Reflexionando pensaba: "Mejor me hubiera ido obedecer las simples reglas que me imponían mis padres. Seguramente hoy no estaría en este lugar". Posteriormente, cuando sus padres lo visitaban, les decía: "Ustedes son los mejores padres del mundo. Siempre se esforzaron por darme lo mejor. Los amo mucho". ¡Cuántas vueltas tuvo que dar su vida para llegar a esa simple conclusión!

Los jóvenes tienen muchas preguntas

Más inquietante aún son las preguntas que surgen debido al trato que tiene con los demás, cuando comienza a compararse con los que los rodean. ¿Por qué me tratan así? ¿Por qué reacciono siempre de esta manera? ¿Dónde encajo? ¿Cuál es mi lugar en este mundo? ¿Por qué me molesto conmigo? ¿Por qué siempre fallo? ¿Por qué todo se me cae de las manos o tropiezo con todo? ¿Por qué esto, por qué lo otro? Es una etapa en que el joven compara lo que se le enseñó con lo que ve por sí mismo, las verdades con las medias verdades, el engaño y la verdad, la realidad y la fantasía, oír que sus amigos comentan que el fuego del infierno no existe y otros asuntos. Si bien es cierto que en la niñez se comparaba con otros niños, ahora siente que la cosa va en serio, porque cada vez más le exigen resultados, le encargan nuevas y mayores responsabilidades y se da cuenta de que los demás esperan algo a cambio de su amistad, comprensión e interés.

Es lamentable escuchar las noticias acerca de un anciano que fue encarcelado cuando se descubrió que había mantenido secuestrada a su hija en el sótano de su casa durante 24 años, tiempo durante el cual no solo abusó de ella, sino que tuvo varios hijos con ella, uno de los cuales él incineró tan pronto como nació. Los jóvenes se indignan cuando oyen estas cosas, y se van al extremo de juzgar a todos los adultos como si todos fuesen igualmente injustos, lo cual nubla su percepción de la moralidad y dificulta las relaciones humanas entre miembros de las diferentes generaciones.

En tiempos remotos no existía una definición del joven tan clara como ahora. Los hombres simplemente se hacían hombres, y las mujeres, mujeres, asumiendo las tareas y responsabilidades propias de cada grupo, aunque no se ignoraban las diferentes etapas de la vida, como lo atestiguan, por ejemplo, los antiguos escritos del Rey Salomón, que dedicó su libro de los Proverbios "al joven", y también el último capítulo de su Eclesiastés, que dirige consejo a los jóvenes teniendo en cuenta su futura ancianidad.

En la adolescencia y en la juventud, es decir, desde aproximadamente los 14 hasta los 24 años, los jóvenes suelen poner a prueba todos los límites preconizados por los adultos, especialmente los que les impusieron sus padres, tíos, abuelos y maestros, y no en pocos casos someten a sus padres a tal presión que muchas veces acaban explosionando en una crisis familiar.

Cuando la disciplina impartida es la adecuada, suelen pasar la prueba. Los muchachos construyen o rehacen un código de valores confiable y generan consecuencias bien planificadas para el futuro. Pero si se deja a los muchachos a rienda suelta, siempre haciendo lo que les da la gana o saliéndose con la suya, les cuesta mucho trabajo atar cabos sueltos y llegar a conclusiones correctas que les permiten tomar buenas decisiones a fin de cosechar buenas consecuencias en el futuro. En otras palabras, al dejarlos tomar decisiones basadas exclusivamente en su experiencia personal terminan siendo arrastrados por la corriente y segando más tarde las consecuencias de su proceder.

Basta con entrar a Yahoo! Respuestas para ver la cantidad de artículos bajo el título "borrar de mi mente", "borrar de mi vida" escritos por jóvenes que manifiestan su frustración por no haber sabido aprovechar adecuadamente sus oportunidades en la vida, seguramente por falta de guía adecuada. Jóvenes que no pueden borrar de su vida los malos recuerdos, asuntos relacionados con algunas de las cosas expuestas en párrafos anteriores. Por ejemplo, cualquiera puede tatuarse un lunar en cierto lugar del cuerpo como símbolo del apego que siente por algo o por alguien, y quitárselo 10 años después, cuando su significado deje de parecerle grato a sus ojos. Un lunar es un puntito. Pero no es fácil deshacerse de una obra de arte tatuada a todo color. ¿Qué hará cuando el diseño deje de ser un símbolo de aprecio y se convierta en símbolo de fracaso? Cierta joven se tatuó un complicado dibujo en nombre del amor que sentía por su novio. Pero cuando su novio la traicionó con su mejor amiga, se convirtió en un símbolo de fracaso y frustración. Había llegado el momento de quitárselo, pero le costaría una enorme cantidad de dinero (que no tenía), aparte del sufrimiento que implicaba el largo tratamiento médico.

En su inocencia, algunos jóvenes que durante niños han borrado muchísimos trazos en el papel, desearían que pudieran borrar con igual facilidad las malas experiencias, solo para enfrentarse cara a cara con la realidad y reconocer que las experiencias no son simples dibujos sobre un pedazo de papel, sino recuerdos que se graban muy profundamente en el corazón. ¿Cómo borrarlos? Felizmente, hay una manera.

En el mundo virtual, cuando uno no quiere conservar un archivo en la computadora, simplemente cierra la página. Entonces el sistema pregunta: "¿Desea guardar este archivo?", y uno escoge "No". Y el equipo no lo conserva. Pero si uno ya tiene guardado el archivo y quiere borrarlo, puede seleccionar el icono del archivo, hacer clic derecho y escoger "Eliminar". El sistema preguntará: "¿Desea enviar este archivo a la papelera de reciclaje?",  y uno escoge "Sí". Eso significa que todavía podría recuperarlo. Pero si quiere eliminarlo definitivamente, puede abrir la papelera y escoger "Vaciar la papelera". El sistema le dará una última advertencia: "Si elimina este archivo no podrá recuperarlo", escoge "Eliminar", y ¡listo!. Ya no volverá a verlo nunca más.

En la vida real no es tan simple. La mente no es una computadora. En cierto artículo que aparececió en 1995 en la revista ¡Despertad!, decía lo siguiente bajo el subtítulo "El cerebro":

"La formación del cerebro —el aspecto más misterioso del milagro humano— es aún más asombrosa. Las células cerebrales empiezan a formarse tres semanas después de la concepción. Con el tiempo, en el apretado conjunto celular del cerebro humano llega a haber unos cien mil millones de células nerviosas —llamadas neuronas—, tantas como estrellas hay en la Vía Láctea.

“Cada una de ellas recibe información de otras 10.000 neuronas del cerebro —informó la revista Time—, y envía mensajes a otras mil.” Respecto al potencial de combinaciones posibles, el neurocientífico Gerald Edelman dijo: “Una sección de cerebro del tamaño de la cabeza de un fósforo contiene alrededor de mil millones de conexiones, que se pueden combinar de una cantidad de maneras que solo se puede calificar de hiperastronómica: del orden de diez seguido de millones de ceros”.

"¿Qué capacidad potencial confiere esto al cerebro? El astrónomo Carl Sagan dijo que la información que cabe en el cerebro humano “llenaría unos veinte millones de volúmenes, como en las mayores bibliotecas del mundo”. El escritor George Leonard aún dijo más: “De hecho, ahora quizás podemos proponer una hipótesis increíble: la capacidad creativa final del cerebro puede ser prácticamente infinita”.

De modo que no deberíamos sorprendernos de las siguientes declaraciones: “El cerebro —dijo James Watson, biólogo molecular y codescubridor de la estructura física del ADN— es lo más complejo que hemos descubierto hasta la fecha en nuestro universo”. El neurólogo Richard Restak, a quien no le gusta que se compare el cerebro a una computadora, dijo: “La singularidad del cerebro proviene del hecho de que en ninguna parte del universo conocido existe nada que se le parezca siquiera remotamente”. 

Y el Dr. Irving S. Bengelsdorfd, redactor de artículos científicos, dijo una vez: “El que dice que una computadora es un ‘cerebro electrónico’ nunca ha visto un cerebro”. En otras palabras, solo podemos usar la computadora como una ilustración para entender de alguna manera las funciones del cerebro, pero en realidad no sería equilibrado definirla como un cerebro, porque no lo es. Nuestro cerebro es mucho más sofisticado. Por eso debemos ejercer una cautela sobresaliente para programarlo, es decir, para introducir en él "los archivos de información". Es muy fácil borrar un archivo de computadora, y mucho más fácil  borrar un trazo de lápiz en una hoja de papel, pero no es tan fácil borrar un lunar tatuado en el pompis, y mucho menos un diseño complicado y a todo color. Pero es casi imposible borrar una experiencia humana, porque dependemos de las experiencias para aprender.

Si nuestras experiencias son placenteras y se basan en lo que es verdadero, justo, considerado, honrado, positivo, moralmente correcto, respetuoso o interesante, tenderán a causarnos placer durante el resto de nuestra vida: pero si el placer solo se basa en el egoísmo, en un espíritu de competencia, en la manipulación o en el capricho, tenderán a causarnos dolor. Igualmente, si una experiencia nos causa dolor, pero es por nuestro bien, posteriormente nos causará placer; pero si nos causa placer, pero es para nuestro mal, posteriormente nos causará sufrimiento. La mayoría de los padres no reflexionan en estas cosas y por tanto no se lo explican a sus hijos, los cuales crecen ignorando el impacto que causará en sus cerebros la clase de decisiones que toman. El cerebro ciertamente es como una computadora en el sentido de que podemos programarlo para que haga lo que deseamos, pero no es comparable en el sentido de que podremos borrar los archivos con tanta facilidad como hacer ¡clic!

Pero felizmente una de las maneras de nublar, difuminar o hasta eliminar un mal recuerdo (dependiendo de la profundidad con que se haya fijado en nuestra mente) consiste en imitar cierta función de las computadoras que aunque no se lo clasifique como una función directa para borrar archivos igualmente sirve para borrarlos: Reemplazando o chancando los datos. Por ejemplo, si tenemos un archivo guardado con el nombre "Fin de semana", en el que habíamos anotado cierta cita con los amigos, una lista de invitados y el menú para la cena, pero cambiamos de parecer y ya no queremos llevarla a cabo, podemos escribir una nueva cita u otra lista de invitados y otra actividad que no sea una cena, y simplemente cerramos el archivo. Pero antes de guardarlo definitivamente con la nueva información, el sistema nos dirá y preguntará: "Ya existe un archivo con ese nombre. ¿Desea reemplazar los cambios?", lo que en otras palabras significa: "¿Quiere guardarlo con las modificaciones?". Si escogemos "No", conservará el archivo tal como estaba, no guardará los cambios; y si escogemos "Sí" y no hemos hecho una copia, el programa cerrará el archivo guardándolo en su carpeta, conservando la nueva información no la antigua, porque la información anterior queda reemplazada definitivamente. Nunca volverá a aparecer. ¡Se irá para siempre!

De alguna manera nuestro cerebro es capaz de hacer algo semejante con los malos recuerdos, especialmente cuando no pueden olvidarse. Puede reemplazarlos o chancarlos de modo que prevalezcan los buenos recuerdos. En otras palabras, a pesar de que ciertas malas experiencias no pueden borrarse, sean chancadas, obligando a la mente a quedarse con recuerdos más agradables. ¿Y qué tenemos que hacer para lograrlo? Voltear las velas de nuestro velero y dirigirlas de modo que nos lleven hacia mejores experiencias en el mar de las oportunidades.

Eso es lo que hacen por instinto algunas personas que sufrieron un desengaño amoroso. En algún momento surge en su vida otra persona, una mejor, que realmente satisfaga su necesidad de cariño y comprensión, o de respeto y sinceridad, de modo que la relación anterior queda opacada o hasta exterminada en comparación. Hasta exclaman: "¡¡Felizmente que la primera relación no funcionó, cómo pude cegarme a la realidad, ahora entiendo, ahora soy feliz!!". Y cuando alguien pregunta: "¿Y ya no te acuerdas de Tal persona?", sueltan una risa burlona que significa: "No digas ridiculeces". Por supuesto, en algunos casos los malos recuerdos solo pueden disiparse después de hablar con una persona especializada en salud mental, porque hay situaciones que requieren ayuda profesional.

Por eso, si descubrimos que el fin de un asunto mal encaminado fue el resultado de frecuentar a ciertas personas de dudosa reputación, podemos comenzar a frecuentar a personas de buena reputación. Si hemos descubierto que las malas consecuencias de un proceder fueron el resultado de que menifestáramos un mal carácter, uno terco y rebelde, podemos esforzarnos por modificar poco a poco nuestra personalidad. Si hemos descubierto que nuestros fracasos se debieron a ciertas malas decisiones, podemos aprender a tomar buenas decisiones a partir de información más confiable. Si hemos descubierto que nuestras desgracias se relacionan con la falta de honradez, la codicia, con el exceso en la bebida o en el consumo de drogas no indicadas como medicina, diversiones estrepitosas, cólera o cualquier otra cosa de mala reputación, podemos hacer arreglos definidos para no ir por allí.

En cierta ocasión, cuando yo era muy joven, le dije al médico: "Doctor, cuando me presiono aquí me duele", y él sonrió y me respondió: "Entonces, no se presione allí". Fue una de las lecciones breves y más importantes que recibí en mi vida. En otra ocasión, un amigo comenzó a hablar y hablar y hablar de algo que le resultaba muy desagradable. Entonces, aplicando la misma lógica, le pregunté: "¿Qué comida no te gusta?", a lo que respondió: "Albóndigas". Por eso le dije: "Si las albóndigas no te gustan, ¿hablarías de ellas todo el día?", y respondió: "No". Guardé silencio, y luego me dijo: "¡Ah! Ya entiendo", y cesó de hablar del asunto. En pocas palabras, uno no puede olvidar aquello acerca de lo cual siempre está pensando o hablando. Si quieres borrar algo de tu mente, lo peor es traerlo a colación constantemente. Lo mejor es reemplazarlo con nuevos, buenos, recuerdos.

Unas maravillosas válvulas

En pocas palabras, "¿Cómo borrar de mi vida un mal recuerdo?". La respuesta es: No puedes, pero sí puedes reemplazarlo si te comprometes a realizar actividades específicas que conduzcan a tomar decisiones diferentes, por un lado dejando de juntarte con personas que no te ayuden a alcanzar buenas consecuencias, y por otro, juntándote con quienes tienen éxito evitando malas consecuencias. ¿De qué le sirve a uno ganar una discusión respondiendo a puñetazos? Si le causamos un daño irreparable, tal vez nos capturen y todo termine en que un juez nos envíe algunos años a prisión. ¿Es eso ganar?

Es más práctico reemplazar cualquier mal recuerdo con experiencias nuevas, diferentes, edificantes y de buena reputación. Solo así la balanza de lo bueno y lo malo comenzará a inclinarse cada vez más hacia lo bueno, y cuando menos lo piensas, el mal recuerdo parecerá la picadura de una pulga, es decir, algo del pasado que ha perdido influencia en tu vida actual, algo que ya no domina tus emociones ni controla tu carácter, porque tu personalidad ha cambiado totalmente desde la coronilla de la cabeza hasta la punta del dedo gordo del pie. Sin embargo, puede que te preguntes ¿realmente se puede reemplazar un mal recuerdo de manera que ya no nos afecte?

Haz la siguiente prueba:

1) Llena un vaso con agua, échale 3 cucharadas de café, bebe un sorbito y toma nota de tu reacción.
2) Pon el vaso bajo un chorro constante de agua, retírate y regresa dentro de 1 minuto.
3) Bebe un sorbo y compara tu reacción.

¡No sabrá a nada! ¡Ha vuelto a ser solo agua! ¡A vuelto a ser como antes! Se puede decir que sucede algo parecido en sentido figurado con el cerebro cuando buscas ayuda y te esfuerzas por modificar tu sistema pensante y patrón de reacciones. Comienzas a tomar decisiones prudentes, adecuadas, que propenden a ventaja, y poco a poco experimentas el placer de ver los excelentes resultados de tus nuevas decisiones, hasta que poco a poco, casi sin darte cuenta, eres otra persona, alguien que verdaderamente descubrió que es posible tener éxito en otros sentidos. Entonces asimilas el pasado de una manera semejante a como asimilas los alimentos. Te quedas con lo bueno y te deshaces de lo malo.

Pero hay un detalle más. Ilustrémoslo así: Cuando comes, una maravillosa válvula llamada válvula ileocecal, situada entre el ileón y el ciego, cumple la función de regular el flujo del alimento por los intestinos de dos maneras: Después de que el intestino delgado ha asimilado los nutrientes que necesita, permite el paso de los desechos hacia el intestino grueso, para que sean eliminados definitivamente, e impide su regreso. En otras palabras, es como un vigilante muy estricto que verifica que el único destino del material tóxico sea la destrucción, como si le gritara: "¡¡Fuera de aquí!!". Ahora bien, el cerebro no es un estómago, pero tiene un sistema semejante a una válvula ileocecal que, en vez de permitir que las ideas y sensaciones ingresen a la mente y no salgan, en realidad funciona como las agujas o clavijas del cambio de vía de un ferrocarril. Se llama médula oblongada. Me explico:

Hablando figuradamente, en el bulbo raquídeo de nuestro cerebro hay como si fuera un guardaclavijas (la médula oblongada) que siempre está atento para seleccionar y dejar pasar los trenes de información provenientes de todas partes del cuerpo para que lleguen a la estación de la corteza cerebral y les dé atención consciente. Si los datos no son relevantes o importantes, los desvía de la misma manera como cuando se cambian las vías de un ferrocarril. Deja que el tren cargado de datos ingrese a la estación para darle atención consciente, o cambia las clavijas y lo desvía para que siga de largo y no se le dé atención consciente. Luego el cerebro se barre a sí mismo con ondas de alta intensidad a razón de varias veces por segundo, explorándose a sí mismo para dar atención a todos los asuntos necesarios. En otras palabras, aunque nuestro cerebro recibe millones de datos provenientes de todos nuestros sentidos, especialmente de la vista y oído, constantemente selecciona lo que quiere considerar y lo que no quiere considerar.

Otra figura es la de cambiar de canal. Cuando uno no quiere ver cierto programa de televisión, o desea saltar ciertas escenas poco recomendables, simplemente toma el control y cambia de canal. Lo mismo debemos hacer con nuestras decisiones en todo sentido. Escogiendo siempre el canal apropiado y la película apropiada nos mantenemos bien; pero seguramente no dormiremos bien esa noche si vemos una desagarradora película de terror. Porque todo lo que ingresa a nuestro cerebro afecta nuestra vida. Por eso la médula oblongada selecciona lo que recibirá atención consciente e impedirá que uno se concentre en lo que no le interesa.

Por eso pudiera decirse que la válvula figurada más importante de que disponemos es la que llamamos decisión. Cada decisión que tomamos, por pequeña que sea, afectará nuestra vida, decisiones pequeñitas, espontáneas o premeditadas, que pueden desencadenar una desgracia, como encender un pequeño fuego en un bosque, provocar una chispa sobre una alfombra o pisar el acelerador en vez del freno. Dependiendo de las circunstancias, una situación normal puede volverse crítica en un instante. Nadie dice que no podamos encender un fuego en un bosque, pero ¿estamos tomando las precauciones debidas? Nadie dice que estamos libres de que una chispa provoque un incendio, pero ¿tenemos un extintor a mano? Nadie dice que no manejemos automóvil, pero si no tenemos práctica, ¿sería prudente hacer un viaje por un territorio difícil?

Por eso, tanto la válvula ileocecal del intestino (que permite el paso pero impide el retorno) como el de la médula oblongada del cerebro (que selecciona aquello que tiene importancia) sirven para ilustrar lo que debemos hacer al tomar decisiones. A veces permitiremos que ciertas ideas ingresen al cerebro, y otras veces no; y a veces escogeremos de entre aquellas que ya ingresaron, en cuanto a si les daremos o no atención consciente. Si no ejercemos autoridad sobre nuestro cuerpo ni sobre nuestras decisiones, estaremos expuestos a toda clase de desgracias. Sería como comer cualquier cosa o ver cualquier película. Los niños que hacen eso suelen enfermarse tanto física como emocionalmente. Por eso tampoco es sensato dar a los niños todo cuanto piden solo para que dejen de llorar. Tenemos que ser firmes y darles lo que necesitan, y con ese sistema, enseñarles a autocontrolarse, por ejemplo, a cambiar de canal cuando perciban que las escenas son inadecuadas (según el entrenamiento que se les haya dado). ¿Por qué no aplicar la misma regla con nosotros mismos a fin de que nos vaya bien?

Como dije en otro artículo, pocos mensajes son tan perniciosos como el de "prohibido para menores de edad", porque comunican la idea de que los mayores pueden hacer lo que les da la gana, exacerbando el deseo de los jóvenes de violar las normas o anhelar el día de su independencia para poder hacer lo que quieran. Entonces, cuando lo hacen, vienen las lamentaciones del tipo "quisiera borrarlo de mi mente", pero ya no se puede.

Por eso, al escoger temas para los jóvenes, no solo debes pensar en lo que quieren oír, sino en lo que necesitan oír. Estos son algunos campos interesantes. Modifícalos para para adaptarlos a tus necesidades:

Cómo controlar las emociones
Maneras eficaces de enfrentar la frustración
Precauciones al escoger amigos
Qué es tener una reputación
Por qué interesarme en mi arreglo personal
Cómo son los amigos verdaderos
Hasta dónde pueden llevar los celos
Cómo no terminar con gente incorrecta
Haciendo frente a las diferentes formas de acoso
Qué es el sentido de responsabilidad
Por qué no nos dan más libertad
Advertencias respecto a la intimidad sexual
El sexo premarital y sus consecuencias a largo plazo
Desorden alimenticio
Cómo ver el daño autoinfligido
Por qué vale la pena vivir
Por qué se quitan la vida tantos jóvenes
Cómo superar hábitos perjudiciales
Qué son los esteroides y qué peligros encierran
Cuándo no son apropiadas las bebidas alcohólicas
Precauciones con el uso de Internet y los juegos electrónicos
Cómo evitar la trampa de la adicción
Ventajas y desventajas de la telefonía celular
Hasta qué grado nos controlan los caprichos de la moda
Control de gastos y administración del presupuesto doméstico
Cómo conseguir dinero lícitamente para los gastos personales
Presiones y preocupaciones de los huérfanos
Beneficios y riesgos de las tarjetas de crédito
Advertencias sobre los tatuajes
Peligros del uso excesivo del incienso aromático
Beneficios y ventajas de la lectura
Por qué estudiar y tener una especialidad
Maneras eficaces de apoyar a los necesitados
Peligros del esoterismo
Por qué debo conocer y visitar a mis abuelos
Por qué tienen que haber tantas reglas
Qué y cómo
reaccionar cuando azota una tragedia
Si Dios existe y es poderoso, ¿por qué no detiene la maldad?
Medioambiente y recursos renovables
Cómo enfrentar el futuro con acciones concretas

También puedes solicitarles que se sirvan escribir en una hoja de papel, de manera anónima, los temas que más les interesa y que los depositen en un ánfora. Es increíble la variedad de asuntos sobre los cuales se pueden preparar discursos.

Lógicamente, ningún discurso les llegará al corazón si no aplicas técnicas dinámicas para hablar en público. En Oratorianet.com tenemos toda la información necesaria para aprender las técnicas más eficaces para exponer en público. Porque nadie estará dispuesto a seguir tu consejo si no hablas de manera que te presten atención y quieran cooperar contigo. A menos que cultives técnicas para hablar en público, será muy difícil llegarles al corazón y obtener su cooperación.

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