¿Baños
de florecimiento?
©Miguel
Ángel Ruiz Orbegoso
Me
preguntas si sería conveniente incluir "baños de
florecimiento",
"imposición de manos", "rezos", "oraciones", "conjuros",
"supersticiones", "hipnotismo", "telekinesis" u otras cosas que se
consideran 'extrañas' en las sesiones de
motivación de la fuerza de
ventas. También, hasta qué punto es prudente
desear Feliz Navidad y Año
Nuevo a los clientes, o enviarles horóscopos y cosas por el
estilo. Al
respecto, permíteme decirte que la respuesta es
más difícil de lo que
parece. Primero traeré a colación algunos
principios, y después,
razones que te permitirán discernir las ventajas y
desventajas, para
que te formes una opinión y puedas responder la pregunta con
un
criterio amplio.
En
lo primero que ha de invertir un vendedor profesional es en su
capacitación; y en la primera meta que ha de pensar es en
inspirar
confianza en el cliente, así como en sus
compañeros de trabajo y en
toda persona de su entorno. Sin capacitación ni confianza,
es imposible
iniciar ni mantener una eficaz secuencia de respuestas aprobatorias que
lleven a la venta.
Ahora
bien, su capacitación comienza recabando
información que le ayude a
entender y aplicar lo mejor posible los principios y las
técnicas de
motivación, oratoria, relaciones humanas y ventas. Y la
confianza se
edifica sobre la base de una promesa o esperanza que el vendedor o
promotor de la imagen de marca infunde en el cliente o
compañero de
trabajo. Ha de demostrar que posee las cualidades necesarias para el
fin que se persigue: la venta del producto. La finalidad es compartir
una creencia o convicción de que todo saldrá bien.
Por
norma general, un vendedor profesional reconoce que el cliente 'cree en
lo que prefiere creer, y no en lo que el vendedor cree '. Porque sabe
que las personas creen en lo que creen. Por eso el novato se
desmoraliza rápido cuando ve que sus esfuerzos por convencer
al cliente
dan pocos resultados. Porque está partiendo de la equivocada
creencia
de que el cliente creerá en lo que él dice, solo
porque él se lo diga,
que creerá en el vendedor, no en sí mismo.
Primero:
El vendedor profesional sondea la necesidad que hay tras el
interés del
cliente por el producto o servicio; segundo: Lo conduce por etapas
rudimentarias de aprobación y, en la medida en que crece la
confianza,
avanza hacia niveles más significativos, de modo que, poco a
poco, el
cliente termina haciendo suya la creencia, por convicción
propia
("¡Necesito esto!"). Lo que el vendedor creía,
pasa a ser creencia del
cliente.
Si
el vendedor pretende convencer al cliente sin haber trasladado la
creencia a la mente del cliente, difícilmente
obtendrá una aprobación
que resulte en la adquisición del producto, sino todo lo
contrario. Por
eso es tan importante el soporte o apoyo de una publicidad bien
planificada, basada en un marketing exhaustivo.
Por
el estudio antropológico se ha sabido que civilizaciones
enteras de la
antigüedad regían sus vidas por creencias que hoy
consideramos absurdas
y, en algunos casos, nada recomendables. Por ejemplo, sacerdotes que
oficiaban como médicos en cierta cultura del pasado,
prescribían la
frotación de excremento sobre las heridas, para curarlas.
¿Creería
usted eso hoy día? Por otro lado, la ciencia
médica ha avanzado tanto
que si un científico regresara al pasado, probablemente lo
quemarían en
la hoguera por loco o brujo.
De
modo que más que afectar la vida de un cliente aislado, una
creencia
puede afectar a pueblos y mercados enteros condicionando la compra de
ciertos productos. Por ejemplo, los que creen en la moda siempre
rehusan adquirir algo que 'ya pasó'. Necesitan lo que
esté en boga
(vogue); y los que rigen su vida por alguna superstición
buscan aquello
que atraiga la 'suerte' o 'aleje las malas vibraciones'.
Hasta
en la vida diaria, una persona podría negarse a que le
practicaran una
biopsia, por la falsa creencia de que 'si es cáncer, se
diseminará más
rápido'; o en vez de recurrir a un médico,
preferir que 'le pasen el
huevo' para determinar la enfermedad. ¿Haría
usted eso?
Al
margen de lo que los demás crean, actualmente tú
tienes ciertas
creencias que rigen tu vida, y quieres que los demás
respeten tu
opinión. De hecho, aunque después cambiaras de
opinión por haber
averiguado que dicha creencia estaba equivocada, continuarás
rigiendo
tu vida por la nueva creencia. Siempre domina tu vida lo que
tú crees.
De
hecho, el artículo 2, Inc. 1, de la Declaración
Universal de Derechos
Humanos dice que las personas en todas partes gozan de los mismos
derechos y libertades naturales, si importar su raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o
de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento
o cualquier otra
condición. En otras palabras, te guste o disguste, existe
una norma
internacional que te exige respetar las creencias ajenas.
Eso
significa que sería igualmente incorrecto impedir que
alguien expresara
públicamente sus creencias, así como pretender
imponerle las tuyas por
la fuerza. ¿Cómo quedaron ante la Historia Las
Cruzadas de la Edad
Media o los suicidios o asesinatos masivos promovidos por ciertos
líderes políticos o religiosos?
Vemos
que cualquier persona tiene los mismos derechos y libertades
consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos,
de creer
en lo que quiera y opinar acerca de lo que quiera, mas no de imponer
sus creencias ni opiniones con actos violentos.
¿Qué entendemos por la
frase "imponer una creencia por la fuerza"?
La
fuerza es el vigor, robustez, capacidad o habilidad para lograr que
personas o cosas se muevan en cierta dirección, como alzar
una piedra o
jalar una cuerda. Puede ejercerse poder en sentido físico,
material,
moral, social, mental, emocional o espiritual sin que por ello violemos
los derechos humanos. Hasta pudiera referirse al acto de obligar a
alguien a estar de acuerdo en algún asunto o a hacer algo
para lo cual
ofrece resistencia. Por ejemplo, los padres han de ejercer cierto poder
sobre sus hijos a fin de que tomen sus alimentos o se adapten a la vida
en comunidad. Si los dejan libres en el pleno sentido de la palabra, se
causarán daño innecesario, incluso la muerte.
En
ocasiones, se ha empleado la fuerza de diferentes maneras para oponerse
con violencia contra medidas que se consideraron injustas. Por ejemplo,
un niño huye de casa o se suicida por estar harto de sufrir
maltrato
cruel de parte de uno de sus tutores. Huir o quitarse la vida fuerza al
ofensor a considerar su proceder.
Por
eso, en este contexto, podemos entender mejor lo que significa un acto
de 'manipulación', es decir, la fuerza o habilidad, a veces
astuta o
ingeniosa, para distorsionar la verdad o la justicia con el fin de
poner a ciertas personas al servicio de intereses particulares,
egoístas o personales. Para la humanidad ya quedó
muy claro que Las
Cruzadas de la Edad Media y los suicidios o asesinatos masivos
promovidos por ciertos líderes políticos o
religiosos fueron el
resultado de esta clase de manipulación.
De
ninguna manera, como muy bien lo ilustran algunas acciones relacionadas
con la crianza y la educación de los jóvenes.
Muchas veces los padres y
maestros se ven forzados a recurrir a cierta manipulación
para lograr
que los niños y jóvenes se alimenten
apropiadamente, se aseen,
descansen o hagan sus tareas, porque solo inculcándoles un
código de
valores todos los días, desarrollarán
hábitos basados en conceptos
sólidos que les permitan interactuar eficazmente en el hogar
y en la
comunidad. De hecho, ¿qué clase de mundo se ha
desarrollado a partir de
la filosofía de que 'cada quien haga lo que le dé
la gana', promovida
por algunos pensadores prominentes de la segunda mitad del siglo 20? Ni
la manipulación egoísta ni la ausencia de
límites pueden resultar
alguna vez en éxito.
Hasta
los más arriesgados esquiadores o paracaidistas son
conscientes de que
han de atenerse a ciertos parámetros si quieren alcanzar sus
metas.
Porque a ninguno de ellos les agradaría morir sepultado bajo
una
avalancha de nieve o por haber abierto el paracaídas
demasiado tarde.
¿Verdad?
Ahora
bien, aunque los gerentes de ventas diseñan y promueven
sesiones de
capacitación para la fuerza de ventas (lo cual, por
supuesto, implica
la motivación), han de tener en cuenta que, así
como el cliente cree lo
que cree, y de ninguna manera aceptará la
imposición de un producto o
servicio simplemente porque el vendedor lo inunde de argumentos, sus
vendedores también tienen sus creencias y esperan que se las
repete.
Dicho
de otro modo, tanto el gerente como sus vendedores y clientes tienen
los mismos derechos, que han de respetarse por causa de la convivencia
pacífica y exitosa de los diferentes grupos. Nada justifica
maltratar a
un cliente, y los vendedores tienen el mismo derecho. Nada justifica
que se maltrate al vendedor ni que se vulneren sus creencias o derechos
fundamentales.
A
pesar de que algunos gerentes se ven obligados a recurrir a cierta
medida de manipulación por el bien de sus vendedores, como
harían los
padres y maestros por sus hijos y alumnos, para lograr que sigan
esforzándose y alcancen sus cuotas (mediante el uso de
recompensas y
restricciones apropiadas), ha de ejercer mucho tino y criterio para
evitar invadir el terreno ajeno de las creencias fundamentales de los
individuos.
Por
todo lo expuesto, las sesiones de motivación de una fuerza
de ventas ha
de mantenerse dentro de ciertos límites si se quiere
mantener un equipo
unido y exitoso. Eso significa que aunque todos los vendedores han de
estar de acuerdo con ciertas creencias comunes, ha de ejercerse cuidado
para evitar invadir las creencias individuales consagradas en los
derechos humanos.
De
seguro que nada de malo tiene darse un baño de flores, como
nada de
malo tendría darse un baño de burbujas. Ahora
bien, si un baño de
flores va acompañado de un ritual o conjuro, como rezos o
salpicaduras,
evidentemente se trata de algo más que un baño de
flores, ¿verdad?
Sobre todo si implica cierta creencia o superstición.
Por
ejemplo, ¿qué sentirías si fueses del
partido político o equipo de
fútbol A y estuvieses en una de sus reuniones, y de repente,
alguien
comienza a defender a voz en cuello al partido o equipo B? El resultado
será un cargamontón. ¡Lo
lanzarán por la ventana! Si bien es cierto,
todo tienen derecho a la libertad de expresión, viola la
libertad de
expresión entrar en una reunión partidaria y
comenzar a oponerse a
todos.
Lo
que quiero decir es que el gerente, jefe o supervisor de ventas tiene
todo el derecho consagrado en la Constitución de creer lo
que quiera y
de opinar como quiera respecto de asuntos personales, como por ejemplo,
determinar dónde vivir, qué libros leer,
cómo criar a sus hijos, qué
religión tener o qué ideas abrigar acerca de lo
sobrenatural. Si se
somete o rehusa someterse a una sesión de espiritismo,
hipnotismo,
telekinesis, baño de florecimiento, que le pasen un cuy o
huevo u otra
cosa, es su decisión y ha de respetarse.
¿Reconocemos también los
mismos derechos para los vendedores?
Aunque
hay una motivación natural, socialmente aceptada, con la que
todos los
vendedores de todas las latitudes podrían concordar y
cooperar a fin de
acumular la fuerza emocional y mental que necesitan para salir al campo
y regresar con una abundante cosecha, también existe una
motivación
sobrenatural que socialmente es rechazada por un gran sector. Es de
esta clase de motivación que han de cuidarse los que
conducen sesiones
de motivación para vendedores, porque en vez de compactar al
grupo,
podrían causar su división. Porque si hemos de
creer que "la unión hace
la fuerza", entonces lo contrario también es cierto, "la
división hace
la debilidad".
Todo
tiene su lugar, y toda motivación, su momento y forma.
Sería absurdo
que un grupo de budistas irrumpiera en una reunión
musulmana, gritando
frases de Buda, porque solo se comprarían problemas. O
¿qué sentido
tendría adornar una tienda con alusiones a la Navidad (que
celebra el
nacimiento de Jesucristo) si está ubicada en un barrio
predominantemente judío?
Sería
parecido a enviar una carta a la Srta. Fina Rodriagues, y escribir en
el sobre y como destinatario "Sr. Fina Rodriagues"; o enviar publicidad
de la compañía "Los 13 gustos" a un
supersticioso. De seguro les
causará una pésima impresión.
Algo
similar podría suceder en el caso de un gerente de ventas
que
pretendiera utilizar conjuros, rezos, plegarias, supersticiones, magia
negra, vudú u otros elementos sobrenaturales, que
según él le dieron
resultados a título personal, como incentivos para creyentes
de otras
costumbres. ¡Dividirá al grupo en dos o
más facciones! Los que estén
absolutamente de acuerdo; los que toleren y finalmente acepten lo que
considerarían muy interesante; y los que se sientan
ofendidos y
finalmente se retiren o nunca regresen a las reuniones.
La
motivación basada en ideas que no gozan de la
aceptación general ha de
mantenerse al margen de los estímulos usados para impulsar a
la fuerza
de ventas y/o a la clientela.
Por
ejemplo, si realizamos un censo, hallaríamos que en una
misma fuerza de
ventas hay vendedores profesionales, eficaces, de diferentes sexos,
edades y religiones. ¡Hasta los hay ateos,
pragmáticos y agnósticos!
Aparte de sus creencias individuales, son vendedores que llevan a cabo
muy buen trabajo. Pensemos: ¿qué razón
de peso podría haber para
ofender sus creencias básicas, por medio de forzarlos a
practicar lo
que ellos considerarían una violación patente de
sus derechos humanos
elementales? ¿Porque al gerente le dio buenos resultados a
nivel
personal? ¿Se justifica debilitar la fuerza del grupo, solo
porque a él
le agrada cierta creencia en particular? ¿"Yo fumo, de modo
que todos
deben fumar"?
¿Y
qué hay de los clientes? ¿Suponemos que porque
nosotros celebramos el
día Amarillo, todos nuestros clientes lo celebran, o que
verán con
buenos ojos que les enviemos unas felicitaciones?
Lógicamente, es
imposible investigar quiénes lo celebran, lo cual tampoco
disuadirá a
la compañía de hacer publicidad, solo que es
mejor tener la precaución
de evitar imponer nuestras creencias cuando esto sea posible. Si sabes
que el cliente es judío, evita decirle: "¡Feliz
Navidad!", porque tal
vez le causes más disgusto que placer.
Consabido
es que algunos vendedores autosabotean sus éxitos haciendo
cosas que
atentan contra sus propios intereses, como por ejemplo, despilfarrar su
dinero, engañar a sus clientes, tener el hábito
de llegar tarde, robar
a la compañía, procrastinar, fomentar un ambiente
negativo en las
reuniones de ventas y de otras maneras. Igualmente, sin querer, uno
podría debilitar la fuerza de todo un grupo de vendedores
que trabaja
eficazmente y estorbar la consecución del objetivo poniendo
en peligro
los intereses comunes.
Pregúntate:
¿Están todos los vendedores del grupo
(profesionales y novatos) de
acuerdo con que se practique lo que denominas "baños de
florecimiento",
"imposición de manos", "rezos", "conjuros",
"supersticiones",
"hipnotismo", "telekinesis" u otras cosas comúnmente
consideradas
'extrañas'? Si así es, y estás en
desacuerdo, tienes todo el derecho de
retirarte y poner tus habilidades al servicio de otra
compañía.
En
mi opinión, tomando como base la Declaración de
Derechos Humanos, la
única justificación para llevar a cabo rituales
de esa naturaleza en
una reunión de la fuerza de ventas sería que la
totalidad de los
presentes estuviera de acuerdo con los mismos. De otro modo, la fuerza
se debilitará, el grupo se quebrará y se
arriesgarán los objetivos.
Ante
todo, un vendedor profesional ha de invertir en su
capacitación, lo
cual incluye su motivación, y reconocer que todos,
vendedores, gerentes
y clientes, tienen derecho de creer en cosas que los demás
han de
respetar, y nadie tiene derecho de imponer sus creencias por la fuerza.
Las creencias mueven a las personas a ser y hacer lo que son. El
cliente cree en lo que cree, no en lo que cree el vendedor. Es tarea
del vendedor inspirarle suficiente confianza como para que crea en las
bondades del producto o servicio.
Toda
persona tiene derecho a una libertad de conciencia que le permite
escoger la práctica individual o en grupo de ciertos ritos y
creencias,
y nadie tiene derecho de imponerle otros ritos o creencias por la
fuerza, mucho menos mediante manipulación emocional o mental.
Si
un gerente obliga a sus vendedores a practicar rituales que muchos
considerarían extraños, sobrenaturales,
supersticiosos o de fuente
dudosa, corre el riesgo de quebrar la integridad del grupo, porque
muchos o algunos que hasta ese momento han sido elementos eficientes de
la compañía, podrían optar por
retirarse o renunciar. Y lo peor de
todo: Se llevaría toda su capacitación y
experiencia a otra parte,
¡ponerla al servicio del competidor más cercano!
En
mi opinión, es conveniente usar para la
motivación de vendedores
solamente aquello que todos pueden aceptar por consenso. Si se usa algo
que hiere su conciencia o vulnera sus derechos humanos fundamentales,
se los expone a retirarse o renunciar.
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