Un
chico muy intuitivo Hubo
una vez un hombre cuya niñez fue muy difícil.
Hasta los 9 años de
edad sus padres lo consideraron un retardado mental porque no hablaba
bien. De joven fracasó varias veces tanto en los
exámenes para
ingresar a la universidad como en la evaluación para ocupar
ciertos
puestos de trabajo. Y cuando por fin consiguió graduarse y
obtener
un empleo de catedrático, solo tres personas asistieron a su
primera
conferencia. Sin embargo, con tan solo un puñado de leyes
detuvo y
aceleró el tiempo a voluntad, y logró encender y
apagar la luz de
las estrellas a los ojos de los astrónomos. Dio varios giros
bruscos
al timón la historia universal y dejó perplejos a
los científicos
de su época, y sin querer, por un pelo, casi
contribuyó a hacer
añicos el planeta. Desde entonces ha sido reconocido como
uno de los
cerebros más creativos que ha tenido la humanidad, a pesar
de que a
sí mismo se consideraba como un simple grano de polvo. Albert
Einstein nació en Ulm, Alemania, el 14 de marzo de 1879 y
recibió
toda su educación escolar en casa. Su familia se
mudó a Münich
cuando él era solo un infante; pero en 1894
quebró el negocio
familiar en el que trabajaban, una fábrica de aparatos
eléctricos,
y se fueron a Milán, Italia. Postuló
a la Escuela Técnica Federal de Aarau, Suiza, pero
fracasó en su
primer examen de ingreso. Después, en 1896, aunque no
había
completado la escuela secundaria, fracasó en el primer
examen de
admisión al Politécnico de Zürich, pero
más tarde volvió a
intentarlo y logró ingresar, lo que le permitió
relacionarse con
los maestros Hermann Minkowski y Mileva Maric. Albert
siempre había destacado en física y
matemáticas, también estudió
cálculo diferencial e integral y geometría
euclideana, y en 1900 se
graduó como maestro escolar de secundaria, y durante dos
años se
dedicó a la enseñanza de física y
matemáticas sustituyendo a los
profesores suplentes del Politécnico. También
dictaba clases
particulares. En
1901 adoptó la ciudadanía Suiza, y para 1902
había terminado su
primer ensayo científico Consecuencias
de los Fenómenos de Capilaridad,
consiguiendo un trabajo temporal como maestro en la Escuela de
Schaffhausen, Suiza. Se
enamoró de Mileva Maric, y esta le dio una hija.
Consiguió un
trabajo como examinador en la Oficina Suiza de Patentes de Berna,
Suiza, en 1902. Ahora era un experto técnico de tercera
clase.
Contrajo matrimonio con Mileva y poco después
fundó la Academia
Olimpia, con Conrad Habicht y Maurice Solovine. En 1904, en Berna,
les nació un varon, Hans Albert. 1905
fue un hito en la vida de Einstein. Se graduó como Doctor en
Filosofía (Ph.D.) en la Universidad de Zürich con
la tesis Una
Nueva Determinación de las Dimensiones Moleculares.
Descubrió el efecto fotoeléctrico y
estudió a fondo el Movimiento
Browniano, desarrollando un gran avance en su teoría de la
relatividad, por lo cual escribió artículos
teóricos de gran valor
para el desarrollo de la física del siglo veinte.
Publicó su
trabajo Sobre
La Electrodinámica de los Cuerpos en Movimiento,
en la que exponía su Teoría Especial de la
Relatividad. Por decirlo
cronológicamente: En
marzo publicó sus secretos sobre la naturaleza de la luz,
que
explicaba que no solo se comportaba como ondas, sino como
partículas
(Las calculadoras activadas por energía solar y los sensores
de luz
de algunas cámaras digitales se basan en dicho
descubrimiento). En
mayo publicó otro fantástico descubrimiento, el
de las moléculas
del agua, que finalmente condujo a que otros científicos
establecieran que toda la materia estaba compuesta de átomos
(La
física moderna se funda en este concepto). En
junio publicó su famosa Teoría
Restringida de la Relatividad,
y se estrelló de plano contra las teorías que
hasta ese entonces
gozaban de la aceptación de la mayoría de los
científicos (esta no
ha de confundirse con la publicación de su Teoría
General de la Relatividad publicada
posteriormente, en 1916). Por
aquella época los demás afirmaban que el tiempo
era constante en
todo el universo, pero Einstein declaraba que lo que se
mantenía
constante era la luz. Porque, según su teoría,
cuanto más rápido
se viajara, más lento avanzaría el tiempo,
reduciéndose el tamaño
de los objetos y aumentando su masa; y cuanto más se alejara
uno de
la Tierra, más de prisa avanzaría el tiempo. Esto
no se advertiría
significativamente a una velocidad normal, pero sí,
según su
teoría, a velocidades astronómicas, como la de la
luz (es un hecho
que para que el actual sistema de posicionamiento global [GPS]
funcione adecuadamente, los satélites que le prestan apoyo
deben
tener sus relojes sincronizados a una velocidad diferente de los
relojes que están situados en tierra). En
setiembre de ese mismo año publicó su famosa
fórmula E=mc² , que
significa: “La cantidad de energía liberada por la
división de un
átomo es igual a la pérdida de su masa
multiplicada por el cuadrado
de la velocidad de la luz”. En otras palabras, un kilo de
cualquier
sustancia podía proveer suficiente energía como
para que un barco
superpetrolero diera 900 vueltas a la Tierra sin parar.
Lamentablemente, esa fórmula fue utilizada para la
construcción de
la bomba atómica. En
1906 fue promovido como experto técnico de segunda clase en
la
oficina de patentes, y en 1907 descubrió el Principio de
Equivalencia. Fracasó en su intento al postular como
catedrático en
la Universidad de Berna, y para ese tiempo, Minkowski publicaba sus Ecuaciones
Fundamentales de los Fenómenos Electromagnéticos,
dictando la conferencia Espacio
y Tiempo. En
1908, Einstein fue designado como conferencista en la Universidad de
Berna, y Minkowski publicaba su tesis Fundamentos
Matemáticos de la Teoría Restringida de la
Relatividad.
Es interesante notar que para cuando Einstein comenzó a
dictar
cátedra en la universidad, en el auditorio solo hubo tres
personas.
Este mismo año fue invitado a un congreso de
física que se llevaría
a cabo en Salzburgo el año siguiente. En
1909 renunció a su trabajo en la Oficina de Patentes y fue
designado
Profesor Asociado de Física en la Universidad de
Zürich. Ya en el
congreso de Salzburgo habló sobre la Evolución
de las Ideas Sobre la Esencia y la Constitución de la
Radiación,
y entró en contacto con Planck, Rubens, Wien, Pauli,
Sommerlfeld y
Born. En
1910 nació su segundo hijo varón, Eduardo, en
Berna, y en entre
1911 y 1912 se desempeñó como Profesor de
Física Teórica en la
Universidad de Praga, Alemania. Para este tiempo comentó sus
ideas
decisivas sobre la Teoría
General de la Relatividad,
y sobre la Influencia
de la Fuerza de la Gravedad en la Propagación de la Luz,
y comenzó a enseñar acerca de la curvatura de la
luz. Tiempo
después fue Profesor de Física Teórica
en el Instituto Federal de
Tecnología, de Zürich, y comenzó a
codearse con Marie Curie,
Poincaré, Langevin, Nernst, Rutherford y Lorente en el
congreso
Solvay, de Bruselas. 1914
fue un año decisivo para la Historia Universal. El Evening
Star de
Londres dijo que “desbarató el arreglo
político de todo el mundo.
Nada podía ser igual jamás. […]
algún historiador del siglo
próximo bien podrá concluir que el día
en que el mundo se volvió
loco fue el 4 de agosto de 1914.” Y The World Book
Encyclopedia
declaró: “La I Guerra Mundial y su secuela
llevó a la más grande
depresión económica de la historia a principios
de la década de
los treinta. Las consecuencias de la guerra y los problemas del
ajuste a la paz produjeron inquietud en casi todos los
países”. En
aquellos tiempos turbulentos Einstein fue designado profesor en la
Universidad de Berlín y Miembro de la Academia Prusiana de
Ciencias. Lamentablemente,
su matrimonio fracasó, se separó de su esposa y
regresó a Zürich
con sus dos hijos. En este año firmó el Manifiesto
de Europeos en Contra de la Guerra y
se convirtió en un pacifista de la Liga de la Nueva Madre
Patria. Para
1915 completó la estructura lógica de su
Teoría General de la
Relatividad e hizo tres contribuciones importantes: La
Teoría General de la Relatividad,
la Explicación
del Movimiento Perihélico de Mercurio a Partir de la
Relatividad,
y Ecuaciones
del Campo Gravitatorio. 1916
fue un año decisivo para la Física moderna:
Einstein terminó
cabalmente su Teoría General de la Relatividad y su primer
proyecto
para generalizar la Teoría de la Gravitación. En
1917 llegó a ser
Director del Instituto Kaiser Wilhem de Física, en
Berlín,
Alemania, y escribió un ensayo sobre
cosmobiología. Finalmente
publicó Sobre
la Teoría Restringida y General de la Relatividad. En
1919, aunque siguió trabajando incansablemente, su prima
Elsa
Einstein tuvo que hacerse cargo de él cuando cayó
enfermo de una
úlcera estomacal e ictericia. Con el tiempo se
divorció de su
esposa y se casó con su prima. Ese año Einstein
alcanzó fama
mundial. Su famosa teoría de la relatividad fue acogida en
la Real
Sociedad Astronómica como método para observar un
eclipse, y el
Times y el New York Times le dedicaron sendos titulares. En
1920 fue invitado como Profesor Visitante Especial en la Universidad
de Leiden, mientras en Berlín hubo quienes protestaban
públicamente
contra su famosa teoría. En
1922 terminó la Teoría del Campo Unificado, y
visitó París para
contribuir con las relaciones Franco-Germanas llegando a formar parte
del Comité de Cooperación Intelectual de la Liga
de Naciones
(predecesora de la ONU). En este año, es decir,
dieciséis años
después de haber publicado su famosa fórmula
E=mc², le otorgaron
el Premio Nobel de Física por su explicación
acerca de la luz, que
contribuyó notablemente a abrir las puertas a posteriores
investigaciones en los campos quántico, nuclear y
nanotecnológico
que revolucionarían todavía más la
ciencia y la tecnología. Dicho
sea de paso, en 1925 Einstein firmó un manifiesto
oponiéndose al
Servicio Militar, lo cual benefiaría a los objetores de
conciencia. En
1927 debatió intensamente con Niels Bohr sobre lo que
finalmente
resultaron siendo los fundamentos científicos de la
mecánica
quántica. En
1928 sufrió un colapso físico y le diagnosticaron
un engrosamiento
del corazón, y en 1930 ya era un pacifista denodado. Pero no
imaginaba lo que todavía le esperaba en el futuro. En
1932 mantuvo correspondencia con Sigmund Freud sobre las influencia
de la guerra en la naturaleza humana, y fue designado profesor del
Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Estados Unidos, donde
se realizaron las primeras verificaciones de su famosa
fórmula
E=mc². Comenzaban los estudios de factibilidad para fabricar
la
Bomba Atómica. En
1933 vio coartados sus derechos civiles cuando Adolf Hitler se
proyectó peligrosamente en su objetivo de convertirse en el
gobernante del mundo. Por eso renunció a la Academia
Prusiana de
Ciencias y no regresó a Alemania, sino que
prosiguió con su vida
alternando entre Bélgica y Oxford. En setiembre de ese
año se
asentaba en Estados Unidos, y en 1941 adquiriría la
ciudadanía. En
1943 fue designado como consultor en la División de
Investigación y
Desarrollo de la Agencia Naval de Artillería de los Estados
Unidos
en la Sección de Municiones y Explosivos, donde Bohr y
Oppenheimer
trabajan en la Bomba Atómica. Hubiera
preferido ser un cerrajero En
1945 Einstein quedó devastado emocionalmente al ver la
magnitud del
Holocausto en Europa, y aún después, cuando
observó el efecto que
tuvo su contribución al destino de Hiroshima y Nagasaki.
Aún así,
el historiador H. R. Trevor-Roper dijo: “Es instructivo
comparar la
primera Guerra Mundial con la segunda . . . la primera marcó
un
cambio mucho más grande en la historia porque
cerró una larga era
de paz general y dio comienzo a una nueva era de violencia de la cual
la segunda fue sencillamente un episodio. Desde 1914 el mundo ha
tenido un nuevo carácter: Un carácter de
anarquía internacional.” En
1949 publicó sus Notas
Autobiográficas, y
en 1950 firmó su Última
Voluntad y Testamento.
En 1954 enfermó de gravedad y en 1955, el 18 de abril,
murió a raíz
de un aneurisma aórtico en el Hospital de Princeton, Nueva
Jersey, a
los 76 años de edad. Su cuerpo fue cremado. Albert
Einstein, cuyos descubrimientos científicos contribuyeron a
moldear
la historia del mundo moderno, fue reconocido como uno de los
cerebros más creativos de la historia. Pero quien afirme que
su vida
fue el resultado casual del destino o de una inexorable herencia
genética, no ha leído nunca la
biografía de Einstein. Porque como
acabamos de ver, no fue una casualidad que llegara a ser uno
de
los más grandes talentos científicos de la
historia. La cronología
antes mencionada demuestra claramente lo mucho que le costó
en
términos de esfuerzo, dedicación y sufrimiento...
y por supuesto,
dinero. Por eso fue necesario decirte todo esto. Lo
más extraordinario fue que sus padres nunca lo consideraron
un niño
prodigio, sino todo lo contrario. Hasta los 9 años de edad
no pudo
hablar bien, ¡tanto que lo llevaron al médico
pensando que estaban
criando a un retardado! Si
bien es cierto que Einstein se dedicó a la
investigación profunda
de la física y las matemáticas y nunca tuvo como
objetivo causar
daño, gran parte del aspecto intelectual de su vida nos
muestra que
no existen atajos para adquirir conocimientos, sabiduría
práctica y
entendimiento, sino que el que quiere saber algo -y dominarlo- tiene
que dedicarle tiempo y esfuerzo y hacer un estudio ordenado y
minucioso de cada asunto pertinente, aunque parezca que solo se trata
de un puñado de leyes inconspicuas, o que el resumen de todo
sea tan
simple como escribir E=mc². Porque tras cualquier
pequeña ley o
fórmula pudieran desentrañarse significados
más grandes, profundos
y trascendentales de los que pudiera percibir un observador casual,
sobre todo, cuando se trata del fruto del trabajo de toda una vida. Por
otro lado, desde su perspectiva, en cualquier circunstancia que
estuviera, Einstein siempre prefirió dar que recibir, y
siempre
restó importancia a su propia persona y a la
acumulación de
riquezas. Nunca se avergonzó de sus debilidades y errores,
sino que
los reconoció y enfrentó con valentía
y resignación para comenzar
de nuevo hasta hallar una solución o respuesta adecuada. Einstein
tomaba las cosas con humor y equidad, y decía no comprender
por qué,
si coexistían con él muchas personas que eran
semejantes a él, lo
habían convertido en una especie de ídolo. En su
autobiografía se
consideró a sí mismo como un simple grano de
polvo, pero con el
cual sus admiradores habían desencadenado una avalancha. A
lo largo de su vida atribuyó mucha importancia a la
intuición. Y
precisamente por reaccionar positivamente ante el impulso intuitivo
fue que se le ocurrió la más grande y feliz idea
de su vida, que
finalmente condujo a la formulación de su famosa
teoría de la
relatividad. La
importancia de la intuición Einstein
pensaba que era imposible que alguien descubriera las leyes naturales
sin contar con cierto sentido intuitivo. De hecho, el
psicólogo
Jerome Bruner escribe a este respecto en su libro The Process of
Education (El Proceso de la Educación): “Los
cálidos elogios que
los científicos les prodigan a aquellos colegas que se ganan
el
apelativo de ‘intuitivos’ demuestran que la
intuición en las
ciencias es
un recurso valioso que debe fomentarse entre [los]
estudiantes”. La
intuición podría definirse como 'un salto
desde la percepción de una idea hasta el conocimiento de la
solución
o consecuencia sin pasar por el razonamiento'. O
sea, simplemente y de repente damos con la respuesta y entendemos
cabalmente una situación o problema. Algo más que
un mero impulso o
deseo. Algunos
han confundido la intuición con un misterioso 'sexto
sentido'. Pero The
World Book Enciclopedia dice
lo siguiente: “Hay quienes opinan equivocadamente que la
intuición
es un ‘sexto sentido’. No obstante, las
investigaciones
demuestran que por lo general las intuiciones se basan en la
experiencia, sobre
todo en el caso de personas de gran sensibilidad”. Cuando
se ha formado en nuestro interior una cadena de recuerdos e
impresiones a manera de planos mentales acerca de todo, la
intuición
correcta puede saltar a la orilla de la mente consciente en cualquier
momento mediante una impresión repentina, lo que solemos
llamar
intuición o presentimiento. No
se trata de una virtud mágica ni misteriosa. Es solo un
recurso
natural del cual tomamos conciencia cuando adquirimos experiencia en
la vida mediante el conocimiento y la práctica. La revista Psychology
Today dijo
una vez: “Los investigadores han descubierto que en las
personas
intuitivas se presenta una característica común:
son especialistas
en determinados [...] campos del conocimiento. Recurren con facilidad
a su erudición para resolver [las] dificultades propias de
su campo.
De hecho, parece ser que una persona es tan intuitiva como se lo
permite su experiencia en dichos campos”. Michael
Prietula, profesor adjunto de Administración Industrial,
cree que a
medida que la persona amplía su conocimiento acerca de una
determinada materia, “se produce una modificación
gradual en su
modo de pensar y razonar”. En otras palabras, la mente ordena
automáticamente los datos de que dispone, y estos amplios
núcleos o
árboles de información a veces le
conceden el privilegio de omitir los pasos lentos y laboriosos del
razonamiento analítico para
pasar directamente a una respuesta o conclusión intuitiva
eficaz. Y
a medida que el cerebro enlaza, encadena y ramifica un mayor
número
de núcleos de información, su
intuición se vuelve cada vez más
eficiente y confiable. Por
ejemplo, cuando se nos pierden las llaves y llamamos al cerrajero,
nos quedamos perplejos al ver con cuánta facilidad introduce
un
trozo de alambre en la cerradura y comienza a moverlo de
aquí para
allá de una manera especial. Sus ojos no ven a
través del metal,
pero como si algo o alguien le dijera dónde,
cómo, cuándo y cuánto
presionar, de repente, ¡clic! salta el cerrojo y abre la
puerta. Por
eso, cuando extiende su factura no lo hace por el tiempo que le
tomó
ni por el desgaste de sus herramientas, sino por haber resuelto un
problema gracias a sus conocimientos, es decir, a algo que nosotros
ignorábamos, lo cual por supuesto le tomó
años de práctica. ¿Podría
haberlo hecho cualquier persona en un tiempo tan corto? Seguramente
no. Pero el cerrajero tiene una amplia experiencia repitiendo un
proceso similar día tras día, mes tras mes,
año tras año con toda
clase de cerradura. Su intuición se basa en un conocimiento
exacto
de lo que hay en el interior de todas las cerraduras que ha abierto
con anterioridad. Sabe lo que ocurre cuando manipula una cerradura
con la herramienta adecuada porque posee ciertos planos mentales,
núcleos informativos o árboles
mnemónicos que hacen burbujear su
intuición. En realidad, como el cerrajero, todos nos valemos del mismo tipo de intuición natural. Por ejemplo, cuando montamos bicicleta no expresamos ideas conscientes como: “Creo que debo inclinarme un poco hacia la derecha y disminuir la velocidad para voltear en la siguiente curva”. Nuestro cerebro simplemente se encarga de la tarea mediante procesos automáticos y toma una decisión intuitiva sobre la base del conocimiento que tenemos acumulado por experiencia. Por eso, antes de aprender a mantener bien el equilibrio, los novatos tienden a darse unos cuantos porrazos. Como
vimos en su cronología, la intuición de Einstein
en el campo de la
física y las matemáticas no le vino por
casualidad. Durante muchos
años ramificó sus árboles
mnemónicos acumulando una nutrida
experiencia. Sin embargo, si no hubiera aprendido nada de ruso o
chino ni de cocina, ninguna capacitación en
física le hubiera
permitido presuponer cómo responder a una pregunta en ruso o
chino,
o qué condimentos usar en cierta comida. De hecho, los
especialistas
opinan que uno puede potenciar su sentido intuitivo innato
valiéndose
de métodos de estudio, concentración, lectura
veloz, memoria y
aprendizaje. Por
ejemplo, cuando lees, ¿te limitas a absorber como una
esponja una
gran cantidad de datos? Cierta obra de consulta sugiere que para que
el estudio sea realmente útil, uno se plantee preguntas y
aclare
aquello que no entiende, como buscar en un diccionario las palabras
poco conocidas y averiguar su significado antes de continuar leyendo.
También es necesario hacer un resumen de las ideas
principales y
procurar anticipar las conclusiones. Y finalmente, en lugar de
intentar captar miles de detalles, buscar conceptos amplios, la
estructura interna de la idea o sus principios subyacentes. Robert
Glaser, catedrático de Psicología, dijo una vez
que “la capacidad
de captar conceptos significativos amplios” está
en la raíz misma
de la intuición. Ahora
bien, debemos tener en cuenta y reconocer que los sentimientos tienen
la capacidad de distorsionar las intuiciones y debilitar su eficacia.
Es arriesgado y no pocas veces peligroso basar una opinión o
decisión importante simplemente en una intuición.
Parafraseando a
la psicóloga Evelyn Vaughan: “A menos que una
persona sea capaz de
disociar sus sentimientos, puede que cuando se comprometa en
algún
asunto su intuición le resulte poco fiable”. Hasta
Einstein reconoció con hidalguía que algunas de
sus intuiciones
fueron engañosas y le hicieron perder varios años
de esfuerzo. Él
no era un dogmático de la intuición. Siempre supo
por experiencia
que no todas sus intuiciones dan en el clavo. Él
decía con respecto
a las conclusiones que sacaba de sus estudios: “Yo pienso y
pienso,
durante meses y años, y aunque la conclusión sea
falsa 99 veces,
acierto en la centésima.” Efectivamente,
la intuición no es siempre confiable. Por ejemplo, debemos
tomar
conciencia de que la cólera, el temor, la envidia, los
celos, la
indignación o el odio pueden influir en la
intuición y
contaminarla. Si una persona le ha tenido animadversión a
otra por
mucho tiempo, es muy probable que cuando surja un nuevo malentendido, intuya
falsamente que
tuvo malos motivos y le impute una culpa que en realidad no
tenía. El
orgullo también es otra fuerza que puede hacer que
atribuyamos
demasiada importancia a cierta intuición minimizando el buen
juicio
o la opinión de los demás. Tal vez nos
precipitemos y tomemos una
decisión inmediata sin consultar con los implicados ni pedir
consejo
a un asesor experimentado. O tal vez nos encaprichemos en mantener
cierta decisión discutible a pesar de los sentimientos
heridos de
otra persona o de las recomendaciones bien fundadas de otros. Por
lo tanto, no toda intuición es válida, sobre todo
si se basa en el
prejuicio, el orgullo, los celos, la envidia, la
indignación, el
odio o en conocimientos deficientes o inexactos. Felizmente, y aunque
parezca mentira, en el plano de las relaciones humanas y las
decisiones personales el promedio de éxito es mucho
más elevado que
el campo de la física. La
simplicidad puede ser excepcional En
1916 Albert Einstein formuló su Teoría General de
la Relatividad.
Su sobresaliente descubrimiento de que la Gravedad no solo daba forma
al universo, sino que podía gobernar nuestra manera de verlo
y
medirlo, afectó para siempre nuestra manera de medir el
tiempo y
percibir las cosas. Y
aunque su niñez fue deprimente, llegó a
convertirse en un ejemplo sobresaliente para cualquiera que quisiera
sobreponerse a situaciones difíciles. Hablando
metafóricamente, así como puede dividirse un
átomo por fisión o
unir varios átomos por fusión y liberar una
energía de
proporciones horrendas, uno también puede liberar al genio
que
habita en su interior si provee las herramientas adecuadas a su
cerebro. A eso se refería Einstein cuando decía
que se sentía como
un grano de polvo. Porque reconocía modestamente que en el
mundo
había otros semejantes a él y que un grano de
polvo bastaba para
generar una explosión. De hecho, la cantidad de masa fisible
que se
empleó en la destrucción de Hiroshima fue de
cerca de un gramo. Igual
sucede con las ideas. No es necesario tener muchas ideas para
realizar una obra interesante. Muchas veces, con una basta. Pero
primero se debe alimentar la mente y el corazón con ideas
básicas
que formen núcleos crecientes de información
saludable y
ramificaciones edificantes en el árbol de la memoria. Es
verdad que el debate no quedó ahí, porque algunos
afirmaron que
Einstein había errado con la regla del corrimiento hacia
el rojo; que las cuasares realmente estaban
más
cerca de lo que parecían y que sus corrimientos hacia el
rojo eran
producidos por ‘trucos espectrales.’ Aún
otros afirmaron que el
peso del material de las cuasares cambiaba a través de
millones de
años y producían una falsa impresión del
corrimiento hacia el rojo.
En todo caso, no se trataba de una equivocación,
sino de una teoría
incompleta, que no es lo mismo. ¿Y qué hubiera respondido Einstein a
todo eso? “¡Pues,
complétenla! ¿Por qué se demoran
tanto?”. “Me
basta contemplar el misterio de la vida consciente
perpetuándose a
través de toda la eternidad –decía Einstein-, y
reflexionar sobre la
estructura maravillosa del universo, la cual percibimos solo
oscuramente, y tratar humildemente de comprender siquiera una parte
infinitesimal de la inteligencia manifiesta en la
naturaleza.”
Era un gran contemplador de los sistemas que gravitaban en torno a él. En sus años postreros formuló su
“Teoría del campo
unificado.” De ésta dice el libro The
Universe and Dr. Einstein que
“promulga[ba] un juego de leyes universales
diseñadas para abarcar
no solo los ilimitados campos electromagnéticos y de la
gravitación
del espacio interestelar, sino también el diminuto y
terrible campo
en el interior del átomo.” En
Un
Mensaje a los Intelectuales, publicado
el 29 de agosto de 1948, reflexionó sobre el lado oscuro de
la
historia de la ciencia: “Por dolorosa experiencia, hemos
aprendido
que la razón no basta para resolver los problemas de nuestra
vida
social. La penetrante investigación y el sutil trabajo
científico
han aportado a menudo trágicas complicaciones a la
humanidad, [...]
creando los medios para su propia destrucción en masa.
¡Tragedia,
realmente, de abrumadora amargura!”. Y
puso el dedo en la llaga cuando un día dijo: “La
energía atómica
desatada lo ha cambiado todo menos
nuestra mentalidad.
Vamos a la deriva hacia una catástrofe sin
precedentes”. Por eso
también comentó que no estábamos tan
lejos del tiempo de Galileo
como quisiéramos pensar. Freeman
Dyson escribió: “La gente intenta comprender el
gran universo
mirando a través de dos ventanas: la ciencia y la
religión”. Pero
viendo más allá Einstein afirmó con la
más sutil intuición: “La
ciencia sin la religión está coja, y la
religión sin la ciencia
está ciega.” Tal vez por eso, para
paliar el sufrimiento,
algunos intentan dar sentido a su vida dedicándose a las
artes, a la
investigación científica o a labores
humanitarias. Einstein dijo
una vez: “Quien crea que su vida carece de sentido, no solo
es
desgraciado, sino casi incapaz de sobrevivir”. No
ha sido mi propósito explicarte la Teoría de
Relatividad, ya que no
soy físico, y aunque lo fuera, creo que me sería
muy difícil
explicar a otros la relación entre la luz, la
energía y la materia.
Tampoco ha sido mi intención ensalzar a Einstein por su
obra, porque
Einstein no necesita publicidad. Como él mismo lo dio a
entender:
Hay muchos que deambulan por ahí sin haberse dado cuenta de
que
podrían liberar una gran energía interna y salir
adelante con lo
poco que tienen, incrementando su capital humano a medida que
adquieren conocimientos, como una fuente de energía. Es
cierto que
cada quien termina tomando su propio rumbo en la vida, pero le
convendría más descubrir que un gramo es todo lo
que necesita para
triunfar. Sin embargo, ¿qué entendemos por triunfar
en la vida? ¿Acumular
riquezas? ¿Fabricar armas? ¿Dividir y destruir la
Tierra? La
teoría de Einstein incluyó dos ideas principales:
(1) todo
movimiento es relativo, lo cual significa que la velocidad y
dirección de cualquier objeto se puede medir solo con
relación a
otro objeto; y (2) la velocidad de la luz en un vacío es un
valor
absoluto que viaja a aproximadamente 300.000 kilómetros por
segundo
independientemente del movimiento de la fuente de la luz.
¿Entiendes
eso? A mí me cuesta mucho trabajo. Pero estoy seguro de que
entendiste lo que dije respecto a liberar tu energía y no
estar
lamentándote por no tener muchos recursos. Aunque
lamentablemente
después le dolió mucho la manera como se
emplearon algunos de sus
descubrimientos, Einstein demostró que un gramo de materia
era más
que suficiente en sentido físico para liberar una
energía
increíble. Su
niñez fue muy difícil, como la de muchos
niños. Fracasó varias
veces en los exámenes de ingreso a la universidad, como
cualquier
joven. Cuando dio su primer discurso como catedrático, solo
fueron a
escucharlo tres personas. Se casó dos veces, crió
hijos y conoció
el dolor del divorcio y la viudez. Luchó contra la
coerción y
contra sus propios sentimientos heridos por una guerra de la que
hubiera preferido no formar parte, porque su famosa fórmula
había
contribuido a la creación del monstruo atómico
que devastó
Hiroshima y Nagasaki. De hecho, una vez dijo: “De haberlo
sabido,
hubiera preferido ser un cerrajero”. Con
un puñado de leyes físicas, Albert Einstein
demostró más allá de
toda duda que las fuerzas básicas del universo no son
independientes
unas de otras, sino inseparablemente interdependientes. Igualmente,
somos nosotros quienes todavía necesitamos discernir y
entender cuán
interdependientes somos unos de otros y lo poco que hacemos por
detenernos a reflexionar en el propósito de nuestra vida. Tú
puedes triunfar sobre el desaliento De
modo que no te dejes vencer. No te dejes caer. Nunca pienses que con
un gramo de conocimiento organizado no podrás hacer nada.
Aprende a
usar tu intuición a partir de los planos, las cadenas, las
ramificaciones y los núcleos de conocimiento que adquiriste
mediante
el estudio y la práctica a través de los
años. ¡Sí! Pon a
trabajar tu intuición natural. La
próxima vez que digas: “¡Pero es que ya
no aguanto más! ¡No
puedo más!”, y sientas que tu vida no tiene
sentido, que solo
avizoras desgracias, o te sientas casi incapaz de sobrevivir, piensa
en Albert Einstein, que siendo un joven como todos, no
consideró que
existen atajos para adquirir conocimiento, entendimiento y
sabiduría.
Él sabía que el que quiere saber algo y dominarlo
tiene que
dedicarle tiempo y esfuerzo y hacer un estudio ordenado y minucioso
de todo asunto pertinente. ¡Por eso su intuición
fue cada vez más
eficaz! Haz
tuya la perspectiva de Einstein, que en cualquier circunstancia que
estuvo prefirió dar que recibir, restando importancia a su
propia
persona y a la acumulación de las riquezas. Y sobre todo,
nunca
niegues tus debilidades y errores. Reconócelos y
enfréntalos con
valentía. Y
aunque hoy en día las empresas de éxito no puedan
ser gestionadas
siguiendo simplemente el instinto, porque la modernidad las ha
expandido en todo sentido y se requiere del conocimiento
especializado y el concurso de toda clase de profesionales, el
instinto es un don del que nunca se podrá prescindir. En la
mayoría
de los casos es el único recurso disponible para ampliar
nuestro
punto de vista y descubrir nuevos horizontes, una nueva perspectiva.
Pero no debes confundirlo con el prejuicio. Irónicamente, en su lecho de muerte, Einstein pronunció sus últimas palabras en alemán, pero lamentablemente su enfermera no sabía alemán. ¿Lo haría a propósito para demostrar que aún en sus últimos momentos no había perdido el sentido del humor? ¡Lo creo muy capaz! Algunas anécdotas que circulan en Internet acerca de la vida de Einstein Un
periodista le preguntó a Einstein: "¿Me puede Ud. explicar la Ley de la
Relatividad?". Einstein le contestó: "¿Me puede Ud. explicar cómo se
fríe un huevo?". El periodista lo miró extrañado, contestándole: "Sí
puedo". A lo cual Einstein replicó: "Bien, pues hágalo, pero imaginando
que yo no sé lo que es un huevo, una sartén, ni el aceite ni el fuego". |