rat


ÍNDICE



DE TÉCNICAS DINÁMICAS PARA HABLAR EN PÚBLICO



ÍNDICE


Haz clic en los botones de arriba para cambiar a diferentes secciones del libro.
Haz clic en los links, títulos y subtítulos de abajo para ir y volver por los artículos de esta sección del libro.

Estás en la explicación extensa  1 | 2 | 3 | 4 | 5
ABREVIADA  |  COMPLETA


Segunda Ley


Objetivo
: IMPACTAR

El objetivo de la Segunda Ley es grabar las ideas en tu memoria y en la de tus oyentes. Se relaciona con todo aquello que signifique memorizar, recordar o evocar ideas, tanto para usarlas en tu propio beneficio como en el de quienes te escuchan. 

Exponer de manera que resulte difícil recordar los
puntos principales del discurso viola la Segunda Ley.

Propósito de esta ley

"Dales un buen martillazo" no es una frase que apologiza sobre la agresión. Solo significa dar en el clavo de la memorización a la primera. ¡Impactar de una vez por todas! Sin embargo, una advertencia. Debes cuidarte de que las cuatro cualidades principales de tu voz (volumen, velocidad, tono y pronunciación), o ciertos adjetivos de tu redacción, no acaben convirtiéndose en un martillo emocional que agreda al oyente.

Por ejemplo, es cierto que tu volumen debe ser fuerte, pero solo suficiente como para que te oigan con claridad, no para maltratar
los oídos. (La persona que manipula el equipo de sonido de un auditorio también debe entender este punto, a fin de no subir tanto el volumen que genere malestar) Igualmente, la velocidad debe ser la adecuada para que el mensaje fluya fácilmente a la mente, es decir, sin obstáculos ni malentendidos, pero tampoco tan lenta que aburra, ni tan rápida que hastíe. Por otro lado, un tono muy ceremonial y profundo podría asemejarse más bien a un mazo que cae sobre los dedos del pie, asustando y ahuyentando en vez de atrayendo. Y aunque una pronunciación clara comunica las ideas sin malentendidos, una dicción cuasi perfecta podría darte la imagen de persona dogmática, autoritaria, inflexible mandona, e intolerante. Cerraría y endurecería el corazión del oyente predisponiéndolo en tu contra. Ninguna de estas cosas te ayudará a dar en el clavo de la memorización. Son defectos que más bien deben corregirse poco a poco.

El propósito de la Segunda Ley es ayudarte a hablar de manera que los puntos principales de la 
información se graben fácilmente en la mente del oyente para que pueda recordarlas cuando las necesite. Porque todo se resume a las decisiones que tomamos en la vida, pero para tomar buenas decisiones debemos recordar las cosas más importantes. Si no podemos recordar, estamos en problemas.

En realidad, decir que "se graben en la mente" sirve para que tengas presente la importancia de hablar de modo que tus oyentes recuerden lo que dijiste. Pero envuelve mucho más que el cerebro. El cuerpo humano tiene la extraordinaria capacidad de memorizar hasta con los músculos. De hecho memorizamos casi todo. Hay quienes afirman que hasta memorizamos con todas las células de nuestro organismo. Por eso nos resulta cada vez más fácil realizar ciertas tareas rutinarias. ¡Cuando hacemos algo, estamos memorizándolo!

Si grabas y grabas y regrabas la idea de no poder o no saber hablar en público, y que los nervios te consumen, o que nunca podrás hacerlo porque te pondrás a temblar, ¡estás grabando las ideas y actitudes incorrectas, lo cual afectará tu desempeño negativamente cada vez que comiences a temblar, cerrando un círculo vicioso negativo que te impide romper tus propios esquemas y progresar. Es imprescindible que comiences a memorizar y grabar y grabar y regrabar ideas y actitudes constructivas.

¿No te ha ocurrido que te desconcertaste cuando sucedió algo que jamás habías experimentado? ¡Porque no tenías nada grabado al respecto y, por tanto, no supiste cómo reaccionar! Esa es la razón por la que los vendedores profesionales, bomberos, karatekas, pilotos, paramédicos, astronautas y elementos de elite de las fuerzas armadas (por citar solo algunas profesiones), practican y ejercitan poniéndose en todas las situaciones posibles, aun las más disparatadas, a fin de registrar en su memoria y mantener activada más de una probable respuesta
en su organismo. ¡Sí! ¡Memorizamos con todo el cuerpo, mente y corazón!

En el caso de un discurso, el oyente solo está mirando y escuchando. No está moviéndose. ¿Cómo podemos lograr que memorice la mayor cantidad de ideas, conceptos, emociones, sentimientos, sensaciones y experiencias? La respuesta es: IMPACTANDO, REPITIENDO y ASOCIANDO LAS IDEAS.

El maestro que habla y habla y habla durante una hora sin impactos positivos, creyendo que le corresponde al alumno prestar atención, tomar notas, y quemarse las pestañas hasta el amanecer para memorizarlo todo y sacarse una buena nota, no sabe nada de oratoria ni de mayaéutica. ¡Le corresponde al maestro impactar, repetir y asociar las ideas! Entonces, el alumno tendrá mucho gusto en prestarle atención, tomar notas eficaces y estudiar sin tener que perder el sueño todas las noches.


Un orador experimentado que busca el beneficio para sus oyentes no impacta solo para promocionarse a sí mismo ni para sobresalir entre la multitud, sino para que sus oyentes recuerden los puntos principales de modo que puedan utilizarlos apropiadamente cuando los necesiten, como, por ejemplo, al dilucidar un asunto que implique una decisión importante. Por tal motivo, raciona y reserva los impactos para resaltar los puntos principales y para dejar grabado cualquier factor del discurso que a su juicio tienen que recordar. Si usara su privilegio para promocionarse a sí mismo estaría demostrando que ese es su principal interés y no el beneficio de sus oyentes.

Un orador capacitado utiliza su cuerpo y recursos intelectuales y emocionales exclusivamente para el propósito del discurso, como un rayo láser dirigido inteligentemente hacia un objetivo preciso y con la potencia suficiente para lograr su objetivo. No desperdicia energía ni medios haciendo alharaca, aspavientos ni montajes innecesarios, tal como no detonaría una bomba en su casa para deshacerse 
de una mosca, ni procuraría deshacerse de ella con un arpón. Para que no olviden el punto principal bastará con impactar moderadamente, repetir el concepto clave y asociarlo con algo que les resulte familiar.

Por ejemplo, hace muchos años leí una frase en un libro del Dr. Wayne D. Dyer que decía: "No se puede aprender a volar avión estrellando aviones". Fue suficiente para entender y recordar el punto: Para dominar ciertas materias no basta con intentarlo empíricamente. Algunas materias requieren un entrenamiento exhaustivo. No necesitó un fondo musical, hipnotizar al auditorio ni abrir fuego con un arma. Cuentan que cierto día abofetearon a Jesucristo por responder con absoluta claridad a una pregunta que le hicieron, a lo que él respondió: "Si hablé mal, di qué fue lo que dije mal, pero si hablé bien, ¿por qué me pegas?". Fue suficiente para que su auditorio se pusiera a pensar en que fue un comportamiento
totalmente absurdo e injusto.

Nivel

La Segunda Ley es una ley secundaria. Le sirve de apoyo a la Primera Ley porque tu segunda meta al presentar la información es que tus oyentes la recuerden mucho tiempo después de haberla escuchado.

Estructura
La Segunda Ley está compuesta por 3 elementos:

- 1 principio
- 1 cualidad física y
- 1 sugerencia relacionada con la manera de empezar el discurso.

"Si tus oyentes no pueden recordar lo que les dijiste,
no les sirve de nada haberte escuchado."



ARRIBA






"¡DALES UN BUEN MARTILLAZO!"

EXPLICACIÓN ABREVIADA  |  EXPLICACIÓN COMPLETA  |   INDICE INTERACTIVO





LECCIÓN 6






"¡DALES UN BUEN MARTILLAZO!" SIGNIFICA:

Habla de modo que recuerden lo que dijiste.
"¿Qué significa el símbolo Toyota?"
"Dales un martillazo" significa causar un impacto semejante a rayo en la mente del oyente con el propósito de que recuerde por mucho tiempo los puntos principales del discurso.

Impacto es la manera como dices o haces algo. Sintonizas con los pensamientos del oyente para que 1) preste atención y 2) recuerde el punto principal aun después de mucho tiempo de presentar el discurso. Piensa en esto: ¿Quién olvida fácilmente el día que intentó clavar un clavo y se pegó en un dedo? Figuradamente, tu idea es como un clavo, y tu manera de hablar, como un martillo. Tal como un martillo clava un clavo en una madera, tu manera de exponer debe grabar las ideas en la memoria de tus oyentes. 

Por ejemplo, en cierta ocasión di una conferencia de motivación ante un grupo de vendedores de Toyota. La reunión estaba programada para las 7, pero no pudimos empezar a tiempo porque a algunos se les hizo tarde. Di unas vueltas por la tienda hasta que todos llegaran. Cuando estuvieron listos, incluso el gerente de ventas, su secretaria y otros empleados, inicié mi presentación preguntando: "¿Qué significa el símbolo de Toyota?". Todos se miraron unos a otros, y nadie respondió. Pregunté nuevamente: "Vamos, díganme qué significa el símbolo de Toyota". Pero nadie contestó. Entonces dije: "El símbolo de Toyota tiene 3 elipses. Una representa a Toyota Motor Company, otra representa la satisfacción que Toyota Motor Company brinda a sus clientes mediante sus productos y servicios, y la otra, representa la ilimitada capacidad tecnológica de Toyota". Todos abrieron los ojos y sonrieron, quedaron mirándome como a un bicho raro. Y pregunté: "¿Cómo lo supe? Pensé que alguno de ustedes me daría la respuesta. Si yo lo sé, ustedes, con mayor razón, deben saberlo. Entonces, ¿cómo lo supe?". Y añadí, señalando a una pared de la tienda: "¡Porque ahí está escrito! Lo leí mientras esperaba a los que llegaron tarde". Todos se rieron y quedaron admirados, no de mí, sino de lo sucedido. ¿Crees que se olviden alguna vez de la lección que les di a continuación? ¡Ni muertos!

IMPResión
 
Impresión. Una fuerte impresión es difícil de olvidar debido a la profunda huella que deja en uno. Por lo tanto es un principio que para grabar las ideas en la mente del oyente se requieran buenas impresiones, impresiones en las emociones, sensaciones y pensamientos. ¡Hay que involucrar y envolver discretamente al oyente en la experiencia! No es lo mismo decir: "Cierta persona se cortó un dedo", o "Una vez me corté un dedo", que "¿Alguna vez usted se cortó un dedo?". Definitivamente, el impacto es superior porque estamos involucrándolo directamente. No se trata del dedo de alguien que no conoce, ni del dedo del orador. ¡¡Es su propio dedo!! No permitimos que se sienta como un simple observador del discurso, ni que piense que el orador es el protagonista principal o la estrella de la conferencia. ¡El protagonista es el oyente mismo, y hay que hacer que se sienta como tal! Así como como el metal conduce la electricidad o el calor, el orador se convierte en un conductor de ideas, sensaciones y emociones que causan una sinergia fantástica en la mente y corazón del oyente.

Las ilustraciones impactan. Son imágenes mentales que dibujas y coloreas con palabras en el lienzo de la imaginación de tu interlocutor, tal como el pintor usa pinceles para plasmar en un cuadro las ideas que hay en su corazón. Los adjetivos, los gestos, la modulación y las pausas te sirven para modificar la fuerza del impacto de tus palabras. Por ejemplo: "Tal como cuando se juntan las nubes positivas y negativas causando una tormenta que cubre de rayos el cielo... tu mente bulle de pensamientos cuando la pasión brota en tu corazón." La memoria recuerda lo que le impacta.

No hablo de proyectar visiones milagrosas como un profeta de modo que tus oyentes entren a una nube y vean con sus ojos algo que quisieras mostrarles. Sin embargo, puedes cultivar la habilidad de encender la imaginación del oyente valiéndote hábilmente de ilustraciones y ejemplos que le permitan visualizar vívidamente los objetos y movimientos que sugieres con palabras, como si proyectaras una visión directamente en su pensamiento. Lógicamente, mucho dependerá de tu tono de voz, ademanes y gestos y de tu destreza para captar los detalles importantes y resaltarlos de modo que parezca una realidad virtual, involucrando todos sus sentidos. La empatía, que se considera en la Tercera Ley, tiene mucho que ver con esto, porque implica ponerte en el pellejo del oyente y procurar pensar y sentir como él con la finalidad de darle los elementos que necesita para visualizar lo que quieres que vea con la imaginación. Sería absurdo hablar de automóviles a una persona que jamás ha visto un automóvil. Sería lo mismo que decirte ledcuachimi querteco lis fisiere su gedelias fundaca. ¡No entendería ni jota!

No estoy hablando de utilizar apoyos audiovisuales, películas, música ni efectos especiales. Eso puede hacerlo cualquiera con un poco de sentido común y una pequeña inversión. Lo difícil es lograrlo sin apoyos visuales, es decir, solo con un manejo eficaz de la palabra, la modulación y los gestos, de manera que lo que digas se convierta en imágenes en la propia mente del oyente. Por eso es tan absurdo que un orador se la pase juntando o sobándose las manos, o agarrándose los dedos, a cada rato. ¡Estaría bloqueando o amordazando una de sus principales herramientas de comunicación!


Por ejemplo, cuando Al Gore quiso ilustrar la lentitud con la que todos, especialmente los gobiernos, estaban reaccionando ante el calentamiento global, dijo algo así como esto: "Cuando la cuna de un bebé está quemándose, no nos ponemos a pensar si el bebé es combustible. ¡Actuamos inmediatamente!". Una ilustración que sirvió para que todos entendieran el punto. Lamentablemente, parece que,
desde entonces, el mundo ha dejado que el bebé se cueza. Nunca basta con que la gente "entienda algo". Hay que moverla a acción por medio de motivarla profundamene, y para eso, son esenciales los gestos y ademanes dinámicos.

Los ejemplos también impactan mucho, especialmente los que comunican lecciones para toda la vida, porque ayudan al oyente a mejorar su desempeño mediante proveerle el impulso adicional que necesita para ponerse en acción. Son muy útiles para imprimir una enseñanza en su mente y corazón. Por ejemplo: "La bomba desfiguró su rostro porque la manipuló sin casco de protección. Por eso, tome precauciones y siga las instrucciones de seguridad." La imagen introduce con fuerza el concepto y lo graba. La memoria tiende naturalmente a recordar todo lo que le impacta, especialmente se se trata de un ejemplo. La razón por la que un buen ejemplo provee al pensamiento
vitalidad y acción es que despierta emociones y sensaciones que activan a las personas (si él puede, yo también; si a él le sucedió ¿podría sucederme a mí?).

Otra cosa que impacta profundamente en los oyentes son las promesas interesantes, especialmente las que satisfacen alguna necesidad real. Una promesa es un ofrecimiento de dar o hacer algo por alguien, y por lo tanto, una expresión de la voluntad que da origen a una esperanza. No obstante, si bien se trata de un poderoso instrumento para motivar e impactar en la mente y corazón del oyente, es un arma de doble filo, porque su incumplimiento causa una decepción, que es la antesala de la frustración y de toda suerte de sentimientos negativos y encontrados. Nada desmotiva tanto a nadie como el incumplimiento de una promesa, porque
destroza la esperanza. Eso significa derribar el espíritu de confianza que es esencial para convencer y persuadir.

Y finalmente, ten presente esto, lo cual es muchísimo más importante cuando se trata de activar la memoria del oyente: Las palabras, los gestos y ademanes no solo pueden activar ideas, sensaciones y emociones. ¡Tienen el poder de activar hormonas! Parece increíble, pero una sola palabra podría evocar un recuerdo, una circunstancia, un sonido, un olor o una imagen que, a su vez, active una hormona que, a su vez, active otras, convirtiendo una simple frase en un

Por ejemplo, si dices "árbol", el cerebro de tus oyentes evocará en cuestión de milésimas de segundo todas las palabras o conexiones neuronales que hay en su cerebro relacionadas con dicho "árbol", o sea, las ramas, hojas, troncos, raíces, flores, además de todo lo relacionado con dichas
ramas, hojas, troncos, raíces y flores, o sea, el sol, los pajaritos, la brisa, la vegetación, los frutos, sus experiencias de la niñez cuando trepaba árboles, o las de la juventud cuando quizá grabó su nombre en un tronco. ¡Se vuelve una inflorescencia de conexiones neuronales!

Pero si dices "comida", "borrachera", "aborto", "sexo", "violación", "incesto" o "pornografía", podrías activar, sin saberlo, ideas, pensamientos o recuerdos que a su vez activaran hormonas que despertaran emociones y sensaciones que motivasen  al oyente de una manera
positiva o negativa. Sería una muestra de gran falta de responsabilidad utilizar conscientemente esa clase de palabras sin medir el alcance que podrían tener sus efectos. Nunca uses dichas expresiones sin medir las consecuencias. Es fácil decir "sí o no al aborto" o "evitemos la pornografía". Pero ¿acaso puedes adivinar qué efecto causará en unos y otros? Las palabras "aborto", "sexo", "violación", "incesto", "pornografía" y otras semejantes son delicadas y causan efectos muy diferentes en diferentes personas, según hayan adquirido conocimiento y experiencia en la vida, tanto a quienes fueron víctimas como a quienes fueron victimarios, sobre todo, si se sienten profundamente  arrepentidos de sus acciones.

Un orador experimentado debe tener mucho cuidado al usar gestos, ademanes y palabras o frases que pudieran ir más allá de activar simples ideas, como "árbol", "océano" o "montañas", reconociendo que, sin querer, también podría activar hormonas, que son potentes conductores químicos del cuerpo humano que afectan los tejidos y órganos, unas veces surtiendo efecto lentamente, otras, tan rápido como un disparo.

Ciertas homonas afectan el crecimiento y desarrollo, y otras, el metabolismo, la función sexual, la reproducción y/o los estados de ánimo. Las producen las glándulas endocrinas, grupos clave de células, como la pituitaria, pineal, timo, tiroides, suprarenales y páncreas. Por ejemplo, el común de los hombres y mujeres tienen la capacidad de producir hormonas relacionadas con el sexo*. En general, una cantidad mínima de hormonas, o hasta una sola, puede afectar nuestro cuerpo estimulando otras hormonas diferentes, produciendo modificaciones de todo tipo, ¡aun impulsar o bloquear nuestras decisiones, metas, acciones y estados de ánimo! Los endocrinólogos dicen que un exceso o deficiencia hormonal puede convertirse en un asunto muy serio.

Con esto no decimos que no deberías hablar de "dulces" y "pastelitos" porque pudiera haber diabéticos en el auditorio, ni de "cerveza" o "vodka" porque pudiese haber alcohólicos presentes. Solo advertimos que debes medir lo que dices y los gestos y ademanes que haces, a fin de no causar, generar, originar ni dar lugar a una probable inflorescencia hormonal que perjudicara de algún modo a oyentes especialmente sensibles que pudieran sentirse afectados negativamente.

No somos adivinos, es cierto, pero podríamos cultivar la discreción de utilizar ciertos gestos, ademanes y expresiones de esa clase solo cuando sea realmente necesario o inevitable. Sobre todo si nos percatamos de que en el auditorio hay personas especialmente sensibles y recordamos que cierta palabra o frase no solo puede activar una reflexión, sino una potente hormona. Tomemos conciencia de que tal vez estemos empuñando un arma de doble filo, es decir, valiéndonos de una palabra o frase que debe utilizarse con más discernimiento. Pregúntate: ¿Para qué causar un daño emocional o físico innecesario forzando al oyente a evocar algo que tal vez esté esforzándose por olvidar? ¿O despertar en una mente inocente sentimientos que no necesita? ¿Para que mencionar innecesariamente
una palabra que tiene el poder de desencadenar un flujo hormonal inconveniente en el cerebro?

Por eso, recuerda esto: Cualquier gesto, ademán o frase que expreses con gracia y buen gusto resultará suficientemente impactante. No es necesario producir un impacto que exceda el propósito del discurso: Ayudar al oyente a recordar el punto principal del tema.

El impacto y el entendimiento

¿Cómo influye en el entendimiento del oyente la habilidad del orador para causar impresiones en la memoria con los detalles de su discurso? En auditorios muy grandes, capta mejor la atención impidiendo que se aburran y adormezcan; y si hay niños que molestan o hacen ruido, el deseo de sus padres por prestar atención hace que instintivamente ejerzan un control más riguroso sobre estos. Pero si habla de manera insípida y aburrida, estos no desearán prestar atención, y por tanto, tampoco se esforzarán por mantener a sus hijos en silencio, sino que los dejarán llorar y molestar.

Mejorando el impacto, mejora el nivel de atención de los oyentes y combate su tentación a conversar y murmurar durante la reunión. De esta manera, el impacto contribuye a un mayor silencio en la sala; y la falta del mismo, al ruido y la murmuración.


¿Es tan importante el impacto?

El impacto es tan importante que en todas las épocas
lo han utilizado quienes trataron de hacerse del poder injustamente, o por lo menos hacerse de un lugar destacado al lado de los poderosos.

Lamentablemente, el ser humano es tan impresionable que muchas veces se deja llevar por aquello que le causa asombro, admiración o estupor sin averiguar si la fuente es confiable, o cuál es su procedencia. Por ejemplo, hoy día se conocen muchos trucos que antes eran considerados como actos de magia. El mago, brujo o sortílego de la tribu solía ser tan inteligente que realizaba actos asombrosos a vista de los demás, de modo que se ganaba un lugar privilegiado ante el jefe o el rey. Nadie movía un dedo sin consultarle. Era el que todo lo sabía, el que todo lo podía, el que todo lo adivinaba, el que todo lo curaba. Si daba en el clavo, asombraba a todos, y si fallaba, le echaba la culpa a la víctima o a otra persona, por entorpecer la influencia de los dioses.

Líderes que han manipulado a las masas a lo largo de la Historia mediante la propaganda planificada han recurrido a las tácticas más extravagantes con tal de asombrar al mundo egoístamente. Por eso recomendamos que el asombro o impacto se utilice de un modo lícito, altruista y controlado, dentro del marco del respeto a los derechos humanos y a la libertad de expresion, a fin de no caer en una burda manipulación que tarde o temprano sin duda terminará quedando al descubierto.

Aunque Oratorianet.com no recomienda la manipulación como recurso de oratoria, sí alerta a sus lectores respecto al impacto, el cual es, en sí mismo, perfectamente lícito para lograr el fin de la concentración y la memorización. Una buena ilustración, una pregunta profunda, un ademán vigoroso, una escenificación o un relato interesante pueden resultar suficientemente impactantes. En la mayoría de los casos, no es necesario llegar al punto de causar asombro. Sin embargo, advertimos que, de no usarse con modestia y discreción, pudiera convertirse en una burda manipulación. Es un asunto que debe tomarse con pinzas.

¿Es un milagro un acto de magia? Gracias al adelanto de la tecnología el mundo ha llegado a entererarse de las confesiones de muchos magos famosos que han explicado con lujo de detalles cómo realizaron sus trucos
más sofisticados. Un milagro, en cambio, va más allá de toda explicación humanamente posible. Aunque ambos causan asombro, un truco y un milagro no son lo mismo.


REPetición

Repetición. Hay impactos que quedan grabados con una sola mención u ocurrencia, como por ejemplo, un accidente, un incendio, un premio o una traición. Pero memorizar la tabla de multiplicar es más difícil. A veces, ciertas partes del discurso pudieran resultar muy difíciles de memorizar y recordar. Por eso, no basta con un impacto.
Hay que inculcar o repetir el impacto para lograr que el público lo recuerde posteriormente, funcionará como si usaras un taladro para penetrar la mente y la memoria de tus oyentes.  Pero no abuses de la frase: "Como repito". Eso aburre.

Repetición progresiva. Consiste en traer a colación los puntos de impacto a medida que avanzas con una explicación, como si fuera añadiendo los diferentes intredientes de una receta. Cada cierto tramo les recuerdas de qué estás hablando, armando el edificio de la explicación.

Repetición por resumen. Consiste en recordar uno por uno todos los puntos principales al final de la exposición, inmediatamente antes de concluir.

La repetición eficaz es una de las características que marcan al maestro experimentado u orador magistral. Por ende, la falta de esta cualidad denotaría una debilidad que debería reforzarse. Demostraría falta de perspicacia y de dotes docentes. Porque la mente necesita repeticiones apropiadas a fin de grabar los puntos principales y conceptos difíciles de retener. Es un requisito para grabarlos en la memoria.

Los documentales suelen mostrar esta debilidad, sobre todo los científicos e históricos que mencionan datos importantísimos a la volada, de modo que el oyente o espectador reacciona: "¿Qué dijo? ¿Cuánto? ¿Cuándo?". Si no hay repetición, tampoco puede haber memorización. Recordarán la información de manera global, general y panorámica, pero no la específica, que, por lo común, es la que tiene más valor práctico.

Para que los puntos principales se graben en la mente del oyente, es esencial, imprescindible e imperativo que se hagan repeticiones eficaces. ¿En qué momentos? Queda a criterio del orador. Pero se sugiere 1) inmediatamente después de mencionar el dato clave. 2) Luego de añadir un nuevo dato clave, a manera de resumen progresivo. 3) Y al final del discurso, junto con los demás puntos principales, a modo de resumen global. En general, debe repetirse un concepto en cualquier momento que parezca prudente. Lo incorrecto sería no hacer ninguna repetición.

El único caso que no requiere repetición es cuando el impacto ha sido tan contundente que se graba como con letras de fuego en la memoria.  Por ejemplo, una gran noticia, un accidente dramático, un insulto muy hiriente. Sin embargo, no suele ocurrir con datos elaborados y abstractos, como, por ejemplo, números, códigos, distancias, direcciones, multiplicaciones, divisiones, sumas, restas, fechas, etc. Lo peor de no hacer repeticiones prudentes es que se pueden generar malentendidos. "¿Dijo 6 ó 16?", "Dijo que la distancia era del Sol a la Tierra, o del Sol a la Luna, o de la Tierra a la Luna? ¿Y cuál era la distancia?".

No es que el oyente no haya prestado suficiente atención. Lo que sucede es que el dato de por sí podría ser largo, grande, magnífico, complicado, enredado o abstracto. Toma al oyente por sorpresa, sin oportunidad de volver a oírlo. Pocos son los que tienen la precaución de tener a mano una libreta de apuntes. Y aun así, ¿qué van a anotar si no entendieron lo que se dijo? ¡Repetir es vital! Es una marca del experto.

Ahora bien, la repetición no consiste siempre en una fría repetición del dato tal como se dijo la primera vez. Se puede repetir usando diferentes palabras, enfoques o modos. Lo importante es grabar el concepto, no necesariamente las palabras exactas que se usaron.

Repite las cosas importantes que quieres que tengan en cuenta,
especialmente si se trata de números o datos alfanuméricos.



ASOCiación

Asociación de ideas. La memoria trabaja en cadena. Es una cadena interconectada e infinita de eslabones. Todo o mucho de lo que hemos pensado y sentido permanece grabado allí. En el cerebro no hay cabos sueltos, y cada neurona es como un minicerebro que produce su propio abastecimiento de substancias neurotransmisoras.

Podríamos decir que es como un árbol en el sentido de que tiene, por decirlo así, ramas y hojas de ideas, emociones y sensaciones. Basta con pensar en algo, para que se activen los eslabones interconectados con esa idea. De hecho, puedes activar a voluntad toda una ramificación o secuencia de tu cadena de recuerdos. Tony Buzán explica esto magistralmente en su bestseller El Libro de los Mapas Mentales. La asociación de ideas consiste en vincular intencionalmente lo nuevo que introduces con uno de los eslabones que ya estaba en la cadena. Si alguien dice: "Me llamo Cristóbal, pero no me apellido Colón", te será más difícil olvidar su nombre, porque ha asociado un concepto nuevo (su nombre y rostro) con uno que ya estaba en tu mente (Colón y sus carabelas).

Cuando usamos una computadora debemos hacer clic en "Guardar" para archivar o conservar lo que hemos escrito, dibujado o diseñado. Pero nuestro imponente cerebro no necesita de nuestra voluntad para hacer clic cuando algo le impacta. Sencillamente selecciona, elimina o conserva instintivamente cada pieza de información que proviene de los sentidos conectándola a los eslabones de la cadena que considera idóneos, y no solo puede grabarla exactamente como ingresa, como si fuera en un disco compacto, sino filtrada y combinada con nuestras vivencias, sentimientos, interpretaciones y experiencias. En nuestro cerebro todo está asociado entre sí, desde lo más elemental a lo más complicado.

Algunos oradores son muy buenos impactando con ilustraciones e imágenes mentales, casos, ejemplos, apoyos visuales y anécdotas. Eso es excelente. Hemos visto que el impacto o impresión es esencial. Pero ¿de qué sirve si después de uno o dos días, uno o dos meses, o uno o dos años el oyente sigue recordando al "cangrejo rey" o la frase "ilusión perceptiva asimétrica" o la historia de "los granjeros y el ratón", pero no recuerdan por qué lo mencionó el orador, es decir, cuál fue la idea principal por la que el orador usó dicho impacto? Recuerdan la ilustración, pero no por qué la usó. Eso no sirve para nada. ¿Qué le faltó al orador? ¡¡Asociar bien sus ideas!! Es semejante al publicista que impacta poderosamente con un comercial de televisión. "¡Extraordinario!" -decimos. Y lo comentamos con nuestros amigos, y siempre lo recordamos. ¡Pero no recordamos la marca del producto! ¿Calificación? "100" en impacto, pero "0" en asociación de ideas. Si hubiera hecho una buena asociación, recordarían el impacto Y la marca. Lo mismo ocurre con un orador y sus ideas. El oyente debería poder recordar la ilustración que usó, pero sobre todo la idea principal por la que usó la ilustración.

Diferentes maneras de asociar ideas

Puedes usar frases célebres, citas literarias, preguntas interesantes, anécdotas, ilustraciones, cuentos, relatos, ejemplos, fábulas, casos, experiencias, historias, estadísticas, encuestas, resultados de investigaciones, refranes, versos, poemas breves y proverbios, y relacionarnos de manera práctica con el asunto que estás tratando.

Buena memoria: Cualidad básica de un líder eficaz

Warren Wilhem, especialista en la gestión de recursos humanos para la formación de líderes, afirma que un fuerte pegamento que logra que los seguidores sigan al líder, hasta formando una simbiosis, es su aguda inteligencia para ver rápidamente más allá de lo obvio, para razonar de una manera más efectiva y para asociar unos con otros todos sus aprendizajes, así como su capacidad para memorizar hasta aspectos personales de la vida de sus seguidores.

Como recalca Tony Buzan en su libro "El Poder de la Inteligencia verbal", una de las cosas que más recordamos es la introducción y conclusión de un discurso, en especial todo aquello que nos impacta y asociamos mentalmente y el repaso que damos a lo aprendido. Y yo añadiría que, más aún, recordamos las cosas que nos impactan profundamente en el corazón. Por eso, de nada le sirve a uno esforzarse por llegar a la mente con un impato si no se llega también al corazón.

Olvidar no es un defecto, sino una cualidad de la memoria. Es cierto que a partir de cierta edad, o debido a alguna enfermedad, tal vez disminuyan ciertos recuerdos, pero en la naturaleza de las cosas, el olvido es parte de la salud mental. No podemos tenerlo todo en la punta de la lengua. Pero si queremos recordar algo en partircular, como las secciones de un bosquejo para hablar en público o alguna parte clave de cierto discurso, tenemos que hacer un esfuerzo por causar un mayor índice de retención mediante impactar, repetir y asociar los conceptos. Y por la misma razón debemos hacerlo para que nuestros recuerden lo que queremos que recuerden.

Una de las características más destacadas
de la mente del ser humano es su capacidad para olvidar.
- Al y Laura Ries

Por último, no está de más mencionar que existen oyentes atazagorafóbicos (que tienen
una preocupación exagerada o hasta miedo a olvidar algo). Hablar de manera impactante les alivia el temor de olvidar, porque les facilita la tarea de memorizar los detalles y recordarlos.

Siendo que la memoria no puede mejorar ni crecer, pero sí sus procesos de memorización, puedes buscar en web sites
Internet que se dedican a ayudar a uno a mejorar sus técnicas para memorizar y recordar, como, por ejemplo, www.lumosity.com

ARRIBA




"¡MANOS ARRIBA ENFÁTICAMENTE!"





LECCIÓN 7
ADEMANES Y GESTOS ADEMANES ENFÁTICOS
ADEMANES DESCRIPTIVOS



SIGNIFICADO

Suéltate y deja que tus manos y gestos dibujen cuadros en el aire, ilustrando, enfatizando y dramatizando los detalles de las cosas que dices con las palabras.

ADEManes
 
Los ademanes son en general muy útiles para pintar cuadros en el aire, describiendo las acciones y figuras que hay en la imaginación del orador y transmitirlas al oyente, o para dar énfasis a las ideas que deben comunicar convicción. Más que eso, transmiten sentimientos, emociones y sensaciones. Expertos en lenguaje corporal hasta los llama "ilustradores", y su uso o ausencia pudieran ser indicativos importantes.

Por ejemplo, el ademán de la izquierda podría servir para decir frases concretas, como "Llévalo con cuidado...", "Hay que cerrar bien la tapa...", "Era una pelota de este tamaño...", "Los hemisferios se separaron así...", "El motor estaba funcionando con todo su poder...", "Llevaba una bolsa llena de dinero...". Pero también puede servir para decir frases abstractas, como "Toda la estructura de nuestra organización se compone de...", "Si logramos comprender la complejidad del asunto...", "El efecto será mínimo...", "¿Cómo resumiríamos la idea?...", "Ellos han dicho que tienen planes de aplastar a los rebeldes...", "Trátalo con mucho cariño...", "Su estómago no da para más...".

Por supuesto, esto no debe entenderse que para todo lo que uno diga siempre usará el mismo ademán, o que uno siempre debe mantener brazos y manos arriba, haciendo ademanes. Eso sería, aparte de contrarpoducente, ridículo. Más bien, significa que así como un mismo ademán puede usarse para una gran variedad de expresiones, para una misma expresión también pueden usarse una gran variedad de ademanes. Así que las combinaciones parecen ser infinitas. Hacer siempre los mismos movimientos es más que absurdo y carente de pasión. ¡Hay infinidad de formas!

El lenguaje corporal es tan subjetivo que hasta los expertos no logran ponerse de acuerdo en cuanto a lo que implica. Lamentablemente, juntar las manos
de manera constante o esconderlas en los bolsillos, sobarlas o rascarse los dedos y sujetar objetos, es decir, hacer cosas sin sentido a cada rato con el fin de matizar (cuando en realidad uno está evadiendo), son de las reacciones automáticas más comunes en las personas que se ponen muy nerviosas ante el público.

En cambio, el arte de enseñar, convencer y persuadir depende mucho de que el orador irradie seguridad, aplomo y confianza. ¿Cómo equilibrar la balanza? Ante todo, procurando entender para qué sirven los ademanes en oratoria y qué clase de ademanes conviene dejar salir. Apreciar las muchas ventajas y beneficios de usarlos eficazmente. Veamos.


Normalmente las personas gesticulan con gran facilidad una gran variedad de movimientos del rostro y de las
manos en su conversación cotidiana, es decir, cuando no se sienten bajo observación ni escrutinio. ¡Todo su cuerpo se envuelve en la comunicación, manos, ojos, cejas, cabeza, y hasta la postura de las piernas y de los pies! Pero por alguna extraña razón se bloquean y comienzan a juntar las manos, o solo manifiestan dos o tres movimientos repetitivos cuando se ponen de pie para hablar ante un auditorio o una cámara. El temor a la crítica de los demás parece tomar el control de su mente y pone al descubierto cuánto realmente les afecta la opinión de los demás.

Juntar las manos a cada rato no ayuda a persuadir. Debilita la imagen de seguridad. Normalmente una persona que está tensa no solo junta las manos, sino las soba, se agarra los dedos, da palmadas o las mete y saca de los bolsillos, dando a entender claramente que no sabe qué hacer con ellas. Es como si gritara: "¡No saben cuán incómodo me siento!". Algunos oyentes, si no la mayoría, pudieran interpretarlo de variadas maneras, como: "se siente intimidado", "se considera inferior", "es un inexperto", "es fácil de manipular", "qué pocos recursos  comunicantes tiene", "se nota que es débil emocionalmente", "me desilusionó como orador". Porque parece que no confiara en sus propias ideas.

Algunos presentadores de televisión y reporteros se les ve tan mal juntando las manos a cada rato que el productor suele pedirles a los camarógrafos que, cuando estén de pie, no les enfoquen las manos, o de ser posible, les den una silla para que tomen asiento (porque de pie son un desastre con sus gestos). ¿Tanto poder tiene una silla? Aunque parezca mentira, la silla les da confianza en sí mismos. ¡Es el colmo que una silla tenga tanto poder! Se supone que uno debe tener confianza en sí mismo no en una silla.

El otro extremo también sería indeseable: hacer aspavientos a pocos centímetros del rostro del interlocutor, es decir, durante una conversación informal. Los ademanes amplios deben reservarse para los discursos ante un auditorio enorme o para cuando uno está a por lo menos alguna distancia del interlocutor. Hacer ademanes demasiado vivaces, exagerados, constantes y ampulosos estando muy cerca de otra persona podría interpretarse como faltos de empatía, modestia, comprensión y
consideración. La discreción es esencial al tener en cuenta la distancia, seriedad y dignidad de la ocasión.

En sí mismo no está mal que uno tenga en cuenta lo que los demás piensen de uno. Pero en oratoria, lo que verdaderamente cuenta no es lo que piensan los demás, sino lo que el orador hace que los demás piensen de él. Y eso lo consigue mediante su desempeño general. Un orador experimentado no se preocupa tanto de la crítica desfavorable de los demás, sino de causar una impresión favorable, lo que a su vez coadyuvará a una crítica favorable. ¡El orador es el causante de la crítica de que será objeto, sea o no positiva! En otras palabras, hace que la crítica dependa de lo que él haga frente a sus oyentes, y no del prejuicio que el público lleve consigo a la conferencia, motivado en gran parte por malas experiencias pasadas, cuando escucharon a
oradores pésimos. En pocas palabras, la actitud de un orador experimentado es positiva hacia su propia actuación, la cual no se basa en lo que el auditorio opine, sino en lo que él haga delante del auditorio para que éste se forme una  opinión positiva.

¿Por qué usar las manos como si fueran ortopédicas, fijas, que sujetan imaginariamente una botella o una bandeja? ¿Por qué no ponerle más bien un poco de creatividad y variedad por medio de describir las ideas dinámicamente, con mensajes gestuales más interesantes, tal como seguramente suelen hacerlo todas las personas en la playa o en el campo, en su hogar o en sus conversaciones habituales con los amigos?

Al final de la primera clase de uno de mis cursos de oratoria me abordó una señora de mediana edad que comenzó a decirme con un gran despliegue de gestos y ademanes: "¡Profesor, mi problema son los ademanes! ¡No sé cómo hacer ademanes!". Yo la miraba pasmado. No estaba percatándose de que yo estaba admirado de la gran variedad de ademanes que estaba haciendo en ese preciso momento. Entonces, para obligarla a seguir haciéndolo, le pregunté: "¿A qué se refiere?". Y sin añadir palabra alguna, usé mi dedo índice para señalarle sus manos e indicarle que tomara conciencia de lo que estaba haciendo a medida que hablaba. Ella me quedó mirando, como diciendo: "¿Qué?", porque evidentemente no se había dado cuenta de la contradicción. Y abrió la boca y dijo: "¿Qué?". Entonces, le dije: "¡Mire! ¡Qué bonitos ademanes está haciendo!". Acto seguido, como si se hubiera roto algo en su mente, se bloqueó, juntó las manos y dejó de moverlas. Bastó que yo le hiciera la observación para que se bloqueara. Entonces la ayudé a ver la diferencia de entre la realidad y su fantasía, y a darse cuenta de que el problema estaba en su mente, no en el auditorio. La evidencia palpable la ayudó a concordar con que era su propia autocrítica, no la del auditorio, lo que la estaba bloqueando. Se liberó de esa idea incorrecta y comenzó a progresar.

Por eso, a veces, cuando inicio la lección sobre los ademanes, hago lo siguiente. Observo a alguien que tenga un lapiz en la mano y le pìdo que salga al frente y diga por qué está aquí. ¿Crees que guardará el lápíz? Es probable, pero, en la mayoría de los casos, sale con el lápiz en la mano y comienza a hablar usando ademanes excelentes, con toda naturalidad, igual como había hecho aquella señora. Entonces me acerco, le quito el lápiz y le digo: "Prosiga". ¿Qué ocurre? ¡Casi automáticamente junta las manos o esconde una en un bolsillo, o se agarra del atril y sigue hablando! Me pregunto: "¿Por qué sencillamente no siguió hablando tan bien como cuando sostenía el lápiz? ¿Por qué se bloqueó cuando le quité el lápiz?". ¡Era evidente que el lápiz le reportaba seguridad! ¿Por qué un objeto tan pequeño e insignificante tuvo tanto poder sobre su personalidad, dándoleseguridad en sí mismo? ¿Puede un lápiz tener tanto poder sobre una persona? ¡Ridículo, pero cierto!

Un ademán genuino o gesto inspirador es un movimiento espontáneo del cuerpo que refleja una emoción o sensación. Aunque el ser humano puede hacer ademanes por medio de moverse a voluntad, como hacen los actores, en la conversación cotidiana no hacemos ademanes, sino que brotan naturalmente a medida que expresamos lo que sentimos. Nadie ensaya para moverse cuando se pega con un martillo en el dedo. Los gestos y las palabras simplemente brotan con naturalidad. Por la misma razón, nadie le pide permiso a su corazón para enamorarse. El amor simplemente brota del corazón. Tampoco necesitamos que planear mucho nuestros ademanes, ya que son expresiones y reflejos naturales de lo que sentimos.

¿No tendrá relación con el hecho de que por tradición se nos ha acostumbrado a avergonzarnos de expresar lo que verdaderamente sentimos, de lo que verdaderamente pensamos? "¡¡Cállese!! ¡En la mesa no se habla!". "¡¡Cállese!! ¡Cuando hablan los mayores, usted se calla!". ¿No has visto cuando entrevistan a alguien en la televisiòn y se conmueve por algo que se dijo, cuando comienza a llorar, cómo pide disculpas o dice "perdón", como si estuviera haciendo algo vergonzoso? Bueno, es probable que una persona que ha sido acostumbrada a un patrón de comportamiento que juzga impertinente que se exprese libremente, sienta un conflicto en su alma cada vez que se espera que hable con libertad y confianza. Porque la condicionaron a que los demás pueden expresarse, ella no.

Hablar en público requiere que uno se suelte con libertad y franqueza tal como cuando le saltan las lágrimas en una entrevista por televisión, es decir, libremente, con total franqueza. Pero si uno tiene en su alma la noción de que debe reprimir sus sentimientos y emociones porque alguien (uno de sus padres o maestros, o un amigo, jefe o vecino) le dijo que se considera vergonzoso que los exprese, le costará más abrirse y manifestar lo que realmente siente. Esas son algunas de las cosas que influyen para que se bloqueen los ademanes. Si crees que ese es tu caso, ¡tienes que luchar contra ellas y vencerlas! No debes permitir en tu mente que otros te digan que debes avergonzarte de tus expresiones, sobre todo si preparaste tu discurso con la mejor intención de ayudar y beneficiar a tus oyentes.

Esa es una razón por la que sentimientos débiles (que experimentamos interiormente y el auditorio no puede ver con sus ojos) provoquen en nosotros reacciones débiles en la forma de gestos y ademanes pobres, carentes de vida. En cambio, las personas que se liberan del peso de creer que deben avergonzarse de sus sentimientos, provocan en su interior estímulos fuertes que a su vez provocan reacciones fuertes, es decir, ademanes vigorosos y creativos. Por eso los gestos y ademanes débiles, que son reacciones visibles de nuestro cuerpo,  no suelen inspirar ni convencer a nadie. Los
ademanes que convencen son los vigorosos, específicos, que transmiten lo que realmente sentimos y pensamos.

Si los ademanes transmiten emociones y sensaciones, entonces son piezas de arte que comunican algo al observador. Pero si son repetitivos, indefinidos, carentes de vida, entonces no comunican nada, salvo aburrimiento y tedio. Un ademán indefinido es un movimiento que no comunica nada. Las manos se mueven, pero no dicen nada.

La palabra puede explicar notablemente bien las cosas, pero los ademanes adornan el cuadro complementándolo con sensaciones y emociones que dejan el sabor de un cuadro completo.  Por eso, si tu problema es que tus ademanes están muertos, sin vida y no comunican nada en absoluto, es tiempo de abrir tu mente y ponerte a meditar un poco en el asunto, en la importancia que reviste tu manera de moverte al exponer tus ideas. ¿Es muy difícil lograrlo? Felizmente, no.


Nadie necesita ensayar cuando en un momento de desesperación alza las manos al cielo y pregunta: "¿Por qué, Dios mío?", o cuando tiene un deseo ardiente en el alma por decir lo que siente. Se convierte automáticamente en un gesto espontáneo que brota del corazón. Por la misma razón, hacer ademanes de manera mecánica no contribuye a la convicción ni persuasión (a menos que la persona sepa actuar MUY bien). Porque para convencer y persuadir, el auditorio necesita sentir la comunicación del orador como un sentimiento genuino, lo cual se refleja en sus movimientos.

Por eso, no es cuestión de hacer ademanes, sino de provocar en tu interior un sentimiento lo suficientemente fuerte como para excitar a tu sistema nervioso, que es el que a fin de cuentas se encargará de producir o crear los movimientos espontáneos de tus manos al ritmo de tus emociones y sensaciones. Los mejores ademanes brotan naturalmente de las emociones, no de movimientos mecánicos ensayados frente a un espejo. Y no se mueven por moverse. Refuerzan lo que se dice, ilustrando el pensamiento. En la foto, el mismo ademán puede servir para decir cosas como: "Tú eres responsable de lo que decides (ademán enfático)", o "¡Se fue corriendo por allá (ademán descriptivo)!". También podría estar diciendo: "¡Correcto! Esa es la respuesta (ademán enfático), o "Le apuntó así con el arma (ademán descriptivo)".

Biography Channel destacó en uno de sus programas dedicados a la famosa actriz Demi Moore el don adquirido por ella para manifestar lágrimas genuinas en el momento que ella lo deseara. Por ejemplo, en la entrevista dijo que para la película Ghost contrató especialmente a un reputado maestro de actuación para que le enseñara la técnica para provocar la emoción adecuada y poder llorar justo en el momento en que el director se lo pidiera. Y lo logró. Ella provocó lágrimas genuinas aunque la causa de su emoción obedeciera más a una mera técnica de actuación que a una emoción genuina. ¡De poder, se puede!

No me malinterpretes. No estoy diciéndote que finjas tus emociones. Digo que el mensaje verbal puede llegar a ser tan comunicativo que el auditorio reaccione ante la sinceridad del orador... aunque en realidad no esté siendo sincero sino solo un gran actor. Por eso es que un auditorio culto no acepta siempre de buena gana la oratoria de un actor cuando tiene que hablar en la vida real, porque nadie sabe si solo está actuando o si realmente está siendo sincero. Para un actor, actuar en la vida real es su mayor prueba, porque tiene que convencer a sus oyentes de que no está actuando.

Ya sea por verdadera sinceridad o por mera actuación, tus gestos y ademanes siempre deben comunicar sinceridad, especialmente para persuadir. Porque los ademanes flojos, débiles, carentes de vida, repetitivos y aburridos no convencen a nadie. Acuérdate siempre de esta frase reveladora: "Ademán flojo = Convicción floja". Nunca olvides que al actor experimentado se lo conoce más por sus pausas, gestos, ademanes y posturas que por los guiones y el maquillaje que le dan apariencia de actor. Para convencer y persuadir, no fuerces los gestos ni muevas las manos mecánicamente, ¡provoca en tu interior la emoción apropiada!


Por último, ten en cuenta que aunque puedas cerrar los ojos, cerrar la boca y guardar silencio por algún tiempo, tu cuerpo nunca calla, siempre está diciendo algo. Por ejemplo, si te quedas sentado en un lugar a solas, los que te observen tal vez imaginen cualquiera de estos mensajes: "Estoy meditando", "Me siento solo", "Estoy esperando a alguien", "No quiero juntarme con nadie", "No conozco a nadie", "No sé qué hacer", "Tengo un problema", "Qué hermoso paisaje", "Qué agradable es estar aquí"  u otras cosas. Es verdad que tal vez no estés enviando ninguno de dichos mensajes, pero puede que sí, y los observadores interpretarán tu postura, tus gestos, tu selección del lugar y tu actitud general, en cuanto a si estás muy quieto o inquieto o como estás vestido. No dices nada, pero tu cuerpo está enviando un mensaje que, a falta de explicaciones, los observadores
interpretarán tan caprichosamente como quieran. A diferencia del mensaje verbal, que puede concluir, el mensaje no-verbal nunca concluye, y suele ser más sincero y comunicativo que el verbal.

Por eso, un discurso sin gestos ni ademanes es como una frase sin adjetivos. No es lo mismo decir "Juan es un
maestro" que "Juan es un maestro experimentado y carismático que cautiva a sus estudiantes con cualquier explicación". Igualmente, no es lo mismo decir sin ademanes "un avión pasó volando" que dibujar con un movimiento la trayectoria del avión en el aire. El oyente no solo imagina un avión estático, sino uno en vuelo, ¡con nubes y un cielo abierto! Y siente el viento, y oye el ensordecedor ruido de la vibración del fuselaje. ¡Es increíble todo lo que puede lograr un solo ademán eficaz!

En oratoria, los gestos y ademanes
son los adjetivos de la comunicación no verbal.

ENFáticos
 
Un requisito imprescindible para comenzar a progresar en el uso de los ademanes es entender claramente la enorme diferencia que existe entre un ademán enfático y uno descriptivo. Los conferenciantes, maestros, reporteros, entrevistadores, maestros de ceremonias y demás comunicadores que no entienden esa diferencia, tenderán por defecto a usar solo los ademanes enfáticos y, por ser menos variados, se enfrascarán en ellos, es decir, en uno o dos, que repetirán hasta el cansancio, aburriendo a sus oyentes con una imagen pobre de sí mismos.

Un ademán enfático es el que acompaña las frases que expresan convicción. Por ejemplo, cuando alzas con energía el dedo índice y dices: "¡Eso tiene más importancia!"; cierras el puño y dices: "Tenemos que esforzarnos"; estiras la palma de una mano y dices: "Ellos se lo advirtieron claramente".

Sin embargo, una clave para proyectar una imagen que persuada es la variedad de ademanes. Cuanto más variados los ademanes, mejor concepto se lleva el auditorio. Y eso no se logra tanto con los ademanes enfáticos, que tienden a ser monótonos y repetitivos, sino con los descriptivos, que pueden ser infinitamente creativos. Por eso, veamos cómo se diferencian los descriptivos.

DESCriptivos

Ademán descriptivo es el que describe formas, acciones, tamaños y distancias en el aire estimulando la imaginación. Por ejemplo, cuando muestras el puño cerrado y dices: "Su corazón era duro como una roca", o entreabres el puño y dices: "Era una ranita de este tamaño". El oyente "ve" la ranita con la imaginación. Eso no puede lograrse con los ademanes enfáticos.

Dar un discurso sin mover las manos, como un palo, o moverlas todo el tiempo, como un ventilador, son extremos indeseables. En estado natural el ser humano se expresa con todo el cuerpo. Imagínate a alguien andando por la calle sin balancear los brazos con naturalidad, y pensarás: "Ese tipo se ve muy extraño".


Eso explica por qué hay oradores que generalmente usan el mismo ademán enfático para decir "todos estamos de acuerdo en eso", "son dos ingenieros", "era una ranita de este tamaño", "le disparó un tiro en el
pecho" y "se fue por allá", hartando al oyente. Y lo peor de todo es que arroja una imagen muy pobre de sí mismo como comunicador.  Si tus manos y dedos están en buen estado de salud y pueden moverse libre y creativamente, ¿por qué hacer siempre el mismo movimiento, como si fueran ortopédicas o biónicas?

¡Con un poco de imaginación, tú puedes hacer ademanes descriptivos más interesantes! Por ejemplo, el ademán de la derecha puede servirte para una gran variedad de expresiones tanto concretas como abstractas, como: "Le dijo con precaución que se adelantara un poco", "Supongamos que no lleguen hasta ese punto", "Nuestra economía ha registrado un marcado avance en comparación con el año pasado", "¡Un momento! Hasta ahora nadie ha presentado una demanda por eso" o "Yo hubiera preferido esperar un poco más".

Por eso, no es cuestión de hacer ademanes. Es mejor ver el asunto a nivel emocional, no corporal. Si lo ves a nivel corporal, ensayarás frente a un espejo y tus gestos se volverán escasos, fríos y mecánicos, o podrías irte al otro extremo: tender a evitar mover las manos en absoluto, juntándolas, escondiéndolas u ocupándolas con objetos y aferrándote a ellos. No es un problema de las manos ni del rostro, sino de imaginación. El secreto consiste en cultivar una imaginación vívida que sea lo suficientemente poderosa como para producirte emociones y sensaciones vigorosas que sean capaces de excitar a tu sistema nervioso, que es el que automáticamente se encargará de realizar los movimientos enfáticos y descriptivos de tu cuerpo. ¡Súbele el voltaje a la pasión por hablar! Más que de mecánica, es cuestión de imaginación.

¿Pero acaso no dije antes, en la explicación de los ademanes enfáticos: "Es un proyecto interesante" haciendo la forma de una naranja? ¿No se supone que los ademanes descriptivos sirven para comunicar formas? ¿Por qué usar la forma de una naranja para una expresión abstracta? ¿Acaso los proyectos son redondos o circulares?

Es lo extraordinario de la imaginación. Cuando dices una palabra o frase abstracta, como "un proyecto interesante", puedes usar cualquier ademán descriptivo por ficción como enfático, porque no estás hablando de la forma del proyecto, sino enfatizándolo. Daría lo mismo si usaras la forma de una pelota de futbol, de un triángulo o de un cajón. Y daría casi lo mismo si imitaras el lanzamiento de un dardo, dieras una palmada fuerte o mostraras las palmas de las manos como para recibir agua, al decir: "¡Es un proyecto MUY interesante!". Depende más de tus emociones que de tus razones y argumentos.

Un ademán enfático es eficaz cuando se dice una expresión abstracta, pero causa un mayor impacto decir una expresión abstracta con un ademán descriptivo. Por lo tanto, se puede decir que las palabras, sentimientos, sensaciones y ademanes enfáticos y descriptivos deben generar una sinergia apasionante que, mantenida bajo control mediante la extraordinaria cualidad del autodominio, causan un impacto profundo en el auditorio. La finalidad es sembrar la idea en el corazón y mover a acción al oyente.

Un secreto para aumentar la variedad de tus ademanes enfáticos, de modo que no incurras en manerismos (esos aburridos movimientos repetitivos), consiste en usar ademanes descriptivos. Porque aunque por naturaleza sean descriptivos, también pueden usarse para enfatizar. Sin embargo, los ademanes enfáticos no sirven para describir nada, porque no dibujan formas, tamaños, distancias ni acciones. Fácilmente pueden convertirse en monótonos y aburridos. Por eso, siempre existe el peligro de que, si no se los utiliza inteligentemente, se conviertan en manerismos, como en el caso de aquellos oradores que se la pasan agitando el dedo índice durante toda la exposición, dando la impresión de ser exigentes, autoritativos, inflexibles, dogmáticos o, quizás, solo aburridos.

No es que no se recomiende usar el dedo índice. El dedo índice es muy eficaz para dar énfasis. Pero hay que evitar que se convierta en un manerismo, es decir, usarlo a cada rato, como si no hubiera más ademanes en tu repertorio.

Recuerda: Un manerismo es un defecto en oratoria. Y usualmente es el resultado de habituarse a los ademanes enfáticos en desmedro de los descriptivos. La solución consiste en practicar  un poco los ademanes descriptivos y usar los enfáticos solo cuando sea necesario expresar fuertes convicciones. En un discurso, uno no se pasa la mayoría del tiempo expresando convicciones, sino explicando o ilustrando una idea. Solo al final quizás parezca necesario rematar con un fuerte sentimiento de convicción. De hecho, vendría muy bien un gesto o ademán enfático justo al final del discurso. Por lo tanto, lo más sensato sería usar ademanes descriptivos con mayor frecuencia que los enfáticos.

Finalmente, ten presente que el exceso de énfasis, lo cual se transmite con ademanes enfáticos, es una característica de las personas que dan la impresión de querer imponer sus ideas.  Si no te consideras una persona
dogmática, debes usar más los ademanes descriptivos, dejando los enfáticos solo para ciertas cumbres del entendimiento.

Recuerda: Los enfáticos son para enfatizar, y los descriptivos, para describir. Si usas los descriptivos para enfatizar, lograrás una mayor variedad. Porque aunque los enfáticos son vigorosos y eficaces, su escasa variedad pueden tornarlos aburridos, algunos hasta llegando al punto de dar la impresión de ser manos ortopédicas, lo cual atenta contra la convicción. Te recomendamos explotar los descriptivos.

¿Está mal juntar las manos de vez en cuando?

Entonces, ¿estaría mal juntar las manos? No. No seamos intransigentes en esto. A veces puede servir para dar una impresión de modestia. Pero no lo recomendamos, porque en vez de modestia, es más probable que se interprete como fatlta de aplomo y seguridad.

No está mal juntar las manos, pero si pasas todo el tiempo juntándolas como reacción habitual o manerismo, especialmente si estás caminando frente al auditorio (en el mundo natural casi todos caminamos balanceando los brazos relajadamente, no juntando las manos) te arriesgas a proyectar una imagen de falta de experiencia en oratoria y de aplomo personal, en suma, poca habilidad para la
comunicación gestual. En Oratorianet.com la llamamos pose de cura o de monja porque es una postura que suelen asumir los sacerdotes para rezar. No la recomendamos para una oratoria dinámica, contemporánea. Una postura natural, con los brazos relajados a los lados,  suele ser más convincente.

Si quieres cultivar tus ademanes y desarrollar tu eficacia en el uso de tus manos al exponer ante un auditorio, comienza por no juntar las manos. Juntar las manos es la peor manera de mejorar tu desempeño ante un auditorio o ante las cámaras. Simplemente suéltate y ni siquiera pienses en juntar las manos. Tu cuerpo se sentirá forzado a ser un poco más creativo con los gestos. Juntar las manos es lo que menos te aconsejaríamos para cultivar la oratoria, ya que la oratoria no es solo cuestión de expresarte con la boca, sino con todo tu cuerpo.

Irónicamente, aunque lo más importante en un discurso es la información, estudios citados por
Michelle Girodo, experto en comportamiento, revelaron que solo el 7% del peso de la aprobación de un interlocutor en una conversación recae sobre la información. El 93% descansa sobre la manera de decirlo. O sea que el aspecto no verbal se lleva el premio o el castigo. Porque la manera de expresarnos revela mucho más de lo que creemos. La gente es instintivamente muy observadora de las formas, los gestos, las posturas, los ademanes, las actitudes, las intenciones, las pausas, los silencios y, en pocas palabras, lo que no se dice con palabras.

Lamentamos muchísimo que haya maestros de oratoria que consientan a sus estudiantes o hasta los animen a recurrir a ademanes manipuladores, incluso juntar y sobar las manos constantemente como un recurso fácil para procurar un sentimiento de seguridad ante el auditorio. Y no negamos que, efectivamente, el orador tal vez llegue a sentirse más seguro juntando sus manos como un cura que reza, pero dicho lenguaje corporal no inspira seguridad al oyente, sino todo lo contrario, porque atenta contra la convicción y la persuasión. Si un orador no inspira aplomo, confianza y seguridad en sí mismo, ¿cómo espera que confíen en él?
Depende mucho de la actitud. Piensa en esto: Si podrías hacer una excelente exposición juntando a cada rato las manos, ¡imagina lo bien que lo harías si no las juntara! Olvídate de juntar las manos.

En la lección sobre ademanes, suelo decir a mis alumnos: "A partir de este momento y durante los próximos 20 minutos, le daré 20 dólares al primero que me descubra juntando las manos". Es una manera de recalcar en su mente la importancia de olvidarse de juntar las manos. Así de simple. Nunca llevé los 20 dólares, porque no necesito juntar las manos cuando estoy frente a un auditorio.

Ten en cuenta que, aunque es cierto que algunas personas se sienten más confiadas y seguras cuando juntan las manos, lo importante no es que el orador se sienta seguro, sino que proyecte e  inspire seguridad a sus oyentes. Pero ¿es realmente posible proyectar una imagen de seguridad si uno se siente nervioso? ¡Claro que sí! El connotado psicólogo William James sugería que, para tener valor, la clave era actuar como valiente. Y cierto instructor de artes marciales solía decir a sus discípulos: "Si te sientes muy seguro, actúa como inseguro, pero si te sientes inseguro, actúa como si te sintieras muy seguro". Tiene sentido.

¡Acepta el desafío de no juntar las manos,
y tu expresividad cobrará una potencia increíble!

Por eso, si quieres inspirar seguridad, no te harás un favor si juntas las manos a cada rato, porque en vez de usar tus recursos mentales
durante toda la exposición para concentrarte en el tema, estarías desperdiciando energía pensando enfocandote en tu incomodidad y reforzando un comportamiento evasivo, innecesario y contradictorio. ¡Tienes que manifestar seguridad! Si comunicas estrés, tensión, timidez o nerviosismo, ¿cómo esperas que tus oyentes depositen su confianza en ti y en lo que les propongas? Y si entrelazas tus manos a cada rato, impidiendo que se expresen, ¿cómo vas a progresar en ademanes?

Personalmente, admiro a quienes se ponen de pie ante un auditorio y hablan sin sentir la necesidad de juntar las manos. Reflejan un gran aplomo y seguridad en sí mismos. Cualquiera puede hablar juntando las manos, pero solo los más seguros de sí mismos lo hacen sin sentir la necesidad de apoyarse en algo. Nota que no dije "que no juntan las manos", sino "que no sienten la necesidad de juntar las manos".  Es un asunto emocional, no físico.

Si proyectas inseguridad mediante juntar o sobar tus manos constantemente, o escondiéndolas en los bolsillos, tus oyentes percibirán dicha inseguridad en tu actitud, y tú lo percibirás en sus miradas, lo cual te dará un feedback que no te hará sentir bien. Pero si mediante tus ademanes proyectas aplomo y seguridad, ellos percibirán tu confianza, y tú lo percibirás en sus miradas, y te hará sentir bien.

¿Por qué algunas personas se sienten más seguras frente al auditorio cuando juntan o frotan las manos? ¿Será porque instintivamente les recuerda la postura de rezo de algún religioso de su comunidad natal ("¡Dios está conmigo!"). ¿O quizás recuerdan cuando sus padres las llevaban de la mano (mi mamita está conmigo)? ¿O probablemente es una manera simbólica como sus lóbulos cerebrales se encuentran por cita fuera del cuerpo potenciando su coordinación? Nadie sabe exactamente lo que representa para cada quien. Pero los oradores que no necesitan juntar, sobar ni esconder sus manos constantemente, inspiran más seguridad y aplomo, madurez y confianza. No dan lástima ("¡Pobrecito, se nota que está tenso!".

Por eso, si eres mujer y decides juntar las manos, te sugiero hacerlo solo de vez en cuando y de una manera relajada, es decir, de modo que no comunique tensión al auditorio. Un auditorio espera que los oradores sean modelos de confianza, aplomo e inspiración, no de timidez y nerviosismo. ¡El público necesita sentir que el orador se siente bien, porque quiere confiar en él! Por eso, esfuérzate por no juntar, ocupar o esconder las manos cada vez que digas algo, porque transmitirás falta de naturalidad, estabilidad y fortaleza.

En Oratorianet.com recomendamos no juntar las manos al hablar en público, ni siquiera en la primera clase, porque estar suelto frente al auditorio proyecta una gran confianza y seguridad en uno mismo. ¿Por qué? Porque en un estado natural, las personas no andan juntando las manos al hablar con quienes se sienten en confianza, que es, precisamente, la impresión que un orador debe causar ("¡Me siento muy bien entre ustedes!", "¡Ustedes me caen muy bien!", "¡Me siento en absoluto control de mí mismo!", "¡No me siento tenso!"). Juntar las manos relaja al orador, es cierto, pero no completamente. Sigue comunicando tensión al oyente, y eso no conviene a su imagen. La idea es procurar el relajamiento mediante tener las manos sueltas, o haciendo ademanes eficaces.

De hecho, los oradores experimentados utilizan sus ademanes para activar las neuronas espejo en el cerebro de sus oyentes, para que se sientan involucrados en el discurso e identificados con lo que están oyendo, lo cual los impulsará cooperar y hacer lo que se les sugiere. Si el orador junta las manos a cada rato, desaprovecha dicho recurso, y, en vez de promover un clima de confianza y seguridad, usa las neuronas espejo para hacerlos sentirse cohibidos, desconfiados y dudosos. ¡Debe estimular dichas neuronas positivamente a favor de la presentación, no en contra! Si el orador proyecta incomodidad y timidez o ineficacia con sus gestos y ademanes, las neuronas espejo de sus oyentes captarán su incomocidad y también juntarán y bloquearán sus manos mentalmente, distrayendo su atención. Eso no ayuda a la convicción.

Por las mismas razones, no conviene mantener las manos todo el tiempo tensas, es decir, con los brazos doblados a la altura de la cintura, como un sirviente que espera la orden del cliente en un restaurante. Más bien recomendamos que cuando no se hagan ademanes,
las manos simplemente se dejen caer relajadamente a los lados del cuerpo, con naturalidad. Si observas a los niños de corta edad, notarás que rara vez juntan las manos cuando hablan con las personas. Simplemente las usan o dejan caer a los lados. ¿Por qué? ¡Porque no tienen prejuicios ni temores! Son tan pequeños que no han tenido tiempo para pensar en sus ademanes. Sencillamente son ellos mismos, naturales. Los mejores actores tampoco andan juntando las manos. Por eso se les ve más genuinos.

Igualmente, mantener uno o ambos codos permanentemente doblados, como un saltamontes, o como un mayordomo que espera el pedido, es una tontería. No inspira seguridad ni confianza al oyente. No es una postura natural, sino afectada. Reiteramos que no está mal juntar las manos, pero recomendamos evitarlo si se hace todo el tiempo como un recurso para sentirse uno más cómodo.

Si quieres convencer, tienes que dar la impresión de que estás en control, lo cual implica usar tus manos eficazmente. Si no las usas, simplemente déjalas caer a los lados con naturalidad y confianza. Lógicamente, ten cuidado con la postura de tus pies y piernas. Tener las manos sueltas con una postura que no tiene ninguna gracia solo empeorará las cosas. Suelta tus manos, pero con gracia en tu postura. Un ejercicio es mirar fotografías de personas que se muestran sueltas. Observa su postura e imita a quienes se les vea mejor.

Por lo tanto, te sugiero no juntar ni esconder las manos, ni ocuparlas innecesariamente, para no comunicar insegurdad. ¡Observa a las personas en su desempeño cotidiano, y echa un vistazo a los traseúntes que pasan por ahí! ¿Acaso están andando con los codos permanentemente doblados o juntando o sobando las manos constantemente? No.

Es interesante la noticia que aparció a fines de 2014: Un hacker se jactó de haber violado la seguridad del dispositivo móvil de una representante del gobierno alemán, cuyo sistema se basaba en sus huellas digitales. ¿Cómo lo hizo? Cuando ella dio un discurso, tomó una foto en alta definición a sus ademanes, copió las huellas y con ellas obuvo acceso al equipo. Cierto experto en seguridad dijo que la solución consistiría en juntar las manos o nunca hacer ademanes poniendo las palmas de las manos hacia el frente, un consejo nada bueno para una oratoria eficaz.

Es verdad que esconder las manos o mantenerlas permanentemente ocupadas puede darte imagen, pero así no podrás pintar cuadros en el aire con tus ademanes y socavarás la eficacia de tu oratoria, la cual depende mucho de tus gestos. También es verdad que teniendo las manos ocupadas seguramente sentirás más confianza, porque evadirás con disimulo la responsabilidad de expresarte con las manos. Pero también es cierto que las personas que saben de oratoria percibirán tu verdadera intención: evitar los ademanes. En todo caso, al no usar tu lado gestual, no estarías permitiendo que tu oratoria alcance los niveles más elevados de expresión.

Este comentario no significa que sea incorrecto tener un micrófono en una mano y un tablero (u otro objeto) en la otra. A veces no queda más opción (por no tener un pedestal para poner el micrófono, o un atril para colocar tus notas). Pero en la medida de lo posible, siempre sugeriremos mantener
las manos libres, listas para expresar lo que sientes, o en todo caso, alternar ambas manos de vez en cuando para aprovechar la máxima expresividad en la medida de lo posible.

Abajo, Su Excelencia, la Princesa Ameerah Al-Taweel, de Arabia Saudita. Observa cómo manifiesta libertad, elocuencia, naturalidad, entusiasmo y estilo con sus gestos y ademanes, sin perder su dignidad real,
en una conferencia de la CGI (Iniciativa Global Clinton). Un discurso sencillo, muy bien estructurado, en el que se expresó contra la absurda burocracia que pone tropiezos y más tropiezos a las iniciativas de los jóvenes, en vez de facilitarles las cosas para que se abran camino en la vida. Una introducción impecable y una conlusión motivadora. Mostró un gran dominio de su bosquejo de ideas, con frases claras, breves y cargadas de significado. Un tono de voz indiscutiblemente muy agradable. Una postura que reflejaba aplomo y confianza. Una imagen impecable. Si una princesa se expresa así, ¡quién dice que las mujeres no deben hacer ademanes!



¿Un ademán para cada frase?

Las fotos de arriba no significan que la princesa haya estado gesticulando permanentemente. Más bien, hace gala de una gran variedad de ellos. Unas veces para enfatizar algo, otras para describir la forma de un objeto, una distancia o una acción. Christie Lou Stout y Lara Baldesarra, de CNN, también son buenos ejemplos. Siempre lucen sueltas y seguras de sí mismas cuando están a pie firme, utilizando sus manos eficazmente en todo momento como herramientas de comunicación.

No es recomendable irse al extremo de hacer un ademán por casi cada frase que uno ponuncia. Eso no sucede en la vida real, es decir, en la conversación natural. Mover las manos por gusto no comunica nada. Sobre todo si haces un ademán por casi cada frase que dices. No se te vería natural y, por tanto, podrías poner en peligro tu capacidad de convencimiento.  ¿Por qué? Porque es ridículo
hacer un ademán por cada palabra o frase. Distrae y resta credibilidad.

Algunas personas suponen, piensan y alucinan que deberían hacer un gesto o ademán por cada palabra o frase que dicen. Y cuando desbordan de entusiasmo, prácticamente ponen énfasis a todas sus expresiones,  creyendo que deberían mantenerse en constante movimiento para que su habla suene eficaz, incluso moviendo los pies, o desplazándose de aquí para allá, permanentemente.

¡Nada más falso! Muévete y desplázate según lo necesites, pero no con movimientos mecánicos sin sentido. ¡Eso aburre! Hacer un ademán por cada frase equivale a subrayar todas las líneas de un escrito. ¡No tiene sentido! ¡Nada resalta! ¡Sería como escribir todas las ideas con signos de admiración en toda una redacción! ¡Imagínate que todas las oraciones tuvieran signos de admiración! ¡Un poco raro! ¿No?

La exageración en el habla o la escritura no está fuera de lugar cuando quieres dar énfasis a algo de vez en cuando. Se conoce como hipérbole. En nuestra Guía Para Escribir se explica que la hipérbole es "una exageración que rebasa los límites de la razón y lo verdadero, [y que es] muy útil para destacar las características de un pensamiento. Por ejemplo: 'Pondría mi mano en el fuego por ella', 'Cuando mis hijos vienen a la playa, nadan como patos'".

Cuando uno exagera, el oyente fácilmente se percata de que se trata de algo dicho con el propósito de dar énfasis a la idea.
Pero una exageración constante muestra falta de naturalidad y envía la señal de que los sentimientos que hay tras tus expresiones, ya sean habladas o gestuales, tal vez no sean del todo genuinos y que, por tanto, no estás hablando en serio, o que por lo menos no sientes lo que dices. Traducido en lenguaje simple. Ese es el caso del que a cada rato repite: "realmente", "casualmente", "precisamente", "o sea", "¿comprendes?". Envía una señal de falta sinceridad que lo aleja emocionalmente del oyente perspicaz. Así no va a lograr su objetivo de convencer, ni mucho menos de persuadir. La exageración tiene su lugar y momento: Para aclarar una idea. No es recomendable abusar de ello.

Recuerda: Los ademanes son como sutiles pinceladas sobre un lienzo, y la exageración es un recurso didáctico eficaz, pero que podría convertirse en un arma de doble filo si se usara sin discernimiento. No es necesario que hagas un ademán por cada frase que pronuncias. La mayoría del tiempo simplemente deja caer tus brazos a los lados con naturalidad, relajadamente, usando tus ademanes sólo cuando quieras complementar alguna expresión, enfatizándola o describiéndola.


¿Envías señales de nerviosismo?

Por otro lado, si no puedes dejar de moverte, debes saber que mantener tus manos en constante movimiento, agarrando el atril, luego arreglando tus papeles, luego arreglándote la ropa, otra vez agarrando el atril, arreglando tus papeles, arreglándote la ropa, prendiéndote del atril, sobándote la nariz, arreglando tus papeles, arreglándote la ropa y nuevamente agarrando el atril, metiendo y sacando las manos de los bolsillos, arreglando tus papeles, rascándote la cabeza, arreglándote la ropa, sobando el atril, arreglando tus papeles, arreglándote la ropa, y vuelves a meter y sacar la mano del bolsillo, haces un ademán corto
y vuelves a meter y sacar la mano del bolsillo, y haces otro ademán corto y vuelves a meter y sacar la mano del bolsillo, ¡eso desesperará al auditorio! Lo pondrás tenso porque le estás enviando señales evidentes de inseguridad. Y en vez de ayudarlo a concentrarse en la información, estás haciendo que se concentre en ti y en tu falta de equilibrio.

El problema es que te mirarán con lástima y no te gustará. Entonces, como no te gustarán sus miradas, querrás evadir el contacto visual, quizás hasta fruncirás el ceño. Con esa actitud iniciarás y mantendrás un ciclo vicioso de desaliento, tanto para ti como para tus oyentes. Por eso, mejor deja quietas tus
manos, ¡sueltalas!, y te irá mejor. No las muevas constantemente ni las mantengas dobladas como un grillo. Úsalas solo para hacer ademanes específicos.


¿Y socialmente?

Por supuesto, esto no significa que no se recomiende juntar las manos como una postura de etiqueta o comportamiento social si es lo que se esperaría en tu comunidad. El consejo anterior se da en el contexto de la oratoria. Al hablar ante un auditorio sugerimos no juntar las manos, a no ser que sirva para explicar algo ("... son partículas que se juntan unas con otras...", "... y se encontraron en la playa...", "... tenemos que trabajar unidos, como un solo hombre...", "¡quedó aplastado como una cucaracha bajo un zapato!..."). Pero socialmente, no tiene mayor trascendencia. Pero si no juntas las manos a cada rato, mejor.


¿Qué hay de la televisión?


Solo ten presente que la pantalla es un espacio muy reducido. Si te enfocan de cerca, tus ademanes deben circunscribirse a la altura del pecho y no mucho más lejos que tus hombros, o quedarán fuera de cuadro. Pero si te enfocan de lejos, puedes hacer los ademanes tan amplios como prefieras.

¿Cómo saber si te enfocan de cerca o de lejos? Por sentido práctico, suelen ubicar una pantalla de referencia llamada monitor enfrente de todos para que obtengan una idea del enfoque. ¿Y si por alguna razón no logras ver el monitor? En ese caso, considera como si fueran cercanos todos los enfoques y mantén tus ademanes a la altura del pecho. Si señalas estirando el brazo en toda su extensión, puedes hacerlo hacia delante, siempre a la altura del pecho, pero no hacia los lados. Por la misma razón, si señalas arriba, puedes hacerlo como máximo a la altura de tu cabeza, y si señalas abajo, puedes hacerlo hasta la altura del estómago. A veces hay variedad de enfoques. Por eso, debes preguntar de antemano al coordinador dónde estará ubicada la pantalla referencial.

¿Si te enfocan muy de cerca? Si el enfoque es de plano corto, es decir, un acercamiento o close-up, los movimientos de tus manos quedarán fuera de la pantalla. En tal caso, solo dispones de tus gestos. Procura que sean discretos, pero expresivos. Esta clase de enfoque no dura mucho tiempo. No debe preocuparte. Pronto volverán a enfocarte a distancia de medio cuerpo o más. Una advertencia: Los televidentes suelen precibir fácilmente los gestos cuando alguien se fija mucho la vista en el monitor. Por lo tanto, míralo disimuladamente solo de vez en cuando para tener una referencia. No es un espejo para que te mires a cada rato, como diciendo "¿Ese soy yo? ¡Ay, qué emoción! ¡Estoy saliendo en la tele!".  En actuación, los mejores actores se olvidan de la cámaras.

¿Cuán importante es la variedad de ademanes?

Tal como una voz monótona y desprovista de pasión tiende a adormecer al oyente, la falta de variedad, vigor y energía en los ademanes atenta contra el éxito de la oratoria porque hace tediosa la explicación y no comunica una profunda convicción. ¿Por qué hacer el mismo ademán todo el tiempo, una y otra vez, si hay tal variedad que no se podría contar? Si le quitaran el audio al vídeo de tu discurso, o cubrieran con una cinta tu imagen del cuello para arriba, ¿cuánto tiempo soportarías ver los mismos movimientos?

Es cierto que un mismo ademán puede usarse para diferentes palabras o frases. Por ejemplo, el de la izquierda podría usarse para decir:""En tercer lugar...", "Tres veces..., "Nos quedan tres opciones disponibles..." o "Le clavaron un tenedor en la espalda...". Eso permite que, a pesar de usar el mismo ademán, se sienta algo de variedad. Pero no es excusa para aburrir al público con el mismo gesto durante 30 minutos.

La variedad en los ademanes es imprescindible no solo para impactar y dejar recuerdos imborrables en la memoria, sino para hacer más interesante y entretenido el discurso. Más importante aún, añade peso al mensaje y favorece la persuasión. Es más difícil persuadir cuando no hay ademanes, porque los ademanes son una manifestación automática de los sentimientos y las sensaciones del orador. Pero tampoco deben moverse las manos por gusto, solo porque hay que hacer ademanes. Eso debilita el impacto y no ayuda a la persuasión. Por eso también, es mejor no hacer ademanes, que hacerlos por gusto.

El oyente percibe instintivamente que cuando un orador habla acerca de una gran convicción, sus ademanes brotan naturalmente con vigor y entusiasmo; pero que cuando no usa ademanes (o estos son débiles y repetitivos), no parece muy convencido. Figuradamente podríamos decir que el mensaje gestual actúa como un detector de mentiras que analiza la convicción personal del propio orador.

Un ademán adecuado en el momento adecuado, ya sea enfático o descriptivo, es sencillamente imprescindible para el éxito de cualquier frase que queremos que recuerden. ¡Hasta podríamos convertir una simple palabra en una enorme e impresionante bola de fuego dependiendo de como nos movamos! Por ejemplo, el ademán de la izquierda podría usarse para decir: "El roce de las placas tectónicas...", "Pasó así de cerca de su cabeza...", "Era una caja de este tamaño...", "De repente, pasó por debajo...", "Todo el papeleo terminó sumando unas mil páginas...", "Y la llevó en sus manos con mucho cuidado hasta el hospital...", "Por más que presionemos, polos iguales de ambos imanes no pueden juntarse...", "Trátala con cariño..." o "Recuerdo cuando era tan solo un cachorrito...".

Sin embargo, no debe parecer ensayado, preparado o intencional, sino espontáneo, natural y genuino. Por otro lado, los manerismos y movimientos repetitivos comunican falta de aplomo y estabilidad emocional. Si un orador quiere inspirar confianza en sus oyentes y concentrar la atención del oyente en el tema, es importante que sus ademanes sean variados, no repetitivos.

Los ademanes que surgen espontáneos son más convincentes y persuasivos que los que parecen preparados y ensayados. Por eso, aunque te sugerimos tomar conciencia de la variedad de gestos y ademanes que puedes hacer, te advertimos que no deben parecer histriónicos, sino reales. Es fácil perder la naturalidad y caer en la costumbre de mover las manos ineficazmente si no valoramos la importancia de la naturalidad.

Cuando usamos las manos con naturalidad, hasta el ademán más simple puede transformarse en una figura muy útil. Por ejemplo, el de la izquierda puede parecer común, pero deja de serlo si con ello decimos algo así como "Es un aspecto muy puntual...", "Le dio de comer en la boca...", "No tuvo el menor criterio...", "¡Usted puede salir de su desesperada situación!...", "Dígale cuánto la quiere...", "Muchas veces regresó al mismo lugar...", "Es solo cuestión de esperar un poco más de tiempo...", "La contabilidad es cosa seria cuando se trata de pagar los impuestos o calcular los materiales para construir un edificio de treinta pisos...". Sin importar lo que uno diga, podríamos decir que este ademán es multipropósito. Pero aun así, si uno lo hace a cada rato, terminará aburriendo al auditorio.

Respecto a los ademanes, la actuación y la oratoria son artes afines, pero no necesariamente se valen de los mismos recursos, sino que tienen en cuenta los objetivos específicos. Un actor es alguien que ensaya e interpreta un papel procurando no solo satisfacer las exigencias del director, sino las del espectador, de modo que disfrute de la obra sin percatarse de se trata de una actuación.

La falta de naturalidad interfiere seriamente con la comunicación de los sentimientos de un personaje. Cuanto más empatía siente un actor, mayor es un capacidad y potencial para interpretar un papel. Sus gestos y ademanes dirán mucho (o casi todo) de su instinto como actor.

Un director eficaz debe ser capaz de percibir y distinguir entre una buena y una mala actuación. Porque si un actor no entiende su papel, o no abriga suficiente empatía como para parecer natural, terminará sobreactuando solo para tratar de complacer al director, exagerando las cosas hasta el punto de afectar negativamente toda la puesta en escena. Por otro lado, un director tan exigente que carezca de empatía con los actores, al grado de no permitirles interpretar libremente sus papeles según como su empatía se los inspire, y que trate constantemente de transferirles su propia empatía, puede estresarlos al grado de matar la naturalidad que los actores necesitaban para convencer a la audiencia. En este caso, la etapa de la selección del actor para el papel debe brillar de proactividad. 'Un peluquero puede cortar el pelo, pero no puede alargarlo después de meterle tijera'. Es decir, si la selección del actor no es la correcta, difícilmente dará en el clavo de una buena actuación. 'No podemos pedir peras al olmo'.

Esta es la razón por la que en Oratorianet no recomendamos ensayar ademanes frente a un espejo, sino en todo caso, con una sombra. Queremos evitar que los movimientos se vuelvan robóticos y carezcan de naturalidad. La naturalidad es imprescindible para persuadir. Un orador teatrero tal vez obtenga aplausos por el show, la forma, su manera de hablar
("¡Qué bien habla!"), mas no por haber convencido a alguien. Recomendamos dejar el espejo para los gestos del rostro solamente, pero es mejor una sombra para visualizar el valor del lenguaje de los ademanes. Por ejemplo, el ademán de la izquierda puede servir para decir: "Específicamente...", "El punto es que...", "Permítame explicarle...", "Es un asunto de poca importancia...", "Una pizca de mostaza...", "Le advertí que no lo hiciera...", "Tienes que ser más minucioso...".

El peligro es que si los oyentes se dan cuenta de que uno está actuando, declamando o repitiendo un guion preparado por el encargado de marketing o de una cúpula, es decir, aprendido de memoria solo para adular, difícilmente lo creerán ni apoyarán la idea... si es que no se enardecen en su fuero interno. La mera actuación teatral, es decir, los gestos y tonalidades histriónicas, pueden parecer muy interesantes e impactantes, pero no en la oratoria práctica ni mucho menos en el liderazgo. Si los oyentes se percataran de que solo estás actuando, no se tragarán ni una palabra. "Este es un teatrero", murmurarán en su corazón, y no se dejarán convencer. Por eso, debes parecer muy real, y tus gestos (enfáticos y descritptivos), muy genuinos.

El público quiere ver un orador que inspire confianza y aplomo, no uno que se soba las manos nerviosamente a cada rato, uno que no puede hablar sin esconderlas en los bolsillos, o que se aferra a algún objeto porque se siente incómodo y no sabe qué hacer con sus manos. Eso no inspira confianza a nadie.

Por otro lado, un problema que tienen algunos escritores es que redactan bien pero a la hora de hacer ademanes son un desastre. Como no reflexionan en el hecho de que, en oratoria, los gestos y ademanes son los adjetivos de la comunicación no verbal, fracasan como oradores. Son buenos escribiendo, pero sus expresiones no verbales en persona carecen de fuerza.  Pero no tiene por qué ser así. Por ejemplo, el ademán de la izquierda puede servir para decir "Para entender bien el asunto...", "Es una enfermedad realmente peligrosa...", "Podríamos recibir todo en un paquete...", "Era de este tamaño...", "Traten de comprender la magnitud del problema..."

Eso significa que aunque todos los ademanes difieren básicamente en cuanto su naturaleza, pueden usarse indistintamente para decir casi cualquier cosa, especialmente los descriptivos. Lamentablemente, la mayoría de las personas solo usa ademanes enfáticos, que son menos variados, y los repiten hasta el aburrimiento.

Una simple afectación superficial, es decir, un ademán carente de pasión y sinceridad (o por lo contrario, teatral o exagerado), podría echar a perder el impacto si no luce lo más natural posible, porque para convencer y persuadir es crucial conferir naturalidad y variedad a los ademanes y gestos, pero nunca hasta el punto de dar la impresión de haber sido ensayados. Si quieres crear una buena impresión, tus movimientos tienen que parecer espontáneos, reales, naturales y vigorosos.


¿Por qué es más fácil cuando uno está sentado?

Muy buena pregunta. Cuando las personas toman asiento para hablar con un auditorio, sus ademanes fluyen más libremente y son más o menos variados; pero cuando se ponen de pie, la reacción automática más común es la de juntar las manos, esconderlas en los bolsillos agarrar un objeto o apoyarse en una mesa o silla. Dicho simplemente: ¡Se bloquean! Dejan en claro que, de pie, se sienten incómodos e inseguros. Eso no le ocurre a un orador experimentado, que se siente cómodo tanto de pie como sentado. La seguridad no es un asunto de postura, sino de lo que uno piensa y siente. No me malinterpretes. No significa que uno no pueda agarrar el respaldar de una silla o meter una mano en un bolsillo.

Tips

Ten en cuenta que los ademanes bajos pudieran ser lo mismo que nada ante una cámara cuando te enfocan desde los codos hacia arriba. Es cierto que cuando un orador no suele hacer ademanes, no importa, y que cuando los ademanes suelen ser parte de su expresividad, el técnico debería enfocar la imagen desde una perspectiva más útil; pero no puedes darlo por sentado.

Hay camarógrafos novatos que no son tan perspicaces. Por otro lado, cuando el orador es pobre de ademanes, los camarógrafos prefieren hacer un acercamiento y enfocar la imagen desde los codos hacia arriba para disimular su deficiencia comunicacional.

Si te tiemblan las manos, disimula haciendo ademanes breves y bruscos. Porque si mantienes las manos extendidas hacia adelante, o las juntas apretadamente, se notará que tiemblan. No es incorrecto juntar las manos, pero hacerlo constantemente, como rezando, es como decir "¡Estoy nervioso!", "Me siento incómodo" o "¡Ayúdame, Dios mío!". Eso no te favorece. No ayuda en nada a que confíen en tu palabra u orientación. ¡Mejor supérate y deja que tus manos se expresen libremente como en el habla cotidiana! ¡Suéltalas sin temor!

Si te cuesta trabajo ilustrar tus discursos mediante los ademanes, dedica unos minutos a mirar las manos de los que presentan los informes del clima en la televisión y procura hacer como ellos. Suelen ser muy elocuentes con las manos.

Graba un programa de televisión sobre entrevistas o debates. Cubre la parte superior para no ver el rostro de los oradores, bájale todo el volumen y concéntrate en sus manos. Observa cuán seguros o inseguros se ven, cuán variados o monótonos, cuán elocuentes o eficaces. Imita lo bueno, evita lo malo.

Un defecto de quienes abusan de las expresiones abstractas es que raras veces usan sus ademanes, o si los usan, se limitan a los enfáticos, que por no describir nada terminan convirtiéndose fácilmente en manerismos insípidos que no comunican nada. Los manerismos generalmente  resultan de ignorar que también existen los ademanes descriptivos.

Para ayudar al cerebro a ordenarle al cuerpo que produzca ademanes descriptivos cuando hablas en términos abstractos, piensa en formas, tamaños, distancias o acciones. Por ejemplo:



Entonces, ¿es posible usar ademanes descriptivos como si fueran enfáticos para enriquecer una presentación? ¡Definitivamente! No solo es posible, sino que debes hacerlo si no quieres caer en la monotonía en la que caen muchos oradores insípidos, que se limitan a dos o tres ademanes enfáticos y los repiten hasta el cansancio en todas sus presentaciones, siempre los mismos ademanes para todo. Usar muchos ademanes enfáticos es equiparable a insertar mayúsculas a cada rato en un escrito. Se pierde presencia.  Pero no ocurre lo mismo con los descriptivos, porque son más interesantes. Los ademanes enfáticos deben usarse con discresión, y los descriptivos con profusión.

Puedes decir: "¡Eso es muy importante!" agitando el dedo índice (ademán enfático) o dibujando la forma de un árbol (ademán descriptivo). La diferencia es que el ademán descriptivo con forma de árbol será más entretenido. Pero si solo agitas el dedo índice, o juntas las manos haciendo sonar las palmas cada vez que las juntas, y lo haces durante 30 minutos, es decir, para todas tus palabras, proyectarás la viva imagen del aburrimiento.

Mira las figuras de la izquierda y derecha. Ahora imagina que estás escuchando una explicación de 30 minutos en la que el orador hace el mismo ademán durante toda la presentación. ¡Qué aburrido!

Normalmente, cuando los estudiantes de oratoria aprenden a diferenciar los ademanes enfáticos y descriptivos, y averiguan que los ademanes descriptivos pueden ayudarles a liberarse y comenzar a moverse con más entusiasmo, logran una mayor diversidad de gestos y movimientos, y sus discursos se tornan más atractivos y eficaces.

Por supuesto, es mejor
no hacer ningún ademán que hacer ademanes repetitivos, que no describan ni enfaticen nada, o aspavientos y gestos exagerados que solo atraigan la atención hacia nosotros mismos..

Los manerismos cansan la vista y la mente. Es como ver un trozo de una película aburrida una y otra vez. ¿Por qué no usas una sombra y comienzas a decir frases variadas para ver todo el potencial que tienen las expresiones de tus manos? Si tuvieras una mina, ¿no la explotarías? Bueno, ¡tienes una mina de ademanes! ¡Explótala!

Sin embargo, eso no significa que debas estar moviéndote todo el tiempo como una máquina de ademanes. Algunos motivadores y líderes religiosos se mueven de aquí para allá constantemente, como leones enjaulados que quieren devorar a los que los observan. A los tales les convendría recordar que la motivación y/o la transmisión de conocimientos no necesariamente significa que uno tenga que hacer gala de su potencial frente al público. Para un discurso en lenguaje de señas estaría muy bien, pero no es el caso siempre.

Hay oradores que no necesitan mover ni un dedo para informar y motivar a quienes realmente desean obtener conocimientos oportunos y de calidad. Porque el contenido de sus discursos es arrollador y basta para mantener atento al oyente.  Sin embargo, cuando deciden usar un ademán o gesto, descollan de eficacia.

Por tanto, no sería prudente juzgar mal a quien no hace muchos ademanes si su discurso es suficiente para alcanzar su objetivo de informar y motivar con eficacia, del mismo modo como no sería sabio juzgar como eficaz al que se mueve excesivamente pero su contenido deja mucho que desear.




Solo una advertencia: Si señalas con el dedo índice, hazlo para felicitar, no para condenar ni reprender. Y si tienes que reprender, usa la(s) palma(s) de la(s) mano(s) y muéstralas hacia delante, o junta las puntas de los dedos, pero no apuntes con un dedo, como condenando. Es extraño, pero, en sentido negativo, señalar con el dedo es un ademán dominante, doloroso y hasta insoportable, pero usado para felicitar, causa un efecto totalmente opuesto. A la gente le gusta.

Los ademanes deben usarse como rayos láser: Específicamente, con un propósito y con la mesura de un cirujano. No se trata simplemente de hacer movimientos con las manos para no estar quietos.

Ejercicios

Observa un rato los diferentes ademanes de esta página y, proyectando una sombra de tus manos en una pared, usa un ademán diferente al decir en voz alta las siguiente palabras o frases:

Salió corriendo por allá
Se estiraba y contraía
Una chispa fue suficiente
¡Esa es la respuesta!
De ninguna manera
Nosotros lo haremos
Tienes una gran habilidad
Cógelo con las manos
Allá lejos en la distancia
Era una porción pequeña
Eso es muy importante
Es un tridente enorme


Ahora repite las mismas frases, pero interprétalas con un gesto del rostro y/o con la cabeza, sin usar las manos. Finalmente hazlo con el rostro y las manos al mismo tiempo.

La pobreza de ademanes se debe al desconocimiento de su significado, que son movimientos del cuerpo y rostro que expresan emociones y sensaciones, y de su clasificación básica natural: Hay dos clases de ademanes: Enfáticos y descriptivos".

Si la presentación está desprovista de ademanes, o los ademanes son pobres e ineficaces, el auditorio pudiera interpretarlo como que el orador no siente ninguna emoción ni sensación respecto a su tema; como que por alguna razón prefiere esconder lo que siente; o como que es un inexperto o incompetente haciendo presentaciones. En todos estos casos, despierta sospechas respecto a su convicción personal, idoneidad y pericia, lo cual pudiera poner en peligro el éxito y objetivo del discurso.

Es cierto que un discurso sin ademanes pudiera parecer serio y sensato, pero no es otra cosa que una manifestación incompleta de la expresividad humana, porque en la vida cotidiana todos hacemos ademanes al expresar cualquier convicción personal, sobre todo cuando algo nos apasiona o entusiasma.

Solo hay dos tipos básicos de ademán

Recuerda: Solo hay dos clases de ademanes: Enfáticos y descriptivos. Cuando hablan en público, las personas suelen usar excesivamente los ademanes enfáticos, a veces solo dos o tres que repiten una y otra vez como manerismo durante toda la presentación, cual aburre mucho. Pero son los ademanes descriptivos los que embellecen y enriquecen una exposición. De hecho, son los que captan más la atención y denotan eficiencia en oratoria.

LUZ ROJA. Usa los ademanes enfáticos con recato y mesura y solamente en puntos de convicción firme. Si los usas a cada rato, repetitivamente, el auditorio podría pensar que no tienes creatividad ni imaginación, o peor, que eres una persona dogmática, intolerable, autoritaria, dominante, intransigente, irrazonable o aburrida.

LUZ VERDE. En cambio, es casi infinita la variedad de ademanes descriptivos. Son muy eficaces para ilustrar las ideas y pintar cuadros hermosos en el aire. Úsalos profusamente, especialmente cuando menciones tamaños, formas, distancias o acciones.
La variedad de esta clase de ademanes dice mucho de tu competencia para la oratoria, y viceversa.

¿Puedes usar ademanes descriptivos cuando dices cosas abstractas? ¡Por supuesto! Ensaya algunos. Di: "El proyecto no es viable" (que es una frase abstracta) moviendo un dedo como un cuchillo que corta tu cuello (que es una imagen concreta).  No te imaginas cuánto potenciará tu comunicación.

"¿Y si no hago ningún ademán, qué hago con mis manos?"

¡Nada! Pero no hacer ningún ademán durante todo el discurso no es natural, y por tanto, pudiera indicar falta de sinceridad respecto a tus emociones. Porque si los ademanes expresan emociones y sensaciones, no exhibir ningún ademán pudiera ser interpretado como "esconder, disimular o falsear uno sus emociones". El mensaje que enviarías es: "Por algún motivo o razón escondo de ti lo que verdaderamente siento"; y la reacción del auditorio pudiera ser fatal: "Yo también esconderé de usted lo que siento". Se socavaría la comunicación y el propósito del discurso: inspirar confianza y persuadir. Puedes estar un rato sin hacer ningún ademán. Eso comunica aplomo. Pero ¿todo el tiempo? Eso comunicaría falta de aplomo.

¡Si! Los ademanes son esenciales para persuadir. Pero no es bueno irse a los extremos. Por un lado, el uso excesivo de los ademanes enfáticos agota la mente del público, y la ausencia total de ademanes descriptivos es como obligar al oyente a ver una película antigua, en blanco y negro. ¡Exasperante! Por eso, usa los ademanes enfáticos con recato (luz roja), y abunda en ademanes descriptivos (luz verde), que lejos de hacer daño, hacen tu discurso más interesante y entretenido.

Lógicamente, habrá momentos en que tu cuerpo no sienta el impulso de mostrar ademanes. Es natural. Nadie espera que mantengas extendidos los brazos hacia el cielo todo el tiempo como un avión o un espantapájaros. Entonces, ¿qué puedes hacer con tus manos cuando no sientas el impulso de moverlas? La respuesta es NADA. Simplemente déjalas en paz. ¡Suéltate con naturalidad!

Los ademanes son herramientas de comunicación que usualmente se usan arriba, sobre el nivel de la cintura (si es por TV, a la altura del cuello), pero el criterio es el mismo que cuando usas una herramienta. Si no vas a usarla, simplemente déjala a un lado y no la uses. ¿No te parece absurdo preocuparte respecto a cómo usar algo que no vas a usar? Si tus manos no quieren moverse, pues, no las muevas. Así de simple.

¿Ademanes pobres?

¿Cómo puedes saber si los ademanes son pobres o ricos, es decir, variados o monótonos? Una manera interesante es prestar atención a los reporteros de noticias y a los entrevistados en los programas de televisión. Cuando alguien esté expresando sus ideas, haz lo siguiente: Cubre su rostro, quita el volumen y observa cuán interesantes y comunicativos son los movimientos de sus brazos, manos y dedos. Si siempre son los mismos movimientos, o carecen de vigor, sus ademanes son pobres y monótonos; pero si son diferentes e interesantes, son ricos y entretenidos.

El aburrimiento provocado por la monotonía de los ademanes del orador se debe a una falta de entendimiento respecto a la diferencia entre los ademanes enfáticos y descriptivos. Usualmente los inexpertos se limitan a los ademanes enfáticos que comunican convicción porque estos brotan espontáneamente cuando se habla con cierta fuerza o convicción. Si la convicción es fuerte, los ademanes serán definidos y vigorosos; si no, débiles y pobres.

¿Y los ademanes descriptivos? Muchos oradores ni siquiera saben que existen, porque se han acostumbrado a los enfáticos, repitiéndolos hasta el aburrimiento, sobre todo porque imitan a otros que hacen lo mismo constantemente. Los ademanes descriptivos describen las formas y los tamaños de las cosas, las distancias que las separan y las acciones que ejecutan.

Si comparamos los ademanes enfáticos con los descriptivos, diríamos que los enfáticos son como el fuego (débiles y pobres como la luz tenue de una vela de cumpleaños, o vigorosos y convincentes como las erupciones de lava de un volcán); y los descriptivos son como los colores en la paleta de un pintor (como un paisaje, un arco iris o una Aurora Boreal).

Pero aunque el cuerpo humano dispone de un gran potencial para la variedad de ademanes enfáticos, muchos los restringen a dos o tres que repiten hasta hartazgo (moviendo de acá para allá el mismo dedo, la misma mano, el mismo puño o la misma palma, o golpeando el aire una y otra vez, siempre de la misma manera). En este sentido, nos atrevemos a decir que la pobreza de ademanes es generalmente el resultado de la falta de conocimientos o experiencia en oratoria, o por inseguridad y/o timidez; en particular, por la falta de creatividad o imaginación del orador.

Los oradores experimentados no encasillan los ademanes enfáticos. ¡Los combinan hábilmente con los descriptivos, usando los descriptivos para ilustrar las explicaciones y limitando los enfáticos para los picos de convicción, persuasión o clímax.

Es cierto que algunos ademanes descriptivos dan énfasis, y que algunos ademanes enfáticos pueden describir formas, tamaños o acciones, pero el contexto y el tono de voz marcará la diferencia, y los oyentes percibirán la intención. El principio "manos arriba enfáticamente" no es una orden que obligue a usar solo los ademanes enfáticos, sino un incentivo que insta al orador a usar sus gestos y ademanes en toda su amplitud.

Instrumentos de comunicación

Ayuda mucho al progreso en oratoria el entender que las manos son instrumentos de comunicación y no solamente extremidades del cuerpo que sirven para comer, asearnos, rascarnos o tocar las cosas que nos rodean. Sobarlas, juntarlas o esconderlas bloquea la libertad de expresión no verbal.

Todos sabemos que el ser humano se comunica de manera verbal y no verbal, y que la comunicación no verbal (mediante los gestos y ademanes) comunica emociones y sensaciones que no pueden comunicarse con la palabra. También sabemos que, aunque la información (lo que se dice) es más importante, la comunicación no verbal (factor componente de la manera de decirlo) pesa aproximadamente 90% en comparación con el 10 % de la comunicación verbal. En pocas palabras, la gente presta más atención a la manera de hablar que a lo que se dice.

Si constantemente sobamos, juntamos o escondemos las manos, bloqueamos el significativo canal de comunicación no verbal. Estaríamos esclavizándolas, restringiéndolas.

Si uno es capaz de reconocer que juntando las manos se siente más seguro, entonces también será capaz de reconocer que el oyente también lo sabe. En otras palabras, el oyente percibirá el nivel de nuestra inseguridad si observa que juntamos las manos constantmente para sentirnos más seguros.

¿No has notado que las personas que tienden a juntar las manos cuando hablan de pie, no suelen hacerlo cuando están sentadas? La silla compensa su inseguridad. Ponlas de pie y notarás cómo vuelven a juntarlas. Por eso, no juntar ni sobar las manos constantemente es un signo de seguridad y autodominio que el auditorio suele tomar en cuenta emocionalmente.

El que tiene un arma (palo, cuchillo, espada, arma de fuego, cinturón negro) no lo hace porque confía en sí mismo o en los demás, sino todo lo contrario, ¿verdad? ¿No será que tiene miedo de lo que podría ocurrir si no la tuviera? Solo imagínate cómo se sentiría un soldado en un campo de batalla sin su arma.

¿Para qué negarlo? Las armas son símbolos de temor y desconfianza, no de valor y confianza. El hecho de que un arma le dé valor a su portador e inspire temor en los demás, es una prueba de que sin ella se sentiría en inferioridad de condiciones. Cuando en 1970 mi hermano mayor me invitó a inscribirme con él en clases de karate, le respondí: "No, gracias. No quiero que me peguen". A lo que me contestó: "Al contrario, te va a enseñar a defenderte y pegarle a los demás". Entonces dije: "Acepto", y me inscribí. Después me enteré de que la mayoría lo hace por el mismo motivo. El día que pateé en el cuello a alguien y casi lo mato, me di cuenta de que mis puños y pies se habían convertido en armas mortales. Fue cuando me pregunté: "¿Así promuevo la paz?", y dejé de pelear.

Algo similar sucede, aunque en un contexto diferente y en menor intensidad, con la reacción condicionada de juntar o sobar las manos constantemente. Aunque no tiene por qué simbolizar temor cuando se hace de vez en cuando, comunica incomodidad o falta de confianza si se recurre a ello a menudo. El auditorio suele interpretarlo como una manera (no verbal) de decir: "Me siento inseguro o temeroso". Tu confianza no debe estar en juntar las manos, sino en saber que estás haciendo lo que es correcto.

Por eso, "¡Manos arriba enfáticamente!" significa "¡Suéltate y deja que tus manos y gestos dibujen cuadros en el aire, ilustrando y dramatizando los detalles de las cosas que dices con las palabras!".

¿Y el lenguaje de señas?

En el lenguaje hablado bastaría con decir "Juan es un maestro experimentado y carismático", pero tal vez algunos consideren exagerado decir "Juan, un hombre virtuoso y lleno de bondad, hijo de padres ejemplares y devotos, es un maestro hábil,  experimentado y carismático". En cambio, los constantes movimientos enfáticos y descriptivos de los intérpretes de lenguaje de señas nunca deben considerarse exagerados, porque dicho lenguaje solo dispone de los movimientos para comunicar toda la riqueza de los pensamientos y las emociones y sensaciones del orador.

Si un discurso tiene que ser interpretado con señas, los ademanes y hasta el más tenue gesto del rostro deben ser muy expresivos, capaces de concentrar toda la atención visual de un audioimpedido. En tal caso, no deben limitarse a un movimiento aburrido de manos, dedos y expresiones del rostro, como un robot. ¡Todo el cuerpo debe comunicar! La elevación de los hombros, la inclinación del cuerpo, la posición de las piernas, los pies, codos, cejas y el movimiento de la boca, en todo momento procurando que nada del fondo se mimetice con el color de las manos (hacer ademanes a la altura del rostro pudiera mimetizar el color de las manos, obscureciendo la transmisión del mensaje). Lógicamente, tratándose de un lenguaje, se esperaría que el de señas expresara con los mismos ademanes y gestos las mismas ideas, pero aún así, son muy variados y eficaces.

Ya sea que hablemos o interpretemos en señas, cuando hablamos de las cosas que nos apasionan, nos sumimos en el tema y nuestro cuerpo entero se convierte en un transmisor emosensacional al que no necesitamos indicarle qué movimientos debe utilizar para expresar lo que sentimos. La clave es la pasión.

Cierto periodista, conocido por sobar constantemente sus manos y hacer ademanes y gestos carentes de vida, de repente se apasionó con cierto reportaje y se olvidó de su incomodidad gestual. ¿Cuál fue el efecto? Hizo unos ademanes realmente variados e interesantes.Cuando terminó su exposición, volvió a sobarse las manos y a bloquearse.

Por eso, para mejorar los ademanes no hay nada mejor que descubrir que, según su naturaleza básica, hay dos clases de ademanes y gestos: Enfáticos (que brotan de una convicción interna) y descriptivos (que brotan de una imaginación productiva). Sin embargo, no es cuestión de hacer ademanes, sino de sentir pasión al exponer el argumento. Tus manos casi se moverán solas si las impulsa un entusiasmo desbordante.

El problema de los gestos y ademanes en la mayoría de las personas no es mecánico, es decir, un asunto de mover manos, brazos o rostro, sino emosensacional, es decir, de las emociones y sensaciones, que mueven a uno a expresar lo que siente. Cualquier ejercicio mecánico es simplemente una ayuda para despertar la emotividad. Por eso, no es cuestión de ensayar movimientos frente a un espejo, sino de provocar en tu interior la pasión que suelte tus movimientos. Entonces, ya no juntarás las manos tan a menudo ni te quedarás con los brazos encogidos, como un saltamontes.

Uso y abuso de los gestos y ademanes

Al igual como es posible abusar de un tono de voz enfático, también se puede, como hemos visto, abusar de los gestos y ademanes. Una manera de corregir este defecto consiste en recordar que el exceso de sal, azúcar, ají, aceite, ajos o cebollas, o cualquier otro elemento, echa a perder la mejor comida. Por eso, siempre reserva los ademanes enfáticos para las cumbres. Evita, por regla general, mantener constante cualquier rasgo enfático de los movimientos de tu cuerpo. Procura más bien la variedad de tus ademanes descriptivos, indicando formas, tamaños, distancias y
acciones.

Las manos hablan elocuentemente cuando se mueven con naturalidad;
pero pueden quedarse mudas o tartamudear si realizan el mismo movimiento una y otra vez.

ARRIBA





"¡PLANIFICA TU ARRANQUE!"





LECCIÓN 8







SIGNIFICADO

Piensa bien cómo vas a comenzar tu discurso, detalladamente, palabra por palabra, ten en cuenta algo que capte la atención y despierte el interés.

Un buen arranque, como ocurre en cualquier carrera, es determinante; y si el inicio de una canción
es bueno, toda la canción será buena. Lo mismo ocurre con un discurso. Si la introducción es buena, el resto promete ser bueno. Si el comienzo es impactante, tus oyentes te prestarán atención; pero si no, su mente divagará durante la presentación. Por eso, planifica bien tu arranque.

INTtroducción

La introducción es lo primero que dices o haces cuando comienzas tu discurso. El propósito es 1) captar la atención y 2) despertar la curiosidad por el asunto de que hablarás. Tienes que captar la atención porque los pensamientos del auditorio están dispersos. Un indicio claro de ello es cuando se oye un murmullo. Cuando hay murmullo, no están prestando atención. La introducción debe animar a todos a prestar atención. El resultado de lo que dices y haces en la introducción debería ser: curiosidad.

Advertencia: No te apresures a comenzar tu discurso. Es recomendable hacer una pequeña pausa antes de decir las primeras palabras. Porque si no están prestando toda la atención posible, no te entenderán ni mucho menos reaccionarán positivamente a tus palabras. ¿Cómo reaccionarán positivamente a aquello que no entienden? Además, si te apresuras para comenzar el discurso, probablemente no se entienda tu pronunciación.

De todos modos, en la introducción, la regla general es captar la atención. Puedes elegir y/o combinar los siguientes elementos.

SALudo
 
¿Deberías saludar (SAL) al auditorio antes de empezar a hablar del tema? Depende. El comienzo del discurso merece reflexión y tacto por el efecto que debes causar con las primeras cinco o diez palabras. Por eso, en la mayoría de los discursos el saludo es opcional. 

En caso de que el saludo sea indispensable, podrías perder impacto. Por eso, saluda solo si si es indispensable, o si se acostumbra conforme a una tradición o norma. En tal caso, bastará con algo muy breve.

Si le reunión es formal, podrías decir algo así como: "Señoras y señores", o usar una fórmula conocida para ese auditorio en particular, como: "Señores miembros del Jurado", o "Excelentísimo Señor Presidente, Señores Magistrados", o el que se acostumbre. Y si la reunión es informal, podrías decir algo sencillo como: "Estimados amigos". 

Y recuerda que no hay nada tan absurdo como decir "reciban un caluroso saludo" en un día de verano, cuando el sol está quemándoles la cabeza. Tal vez sería mejor decir "un refrescante saludo" o "un saludo muy cordial".

ANTicipo

Igualmente, el anticipo (ANT) es opcional. Consiste en mencionar brevemente los puntos principales del discurso, el menú de la cena intelectual que les servirás.

- En primer lugar hablaremos de...
- En segundo lugar hablaremos de...
- En tercer lugar hablaremos de...

Captar la ATención

De los tres elementos de la introducción, CAPTAR LA ATENCIÓN (AT) NO ES OPCIONAL. De ello depende que tus oyentes se sientan animados a prestarte atención durante toda la explicación. Se dice que por el comienzo de un discurso el auditorio se forma una idea de la calidad del discurso y del orador. Un buen comienzo es como un buen disparo.

Pero no atraigas la atención hacia tu persona, sino hacia el tema. Un error que cometen muchos oradores es atraer la atención a sí mismos y a la forma como visten. Un orador capacitado hace que el auditorio se concentre en el discurso.  Cualquier atención hacia su persona debería ser incidental, no intencional. Enfoca la atención en el discurso.

Usa una frase célebre
 
Frases célebres son expresiones que quedan grabadas en el recuerdo popular. Por ejemplo: "Como dijo Séneca: 'En todo gran talento hay un poco de locura'". Comenzar diciendo una frase célebre impacta con fuerza en la mente del oyente y la deja deja grabada en la memoria.

Usa una anécdota

Anécdota es una narración de algo interesante de algo que sucedió: "Recuerdo cuando estaba jugando un partido de fútbol en el último año de la escuela. Mi equipo iba ganando 3 a 0 cuando, de repente, sentí que algo como un martillo golpeó mi pierna...".

Usa una pregunta interesante

Una pregunta, aparte de ser un formidable recurso de investigación, también es un elemento eficaz para crear impacto y obligar al auditorio a prestar atención. Pocas cosas generan tanta expectativa como una pregunta sencilla y bien pensada. Por ejemplo, "¿Sabe usted por qué se suicidan tantos jóvenes en el Japón?". Todos esperarán que les proveas la respuesta y permanecerán a la expectativa hasta que la respondas.

Pregunta de expectativa. Es aquella cuya respuesta no resulta obvia al auditorio y por eso da qué pensar, provocando y manteniendo la curiosidad sobre la respuesta. El auditorio quiere saberlo y espera que le des la respuesta. Por ejemplo: "¿Alguna vez se ha puesto a pensar por qué no se le congelan las patas a los pingüinos si pasan la mayor parte del tiempo parados sobre el hielo?".

Pregunta retórica. Es aquella cuya respuesta resulta obvia al auditorio y no necesita que le des la respuesta. No solo sirve para captar la atención profundamente, sino para mostrarle al auditorio que sabes lo que piensa y siente. Te ayuda a crear un vínculo más estrecho y un clima de empatía. Por ejemplo, si preguntas: "¿A buen entendedor...?", ellos pensarán: "Pocas palabras".

Pregunta de opinión. Es aquella que solicita al auditorio una opinión, un punto de vista, un enfoque, una manera de ver los asuntos. Te sirve para orientarte mediante saber lo que tus oyentes están pensando, a fin de adaptar la forma de decir lo que sigue. Por ejemplo: "¿Qué opinan ustedes? ¿Debería uno considerarse padre cuando el niño es concebido, o cuando nace?".

Pregunta de cierre. Es aquella cuya respuesta es inexorablemente "sí". La usas cuando tienes la completa seguridad de que la respuesta será la que esperas. Sirve para reforzar las convicciones y asegurar que la linea de razonamiento va por buen camino. Es la pregunta que más usan los vendedores profesionales. Por ejemplo: "Si dejáramos de respirar, ¿moriríamos?". La mayoría dirá: "Sí".

Usa un objeto u otro apoyo visual

Como bien lo explica la teoría del marketing sensorial, exhibir un objeto (diapositiva, película, dibujo, mapa) causa un efecto especial en los ojos. El color y la forma del objeto se clavan en la retina como si fueran flechas de colores. Es muy importante que ensayes el impacto que quieres causar. 

- Exhíbelo justo a tiempo, ni antes ni después (el factor sorpresa es una clave).

- Si lo muestras con una mano, señálalo con la otra exactamente donde quieres que pongan el ojo.

- No lo sacudas ni muevas si no es necesario. Es preferible mantenerlo quieto. Deja que los ojos se osen en el objeto.

- Al terminar de referirte al objeto, apártalo de la vista o distraerá la atención (a no ser que el mantenerlo a la vista sea conveniente)

Por lo tanto, prepara tus primeras palabras cuidadosamente, como si se tratara de una frase memorable, o como si prepararas una buena comida. Debes dedicarle tiempo y darle vueltas y vueltas hasta dar en el clavo de una expresión contundente, agradable al entendimiento y a las emociones. Por ejemplo, si hablaste de la importancia de ser puntual, tal vez podrías terminar diciendo algo así como esto:

"Para los que llegan tarde solo quedan los huesos."

ARRIBA  |  FRASES